martes, 3 de febrero de 2015

Capitulo 41



María se levanta de la mesa presidencial y al ritmo de una canción que no conozco le entrega su ramo de novia a una de sus amigas. Se abrazan y lloran como manda la tradición. Yo me emociono porque me encanta esa tradición. 

Me imagino en mi propia boda dándole mi ramo a Euge, llorando las dos como unas Magdalenas mientras Gas grita por todo el salón que si no tener tetas es sinónimo de quedarse sin ramo. De mis castillos en el aire me bajan los primeros acordes de Highway to Hell. Gonzalo y María se encaminan a nuestra mesa con unos novios de cerámica en la mano. Sonrío a Leticia porque imagino que van para ella; aunque son una pareja totalmente reacia al matrimonio, supongo que darles los novios es más un gesto simbólico por la amistad. También podrían dárselo a Bárbara o Gema pero María es de las nuestras, jamás se los daría a ellas. Y los demás están ya casados o solteros y creo que no hay tanta relación. Leticia me mira con horror y yo me meo de la risa pero mi risa se convierte en estupefacción cuando Gonzalo pasa de Eloy y se encamina directo a… ¡Peter y a mí! ¿¿Cóooomooo?? Entre aplausos y silbidos nos levantamos correctos y les damos besos y abrazos a los novios agradeciendo el detalle. Me muero de vergüenza pero… me gusta. Al sentarnos de nuevo Peter me susurra al oído.

–Parece que quieren que nos casemos.
–Eso es porque no saben lo loco que te pones porque no encuentras un tornillo en una caja de herramientas.
–Muy graciosa. Tampoco saben que los escondías tú en tu mano mientras te descojonabas en silencio viéndome jurar en hebreo.

Sonrío y nos damos un piquito.

–Parece que somos tal para cual.
–Parece que sí, bruja.
–Peter, a mí me gustaría vivir un día así; me gustaría… una boda.

Lo digo casi con miedo. No quiero volver a tener que lidiar con este tema. Quiero casarme, joder; no es mucho pedir tener un día tan bonito para mí. Y quiero saber a qué atenerme cuanto antes y que lo sepa él. Me sonríe.

– ¿Me estás pidiendo matrimonio, nena?

Pongo los ojos en blanco.

–No, tonto. Te estoy diciendo que, no ya claro, pero que en el futuro… vamos, que soy de las que quieren petición, boda, vestido y niños y no quiero renunciar a eso.

–Siempre que no me hagas hacer la chorrada de cortar la tarta, estaré encantado de participar. Sobre todo en lo de hacer niños.
Sonreímos los dos y nos besamos un poquito más mientras me susurra «Baño. Ya».

– ¿Qué? ¿Aquí, ahora? Cariño, no.
–Vamos.
–Pero tus amigos…
–No se enterarán. Vamos.
–Pero…
–Pero nada. Me deseas, lo veo en tus ojos. Y yo me voy a correr en los putos pantalones como no muevas tu culazo de ahí.

Y con mi vientre y mis piernas echas gelatina, nos levantamos por turnos y disimuladamente nos encaminamos al baño de minusválidos a celebrar que los dos vamos en la misma dirección.

Cuando salimos de nuestro polvo silencioso contra la pared no podemos evitar reírnos. Al abrir la puerta del baño con cierta cautela, Peter se coloca delante de mí y riéndose me coge la mano. Yo también estoy risueña y trato de no levantar la vista del suelo, por si acaso. Pero antes de que cerremos la puerta del todo, noto que Peter se tensa ligeramente, enderezándose sutilmente como una vela. Y noto que se sube la bragueta ¿otra vez? disimuladamente. 

Levanto la vista y veo que tiene una mirada desafiante al frente. Me aprieta la mano, me coloco más a su lado y al mirar hacia donde él lo hace veo que ¡Qué! Marcos nos observa petrificado.

