viernes, 20 de febrero de 2015

Capitulo 79



Me pongo un vestido rojo de seda que compré para la ocasión. El embarazo ya se me nota un poco, pero el vestido tiene el corte un poco holgado así que le va bien. Es corto a la rodilla, de un solo hombro y volante en todo el escote. Llevo el pelo por encima de los hombros por pura moda y pura comodidad, así que me lo dejo suelto.

Peter acuesta a los niños contándoles un cuento. Cuando termino compruebo que no se me notan el bustier palabra de honor y las braguitas de encaje a juego que me ha regalado Peter. Me hubiera puesto los ligueros que las acompañan, pero entre que es Julio y que el embarazo me da mucho calor, prefiero no hacerlo y evitar sudar como un pollo con medias. Me calzo mis zapatos de novia y pienso en que dentro de nada mis tobillos volverán a no aguantar los tacones. Cojo un bolso plano dorado y me bajo a la habitación de los peques. Duermen juntos, sí, porque ellos quieren. Y a nosotros no nos importa. Se tienen todos los celos del mundo y discuten como locos, pero no pueden vivir el uno sin el otro. Les arropo y les acabo de contar el cuento. Mientras que Peter se ducha y se arregla. 

Llegan mis suegros y Peter baja. Dios, Peter. Solo verle bajando las escaleras sigue dejándome sin respiración. Y encima se ha puesto camisa y pantalón de traje. Está para comérselo. En concreto para comérmelo yo. Entre saludos, agradecimientos, comprobación de teléfonos, advertencias y adioses, nos vamos con una pequeña maletita con ropa para mañana a disfrutar de nuestra noche. Y aunque estamos cansados y nos encantaría poder dormir, nos hemos prometido amarnos hasta quedarnos sin genitales.

La cena es exquisita y ya nos vamos calentando. Estamos en un reservado con velitas y toda la parafernalia que ponen en los restaurantes un poco buenos cuando dices mesa para dos. Pasamos de formalidades y nos sentamos el uno junto al otro, en lugar de enfrente, en un banco acolchado con terciopelo. Y como estamos que lo tiramos, no paramos de meternos mano bajo el mantel y de darnos besos libidinosos que hacen que los camareros tengan que carraspear para retirar los platos. Pero como tenemos más pudor que hace unos años, decidimos parar de sobarnos como adolescentes y simplemente nos deleitamos en las miradas y sonrisas que nos regalamos.

 –Lali. Tenerte a ti a mi lado, sencillamente, hace que todo sea más fácil. Tú eres mi Norte, que me guía; y mi Sur, que me evade. Lo eres todo, nena. 

–Mojabragas… 

Nos damos un besito tierno entre sonrisas. 

– ¿Qué hubiera pasado si no llegas a hablar con mi padre aquel día en tu despacho? 

–Que hubiéramos encontrado otra manera de seguir adelante. Yo tenía muy claro que tu marcha no era un final. Creo que el día que te besé por primera vez ya supe que llegaríamos a hoy. Yo sabía que contigo no habría fin. 

Mi hombre. 

–Y luchaste mucho por mí cuando mi madre murió. 

–No. Los dos luchamos por nosotros; por eliminar demonios y por mantener lo que teníamos. 

–Sí, la verdad es que sí. Siempre miré por nosotros. 

–Lo sé. Y así seguirá siendo, cariño. Tú y yo siempre lucharemos por nosotros y nuestros hijos. 

Me acaricia el vientre y ese gesto tonto sigue emocionándome. Terminamos la cena y conducimos hacia el hotel, que está en un pueblecito cercano con vistas al mar. Como yo no puedo beber alcohol, Peter se ha pedido apenas una copa de vino así que conduce él; lo prefiere y yo paso de discutir otra vez por su estúpida manía de conducir siempre él. Nos vamos riendo e insinuándonos en el coche, como si no diéramos por hecho que vamos a folletear… Y como hay unos treinta minutos por autovía hasta el hotel y el embarazo me tiene más salida que un mono, me acerco a él y comienzo a acariciarle el paquete mientras susurro marranadas. Le pone a cien. Le desabrocho la cremallera y saco su miembro duro. Lo toco de arriba abajo. Peter jadea «nena» Y visto que me sigue el rollo, hago realidad una de mis fantasías (y de las suyas) y me agacho como puedo hasta llegar a poder metérmelo en la boca. Peter gime pero no aparta los ojos de la carretera. Yo se lo chupo excitadísima, sin importarme nada más. Durante un segundo pienso en accidentes y en mi madre, pero Peter ha aminorado la velocidad y la autovía es una recta desértica. Sigo a lo mío un ratito más. Y tras ese ratito, él empieza a gemir. Y al poco noto su semen caliente corriendo por mi garganta. 

– ¡Pero cómo se me ha ido la pinza así! Podríamos haber tenido un accidente. 

–Nena, iba a setenta, es una recta y no hay nadie en la autovía. Te hubiera parado si hubiera visto un coche cerca. No os pondría en riesgo jamás. Ni por una mamada, por muy bien que las hagas. 

Me guiña un ojo mientras toca mi vientre y yo me muero de amor. 

 Llegamos al hotel y, tras registrarnos, subimos a la habitación. Nos besamos con ansia en el ascensor; sus manos ya están apretujándome el culo y yo noto su paquete creciendo contra mí. Ni siquiera miramos la habitación cuando entramos; nada más cerrar la puerta, le quito la camisa y le desabrocho y bajo los pantalones. Él se los quita junto con los zapatos, calcetines y calzoncillos. Le miro el cuerpazo de infarto y me sigo quedando sin respiración. Él coge mi vestido y me desnuda. Gruñe al ver la lencería que me ha regalado y mi ligeramente abultado vientre. 

–Joder, qué buena estás. Y cómo me gusta tu tripita. 

–No sé yo… 

–Me gusta, porque lo que hay dentro es mío y amo que esté. Mm. 

Me aprieta el culo y me muerde el labio. 

–Lo sé. ¡No vas a parar! 

Se ríe y volvemos a besarnos. Con fuerza. Nos quemamos los labios y la lengua en un beso lascivo y erótico que me lleva casi al cielo. De repente Peter se aparta dejándome boqueando y me quita el bustier… a zarpazos. Y como eso no le es suficiente, rompe también mi braguita mientras gruñe. No puedo más, así que cojo su pene para introducírmelo. Necesito su miembro dentro de mí YA. Él sonríe mientras me besa y me coge en brazos, llevándome a la cama con mis piernas enroscadas en su cadera. 

– ¿Ansiosa, nena? 

–Mucho, fóllame con todas tus fuerzas. 

–Tus… órdenes son deseos para mí. Y sí, mi orden de fóllame con todas tus fuerzas es uno de sus mayores deseos. 

Y cumple, vaya si cumple.



Continuará...

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