lunes, 9 de febrero de 2015

Capitulo 49




Sentada en el sofá de nuestra casa con una taza de té humeante y un cigarrillo, reflexiono sobre todo esto mientras espero a que Peter salga de un juicio. Los odio. Nunca sabes cuándo van a terminar y no tengo forma de contactar con él. Ya estoy enfadada sin darme cuenta, y él, evidentemente, no tiene la culpa. Pero estoy cabreada como una mona así que intento tranquilizarme con mi cigarrillo y mi taza de té y me digo a mí misma que si no paro esto, se va a largar. Tiemblo solo de pensarlo. Si Peter me dejara yo… 
No puedo ni planteármelo. Y le odio por eso. He llegado a un punto de dependencia atroz. Quizá me dé tanto pavor sentirme dependiente que hago daño inconscientemente a la persona que necesito. Como una especie de venganza. O quizá solo es mi manera de expulsar la rabia.

Rabia. Mares de rabia. Y me imagino la situación al revés y consintiendo que Peter me riñera a todas horas, me gritara, me insultara, me echara broncas, me dijera que no a todo y luego que sí y luego que no otra vez y que todo lo que hago está mal. Pienso que eso lo aguantas unas semanas pero luego te agotas. Lloro. Pobre Peter ¿cómo puedo estar haciéndole esto? No puedes seguir así, Lali, me digo. No puedes seguir haciéndole este daño. Si no sabes cómo pararlo tendrás que… La puerta se abre.

– ¡Hola nena!

–Hola.

Peter entra en el salón, se sienta a mi lado y me da un beso en los labios. Me sonríe y acaricia la cara. Lo intenta con todas sus fuerzas y yo me muero de pena porque solo tengo ganas de calzarle una hostia por llegar tan tarde.

– ¿Cómo está mi chica?

–Aburrida, joder.

–Lo siento cariño, he venido en cuanto he podido.

–Ya. ¿Qué tal el juicio?

–Un coñazo y agotador. Tenemos la siguiente vista en menos de dos semanas. Estamos poniendo toda la carne en el asador, así que espero ganarlo, pero está difícil.

–Genial.

–Sí.

Silencio incómodo. Me siento como una mierda. Me está hablando de su día a día, del caso más importante que ha tenido entre manos y sé lo emocionado y asustado que está ante este reto. Meses atrás está conversación habría durado horas. Hablaríamos sobre sus miedos, su forma de afrontarlo y los entresijos de su trabajo. O del mío, según el que tocara ese día. Pero ahora, sencillamente, me da igual. Dios, Lali, lo vas a perder por tu culpa.

– ¿Te apetece que vayamos a dar un paseo, La?

– ¿Con este frío? Evidentemente no.

Digo con toda mi mala hostia.

–Pues, ¿Quieres ir a ver la exposición de Magritte; al cine? Nos da tiempo antes de que te vuelvas.

– ¿Qué pasa, no te apetece estar a solas conmigo?

Suspira.

–No empieces. No es eso, por Dios. Solo proponía hacer algo por si te apetecía, pero por mí perfecto que nos quedemos en casa.

–Ya, seguro. ¿Te agobio verdad? Te saco de tus casillas y no puedes más.

Lo digo con pena, sollozando. Él se acerca y me abraza la cintura.

–Ey, vamos nena.

–Soy insoportable.

–Claro que no, cariño. Estás destrozada, que no es lo mismo.

–Peter, si quieres dejarme, aunque sea por un tiempo yo… lo entenderé.

–Uf, Lali, empiezo a cabrearme, eh.

–Lo siento.

–No pasa nada pero no vuelvas a decir eso ¿vale?

–Vale. Perdona.

Sonríe y yo hago un amago de sonrisa. Se acerca más a mí y me besa. Un besito. Luego otro. Y otro más. Y me besa como siempre besa él. Es el mejor momento del día, cuando es un día bueno: sus besos. Me llegan al alma y me dan la vida. Pero quizá porque tengo muchas cosas en la cabeza, nunca puedo pasar de ahí. Lo he intentado eh, y muchas veces lo he deseado hasta quemarme, pero luego me pongo y me siento como culpable y tenemos que parar, con la consiguiente bronca a él por haberlo intentado. ¿Quizá sea yo misma la que no me dejo superarlo? Es posible. Quizá la idea del psicólogo no es mala, después de todo. Peter para ese beso y se aparta un poco. Veo su erección saludando desde el bulto del pantalón. Frunzo el ceño. Siempre insistía un poco.

– ¿Por qué paras? ¿Ya no me deseas?

–Lali…

–Di. ¿Es eso, no?

Vuelvo a ser un orco cabreado.

–Claro que te deseo nena, cómo no te voy a desear. Te deseo cada día.

– ¿Y porqué paras si tienes tantas ganas? ¿Qué pasa, que cuando me voy llamas a alguien para que te sacie lo que yo no puedo?

–No sigas por ahí porque empiezo a cansarme y la vamos a tener y no quiero tenerla.

–No sé que es peor, que no me desees, que no quieras tenerla o que quieras buscarte a otra.

– ¡¿Pero qué cojones dices, por Dios?!

Lo dice como harto, cansado, enrabietado. Lloro.

 ¡Que ya no me deseas!


–Joder, Lali, ¡basta! Te lo pido por favor ¡Basta! Estoy cansado, estoy agotado, llevo quince horas encerrado en un juzgado y hoy no puedo lidiar con tus dudas infundadas sobre si te deseo o no. ¿Quieres hablar de lo de tu madre? Hablemos todo lo que necesites. ¿Quieres llorarla? Lloremos todo lo que tú quieras. Hagamos lo que tú quieras. Pero te suplico, te suplico, que no empieces con movidas paranoicas de si me busco a otra o si no te deseo o si pollas ¡joder!


Besos
@onlyespos_

0 comentarios:

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP