lunes, 16 de febrero de 2015

Capitulo 52




Es increíble lo que el tiempo para pensar puede ayudarnos a calmar nuestras ansiedades. En solo dos semanas alejada un poco del mundo (no he visto a Peter, pero tampoco he visto a nadie) he aprendido más de mí misma que en 33 años. Quizá dejar a Peter fue una decisión impulsiva, pero creo que mi subconsciente hacía días que me estaba pidiendo a gritos que dejara a un lado a los demás y me centrara en mí. Las cenas con los amigos de Peter me mataban, los cafés con Euge me mataban, quedar con Peter me mataba, y solo soportaba ver a Gas si solo me hablaba de trabajo. Quise aparentar llevarlo bien y me estrellé contra mi propia burbuja. No supe aceptar y gritarle al mundo que hay personas que, sencillamente, necesitan estar unos días a solas para gestionar el dolor. Quizá si los hubiera tenido al principio no estaría aquí. Quizá sí. Es todo muy lioso. Lo que tengo muy claro es que el abandono de mi padre y el abandono de Marcos calaron en mí de formas que no sabía que lo habían hecho. 
He pensado mucho en mi padre y en Marcos estos días. Creo que necesito pensar mucho más en ellos y más profundamente para atacar de raíz todos mis traumas. Ellos son, sobre todo mi padre, la gran causa de mis miedos. La muerte de mi madre solo les ha dado la excusa para salir en tromba a la superficie. Evidentemente con pensar en Marcos no me refiero a hacerlo de una forma romántica. Hacerlo no me produce ningún sentimiento de amor o desamor. Ni siquiera de odio. Me refiero más bien a que necesito pensar en lo que sentí cuando me dejó. Porque durante el año que siguió a nuestra ruptura, pensaba sobre todo en él como hombre, tratando de aferrarme a los recuerdos, tratando de entender por qué lo había hecho. Pero pocas veces me centré en pensar en mí, en cómo me estaba sintiendo yo, en cómo encarar la humillación, que es realmente lo único que sentía. Una línea de pensamiento se abre al pronunciar esto en mi cabeza «lo único que sentía…», pero se me escapa antes de darle forma. Así que sigo con la humillación. Esa sensación de ser inferior, de sentirme infravalorada, de pensar si no tendré algo raro que haga a los demás salir corriendo, como aquellas dos amigas que dejaron de serlo. Lo cierto es que el primer pensamiento que tuve cuando me dijo que se marchaba fue «algo tengo para que me abandonen». Y esa frase fugaz, a la que siguieron los correspondientes hijo de puta, cerdo, cabrón y demás, se me grabó a fuego. Y ahora me doy cuenta de una cosa: durante todo este tiempo he pensado, en lo más hondo de mi ser, que todos los abandonos, sobre todo el de Marcos, fueron culpa mía. Pero no es cierto. No es verdad que yo hiciera algo mal. No es cierto que fuera culpa mía. ¿Por qué iba a serlo? Seguro que mi psicólogo de hace años me diría que necesito saber por qué Marcos se enamoró de otra y quizá tenga razón, porque si yo hice algo mal, Marcos debió haberlo hablado conmigo antes de actuar como un ruin. Eso no fue culpa mía. Con mi padre hablo un poco más que antes. Dista mucho de ser una relación normal pero es cierto que ha mejorado algo desde la muerte de mi madre e incluso desde aquella conversación en mi piso de la tristeza, como lo llamaba Euge. He pensado en él hasta quemarme el pelo pero no logro llegar a ninguna conclusión más allá de las que ya sé. El psicólogo me dijo en su día que necesitaba saber por qué lo hizo, que tenía que preguntarlo o averiguarlo, tratar de entenderle o al menos conocer sus motivos pero nunca he tenido fuerzas. Básicamente ya nunca volvimos a hablarnos así que se perdió toda confianza. Tampoco sé si eso haría que no le viese como un cobarde que abandona a sus hijos con una nota de mierda, pero quizá saberlo me ayudaría a entender la naturaleza del ser humano a niveles que aún no entiendo y me ayudaría a entenderme a mí misma. Quizá esté siendo demasiado filosófica y nada tenga ese sentido. En cualquier caso, que mi padre nos abandonara y luego volviera derrumbó todo mi mundo y todo en lo que yo creía murió. Revivirlo me costó luchar lo indecible y creo que la ruptura con Marcos fue una batalla más de la guerra que llevo teniendo conmigo misma desde entonces. La muerte de mi madre es la batalla definitiva.


Continuerá...


Besos

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