Como todo pasa tan deprisa solo puedo andar hacia delante, cerrando del todo la puerta. Pasamos por su lado todavía con los rescoldos de nuestras risitas y nuestros orgasmos. Apenas le miro pero seré sincera: estoy encantada de la vida de que sepa que salimos de echar un polvo y de que además tenemos los novios de cerámica. Dos cosas que él jamás haría. Solo un cortés «Hey» sale de nuestras bocas al cruzarnos y volvemos al salón entre risas por nuestro empotramiento.

A las nueve de la noche, en el baile, nos declaramos oficialmente muy borrachos. Para sellar la formalidad de nuestro ebrio estado, nos tomamos una ronda de chupitos de trago. Ole. Leticia, Laura y Ruth se desatan, así que «la minipandi de chorbis» acabamos bailando y cantando como locas. Bárbara, como no, se dedica a hacer comentarios despectivos de todo lo que ve, incluidas Ruth y Laura. Uf. Me alejo hacia la barra donde está Peter haciendo el tonto con sus amigos y riéndose escandalosamente. Me pido otro gin y al momento tengo a Leticia a mi lado.

–No la soporto. No puedo con ella. Es tan zorra que hasta las hienas se asustan cuando la ven.
–Y es una cateta que viste como el culo.
    
Nos echamos a reír. Acabamos de sellar nuestra amistad.

Ponen una de las canciones del verano, de estas horteras tipo salsa o reggaetón o lo que sea, que admito que me gusta. Habla de no sé qué de mi niña bella, cosita loca y besar tu boca. Un pastelón moñas pero que me hace querer bailar. Realmente hasta la música del telediario me hace querer bailar, pero estas canciones más. Voy a por mi hombre.

–Peteeeeer vamos a bailaaaaar.
–Nena, yo no sé bailar esto. Soy más de mover la cabeza y fingir que toco la guitarra.
–Poooor faaaaa.

Muevo mis caderas a su alrededor y pone los ojos en blanco sonriendo.

–Tú lo has querido.

Me arrastra a la pista y comienza a darme vueltas y más vueltas. Giro y vuelvo hacia él y hacemos algo parecido a bailar. No se le da nada, nada mal y me maneja con seguridad, es masculino hasta para eso, pero nos morimos de la risa toda la canción y más que bailar estamos haciendo el tonto. En el tachán final me agarra de la cintura muy fuerte y me da un beso. Estoy por decirle baño ya cuando los acordes de «Sex on fire» empiezan a sonar. Y ahora sí, Peter y yo nos volvemos literalmente locos; es una de nuestras canciones favoritas. Nos abrazamos y comenzamos a bailar dando saltos, moviendo la cabeza y fingiendo que tocamos la guitarra.


La última hora de la barra libre es un hervidero de jóvenes borrachos que tratan de decidir dónde ir después, Peter y yo lo tenemos claro: de fiesta. Leticia, Eloy y Max (sin Bárbara, JA) se unen a nosotros pero los demás deciden ir retirándose.Peter me propone llamar a Euge, Nico y Gas para ver si quieren salir. ¡Me lo como! Sé que les ha cogido cariño y que se lo pasa muy bien con ellos, pero también intuyo que ha propuesto llamarles porque Max, Eloy y Leticia son… abiertos. Me da que si hubiéramos estado con alguno de sus amigos más conservadores, no hubiera dicho de llamar a Gas o lo hubiera hecho pero sintiéndose algo inquieto. No es que se avergüence de él, ni mucho menos; Peter pasa de los qué dirán y más teniendo un hermano homosexual que es más que su mejor amigo, pero sabe que Gas  y su forma de hablar es incomprensible a los ojos de los obtusos y, sencillamente, no quiere dar pie a risitas maliciosas de sus colegas y que Gas y yo tengamos que aguantar eso. Pensar en los obtusos me hace poner una mueca de disgusto pero decido no caldear la noche y en dos segundos tengo a mi disposición a un gay que se muere por emborracharse porque esta noche estaba solo, a una fan de salir de marcha y a su resignado marido.


Besos
@onlyespos_

1 comentarios:

Chari 5 de febrero de 2015, 4:37  

Jajjajajaja,arrastran a sus amigos

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP