Capitulo 50
Su tono empieza a subir
y va in crescendo.
–He parado porque cada
vez que te beso y trato aunque solo sea tocarte, tú me rechazas categóricamente
y me gritas y te enfadas por querer sexo en un momento así de tu vida. ¡¿Qué
coño hago entonces, Lali?! ¿Te toco, siendo un depravado por ponerme, en un
momento así de tu vida, cachondo como un perro al besarte; o no te toco, siendo
entonces acusado de querer buscarme a otra y no desearte? ¡Dime, joder! ¡Dime
qué tengo que hacer! ¡Porque te juro que no lo sé! ¡Te juro por mi vida que no
tengo ni puta idea de cómo cojones acertar!
Lloro. Y grito.
– ¡No lo sé, no lo sé!
¡Ojalá lo supiera y pudiera decírtelo pero es que no tengo ni puta idea! Soy
consciente de lo que estás aguantando y de lo inmensamente bien que te estás
portando y de que no me lo merezco porque te trato fatal y no tengo ni idea de
por qué. Y créeme si te digo que me siento miserable por tratarte así pero no
puedo evitarlo. No sé cómo coño hacer esto. Estoy perdida, estoy ausente, estoy
que no sé qué cojones tengo que hacer. Me pego cuatro horas de mi día en el
coche, mis noches llorando, mi padre no levanta cabeza, mi hermano pasa de todo
y yo no tengo ni puta idea de cómo dejar de gritarte. Soy una bomba que lo
destroza todo y no puedo con ese sentimiento ni un minuto más.
Inspira fuerte. Se lleva
los dedos al puente de la nariz.
–Quizá… Peter, quizá
sería mejor que…
–Ni te atrevas. Ni se te
ocurra siquiera volver a decir semejante chorrada porque te juro que no
respondo de mí.
–No. Escúchame. Escúchame.
Lloro desconsolada y
trato de coger la cara de Peter con las manos, que se escabulle en un gesto de
enfado. Sabe lo que voy a decirle y le cabrea. Pero empiezo a pensar que es la
única solución para nosotros. Para que no le siga destrozando. Para que no siga
destrozándome yo. Para que él no se vaya, irme yo. Finalmente me mira. Apoyo mi
frente en la de él y como si me quemaran las palabras, como si se me terminara
el aliento.
–Peter, no podemos
seguir así. Voy a cargarme lo mejor que me ha pasado en la vida si seguimos
así. Si sigo así. Y no tengo ni puta idea de cómo hacerlo, cariño, te lo juro.
Pero no puedo, no puedo estar así. Y sé que lo intentas con todas tus fuerzas y
todo lo que haces es inmenso. Has estado tan a la altura que no puedo más que quererte
cada día más y más. Y por eso me destroza hacerte esto. No puedo más. Tú no
puedes más. Y eso me mata, me mata hacerte daño y verte sufrir por mis
arrebatos, y me mata pensar que me vas a acabar odiando, que vas a acabar
yéndote si no por la puerta, con otra. Me mata verte desesperarte y me mata no
tener fuerzas para escuchar cómo llevas el juicio o para saber cómo está tu
mundo porque no puedo. No puedo.
Me agarra de la cabeza y
me roza los labios. Lloro.
–Pero yo sí que puedo.
Yo sí puedo y tiraré por los dos. Odio que pienses que me voy a ir; yo no soy
tu padre, ni soy Marcos. No me voy a ir a ninguna parte ni quiero buscarme a
otra, joder. Yo solo te quiero a ti. Y solo te deseo a ti. Y lo único que me
hace sufrir de todo esto es que no te des cuenta, que aún dudes.
–Lo sé. Lo sé, Peter. Sé
que lo dices de corazón y que lo crees fervientemente. Pero veo tus ojos día a
día, veo cómo se apagan. No puedo con eso y es mi culpa. Tengo que dejarte
respirar. Tengo que dejar que recuperes fuerzas. Tengo que alejarme de ti, por
mucho que me parta el alma.
–No digas chorradas,
Paula. No tiene ningún puto sentido. No pienso irme a ninguna parte ni voy a
dejar que te alejes de mí por mierdas que piensas. Estás ofuscada, estás echa
un lío y no ves las cosas con claridad. ¿Crees que es lo mejor para mí estar
sin ti? Eso no es cierto. Yo solo quiero estar contigo, joder. Lo que me
destroza son todas las horas que no te veo, coño.
Le abrazo y lloro. Me
quema todo lo que me dice y me quema no ser capaz de creerlo a ciegas. Me quema
pensar en el daño que le estoy haciendo.
–Me quema. Me quema cómo
te estoy tratando porque te quiero. Te quiero con toda la fuerza de la que un
ser humano es capaz. Nunca he querido así y sé que nunca jamás podría volver a
querer así. Jamás. Pero necesito tiempo.
Necesito respirar. Necesito irme a la
cama sin pensar que te estoy amargando la vida. Por favor, Peter, te lo
suplico. Por mí, por nosotros. Para superar lo de mi madre, para volver a estar
como siempre, para volver a tenerte como siempre. Necesito alejarme un tiempo
cariño. Soy tóxica y destructiva.
Aprieta mi abrazo.
–Lali, lo superaremos.
Iremos a un psicólogo. Iremos donde tú quieras, pero juntos. Joder, tendré más
paciencia cariño, lo siento. Siento ponerme gilipollas a veces. Siento si no lo
he hecho bien pero estoy contigo.
Lloro hasta desbordarme.
