viernes, 26 de septiembre de 2014

capitulo 30


Yo  tengo  una  familia  —dijo  él,  pero  antes  de  que  pudiera  corregirme, continuó—.  Si quieres decir niños, entonces no, nunca creí que tendría eso en mi futuro.
—¿Pero es lo que quieres?
Sonrió débilmente.
—He estado solo por un largo tiempo. Esperar algo más en los años venideros sería una estupidez. 
A  pesar  del  hecho  de  que  sólo  se  veía  un  par  de  años  más  viejo  que  yo,  no  podía imaginarme  qué  tan  viejo  era  en  realidad…  no  estaba  segura  de  si  quería  saberlo, realmente. Pero, ¿cómo alguien podría vivir por tanto tiempo y estar solo? Apenas pude manejar  el  par  de  noches que había pasado en  casa  sin  mi  mamá. Multiplica  eso  por  la eternidad… no podía entender eso. 
—¿Peter?
—¿Si?
—¿Qué te sucederá si no paso?
Estuvo  en  silencio  por  un  largo  rato,  sus  dedos  corriendo  ociosamente  a  través  de  las líneas de seda de su traje. 
—Desapareceré —dijo silenciosamente—. Alguien más se hará cargo de mi reino y, por lo tanto, ya no tendré razón para existir.
—Así que morirás. —La gravedad de la situación me golpeó con fuerza, y miré a un lado, incapaz de mirarlo. No era solamente la vida de mi madre la que dependía de mi habilidad para pasar esos exámenes.
—Desapareceré  —corrigió—.  Los  vivos  mueren,  y  sus  almas  permanecen  en  el Inframundo por la eternidad. Sin embargo, mi tipo no tiene alma. Dejamos de existir por completo, sin que un pedazo de nosotros permanezca. Uno no puede morir si nunca vivió en primer lugar. 
Apreté mi puño alrededor de la manta. Era entonces incluso peor que morir.
—¿Quién?
Me dio una mirada desconcertada.
—¿Quién qué?
—¿Quién se queda con tu trabajo si te das por vencido?
—Ah. —Sonrió con tristeza—. Mi sobrino.
—¿Quién es? ¿Cuál es su nombre? ¿Está en el consejo?
—Sí, está en el consejo —dijo Peter—, pero me temo que no puedo decirte su nombre.
—¿Por qué no? —Parecía que nadie estaba dispuesto a confiarme la verdad en este lugar, y mientras podía entender que Hera no me diera toda la historia, Peter sabía. Peter debería decirme. 
Aclaró su garganta y al menos tuvo la decencia de mirarme a los ojos.
—Porque  me  temo  va  a  molestarte  y  ya  eres  lo  suficientemente  infeliz  como  estás.  No deseo hacerlo peor
Me  quedé  en  silencio  mientras  intentaba  pensar  en  quién  podría  ser  que  me  molestara.
Nadie me vino a la mente.
—No lo entiendo.
No  había  nada  que  pudiera  decir  contra  eso,  y  debió  saberlo,  porque en  lugar  de observarme expectante, regresó a su libro. Lo miré, buscando alguna señal de que no fuera humano. Los ángulos de su cara eran demasiado simétricos para ser normales, su lisa piel
desprovista  de  incluso  una  pista  de  barba,  su  cabello  negro  espeso  como  el  carbón  que colgaba un centímetro sobre sus hombros, y el desconcertante color de sus ojos… eran lo que  sus  ojos  hacían,  estanques  con  remolinos  de  plata  que  parecían  moverse constantemente. En la débil luz, casi brillaban. 
No fue hasta que aclaró su garganta que me di cuenta de que estaba mirándolo. Aunque todavía  estaba  molesta  por  el  hecho  de  que  no  me  confiara  la  verdad,  quería  romper  la tensión, así que dije lo primero que se me vino a la mente.
—¿Qué haces durante el día? Quiero decir, cuando no estás aquí. ¿O siempre estás aquí? 
—No estoy siempre aquí. —Deslizó un marcalibros entre las páginas de nuevo y colocó su novela a un lado—. Mis hermanos y hermanas y yo, todos, tenemos deberes que atender.
Yo gobierno a los muertos, así que la mayor parte del tiempo lo paso en el Inframundo, tomando decisiones y asegurándome de que todo vaya bien. Es mucho más complicado que eso, por supuesto, pero si pasas, aprenderás los pros y los contras de lo que hago.
—Oh. —Mordí mi labio—. ¿Cómo es el Inframundo?
—Todo a su debido tiempo —dijo, estirándose para colocar su mano brevemente sobre la mía. Su palma estaba cálida, y luché contra la necesidad de temblar ante su toque—. ¿Qué hay de ti? ¿Qué disfrutas hacer con tu tiempo?
Me encogí de hombros.
—Me  gusta  leer.  Y  dibujar,  aunque  no  soy  muy  buena  en  eso.  Mamá  y  yo  solíamos cultivar juntas, y me enseñó cómo jugar con cartas. —Lo miré—. ¿Sabes cómo jugar?
—Soy adecuado en un par de juegos, aunque no sé si todavía son populares.
—Quizás  podamos jugar  algo alguna  vez  —dije—. Si  vas a estar  aquí todas  las noches, quiero decir.
Asintió. 
Caímos  en  silencio  otra  vez.  Se  veía  cómodo,  recostado  en  la  cama  como  si  lo  hubiera hecho cientos de veces antes. Por todo lo que sabía, lo había hecho, pero no quería pensar en eso. No era la primera, pero sería la última. 
Rechazarlo no nos haría ningún bien a ninguno de los dos —mi corazón latió fuertemente en  protesta  con el  pensamiento—  y, desde  que  estaba  atrapada  aquí por  seis  meses, no tenía ninguna intención de caer en su lado malo. Estaba, sin embargo, exhausta.
Luché contra mí misma por varios segundos, yendo y viniendo entre lo que estaba bien y lo que quería. Debía hablar con él, hacerle más preguntas, llegar a conocerlo, pero todo lo que quería hacer era dormir, lo que no llegaría a hacer si se quedaba, incluso si no hacía ningún  ruido.  Sin importar  lo  que  dijera  acerca  de  deberes  y  expectativas,  esa  clase  de ansiedad no iba a desaparecer durante la noche.
—Peter —dije suavemente. Había regresado a leer su libro, pero en un instante sus ojos estaban sobre los míos—. Por favor no te lo tomes a mal, pero estoy muy cansada.
Se  levantó,  llevando  su  libro  con  él. Sin  embargo,  en  vez  de  verse  molesto  o  herido,  su expresión era tan neutral como siempre.

—Ha sido un largo día para ambos.
—Gracias.  —Le brindé una sonrisa agradecida esperando que aliviara cualquier aspereza que no estuviera sintiendo.
—Por supuesto. —Caminó hasta la puerta—. Buenas noches, Lali.
Era  una  cosa  tan  pequeña,  pero  el  rastro  de  afecto  en  su  voz  hizo  que  mis  mejillas  se sonrojaran.
—Buenas noches —dije, esperando que no pudiera ver mi sonrojo a través de la habitación.
—Así  que  te  gusta.  —No  era una  pregunta,  y miré  a  mi sonriente  madre mientras  nos sentábamos en un banco, viendo pasar a personas trotando y a gente paseando a sus perros.
—No  dije  eso  —dije,  andando sin  ganas.  A  mi  lado  mi  madre  se  sentó serena,  como  si estuviera cenando  con  la realeza en  vez  de pasando la tarde  en Central  Park—. Sólo no quiero que muera, eso es todo. Nadie más debería morir por mi culpa.
—Nadie ha muerto por tu culpa —dijo ella, corriendo sus dedos a través de mis cabellos y cepillándolos  lejos  de  mis  ojos—.  Incluso  si  no  pasas,  no  será  tu  culpa.  Mientras  lo intentes lo mejor que puedas, todo estará bien.
—Pero  ¿cómo  puedo  hacer  mi  mayor  esfuerzo  cuando  ni  siquiera  sé  cuáles  son  las pruebas?  —Coloqué  mis manos entre mis  rodillas—.  ¿Cómo se  supone  que  voy a hacer esto?
Envolvió su brazo alrededor de mis hombros. 
—Todo  el  mundo  cree  en  ti  excepto  tú  misma,  Lali  —dijo  gentilmente—.  Quizás  eso deba decirte algo.
Incluso  si  todos  creían  en  mí,  eso  no  significaba  que  estuvieran  en  lo  correcto,  y  no significaba que fuera a tener éxito. Todo lo que significaba era que por encima de todo lo demás,  tenía  que  preocuparme  por  decepcionarlos,  también.  O  en  el  caso  de  Peter, forzarlo a un retiro temprano de su existencia entera.
—Pero te gusta, ¿cierto? —dijo mi madre luego de que varios minutos pasaran. Estiré mi cuello para verla, sorprendida de ver una preocupación real en su rostro. 
—Es simpático  —dije con precaución, preguntándome a dónde iba con esto—. Creo que podríamos ser amigos.
—¿Piensas que es lindo? 
Rodé mis ojos. 
—Es un Dios, madre. Por supuesto que es lindo.
Una sonrisa mezclada con una mueca se esparció a través de sus ojos. 
—Ya era tiempo de que admitieras que es un Dios.
Me encogí de hombros y miré lejos.
—Es  medio  difícil  pretender  que  no  lo  es  ahora.  Pero  es  amable,  así  que  supongo  que mientras no intente volverme una pila de cenizas, podría acostumbrarme a esto.
—Bien.  —Artemisa  me abrazó y me dio un beso  en la sien—.  Me alegro de que te guste. Él podría ser bueno para ti, y no deberías estar sola.
Suspiré sin cuidado, sin molestarme en corregirla. Si la hacía feliz pensar que me gustaba Peter de esa forma, entonces así sería. Artemisa se merecía un poco de felicidad antes de que me convirtiera en una gran decepción. 
Yo esperaba que los días en la Mansión Eden pasaran muy despacio, pero su reiteración los hacía pasar muy rápido. 

Continuara... 

+3 comentario y subo más :D

3 comentarios:

Anónimo 29 de septiembre de 2014, 16:36  

Masss quieroo mass me encantaaa :) @zairasantos7

Anónimo 29 de septiembre de 2014, 20:54  

Subi mas!

Anónimo 29 de septiembre de 2014, 20:54  

otrooooooooooooooooooooooooo

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP