lunes, 27 de octubre de 2014

Capitulo 33


Mi rostro enrojeció con vergüenza, y me concentré en el cielo negro a través de la ventana, sólo siendo capaz de distinguir puntos con luz.
—Son muy bonitas.
—Lo son —dijo él—. ¿Sabías que ellas se mueven?
—¿Las  estrellas?  Claro.  —¿Era  esto  parte  de  una  lección  también?—.  Ves  diferentes estrellas durante distintos momentos del año.
Nos acomodó a los dos en el banco, tan cerca que estaba prácticamente sentada encima de él, pero estar cerca de él era mucho más agradable de lo que estaba dispuesta a admitir. No estaba dispuesta a rendirme aún.
—No, a través de las estaciones —dijo él—. A través de los milenios. ¿Ves esa estrella de allí?.
Él apuntó hacia arriba. Apenas podía ver la dirección que señalaba, mucho menos saber de cual estaba hablando.
—Sí.
Si sabía que estaba mintiendo, me lo perdonó de cualquier forma.
—Cuando conocí a Perséfone, esa estrella no era parte del firmamento.
—¿En serio? —Mi cabeza se sobresaturó apenas procesando la información, dejando a un lado lo que implicaba—. No pensé que hicieran eso.
—Todo cambia con el tiempo —dijo Peter su respiración caliente contra mi oído—. Uno debe ser paciente.
Sí, pensé, todo cambia con el tiempo. Ése era el problema, ¿cierto?
Pero  lo  que  sea  que Peter estaba  intentando  para  alejar  mi  mente  de  la  prueba  había funcionado.  Esa  noche  en  lugar  de  preocuparme  sobre  ninfas  y  héroes,  mi  madre  y  yo fuimos  al  zoológico  y  nos  montamos  en  el  carrusel  una  y  otra  vez,  hasta  que  las  dos estábamos  mareadas  de la risa. Dormí mejor de lo que  lo  había  hecho en días y  cuando desperté estaba sonriendo.
La siguiente mañana estaba muy nerviosa para comer, pero Hera de alguna forma me hizo comer una rebanada de pan tostado con mermelada de fresa. Incluso eso amenazaba con subir mientras caminaba al salón de clases, y fue a través de la fuerza de voluntad que logré mantenerlo dentro.
Podía hacer esto. Peter dependía de mí y él nunca dejaría que ellos me hicieran fallar a propósito  sin  darme  una oportunidad.  Yo  estudié,  y  esto  no  era  ciencia de  cohetes.  Era mitología, ¿cuán difícil podía ser?
—¿Lista? —dijo Irene una vez me senté.
—No —dije rotundamente. Nunca estuve lista para esto. En lugar de mostrarme un poco de simpatía, ella se rió y puso el examen frente a mí, un nudo de horror se apoderó de mí cuando llegué a la pregunta final. Veinte páginas.
—Doscientas preguntas —dijo ella como si leyera mi mente—. Sólo puedes equivocarte en veinte.
—¿Cuánto tiempo tengo? —Me atraganté.
Cuanto como necesites.
Su  amable  sonrisa  no  era  para  nada  tranquilizante.  Convoqué  hasta  la  última  gota  de determinación que tenía, levanté mi lápiz y comencé.
Tres horas después, me senté ansiosa en la esquina mientras Atenas revisaba mi examen. Yo repasaba  todas  las  preguntas  en  mi  cabeza  una  y  otra  vez,  constantemente  adivinando segundas respuestas. ¿Qué tal si confundí a Atenea y a Artemisa? ¿Hera y Hestia? ¿Qué si estudié  demasiado  y  accidentalmente  mezclé  los  lugares,  las  historias  y  las  intricadas líneas de tiempo? ¿Qué si fallé?
Atenea  dejó  su  lapicero,  su  cara  pasiva  mientras  cruzaba  la  habitación  y,  en  silencio,  me entregaba el examen. Mis manos temblaban tanto que tenía miedo de dejarlo caer, y nada en  su  expresión  revelaba  mi  puntuación.  Me  forcé  a  mí  misma  a  mirar.  Por  un  largo momento, mis ojos no se concentraron en el número escrito en la parte superior.
173.

