Capitulo 27
Artemisa estaba en lo
cierto. Aunque yo era escéptica acerca de Afrodita o lo que Peter había hecho
o lo
que él me
había dicho, esto
—estar con mi
madre, hablándole, consiguiendo
otra oportunidad— era
demasiado vívido para ser
un sueño. Era demasiado
real para ser mi imaginación.
—Me dio
más tiempo contigo
—dijo mi madre,
tirando de mí
en un abrazo—.
¿Cómo podría no creerle después de eso?
Caminamos en
silencio, terminando nuestros perros calientes y tirando las envolturas en
la basura mientras
nos dirigíamos hacia
el centro del
parque. Ella mantuvo
su brazo alrededor de
mis hombros, y
yo envolví mi
brazo alrededor de
su cintura, sin
querer dejarla ir.
—¿Mamá? —dije—. Tengo
miedo.
—¿De qué?
—De las
pruebas. —Miré fijamente
al suelo—. Él
dijo que tengo
que pasarlas todas… ¿qué pasa si no puedo? ¿Qué ocurre entonces?
—¿Y que
pasa si puedes?
—Frotó mi espalda
con dulzura—. ¿Qué
pasa si eres exactamente lo que Peter ha estado
esperando todo este tiempo?
Parecía absurdo,
pero la forma
en que había
sonado hablando acerca
de perder a su esposa…
Afrodita había estado en lo cierto. Tal vez era un Dios todopoderoso con el
poder de resucitar a los
muertos, pero también
era un hombre
muy solitario. Yo
sabía como se sentía ese tipo de pérdida y soledad, y si
había algo que pudiera hacer para que alguien más dejara de sentirse de esa
manera, lo haría.
Tal vez elegirme, no
había sido un accidente después de todo.
Mi vestido para el
baile no era sólo feo… era doloroso. Para mi horror, Artemisa se salió con la
suya y me metió en un corsé, y pasó casi media hora amarrándolo lo más fuerte
que pudo.
Yo no era nada
colaboradora, exhalando cuando debería haber estado inhalando, pero le llevó muy poco tiempo averiguar lo que estaba
haciendo.
—Puedo esperar hasta
que tomes un respiro —dijo—. Tienes que hacerlo eventualmente.
—¿Por qué necesito un
corsé? —dije—. ¿Moriste en el siglo XVIII o algo así?
Ella se burló.
—Difícilmente. Creo
que se ven bien, y me gusta torturarte. Ahora aguántalo.
La única persona
que Artemisa no forzó en un corsé fue Afrodita,
quien lucía impactante con un
vestido azul que
hacía juego con
sus ojos, y
mientras ella me
ayudaba a atravesar
los pasillos, traté de
inhalar tan lenta
y tan profundamente
como mi corsé
me lo permitía.
Podría pasar por
esto. Sólo eran un par de horas, y luego se habría terminado.
—¿Lista? —dijo
Afrodita mientras rebotaba en la punta de sus pies. Nos quedamos fuera del
salón de baile, a la espera de ser anunciadas. Artemisa y Hera, quienes ya
estaban dentro, se habían tropezado por todas partes entre ellas mismas esa
tarde, dándome instrucción tras instrucción
sobre cómo comportarme.
Mantenerme derecha, saludar
a todos con
una sonrisa, ser cortés,
no decir nada
que pueda meterme
en problemas, no
mencionar el mundo exterior, no
le decirle a nadie cómo me siento acerca de todo esto, y bajo ninguna condición
ser yo misma. Bastante fácil.
—No creo
que tenga opción
—murmuré. Se suponía
que debía entrar
en la sala inmediatamente después
de que fuera
anunciada. Pequeños pasos,
había dicho Hera, asegurándome de
ponerme de puntas mientras camine. Cuando había mencionado el hecho de que
nadie sería capaz
de ver mis
pies debajo del
satén y el
encaje, ella me había
ignorado—. ¿Qué pasa si el que mató a las otras chicas trata de matarme?
—Voy a estar ahí todo
el tiempo —dijo Afrodita—. Así como Peter y el consejo. Si cualquiera trata de
matarte, tendrán que pasar por todos nosotros. Ahora no te olvides de respirar.
Un desmayo
sería el camino
perfecto para salir
de esto, pero
conociendo mi suerte, simplemente celebrarían otro baile
una vez que me recuperara.
Dos hombres a cada
lado de las puertas las abrieron para nosotras, y mi corazón latía tan fuerte
que probablemente lo oyeron al otro lado de la habitación. Por un momento no
pude distinguir nada en la luz tenue del salón de baile, pero pronto pude ver
el interior. La sala era enorme, más grande que la cafetería de la
Preparatoria Eden y el gimnasio combinados, y
las únicas fuentes
de luz provenían
de los candelabros.
Todos estaban vestidos
tan
sofisticadamente como
yo lo estaba, y tuve la
clara impresión de que
éste era el
evento social del siglo.
Y cientos de pares de
ojos estaban enfocados directamente en mí.
—¿Lali? —dijo Afrodita.
Debo de haberme tambaleado, porque ella me tomó por el codo, su agarre más
fuerte de lo que esperaba—. Lali, respira.
Adentro y afuera,
adentro y afuera… ¿por qué era esto más difícil de lo que se suponía que era?
—¡Lali, haz algo!
—siseó Afrodita—. Todo el mundo está mirando.
Ése era el problema.
