jueves, 19 de febrero de 2015

Capitulo 71




No sé cuánto rato estamos así, abrazados fuertemente sin hablar, sin mirarnos. Solo abrazados sollozando y oliéndonos mutuamente el cuello. Su olor. Ese olor a colonia salvaje y varonil mezclado con olor a Peter, a ternura y a hogar. A contraste, como todo él. Mi amor. De vez en cuando nos balanceamos ligeramente, volviendo al mundo. Y volvemos a perdernos en ese abrazo en el que podría quedarme eternamente. Es tan intenso, tan descomunal que no es necesario adornarlo con te quieros ni con besos ni con palabras. Algo tan simple como dos cuerpos entrelazados dice todo lo que hay que decir. 

Pero al cabo de lo que creo que han sido años nos vamos recomponiendo poco a poco. Peter gira ligeramente la cara y me da un beso largo y lento en el punto donde se junta la mejilla con la mandíbula y el oído. Me pone la piel de gallina y una oleada de cariño y de amor y de deseo estalla como un tsunami en mi cuerpo. Vuelvo a llorar. De felicidad. 

–Mi vida. 

Alzo la cara, sonriendo. Porque volver a olerle y sentirle y notar sus labios y estar en nuestra casa y saber que me ha perdonado me convierten en la única persona del mundo que podría volar. Ya, ya, ¡estoy de un pastel! Pero me siento tan pletórica y tan serena… Como nunca. Peter sonríe y a mí se me para el corazón. Qué guapo es, Dios mío. Me seca las lágrimas con los pulgares y recorre mis labios con sus yemas después. Me da un tierno pero casto besito en la boca. Mm. Y otro más. Mi cara entre sus manos, sus dedos acariciando mi sien y sus labios pegados a los míos. Ya me podría morir. Le abrazo fuerte. Me acaricia la cabeza y me envuelve en sus brazos. 

–Ya está, mi pequeña, ya está. 

Le miro como miraría a Dios si se me apareciera. 

–Lo siento, mi amor. Lo siento tanto… 

–Shhh. No caben más lo sientos ni perdones aquí. Aquí, 

Y con el dedo índice hace un círculo imaginario entre su cuello y el mío. 

–no hay sitio para esas cosas. Aquí solo hay sitio para ti y para mí y para todo lo bueno que generamos juntos. 

Sonrío con los labios cerrados y él me besa la comisura. Electricidad. Restriega su nariz contra la mía.

 –No volveré a dejar que te vayas. Fui un gilipollas.

Aprieta los dientes. Le acaricio la cara.

 –Aquí ya no hay sitio para esas cosas. 

Sonríe. Sonrío. 

Y me besa. 

Primero el labio superior. Muy despacito. Luego el inferior. Pasa su tímida lengua por uno y luego por el otro. Eso despierta en mí más ganas de llorar y una excitación sin precedentes. Me da un beso, yo se lo devuelvo. Otro más largo. Yo le doy otro. Y finalmente nuestras lenguas se besan húmedas y cálidas. Se reconocen al instante, encajan a la perfección. Solo su lengua. Solo la mía. Nos fundimos en ese beso como solo nosotros sabemos darnos. Lleno de tantas cosas que olvido donde estoy o qué ha pasado. Ese beso es Peter y yo y no hay nada más importante. Ese beso es el más bonito que me han dado en la vida.

Le agarro del cuello, entierro mis manos en su pelo. Cuánto he echado de menos esto. Él me rodea la cintura con su brazo, atrayéndome más incluso hacia él. Casi no puedo respirar de la opresión pero no me importa. Quiero estar dentro de él. La otra mano me coge la cabeza y la mueve siguiendo la cadencia del beso, que se vuelve poco a poco necesitado y pasional. Respiramos acelerados y suspiramos en nuestras bocas pero somos incapaces de despegarnos. Quiero denudarle, quiero desnudarme, quiero que entre en mí, quiero sentirle y sentirme a mí misma en él y que él se sienta en mí. Le deseo, le necesito y le ansío. Y él a mí porque noto su erección en mi cadera y sé que él debe notar mis pezones duros en su torso. Gimo. Y entonces él se aparta.

 –Nena… 

Me acaricia con el pulgar el labio inferior. Sus ojos… madre mía. Si el deseo y el amor se pudieran hacer físicos serían esos dos ojos entrecerrados que se clavan en mí. Respiro hondo. 

–Soy el puto hombre más feliz de la tierra. 

Me levanta un poco del suelo y me da una vuelta. Chillo. Parecemos dos críos pero me da igual. Yo también soy la puta mujer más feliz de la tierra. 

Cuando me baja, nos calmamos un poco y vuelve a mirarme. 

– ¿Cómo estás?

 –Pues estoy enamorada, feliz, emocionada, 

Peter mueve la cabeza de un lado a otro con cada sentimiento que digo, como contándolos. 

–nerviosa, cachonda, preocupada, anonadada, confusa, enfadada y liberada. 

–Mm. Y liberada. Me gusta. 

Sonrío. 

–Lo sé. 

–Eso son muchos sentimientos que digerir. 

Asiento con la cabeza. Me da un rápido beso y se aparta. 

– ¿Café o vino? 

Sonrío otra vez. Son más de la una de la madrugada y mi novio me pregunta qué quiero beber para enfrentarme a una noche de conversación interminable con él. 

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