–No, no. Tú lo has hecho
perfecto, lo estás haciendo perfecto. No podría haber tenido mejor apoyo que tú
y si no llega a ser por ti, no sé dónde estaría ahora. Pero ahora mismo no puedo
ser la Lali que mereces, no puedo darte lo que necesitas y eso me mata. Peter,
necesito recomponerme sola para poder dar lo mejor de mí. Por favor. Por ti,
por mí. Por nosotros.
– ¿Por qué no podemos
superarlo juntos?
–Porque creo que tengo
muchas cosas que superar aparte de la muerte de mi madre y son cosas que debo
hacer yo sola, que debo intentar yo sola. Creo que nunca dejaré de dudar de ti
hasta que sepa ponerme en pié sin tambalearme con traumas del pasado.
–Lali, vayamos a un
psicólogo. Ve tú sola si lo prefieres, pero no me dejes, por favor. No tiene
sentido.
Solloza. Y a mí se me
parte el alma.
–No puedo mi vida, no
puedo. Te quiero con locura y con toda mi alma, pero sé que esto irá a peor si
sigo teniendo un saco al que golpear. Y ese saco eres tú. Prefiero no llegar al
punto en el que me odies tanto que me abandones sin más. Y ya fui a un
psicólogo Peter, sé lo que me diría. Sé lo que me haría. Y sé que esto necesito
hacerlo sola.
–Joder La, no puedo con
esto. ¿Por qué no nos vamos un tiempo? Dejamos todo y no sé, nos vamos una
temporada fuera, a dónde tú quieras y nos alejamos de toda esta mierda.
–No puedo hacer eso; no puedo dejar lo
que me queda de familia. Y además al volver todo sería igual. Tengo que atajar
esto. Tengo que superarlo. Dame tiempo. Por favor, cariño. Y luego quizá, si tú
quieres…
– ¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto necesitas? ¿Quieres, no sé, quieres que no nos veamos en un par de
días, una semana?
–Sí; no; no sé. No puedo
prometerte nada. Ahora mismo no sé qué rumbo va a tomar mi cabeza. Por eso
necesito asentarla.
–Esto va a matarme.
–Lo sé. Y a mí también.
Pero seguir así nos destrozará del todo y lo sabes. Por favor.
– ¿Entonces esto es un
adiós? ¿O qué coño es esto, Lali?
–No lo sé. No lo sé, mi
vida. Ojalá pudiera darte respuestas. Quizá en unos días todo se haya calmado y
me sienta más segura para tener esta conversación de forma coherente. Pero
ahora mismo solo sé que necesito estar completamente sola.
– ¿Y se supone que yo me
tengo que quedar de brazos cruzados mientras tanto? ¿Qué tengo que dejarte
marchar? Lali, yo no voy a poder hacer eso. No sabiendo que tú me quieres tan
colosalmente como yo a ti. No sabiendo que no me dejas porque ya no me amas o
por cosas así sino porque estás confundida y deprimida. No estás decidiendo
esto con claridad. Entiendo que quieras estar sola y puedo respetarlo. Pero no
me dejes por eso.
–Yo no quiero dejarte.
Hacer esto va a acabar con mi vida y lo sé. Sin ti sencillamente no sé
respirar, no sé sentir. Y por eso necesito alejarme de ti. Todo ahora mismo me
resulta demasiado intenso, demasiado fuerte, demasiado desbordante y no sé
manejarlo. No te estoy diciendo que sea algo definitivo. Ni si quiera sé si
mañana te llamaré desconsolada rogándote que olvides esta conversación. Pero no
puedo ser una veleta y esperar que tú me sigas en todos mis vendavales.
Necesito pararlos Peter, necesito que deje de soplar el viento en mi cabeza y
entonces, entonces, volver a intentar recuperarte.
Se pasa las manos por el
pelo y posa sus dedos en el puente de su nariz. Su típico gesto de
desesperación que a mí me mata.
–Nada de lo que dices
tiene sentido para mí, Lali. Nada me explica de forma convincente por qué me
estás dejando. Pero supongo que no puedo hacer otra cosa que esperarte. Yo
estaré aquí nena, estaré aquí cuando te quites los demonios de encima.
Nos abrazamos entre mis
sollozos.
–Si no me quieres
esperar lo entenderé, Peter. Tienes derecho a hacer tu vida al margen de mis
rarezas.
Y al decirlo me quema el
pecho y el corazón se me acelera. La bilis sube hasta mi garganta y tragarla
para que baje es menos desagradable que la idea de que Peter rehaga su vida con
otra.
–Deja de decir
gilipolleces, por favor.
Le abrazo otra vez. Un
abrazo desesperado.
–Lo siento. Lo siento
todo. Siento no ser fuerte. Siento no saber gestionarlo bien. Siento alejarme
de ti y hacerte daño.
–Pero si eres fuerte. Solo tienes que
darte cuenta.
Me abraza muy fuerte y
así pasan varios segundos. En silencio. Él lo rompe con su voz rota.
– ¿Podré llamarte?
Sonrío con ternura.
–Claro que sí. Y si a ti
no te importa, yo también lo haré.
Sonríe y me restriega la
nariz con la suya y yo le acaricio la cara. Me da un beso y otro más. Le beso
yo. Es un beso de adiós. Es un beso de un tiempo. Es un beso que va a la
deriva.
–Tengo que irme.
Nos levantamos y
encaminamos a la puerta. Otro abrazo. Otro beso. Un conduce con cuidado. Un
llámame cuando llegues. Un adiós. Un adiós.
Adiós, Peter.
Chicas, si voy a ir haciendo maratones cada vez que pueda, hoy dudo mucho que la acabemos queda mas o menos la mitad asi que.. con unas cuantas maratones lo acabaremos. Lo siento mucho por las veces que os dejo colgadas, espero que me perdoneis y leasis la novela
Besos
@onlyespos_
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