Ser el centro de
atención nunca había sido lo mío. Una vez, en la escuela primaria, mucho antes
de que mi madre se hubiera enfermado, mis supuestos amigos me habían convencido
de realizar una rutina de baile para el concurso de talentos de la escuela. Ni
siquiera podía dar un paso hacia el escenario, había estado muy nerviosa, y
cuando ellos me empujaron en frente de toda esa gente, había vomitado de
inmediato justo en el medio del teatro. No fue mi momento de mayor orgullo.
Esta vez, mi única
salvación era el hecho de que no había nada en mi estómago para subir.
Puedo hacer esto,
pensé. Un pie delante del otro… es todo lo que te va a tomar.
—De acuerdo
—dije dando un paso
hacia adelante. El silencio que
había caído sobre la multitud se convirtió en susurros
nerviosos, y con cada movimiento que hice, pude sentir lo abrasador de sus
miradas.
—Damas y caballeros
—dijo el heraldo—. Les presento a la señorita Mariana Esposito.
Aplausos descontrolados llenaron
el aire, y
si no me
había sentido lo
suficientemente humillada
antes, ahora me quería morir.
Por lo menos
Afrodita todavía estaba
a mi lado y
agarrando mi codo.
Cada mal pensamiento
que alguna vez
había tenido sobre
ella se evaporó.
—Mira, Lali… ¡los
guardias! Míralos —susurró con emoción—. ¿No son bellísimos?
Por el
rabillo del ojo vi a los dos
hombres que había notado en el desayuno
la mañana anterior. Ella había
dicho que ellos irían conmigo a todas partes, pero esta era la primera vez que
los había visto desde entonces. El hombre de cabello oscuro me estaba dando
—no, a Afrodita— una
sonrisa tímida. El
rubio estaba tan quieto como
antes, viendo la
multitud diligentemente.
Para mi
alivio, vi a Peter en
la parte superior
de una plataforma
en el otro
lado de la habitación. Bajo la luz baja, se veía tan
atractivo como siempre, pero mientras él llamó mi atención, no fue lo que la
mantuvo. Detrás de él había catorce tronos… verdaderos, tronos de la vida real.
Ninguno de ellos estaba ocupado, pero no tenían que estarlo. Comprendí de
inmediato. El consejo estaba aquí.
Si Peter tenía razón
y lo imposible era posible, entonces esas catorce personas era de lo que
estaban hechos los mitos, y se suponía que yo… ¿qué? ¿Me acercara a ellos, les
diera la mano y me presentara?
De alguna manera me
mantuve en movimiento. Antes de que pudiera procesar todo lo que estaba
ocurriendo a mi alrededor, habíamos llegado a la plataforma, y Hera me estaba
ayudando a subir los escalones con el pretexto de tratar con el largo borde de
mi vestido.
Una vez estuve de pie
por mi cuenta en la parte superior, Peter se acercó a mí, inclinando la cabeza
en señal de saludo.
—Lali. —Su suave voz
no hizo nada más que calmarme—. Te ves hermosa.
—Gr-gracias —tartamudeé,
tratando de hacer
una reverencia. No
funcionó demasiado bien—. Veo que
no te hicieron usar un vestido.
Peter se echó a reír.
—Incluso si lo
hubieran hecho, yo no me hubiera visto tan encantador como tú.
Me tendió la mano, y
la tomé, sin tener otra opción si no quería caer de bruces. Peter me llevó al
centro de la plataforma, nuestras espaldas frente a la audiencia.
—Mi familia —dijo con
un gesto vago hacia los tronos.
— ¿Son invisibles?
—susurré.
Él me dio una sonrisa
irónica.
—No, están entre
nosotros. Desean permanecer en el anonimato.
Asentí con la cabeza
y forcé una mueca, esperando que pasara por una sonrisa. Así que no los conocería
cara a cara
después de todo.
Eso era infinitamente
más aterrador; lo que
significaba que cada persona que conociera
esta noche sería un
evaluador potencial. Tal vez desmayarse no era tan mala idea.
Pasé la noche sentada
junto a él en otra plataforma más pequeña, viendo a todos los demás
divirtiéndose. Me preocupaba que alguien pudiera saltar y tratar de ahorcarme, y no me atrevía a
tomar cualquiera de
los alimentos o
bebidas que pasaban
alrededor, pero mientras Peter
estuviera allí, me
sentía segura. O
al menos tan
segura como podríaestarlo. Me
quedé quieta, negándome
a echar un vistazo a los tronos vacíos. Yo podría hacer esto, les gustara o no. Tenía
que hacerlo.
Vi a
Afrodita bailar con
el guardia de
cabello oscuro, que
parecía divertirse más
de lo que alguien de guardia debería. Él era lindo,
pero yo tenía la furtiva sospecha de que el único hombre con el
que me estaría permitido salir
estaba sentado a mi
lado, sin hacer ruido.
Alejé el
pensamiento. Nuestro acuerdo fue que me quedaría aquí,
no que haría algo
tan ridículo como casarme
con él, reina
o no. Aunque
cuanto más pensaba
en ello, más me
preguntaba si ser su llamada reina significaba casarme con él, también.
— ¿Quién es todo
el mundo? —dije finalmente. Nadie se
acercó a Peter y a mí, pero de vez en
cuando alguien se detenía delante de la plataforma y se inclinaba en una
reverencia.
Contuniará...
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