lunes, 9 de febrero de 2015

Capitulo 47



Nos quedamos mirando. No sabemos dónde estamos, qué ha pasado. Hace unas horas yo me despertaba feliz al lado de Peter, susurrándole te quiero, y ahora mi madre ha muerto.

Mamá. 

El psiquiatra nos habla pero sinceramente, yo no le escucho. Raúl pone atención. Mi padre está ausente. Yo estoy absorta.Peter no para de acariciarme la mano y la espalda y de decirme que está aquí. Solo dice eso. No necesito más. Después del psiquiatra vienen más médicos a informarnos que los órganos han sido enviados con éxito y que si queremos, podemos verla, aunque nos advierten que puede ser desagradable. Aceptamos al unísono verla otra vez.

Dios. Nada más verla nos echamos a llorar todos, incluido Peter. Se escucha su nombre, de boca de mi padre, y mamás de las nuestras. Su cara está llena de golpes y moratones. Dios mío mamá, ¿pero a cuánto iba ese hijo de puta? Mi padre apoya la cabeza en su regazo y la llora con un llanto desgarrador que dice más que mil palabras. No puedo con esa imagen y me caigo. Peter me sujeta. Yo me acerco al otro lado y le cojo una mano y se la beso. Está fría como el hielo. Lloro y le beso la cara. Le susurro al oído que la quiero con toda mi alma y que me perdone por todo lo que no pude hacer por ella. Lloro. Le digo que ha sido la mejor madre del mundo y que cien veces que naciera, cien veces querría que ella fuera mi madre. La que nos daba cariño. La que nos daba amor. La que nos hacía reír. La que se preocupaba por nosotros. La que no podía vivir sin su familia. La que me reñía con ya 33 años.

Mamá.

Raúl se coloca al lado de mi padre y apoya la cabeza en su cuello, susurrándole sus propias palabras. Íñigo está detrás de mí y me agarra los hombros y me los aprieta. Está aquí. Conmigo.

Pronto llega una enfermera y nos señala que se la tienen que llevar ya. Nos indica que los de la funeraria están de camino. Todos la miramos una última vez y le decimos adioses y te quieros. Nos abrazamos los tres y lloramos a pleno pulmón. Busco a Peter con la mirada. Está detrás de mí, agarrándome la cintura y apoyando su cabeza en la mía. Está aquí. Está conmigo. Lloramos y lloramos. No sabemos cuánto rato pasa. No hablamos ni decimos nada. No nos lo creemos. Creo que el psiquiatra ha dicho algo del estado de shock y la negación. Bueno pues estaremos allí porque yo no sé dónde estoy.


Llegamos a casa de mis padres sobre las diez de la noche, arrastrándonos. Todo es tan repentino que ni me percato de que la casa huele a ella, de que su ropa está desperdigada por los sillones y de que parece que vaya a verla sentada en su lado del sofá, viendo Ana Rosa mientras critica al famoso de turno.

A duras penas hemos lidiado con la funeraria. A decir verdad, Peter ha lidiado con ellos. Yo también un poco. Mi padre está ausente y mi hermano se le ve muy joven para tomar según qué decisiones. Porque una de las cosas que no te avisan cuando algo así ocurre es que esa misma tarde en la que tú estás muerta de dolor y rota por dentro, tienes que elegir un vestido para ponérselo en el ataúd. Tienes que elegir ataúd. Tienes que elegir entierro o incineración. Tienes que elegir entierro eclesiástico o no. Tienes que decidir esquela. Tienes que llamar a un sinfín de gente. Tienes que decidir cosas que te la soplan tanto que solo quieres gritar y salir corriendo. Así que yo iba decidiendo sin pensar mucho e Peter concretando detalles con ellos. Por una vez agradezco el carácter mandón de mi novio.

Como un acto reflejo nos cambiamos de ropa y vamos todos al salón. Yo me enciendo un cigarro. Mi padre me pide otro. Mi hermano se enciende el suyo e Íñigo nos imita. Vaya familia de carreteros, digo. Y nos reímos, aunque sin ganas. No decimos mucho más. Solo que mañana será un día duro y que mejor no pensemos en pasado mañana. Finalmente, nos vamos a nuestros dormitorios agotados, pero sabemos que nadie va a dormir.

En la cama Peter me acurruca y me abraza fuerte y me besa el pelo. Yo me evado en su suave mecido y pienso en qué tengo que hacer ahora. Qué tengo que pensar. Qué tengo que sentir.

–La, lo siento tanto… No me puedo creer lo que ha pasado. Es tan injusto.

Lloro.

–Lo siento cariño. No pretendía…; lo siento. Si no quieres hablar no pasa nada mi amor, no hablamos. Si quieres llorar, lloramos. Que salga lo que tú sientas.

Peter y su don de decir lo necesario.

–Es que no sé qué está pasando. No me lo creo, así de sencillo. No puede ser.

–Lo sé, pequeña. Es una injusticia y tan repentino. Tan imposible de digerir. Mírame Lali.

Me levanta la cabeza hasta que mis enrojecidos ojos le miran.

–Lo conseguiremos, mi vida. Lo superaremos juntos. Poco a poco, un día lo habremos superado sin darnos cuenta.

–Yo no creo que lo supere nunca.

–Claro que sí. No hoy ni mañana, ni dentro de un mes. Pero al final lo harás, porque yo estoy contigo y no te voy a dejar caer.

–Siento que ya he caído a algún sitio. Muy frío y muy oscuro.

Me agarra la cara con las dos manos, bajando a mi altura.

–Pues te sacaré de allí. Cuando llegue el momento saldremos de allí. Ahora no te preocupes por eso. Ahora no sabes dónde estás ni qué sientes y es normal. Eres como una pelota de pingpong rebotando contra las paredes sin control. No te presiones, llegará el momento de sentarse a pensar y poder hablar. Tú, de momento, solo haz lo imposible por levantarte por la mañana. El resto ya irá viniendo, pero levántate cada día. ¿Lo harás?

Asiento entre sollozos silenciosos.

–Bien. Esa es mi chica. Te quiero, Lali. No te voy a dejar ni a sol ni a sombra.


Y una parte muy recóndita de mí, replica mentalmente «lo harás».


Besos
@onlyespos_

3 comentarios:

Anónimo 9 de febrero de 2015, 18:38  

Siguee!!!

Anónimo 9 de febrero de 2015, 18:39  

Si en verdad piensas que no vas a llevar bien la novela, haz un maraton ahora y ya la acabas no? Pienso que es lo mejor...

Anónimo 9 de febrero de 2015, 18:40  

Las cosas que dice lali me dejan pensando, que va a pasar?? Sigue subiiendoo!!!

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