sábado, 4 de octubre de 2014

Capitulo 31


Hera y Artemisa me ayudaron a estar lista en la mañana; Afrodita siempre  se sentaba en la orilla de mi cama, hablando animadamente sobre su última conquista.Después de unas pocas semanas de salir con el guardia,Dionisos, ella lo había dejado.
—Su  nombre  es  Apolo  —dijo  ella,  tan  entusiasmada  que  difícilmente  podía  sentarse quieta—. Él es maravilloso, alto e inteligente y dice que  tengo los ojos más bonitos que alguna vez ha visto. 
En el espejo vi la expresión de Artemisa volverse dura.
 —Aléjate de él —espetó ella. Traté de volverme para poder verlas a las dos, pero Hera me sostuvo de los hombros, no había terminado con mi cabello. 
—¿Por qué? —dijo Afrodita con arrogancia—. ¿Es él tu novio?
Artemisa entrecerró los ojos.
—Él es mi gemelo.
Suspiré, si tenía que pasar por esto los próximos cinco meses, iba hacer algo drástico.
—¿Y?  —Dijo  Afrodita  cruzando  sus  brazos—.Le gusto a él, y a mí me gusta. No veo elproblema.
mo Afrodita podía ver a la cara a Artemisa y no acobardarse. No tenía ni idea. Pero Afrodita iba a ser Afrodita no importa cuánto tiempo Artemisa la mirara.
—Si lo lastimas, te cazaré y te mataré otra vez, y esta vez me aseguraré de que no tengas una pequeña y bonita vida a la cual volver —gruñó Artemisa.
Yo iba a abrir mi boca para  preguntarle a Artemisa que pasaba si ella lo intentaba, pero Afrodita interrumpió antes de tener oportunidad. 
— ¿Y que si él me lastima?
— ¿Entonces estoy segura que algo habrás hecho para merecértelo?
De ahí en adelante, Afrodita y Artemisa apenas podían soportar estar en la misma habitación,no las podía culpar. 
Lentamente  me  acostumbré a mi nueva realidad,  y  Peter  tenía  razón.  Una  vez  que aceptaba que tal vez esto no era una gran broma, las cosas se pusieron más fáciles y yo no me agotaba constantemente tratando de racionalizar lo incomprensible.
Mientras aún no me gustaba la idea de los guardias y de Hera probando mi comida —un trabajo que Artemisa animaba a Afrodita a tomar—pretendiendo que estaba atrapada en el siglo XVIII me ayudó a llegar a un acuerdo con lo que pasaba a mi alrededor, con excepción de mi extraña relación con Peter. Mientras las semanas pasaban, las noches rápidamente se convirtieron en mi parte favorita del día, ayudada por el hecho de no tener que escuchar a Artemisa y Afrodita discutiendo todo el tiempo. Hablábamos de lo que había hecho en el día, aunque él intentara distraerme, nunca se escapaba de mi atención que nunca hablábamos de cómo su  día  había  ido.  Le  enseñé  a  jugar  mi  juego  favorito  de  cartas,  y  él  parecía  disfrutar aprendiendo,  preguntándome  cortésmente  y  no  interrumpiendo  mis  incoherentes respuestas. Algunas veces despertaba con el suficiente coraje para también preguntarle, las cuales  respondía  vagamente,  en  todo  caso,  aún  se  rehusaba  a  decirme  cuales  eran  las pruebas,  pero  para  darle crédito,  parecía  ansioso  por  mantenerme  lo  más  cómodamente posible.
Todo sobre mi día era programado. Media hora para el desayuno, el cual siempre estaba lleno  de  mis  comidas  favoritas.  No  ganaba  peso  lo  cual  sólo  me  daba  una  excusa  para comer  tanto  como quisiera.  Después  del desayuno  tenía  cinco horas de  lecciones, donde estudiaba Mitología, Arte, Teología, Astronomía… cualquier cosa que Atenea creyera que necesitaba  aprender.  Soñar  despierta  no  era  una  opción,  era  su  única  estudiante,  y  ella parecía desarrollar una falta de compasión sobre lo que yo estaba y no estaba interesada en aprender. Aun así había algo bueno: al menos Cálculo no estaba en el Plan de estudios.