—Lo siento —dijo ella, pero yo no la escuché. En su lugar me encontré en la puerta y salí de la habitación, mi visión estaba muy borrosa para ver hacia donde me dirigía. Pasando más allá de Hera y Artemisa, prácticamente no las noté, en su lugar seguí corriendo por la primera puerta que vi y que llevaba al  jardín. Ignorando las  voces que me llamaban, me quité mis zapatos y corrí hacia el bosque, el viento cortante adormecía mi piel. Había fallado.


Holaaa a las pocas lectoras que somos,perdón por colgar tan tarde pero he estado super perdida la verdad,lo mas probable es que suba mas capitulos por semana para recuperar los dias que no he subido. Besos.  

lunes, 6 de octubre de 2014

Capitulo 32


Mientras pasaban las semanas, me sentí más y más cómoda en mi nuevo hogar. El resto del  personal  no  se  me  quedaba  viendo  mientras caminaba,  y  lentamente  todos  nos acostumbramos  los unos  a  los  otros.  Era  casi  pacífico, con  mis  mañanas  con Atenea,  mis medios días con Poseidón y Afrodita, y mis tardes con Peter. Y mis noches… yo vivía por mis noches,  cuando  le  contaba  todo  lo  que  pasaba  a  mi  mamá,  y  ella  estaba  allí  para escucharme. Más  allá  de los  setos,  ella  estaba  muriendo, pero  dentro  de  mis  sueños ella estaba muy viva, y quería mantenerlo de esa forma tanto tiempo como fuera posible. Sabía que  no  sería  capaz  de  escapar  de  la  oscura  realidad  que  me  esperaba  una  vez  esto terminara,  pero  por  ahora,  podría  fingir  que  vivir  en  Eden  significaba  permanecer intocable del mundo real.
Era  mitad  de  noviembre  cuando Atena  anunció que  mi  primera  prueba me  sería  dada el siguiente  lunes.  Para  el  momento  en  que  dejé  la  habitación,  estaba  casi  enferma  de ansiedad, y debí haberlo demostrarlo.
—¿Lali? —dijo Hera en una voz preocupada mientras yo cerraba la puerta de tras de mí. 
—Hay una prueba —dije temblando—. El lunes.
Artemisa parecía menos que preocupada.
—¿Nunca has tomado una prueba antes?
Negué con la cabeza. Artemisa no entendía.
 —Prueba —repetí—. La clase de  prueba en  la que  todo  mi  futuro cuelga  de  un hilo, si fallo…
Los ojos de Hera se agrandaron.
—Oh, esa clase de prueba.
—Sí. —Comencé a caminar en dirección a mi habitación, no interesada en el almuerzo. Mi apetito había desaparecido.
—Uh… ¿Lali? El comedor está en esa dirección. Hicieron pollo frito para ti.
Podía escucharla trotar para mantener mi paso, pero no me hizo ir más despacio. 
—Necesito estudiar. 
Si fallaba todo lo que había hecho habría sido inútil, mi madre moriría, Peter perdería su lugar de reinar lo que sea que el reinaba, y la muerte de Afrodita hubiese sido para nada. No iba dejar que eso pasara.
Pasé los siguientes dos días con mi nariz metida profundamente en un libro de mitología
—o “historia”  como todos parecían llamarlo, e Ateneas se aseguraba que  supiera cuando la historia era real o un mito—, incluso Peter me dejaba sola en las noches. En lugar de ir al comedor, las comidas me eran traídas, pero comía tan rápido que no tenía sabor. Dormía exactamente  ocho  horas  ni  un  minuto  más,  pero  incluso  cuando  dormía  mi  madre  me interrogaba sobre el material que  estudiaba. Memoricé las doce labores de Hércules,  los nombres de nueve Musas, y la plaga soltada cuando Pandora abrió su caja, pero aún había cientos  de  historias.  El  rey  Midas  cuyo  toque  convertía  todo,  incluso  su  hija,  en  oro. Prometeo quien robó fuego de los dioses, se lo dio a los humanos y fue castigado por ello. Ícaro que voló para escapar de su prisión, sólo que voló tan alto que la cera que sostenía sus  alas  se  derritió.  Los  celos  de  Hera,  la  belleza  de  Afrodita,  la  ira  de  Ares…  nunca terminaban, y me sumergí tanto en eso que todo comenzó a mezclase, pero tenía que pasar.
—Te estás lastimando.
Salté cuando escuché la voz de Peter detrás de mí. Era domingo en la noche, menos de doce  horas  antes  de  tomar  el  examen,  y  aún  tenía  unos  cuantos  capítulos  difíciles  por revisar.  Si  no  usaba  cada  minuto  que  tuviera  —y  me  saltaba  el  desayuno  la  siguiente mañana— no podría lograrlo.
—Estoy  bien  —murmuré,  dándole  sólo  un  vistazo  antes  de  volver  al enorme  libro que Ateneas me había dado. Estaba a punto de leer sobre el Minotauro, pero las palabras nadaban frente a mí y tenía que entrecerrar los ojos para concentrarme. Mi cabeza me latía y mi estómago se sentía enfermo, pero tenía que hacer esto.
—Si no lo supiera mejor, te confundiría con uno de los muertos —dijo Peter, con su voz en mi oído. Cerré mis ojos, sin atreverme a moverme, no cuando él estaba tan cerca. Podía sentir el calor irradiando de su cuerpo, mucho más caliente que el frío de mi habitación, y el  deseo  de  cerrar  la  distancia  entre  nosotros  me  abrumaba.  Me  estremecí,  usualmente cuando no  estaba  tan cansada,  era mejor ignorándolo. Estaba aquí  por mi madre  no por Peter.
En  lugar  de Peter tocándome, escuché  el  susurro  de  las  hojas,  y  cuando  miré  el  libro estaba cerrado y empujado a un lado y Peter se sentó frente a mí.
—Si no lo sabes ahora, no lo aprenderás a tiempo para tu prueba.  —Su voz era gentil—.Necesitas dormir.
—No puedo —dije miserablemente—. Tengo que pasar.
—Pasarás, lo prometo.
Dejé mi asiento.
—¿Qué, ahora puedes predecir el futuro también? No puedes prometerme eso. Voy a fallar tan espectacularmente que van a venir en medio de la prueba y me van a llevar. Tal vez nunca me volverás a ver.
Él se rió entre dientes y resoplé indignada.
—Nunca he visto a nadie estudiar tan duro para una prueba como tú los has hecho durante este fin de semana. Si no pasas, pues no hay esperanza para ninguno de nosotros.
Antes de poder señalar exactamente cuán mala era mi suerte, la puerta de mi habitación se abrió. Afrodita saltó al interior seguida de cerca por Heray un hombre que no reconocía.
—¡Lali!  —dijo  ella,  salto  hacia  a  mí.  Le  di  a  Peter  una  mirada  de  disculpa,  pero  a  él parecía no importarle. En su lugar, estaba observando al hombre que acababa de llegar, el cual estaba vestido en un uniforme negro y miraba hacia el piso, como si quisiera estar en cualquier lugar menos aquí.
—Afrodita, se supone que estoy estudiando —dije, pero esto no la detuvo de todos modos.
—Vamos, has estado estudiando toda la semana, tienes que divertirte en algún momento.
—Sacó el labio inferior en un puchero—.  Todos en los jardines se están divirtiendo, hay música y nado y toda clase de cosas. Aún necesito enseñarte como, ya sabes.

