Capitulo 41
María se levanta de la
mesa presidencial y al ritmo de una canción que no conozco le entrega su ramo
de novia a una de sus amigas. Se abrazan y lloran como manda la tradición. Yo
me emociono porque me encanta esa tradición.
Me imagino en mi propia boda
dándole mi ramo a Euge, llorando las dos como unas Magdalenas
mientras Gas grita por todo el salón que si no tener tetas es sinónimo de
quedarse sin ramo. De mis castillos en el aire me bajan los primeros acordes de
Highway to Hell. Gonzalo y María se encaminan a nuestra mesa con unos novios de
cerámica en la mano. Sonrío a Leticia porque imagino que van para ella; aunque
son una pareja totalmente reacia al matrimonio, supongo que darles los novios
es más un gesto simbólico por la amistad. También podrían dárselo a Bárbara o
Gema pero María es de las nuestras, jamás se los daría a ellas. Y los demás
están ya casados o solteros y creo que no hay tanta relación. Leticia me mira
con horror y yo me meo de la risa pero mi risa se convierte en estupefacción
cuando Gonzalo pasa de Eloy y se encamina directo a… ¡Peter y a mí!
¿¿Cóooomooo?? Entre aplausos y silbidos nos levantamos correctos y les damos
besos y abrazos a los novios agradeciendo el detalle. Me muero de vergüenza
pero… me gusta. Al sentarnos de nuevo Peter me susurra al oído.
–Parece que quieren que
nos casemos.
–Eso es porque no saben
lo loco que te pones porque no encuentras un tornillo en una caja de
herramientas.
–Muy graciosa. Tampoco
saben que los escondías tú en tu mano mientras te descojonabas en silencio
viéndome jurar en hebreo.
Sonrío y nos damos un
piquito.
–Parece que somos tal
para cual.
–Parece que sí, bruja.
–Peter, a mí me gustaría vivir
un día así; me gustaría… una boda.
Lo digo casi con miedo.
No quiero volver a tener que lidiar con este tema. Quiero casarme, joder; no es
mucho pedir tener un día tan bonito para mí. Y quiero saber a qué atenerme
cuanto antes y que lo sepa él. Me sonríe.
– ¿Me estás pidiendo
matrimonio, nena?
Pongo los ojos en
blanco.
–No, tonto. Te estoy
diciendo que, no ya claro, pero que en el futuro… vamos, que soy de las que
quieren petición, boda, vestido y niños y no quiero renunciar a eso.
–Siempre que no me hagas
hacer la chorrada de cortar la tarta, estaré encantado de participar. Sobre
todo en lo de hacer niños.
Sonreímos los dos y nos
besamos un poquito más mientras me susurra «Baño. Ya».
– ¿Qué? ¿Aquí, ahora?
Cariño, no.
–Vamos.
–Pero tus amigos…
–No se enterarán. Vamos.
–Pero…
–Pero nada. Me deseas,
lo veo en tus ojos. Y yo me voy a correr en los putos pantalones como no muevas
tu culazo de ahí.
Y con mi vientre y mis
piernas echas gelatina, nos levantamos por turnos y disimuladamente nos
encaminamos al baño de minusválidos a celebrar que los dos vamos en la misma
dirección.
Cuando salimos de
nuestro polvo silencioso contra la pared no podemos evitar reírnos. Al abrir la
puerta del baño con cierta cautela, Peter se coloca delante de mí y riéndose me
coge la mano. Yo también estoy risueña y trato de no levantar la vista del
suelo, por si acaso. Pero antes de que cerremos la puerta del todo, noto que
Peter se tensa ligeramente, enderezándose sutilmente como una vela. Y noto que
se sube la bragueta ¿otra vez? disimuladamente.
Levanto la vista y veo que
tiene una mirada desafiante al frente. Me aprieta la mano, me coloco más a su
lado y al mirar hacia donde él lo hace veo que ¡Qué! Marcos nos observa
petrificado.
Como todo pasa tan
deprisa solo puedo andar hacia delante, cerrando del todo la puerta. Pasamos
por su lado todavía con los rescoldos de nuestras risitas y nuestros orgasmos.
Apenas le miro pero seré sincera: estoy encantada de la vida de que sepa que
salimos de echar un polvo y de que además tenemos los novios de cerámica. Dos
cosas que él jamás haría. Solo un cortés «Hey» sale de nuestras bocas al
cruzarnos y volvemos al salón entre risas por nuestro empotramiento.
A las nueve de la noche,
en el baile, nos declaramos oficialmente muy borrachos. Para sellar la
formalidad de nuestro ebrio estado, nos tomamos una ronda de chupitos de trago.
Ole. Leticia, Laura y Ruth se desatan, así que «la minipandi de chorbis»
acabamos bailando y cantando como locas. Bárbara, como no, se dedica a hacer
comentarios despectivos de todo lo que ve, incluidas Ruth y Laura. Uf. Me alejo
hacia la barra donde está Peter haciendo el tonto con sus amigos y riéndose escandalosamente.
Me pido otro gin y al momento tengo a Leticia a mi lado.
–No la soporto. No puedo
con ella. Es tan zorra que hasta las hienas se asustan cuando la ven.
–Y es una cateta que
viste como el culo.
Nos echamos a reír.
Acabamos de sellar nuestra amistad.
Ponen una de las
canciones del verano, de estas horteras tipo salsa o reggaetón o lo que sea,
que admito que me gusta. Habla de no sé qué de mi niña bella, cosita loca y
besar tu boca. Un pastelón moñas pero que me hace querer bailar. Realmente
hasta la música del telediario me hace querer bailar, pero estas canciones más.
Voy a por mi hombre.
–Peteeeeer vamos a
bailaaaaar.
–Nena, yo no sé bailar
esto. Soy más de mover la cabeza y fingir que toco la guitarra.
–Poooor faaaaa.
Muevo mis caderas a su
alrededor y pone los ojos en blanco sonriendo.
–Tú lo has querido.
Me arrastra a la pista y
comienza a darme vueltas y más vueltas. Giro y vuelvo hacia él y hacemos algo
parecido a bailar. No se le da nada, nada mal y me maneja con seguridad, es
masculino hasta para eso, pero nos morimos de la risa toda la canción y más que
bailar estamos haciendo el tonto. En el tachán final me agarra de la cintura
muy fuerte y me da un beso. Estoy por decirle baño ya cuando los acordes de «Sex on fire»
empiezan a sonar. Y ahora sí, Peter y yo nos volvemos literalmente locos; es
una de nuestras canciones favoritas. Nos abrazamos y comenzamos a bailar dando
saltos, moviendo la cabeza y fingiendo que tocamos la guitarra.
La última hora de la
barra libre es un hervidero de jóvenes borrachos que tratan de decidir dónde ir
después, Peter y yo lo tenemos claro: de fiesta. Leticia, Eloy y Max (sin
Bárbara, JA) se unen a nosotros pero los demás deciden ir retirándose.Peter me
propone llamar a Euge, Nico y Gas para ver si quieren salir. ¡Me lo como! Sé
que les ha cogido cariño y que se lo pasa muy bien con ellos, pero también
intuyo que ha propuesto llamarles porque Max, Eloy y Leticia son… abiertos. Me
da que si hubiéramos estado con alguno de sus amigos más conservadores, no
hubiera dicho de llamar a Gas o lo hubiera hecho pero sintiéndose algo
inquieto. No es que se avergüence de él, ni mucho menos; Peter pasa de los qué
dirán y más teniendo un hermano homosexual que es más que su mejor amigo, pero
sabe que Gas y su forma de hablar es incomprensible a los ojos de los obtusos
y, sencillamente, no quiere dar pie a risitas maliciosas de sus colegas y que
Gas y yo tengamos que aguantar eso. Pensar en los obtusos me hace poner una
mueca de disgusto pero decido no caldear la noche y en dos segundos tengo a mi
disposición a un gay que se muere por emborracharse porque esta noche estaba
solo, a una fan de salir de marcha y a su resignado marido.
Besos
@onlyespos_
1 comentarios:
Jajjajajaja,arrastran a sus amigos
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