lunes, 16 de febrero de 2015

Capitulo 57


He vuelto a ver a Betty hoy. Quiere que le decore un piso a un sobrino nieto con pésimo gusto para todo. Betty no tiene hijos. Tuvo tres abortos de joven y luego le tuvieron que extirpar los ovarios. Pensaron en adoptar, pero Betty estaba tan desanimada y cansada que sencillamente lo dejó estar. La fortaleza de esta mujer me sorprende cada día. Hoy hablamos de ella y de lo que supuso en su vida renunciar a la maternidad. Una espina que siempre estará allí, me dice. También me cuenta cómo superó sus problemas y alejó sus miedos sacando la guerrera que lleva dentro. Betty, Betty. Escribir novelas eróticas le ayudó enormemente. La sacó de un estado de apatía y aburrimiento y le hizo ponerse el mundo por montera y ver que había otras formas de vida a parte de la maternidad. E inevitablemente me acuerdo de mi novela. Joder, la he vuelto a dejar allí apartada. 

Mi novela de suspense está siendo más costosa que escribir El Señor de los Anillos; pero lo conseguiré, ahí se me vaya la vida en ello. Fue un sueño, un gran sueño y una ilusión. Y recuperaré esa ilusión y acabaré de escribirla como acabaré de reconstruirme a mí misma. Sí: mi novela está ligada a mi deprimente estado y mi deprimente estado está ligado a mi novela. Así que sé que hasta que no termine uno, no terminaré lo otro. 

Gracias Betty, por ponerme siempre el Norte en bandeja. 

 Salgo de su casa y voy corriendo a un bar que va a abrir un nuevo cliente porque tengo que ir a supervisar las reformas. Recibo llamadas de otros dos clientes durante el trayecto. Desde el premio el estudio va en alza y no paramos. Eso tiene una parte buena, claro: no solo prestigio, también mente ocupada y subida de sueldo. Pero también tiene una parte mala: infinito trabajo. Y claro, hay días, como hoy, que son un estrés y necesito diez minutos de desconexión. Así que cuando salgo del bar, bastante descontenta con las obras, por cierto, me meto un ratito pequeño en la cafetería de al lado a saborear un cafetazo de los buenos. Me siento en una mesita y le mando un mensaje a Gas, resumiéndole las reformas y diciéndole que estoy en el bar de al lado tomándome un cafecito. 

«Bien, pero recuerda que un cafecito no son treinta minutos, perra», me responde. 

«Serán diez minutos, prometido. Déjame respirar, so negrero». 

«Echo de menos tu culito respingón. Me voy a la obra de los Marquina. Diez minutos». 

Cuatro minutos después estoy terminando el café que me sabe a gloria y repasando mentalmente la conversación de ayer con Peter. Creo que fue mejor que bien. Fuimos nosotros hablando y bromeando y llorando y sincerándonos. Creo que nos estamos acercando o me estoy acercando yo a una reconciliación. Sonrío pensando que quizá todo quede en eso: una pataleta post defunción y un polvazo de reconciliación. Sonrío más. Miro el reloj, sorprendida de que solo lleve cinco minutos, cuando se planta frente a mí la última persona a la que esperaba y deseaba ver. 

–Vaya, hola Lali. Qué sorpresa. 

Le miro sin decir nada. No por rencor. Ni por odio. Sino porque no tengo nada que decirle. Nada. Pero al cabo de unos segundos de tenso silencio mi educación hace un llamamiento a la cortesía y respondo. 

–Hola, Marcos. 

– ¿Puedo sentarme? 

–Te dejo la mesa libre. Yo ya me iba. 

Empiezo a recoger mis cosas pero se sienta. 

–Siento mucho lo de tu madre. Quise llamarte pero imaginé que no te apetecía mucho hablar conmigo. De verdad que siento lo del accidente. 

–Gracias. 

Me levanto. 

–Espera, Lali, por favor. Quiero hablar contigo. 

Pongo los ojos en blanco. 

–Marcos, de nuevo, nosotros ya no tenemos nada de qué hablar. 

–Yo creo que sí. Te debo una explicación. Quiero dártela y tú mereces escucharla. 

Me quedo parada unos segundos. La explicación. ¿Resolverá eso algo? Estoy superando los traumas y haciendo limpieza pero ¿necesito saber los por qués para barrer del todo el polvo? Si no le escucho ¿superaré algún día la sensación de que todo fue culpa de mi carácter y mi persona? Me debato. Sí, no, sí, no.

 –No es necesaria, de verdad. Ambos hemos pasado página.

 –Necesito dártela. Y sé que tú necesitas escucharla. Te conozco, Lali. 

Jodido. Bueno pues me siento. Él pide otros dos cafés al camarero pero yo niego con la cabeza. Estoy tan tensa que he dejado de respirar. No me gusta nada estar aquí hablando con Marcos pero supongo que si no soy capaz de tener esta conversación con él, nunca superaré lo que significó su abandono y nunca podré volver con Peter en plenitud y para siempre. 

–Antes de nada me gustaría disculparme contigo y con tu novio por lo que pasó en la boda de María. Perdí el control y se me fue la cabeza. No es excusa, jamás debí haberte zarandeado así y entiendo perfectamente que tu novio reaccionara como reaccionó. Me merecí ese puñetazo y mucho más. 

Continuará..

2 comentarios:

Señora de Laliter 16 de febrero de 2015, 16:59  

Seguí , me encanta esta nove

Señora de Laliter 16 de febrero de 2015, 17:00  

Seguí , me encanta esta nove

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