jueves, 19 de febrero de 2015

Capitulo 75



Al llegar a casa corre disparado a la cocina y se toma los calmantes como si fueran el pan delo día. Yo mientras llamo a mi padre para contarle lo que ha pasado. Es una conversación tan normal… Y también llamo a Euge a ver si me dice cómo ser una enfermera eficiente en dos minutos. Me dice que muchos mimos y Nolotiles y que se pasará antes de cenar por casa para ver cómo va la herida. Casi me da miedo: igual se asusta al ver al gruñón mitad Shrek mitad orco que ha poseído a Peter. 

Mientras él habla con sus padres, subimos a la habitación. Cuelga y se encamina hacia la ducha jurando en hebreo y gesticulando como un loco. Yo me quito las botas y el abrigo y rebusco en la cómoda algún camisoncito de los míos, a ver si así se le va el mal humor un poco. Encuentro uno blanco roto de seda apartado en un rincón. No lo había visto nunca y lleva la etiqueta. ¿De dónde has salido tú, monada, de un catálogo de La Perla? Pero no, es de Intimissimi; cortito, con un escote de vértigo y la espalda al aire con tirantes híper finos cruzados. Me lo quedo mirando tratando de hacer memoria de cuándo lo compré y justo Peter sale de la ducha oliendo a limpio pero con la cara todavía llena de ronchas de sangre. 

–No sé cómo coño lavarme la puta cara. 

Se la acaricio. 

–Ven, yo te la lavaré. 

Sonríe y me mira de arriba abajo. Ve que llevo el camisón en la mano y la ropa ensangrentada. Me abraza, manos en culo. 

–Tranquila. Ve a darte una ducha. Ese camisón era un regalo, por cierto; aunque pensaba envolverlo y dártelo de forma más… ceremoniosa. 

– ¿Ah, sí? ¡Me encanta que me compres cositas sin venir a cuento! 

–Mm. Me gusta mimarte. 

Ronronea y pasa la punta de su lengua por mis labios. Uf. 

– ¿Te gusta el regalito? 

– ¡Claro! Es precioso. 

Sonreímos. 

–Póntelo; estoy deseando vértelo. 

–Mejor esta noche. Estas cosas no son para llevarlas para estar por casa. 

Y qué mirada lasciva me echa, por Dios. 

–Póntelo. 

Asiento, resignada. Sonríe. 

–Te esperaré abajo. Haré algo rápido de comer mientras; es tarde para pedir. 

–Ni se te ocurra. De todo me encargo yo. Soy tu enfermera particular. 

–Mmm ¿Mi enfermera sexy? 

–Sexy y ensangrentada. 

–Mi chica gore… 

Me besa fugazmente. El Nolotil debe haber hecho efecto y está más relajado así que entre risas me meto en la ducha. Mi ducha. Me deleito en la sensación de bien estar que tengo al estar en mi casa. En el que siento mi hogar, a pesar de no haber vivido aquí más que unos meses. Porque mi hogar es él.

¡Le mato! Bajo al salón y le veo trayendo a la mesita del sofá una ensalada de tomate, queso, huevo y no sé cuántas cosas más. Suena música clásica en el iPad. No, es la «Exogenesis: Symphony part III, Redemption», de Muse; una de mis favoritas, que dice «vamos a empezar de nuevo». 

– ¡Pero qué haces! Te dije que no hicieras nada, Peter. ¡Siéntate! Te vas a marear y debes descansar. 

Al acercarme a él me coge del brazo y me atrapa, agarrándome. 

–Eh fierecilla, estoy bien ¿vale? Solo es una ensalada. 

Pongo cara de resignada. 

–Estás impresionante con ese camisón. ¿Notas lo mucho que me gusta verte así? 

Pega su erección en mi cadera y eso remueve mi entrepierna. Sonrío. 

–Como mojabragas no tienes precio. 

–Mmm. Te besaría nena, pero tengo la cara de un cerdo degollado. 

–Anda ven. Voy a lavártela. 

Le siento en una de las sillas de la mesa del salón. Voy a por un par de toallas de aseo al baño y bajo de nuevo. Lleno dos cuencos de agua templada y los pongo encima de la mesa, a su lado. Me pongo frente a él y sumerjo una toallita en el cuenco. La escurro y se la paso muy despacio por la frente. Cierra los ojos e inspira. Abre un poco las piernas y yo avanzo un paso entre él. Vuelvo a mojar la toallita y la vuelvo a pasar con cuidado por su frente. 

– ¿Te duele? 

–No. Sigue. 

Ronronea y sonrío. 

Vuelvo a la carga y esta vez la paso por las sienes. Me acerco un poco más para quitarle una manchita más incrustada y automáticamente él me abraza los muslos. Doy un respingo al sentirle. Me gusta. Cuando acabo con la sien derecha le doy un beso. Inspira fuerte. Vuelvo al cuenco, pero él ya no me suelta. Voy a la otra sien y repito la misma operación. 

–Parece que me estés curando las heridas de guerra. 

Sonreímos. Sus manos se mueven hacia mi culo, por debajo del camisón. Solo eso ya me hace gelatina. 

–Pues controle sus manos, soldado, o acabaré inevitablemente con las mías en su nariz. 

–Mmm. Concéntrese, enfermera sexy. 

No me suelta. Nos reímos tiernamente y susurramos más tonterías mientras le limpio la cara con sumo cuidado. Dejo sus labios para lo último. Cojo la otra toalla limpia y la sumerjo en el cuenco limpio. Se la paso muy despacio por su boca. La miro fijamente. Ansío besarla. Ansío sentirla en mi cara, en mi cuello y en mis pechos y en mi sexo. Jadeo inconscientemente y él se mueve un poco. Me coge una pierna por el muslo e insertando la suya en medio, me abre hasta que me siento a horcajadas sobre él. Sonríe y yo pongo los ojos en blanco, sonriendo también. Sigo limpiándole su cara, hasta quitarle toda la sangre. 

–Tienes unos labios que invitan a ser besados ¿lo sabías? 

–Pues por mí no te cortes, nena; tienen hambre de los tuyos. 

Le acaricio el pelo y le doy un tierno besito en la boca. 

– ¿Ya está? 

–No quiero hacerte daño en la nariz. 

–Entonces bésame muy despacio y muy lento. 

Sonreímos. Allá voy. Paso mi lengua por sus labios primero. Despacio. Acerco mis labios a los suyos y saboreo primero el superior y luego el inferior, como hizo él ayer conmigo. Paso mi lengua entre ellos y poco a poco, entre besitos que van y vienen, se abre paso hasta llegar a la suya. Le beso con mucho cuidado de no hacerle daño, muy contenida, pero eso solo hace aumentar la excitación y las ganas de besarle más y más y más. 

Él me abraza la cintura y me atrae más hacia él. Me muevo para encajarme y casi le golpeo la nariz pero él sortea el golpe pasando sus labios por mi cuello. Gimo. Sube una mano hacia mi pelo y me lo agarra mientras devora mi cuello y vuelve a mi boca. Me da un «beso Peter» con toda su plenitud y yo le respondo moviendo mi pelvis de atrás a delante inconscientemente, restregándome.

Continuará...

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