La  posibilidad  de  forzarme  a  nadar  fue  suficiente  para  alejarme  de  la  idea,  y  no  estaba segura  de  que  sería  capaz  de  llegar  allí  de  todos  modos,  y  mucho  menos  hablar  de disfrutarlo. El hecho de que fuera una fiesta más o menos garantiza que no lo haría. 
—Estoy  realmente  cansada  —dije  mirando  de  Afrodita  a  Hera,  quien  se  mantuvo  en  la puerta y mirando a Peter.
—¿Y qué? Puedes dormir después —dijo Afrodita—. Eres inteligente, pasarás, además tienes que conocer a Apolo …
—¿Ustedes dos no se han conocido?  —Peter  sonaba sorprendido.  Se  puso de pie. Hizo señas al hombre que estaba en el fondo para que se acercara. Apolo se movió secamente, y tenía una mirada sobre él, que dejaba claro que se tomaba a sí mismo muy en serio—. Lali, éste es Apolo,  mi maestro de guardia. Es su trabajo vigilar  todo  lo  que  pasa  en el lugar.
Apolo, ésta es Lali Esposito.
—Un  placer  —dijo Apolo inclinando  su  cabeza  en  una  reverencia.  Le  di  una  sonrisa cansada y le ofrecí mi mano. Él la apretó ligeramente, como si tuviera miedo de romperla.
Su palma era más suave que la mía.
—Encantada de conocerte también —dije—. Afrodita habla demasiado sobre ti.
—No lo hago —protestó Afrodita. Miró a Apolo y frunció el ceño—. No.
—Lo hace —dije y Apolo sonrió. No había parecido entre él y Artemisa. Hasta donde podía ver.
—Vamos, vayamos —dijo Afrodita en un arrebato, tirando de su brazo.
Sintiendo que había herido su orgullo, cuando ella me miró al salir, le di un encogimiento de hombros a modo de disculpa.
—Iré a la próxima, lo prometo.
—Como  sea  —dijo  ella,  jalando  a  Apolo. Él  logró  hacer  una  leve  reverencia  hacia  la dirección  de Peter antes  de  salir,  dejándome  sola  con  Peter y Hera,  la  cual permanecía en la puerta.
—Supongo que te veré mañana. —Sus mejillas brillando de un color rojo.
—Hasta  mañana —dije  forzando una  sonrisa. No  estaba  engañando  a  nadie.  Incluso  yo podía escuchar el nerviosismo en mi voz.
Una  vez  que Hera se había  ido  y cerrado  la puerta, Peter se puso de pie  y  cruzó la habitación hacia el gran ventanal. Mientras él miraba hacia la noche que parecía tinta, hizo una seña para que me le uniera.
—Peter, no puedo —dije con un suspiro—. Tengo que estudiar.
—Le pediré a Atenea que no te haga un examen de las últimas cien páginas —dijo Peter—. Ahora ven y siéntate conmigo, por favor.
—No  creo  que  ella  acceda  a  eso  —murmuré,  pero  hice  lo  que  me  pidió.  Mis  pies  se arrastraban contra la alfombra y mi cabeza se sentía tan pesada para mi cuerpo, pero de alguna forma llegué al otro lado de la habitación sin colapsar.
Una vez que estaba allí, él envolvió sus brazo a mi alrededor, y otro estremecimiento de placer  bajó  por  mi  espalda.  Era  el  mayor  contacto  que  había  tenido  con  él  desde  que llegamos, y era lo suficientemente fácil recostarme contra él y dejar que soportara mi peso.

—Mira  hacia arriba  —dijo él,  sus  brazos  ajustados  alrededor  de  mis  hombros  mientras descasaba contra él. Volví mi cabeza hacia el candelabro, pero la luz de éste era muy débil para que yo pudiese ver. Él rió entre dientes-. No, el cielo. Mira las estrellas.