Pasamos  una  cantidad  excesiva  de  tiempo  en  las  Olimpiadas,  los  dioses  griegos  que dominaban el universo y que regían mi destino.
—Mucha gente comúnmente piensa que eran sólo doce —dijo Atenas—. Pero si miras con cuidado a través de toda la historia, hay catorce. La  importancia  de  ese  número  no  se  perdió,  catorce  olimpiadas  y catorce  tronos.  Ellos serían  los  que  decidirían  mi  destino  y,  por  eso,  presté  extra  atención  a  la  lección  sobre ellos, como si sabiendo todo lo que podía de alguna manera me daría una ventaja.
Aprendí sobre Zeus y Hera y sus hijos; los hijos que Zeus tuvo con otras mujeres, así como Atenea que surgió de su exuberante cabeza; sobre Deméter y su hija, Perséfone; y sobre el papel que Hades juega. Éste era Peter, como mi madre lo había mencionado y era extraño balancear la  mitología con el  conocimiento de que para  estas personas, esto era historia.
Que  aparentemente  Peter  había  hecho  todas  estas  cosas.  Pero  entre  más  aprendía  más fácil se volvía aceptarlo, y una vez Irene estaba segura de que sabía todo lo que se podía sobre los miembros del consejo, nos movimos a otros mitos. Sin embargo las olimpiadas siempre estaban presentes en las historias y no ayudaban a calmar mis nervios.
En las  tardes, me  permitían hacer  lo que quisiera.  Algunas  veces me  quedaba adentro y leía  o  pasaba tiempo con  Afrodita,  y otras veces  salía  y exploraba  los  jardines.  Más allá  del elaborado  jardín  había  un  bosque  salvaje  y  se  extendía  a  través  de  la  otra  propiedad, escondiendo  el  río  que  sabía  que  estaba  allí.  Me  quedé  a  la  vista  de  la  mansión,  no queriendo llegar a ninguna parte cerca del agua. Ya había tenido suficientes emociones allí para retenerme por mucho tiempo.
Al final de octubre, me encontré con Poseidón el jefe de los establos, él era un hombre brusco que no hablaba muy seguido, y su cabello era salvaje, haciendo que se viera intimidante, pero se veía apasionado por sus caballos.
—Los  caballos  tienen  tanta  personalidad  en  ellos  como  las  personas  —dijo  con brusquedad mientras me presentaba a los quince caballos en el establo—. Si no conectas con ninguno de ellos no trates de forzarlo, es como forzar una amistad, incómodo e inútil, y los harás a los dos miserables. Mientras recuerdes eso deberás estar bien.
Sus caballos eran poderosos y rápidos, y con mi suerte me caería y me rompería algo, así que  aunque  me  gustaba  pasar  tiempo  con  ellos, acicalándolos,  nunca  pregunté  si  podía montarlos. Al principio Ppseidón se rehusaba a dejarme cerca de cualquiera de ellos con un cepillo,  pero  no  lo  tomé  personal.  Él  no  dejaba  que  nadie  se  acercara  a  ellos;  incluso permitirme verlos dentro de los establos era mucho más de lo que Afrodita conseguía. En mi tercer intento, sin embargo, de mala gana accedió a dejarme cepillarlos, siempre y cuando él  estuviese  supervisando.  Yo  tenía  la  sospecha  de  que Peter  tenía  algo  que  ver  con el cambio de corazón, pero no pregunté. Por el resto del otoño, fue como pasé mis tardes, y aunque el clima se volvía frío, permanecía caliente en los establos.



Hola! perdón por la demora pero aquí ya están los nuevos capitulo, si comentan mucho subo el otro en poco tiempo ya lo tengo preparado, y mil gracias por los comentarios aunque sea pocos para mi son muy importantes!
~ Nicky 

1 comentarios:

Anónimo 5 de octubre de 2014, 21:26  

Mass quieroo mass me encantaaa :) @zairasantos7

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