Continuará... 

sábado, 4 de octubre de 2014

Capitulo 31


Hera y Artemisa me ayudaron a estar lista en la mañana; Afrodita siempre  se sentaba en la orilla de mi cama, hablando animadamente sobre su última conquista.Después de unas pocas semanas de salir con el guardia,Dionisos, ella lo había dejado.
—Su  nombre  es  Apolo  —dijo  ella,  tan  entusiasmada  que  difícilmente  podía  sentarse quieta—. Él es maravilloso, alto e inteligente y dice que  tengo los ojos más bonitos que alguna vez ha visto. 
En el espejo vi la expresión de Artemisa volverse dura.
 —Aléjate de él —espetó ella. Traté de volverme para poder verlas a las dos, pero Hera me sostuvo de los hombros, no había terminado con mi cabello. 
—¿Por qué? —dijo Afrodita con arrogancia—. ¿Es él tu novio?
Artemisa entrecerró los ojos.
—Él es mi gemelo.
Suspiré, si tenía que pasar por esto los próximos cinco meses, iba hacer algo drástico.
—¿Y?  —Dijo  Afrodita  cruzando  sus  brazos—.Le gusto a él, y a mí me gusta. No veo elproblema.
mo Afrodita podía ver a la cara a Artemisa y no acobardarse. No tenía ni idea. Pero Afrodita iba a ser Afrodita no importa cuánto tiempo Artemisa la mirara.
—Si lo lastimas, te cazaré y te mataré otra vez, y esta vez me aseguraré de que no tengas una pequeña y bonita vida a la cual volver —gruñó Artemisa.
Yo iba a abrir mi boca para  preguntarle a Artemisa que pasaba si ella lo intentaba, pero Afrodita interrumpió antes de tener oportunidad. 
— ¿Y que si él me lastima?
— ¿Entonces estoy segura que algo habrás hecho para merecértelo?
De ahí en adelante, Afrodita y Artemisa apenas podían soportar estar en la misma habitación,no las podía culpar. 
Lentamente  me  acostumbré a mi nueva realidad,  y  Peter  tenía  razón.  Una  vez  que aceptaba que tal vez esto no era una gran broma, las cosas se pusieron más fáciles y yo no me agotaba constantemente tratando de racionalizar lo incomprensible.
Mientras aún no me gustaba la idea de los guardias y de Hera probando mi comida —un trabajo que Artemisa animaba a Afrodita a tomar—pretendiendo que estaba atrapada en el siglo XVIII me ayudó a llegar a un acuerdo con lo que pasaba a mi alrededor, con excepción de mi extraña relación con Peter. Mientras las semanas pasaban, las noches rápidamente se convirtieron en mi parte favorita del día, ayudada por el hecho de no tener que escuchar a Artemisa y Afrodita discutiendo todo el tiempo. Hablábamos de lo que había hecho en el día, aunque él intentara distraerme, nunca se escapaba de mi atención que nunca hablábamos de cómo su  día  había  ido.  Le  enseñé  a  jugar  mi  juego  favorito  de  cartas,  y  él  parecía  disfrutar aprendiendo,  preguntándome  cortésmente  y  no  interrumpiendo  mis  incoherentes respuestas. Algunas veces despertaba con el suficiente coraje para también preguntarle, las cuales  respondía  vagamente,  en  todo  caso,  aún  se  rehusaba  a  decirme  cuales  eran  las pruebas,  pero  para  darle crédito,  parecía  ansioso  por  mantenerme  lo  más  cómodamente posible.
Todo sobre mi día era programado. Media hora para el desayuno, el cual siempre estaba lleno  de  mis  comidas  favoritas.  No  ganaba  peso  lo  cual  sólo  me  daba  una  excusa  para comer  tanto  como quisiera.  Después  del desayuno  tenía  cinco horas de  lecciones, donde estudiaba Mitología, Arte, Teología, Astronomía… cualquier cosa que Atenea creyera que necesitaba  aprender.  Soñar  despierta  no  era  una  opción,  era  su  única  estudiante,  y  ella parecía desarrollar una falta de compasión sobre lo que yo estaba y no estaba interesada en aprender. Aun así había algo bueno: al menos Cálculo no estaba en el Plan de estudios.
Pasamos  una  cantidad  excesiva  de  tiempo  en  las  Olimpiadas,  los  dioses  griegos  que dominaban el universo y que regían mi destino.
—Mucha gente comúnmente piensa que eran sólo doce —dijo Atenas—. Pero si miras con cuidado a través de toda la historia, hay catorce. La  importancia  de  ese  número  no  se  perdió,  catorce  olimpiadas  y catorce  tronos.  Ellos serían  los  que  decidirían  mi  destino  y,  por  eso,  presté  extra  atención  a  la  lección  sobre ellos, como si sabiendo todo lo que podía de alguna manera me daría una ventaja.
Aprendí sobre Zeus y Hera y sus hijos; los hijos que Zeus tuvo con otras mujeres, así como Atenea que surgió de su exuberante cabeza; sobre Deméter y su hija, Perséfone; y sobre el papel que Hades juega. Éste era Peter, como mi madre lo había mencionado y era extraño balancear la  mitología con el  conocimiento de que para  estas personas, esto era historia.
Que  aparentemente  Peter  había  hecho  todas  estas  cosas.  Pero  entre  más  aprendía  más fácil se volvía aceptarlo, y una vez Irene estaba segura de que sabía todo lo que se podía sobre los miembros del consejo, nos movimos a otros mitos. Sin embargo las olimpiadas siempre estaban presentes en las historias y no ayudaban a calmar mis nervios.
En las  tardes, me  permitían hacer  lo que quisiera.  Algunas  veces me  quedaba adentro y leía  o  pasaba tiempo con  Afrodita,  y otras veces  salía  y exploraba  los  jardines.  Más allá  del elaborado  jardín  había  un  bosque  salvaje  y  se  extendía  a  través  de  la  otra  propiedad, escondiendo  el  río  que  sabía  que  estaba  allí.  Me  quedé  a  la  vista  de  la  mansión,  no queriendo llegar a ninguna parte cerca del agua. Ya había tenido suficientes emociones allí para retenerme por mucho tiempo.
Al final de octubre, me encontré con Poseidón el jefe de los establos, él era un hombre brusco que no hablaba muy seguido, y su cabello era salvaje, haciendo que se viera intimidante, pero se veía apasionado por sus caballos.
—Los  caballos  tienen  tanta  personalidad  en  ellos  como  las  personas  —dijo  con brusquedad mientras me presentaba a los quince caballos en el establo—. Si no conectas con ninguno de ellos no trates de forzarlo, es como forzar una amistad, incómodo e inútil, y los harás a los dos miserables. Mientras recuerdes eso deberás estar bien.
Sus caballos eran poderosos y rápidos, y con mi suerte me caería y me rompería algo, así que  aunque  me  gustaba  pasar  tiempo  con  ellos, acicalándolos,  nunca  pregunté  si  podía montarlos. Al principio Ppseidón se rehusaba a dejarme cerca de cualquiera de ellos con un cepillo,  pero  no  lo  tomé  personal.  Él  no  dejaba  que  nadie  se  acercara  a  ellos;  incluso permitirme verlos dentro de los establos era mucho más de lo que Afrodita conseguía. En mi tercer intento, sin embargo, de mala gana accedió a dejarme cepillarlos, siempre y cuando él  estuviese  supervisando.  Yo  tenía  la  sospecha  de  que Peter  tenía  algo  que  ver  con el cambio de corazón, pero no pregunté. Por el resto del otoño, fue como pasé mis tardes, y aunque el clima se volvía frío, permanecía caliente en los establos.



Hola! perdón por la demora pero aquí ya están los nuevos capitulo, si comentan mucho subo el otro en poco tiempo ya lo tengo preparado, y mil gracias por los comentarios aunque sea pocos para mi son muy importantes!
~ Nicky 

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