jueves, 25 de septiembre de 2014

Capítulo 25


Me  quedé como  una idiota durante  un minuto, tratando  de averiguar  cómo salir.  Había una  gran  ventana  en  la  pared  del  fondo,  pero  estábamos  a  tres  pisos  de  altura.  Saltar probablemente  no  sería  un  suicidio,  pero  dolería.  Aparte  de  la  puerta,  no  había  otras salidas, así que lo único que podía hacer era esperar.
Quitándome los zapatos de mis adoloridos pies, tomé un  asiento en  la  mesa y crucé los brazos sobre mi pecho. La silla era incómoda, y la habitación estaba caliente, pero al menos ya no tenía que caminar en aquellos tacones.
El denso olor a incienso llenó el aire, haciéndome estornudar. Mirando por encima de mi hombro, alcancé a ver una cara familiar, y amplié mis ojos. Detrás de mí estaba Atenea, la recepcionista de la oficina del instituto, vestida con una túnica blanca similar a la de Afrodita.
Fluía detrás de ella y era impresionante, pero no era nada en comparación con su cabello.
A pesar de que antes había sido rojo, ahora era de un rubí intenso, tan brillante en la luz del sol que casi brillaba. No podía ser natural.
—Hola, Lali —dijo con una sonrisa amistosa—. Es bueno verte de nuevo.
Vacilé.
—¿Qué bueno verte de nuevo, también?
Ella  se  sentó  frente  a  mí  con  el  tipo  de  gracia  por  la  cual  una  bailarina  habría  dado  su brazo derecho, y no pude evitar sentir una punzada de amargura. ¿Qué se suponía que me iba a enseñar, cómo ser hermosa?
—¿Hay  alguien  más  de  Eden  aquí  del  cual  deba  saber?  —dije.  Primero  Hestia, y ahora Atenea… ¿estaba por aparecer misteriosamente Ares, también?
Las comisuras de sus labios se torcieron en una sonrisa divertida. 
—Supongo  que  tendrás  que  esperar  y  ver,  ¿no?  Perdón  por  el  subterfugio,  querida.  Te prometo que fue sólo para lo mejor.
—Sí, me doy cuenta —gruñí. No me gusta saber que he sido engañada—. ¿Entonces tú me enseñarás? ¿Cálculo, ciencia y esas cosas?
Ella rió, sonando como carillones de viento. 
—Algo más fresco. Algo mucho, mucho más fresco. Peter quiere que estés preparada en caso de que pases, y eso significa aprender sobre las personas. Cómo trabajan, cómo se ven a sí mismos y cómo se ven unos a otros, por qué toman ciertas decisiones… psicología, en su mayoría. Algo de astronomía y astrología. Aparte de eso, lo más importante, necesitas aprender sobre este mundo. No sólo del Inframundo, sino todo esto.
—¿Mitología? —La palabra se sintió pesada en mi lengua.
—No hay mitología  aquí —dijo con  un guiño—. Mientras siempre  lo recuerdes, estarás bien.  —Aparentemente de la  nada  sacó un grueso libro y  lo puso sobre  la  mesa, el cual gimió.
—¿Tengo que leer esto? —dije.
—No te preocupes —dijo—. Tiene imágenes.
De alguna manera eso no era muy tranquilizador. 
—¿Por qué tengo que aprender todo esto?
Ella  no  tuvo  oportunidad  de  responderme. En  cambio,  la  puerta  sin  manija  se  abrió,  y gritos ininteligibles llenaron la habitación. Me levanté tan rápido que casi derribo la silla.
Atenea pareció molesta, pero permaneció sentada y no habló.
Artemisa, Hera y Afrodita tropezaron en la habitación, cada una aparentemente decidida a ser la primera  en  entrar.  Afrodita  lucía  un  vestido  rosa  que  habría  quemado  antes  de  usar,  y  Artemisa irrumpió detrás de ella, furiosa
—¡No puedes tomar cosas que no te pertenecen! —gritó Artemisa, con el rostro encendido con furia.
—Lali, dile —declaró Afrodita.
—Lo siento —dijo Hera, abriéndose camino hacia el frente—. Traté de detenerlas, pero ellas no quisieron escuchar…
—Ella es la que no quiso escuchar —dijo Artemisa, apuntando a Afrodita.
—¿Discúlpame? Tú eres la única que no me estaba escuchando.
Parecía que estaban dispuestas a arrancarse las gargantas. Abrumada, finalmente encontré mi voz, y di un paso adelante. 
—Basta, ustedes dos. ¿Eso es por el vestido?
Ambas se quedaron en silencio, y pude sentir las olas de resentimiento saliendo de ambas. Hera fue la que contestó. 
—Tu amiga entró a tu habitación en busca de algo de ropa, y Artemisa dijo que no podía. Pero tu amiga dijo que le diste permiso, y no tenía nada que ponerse, pero Artemisa dijo que había otras cosas, y que si esperaba un rato, podría…
¡Yo estaba desnuda, y esta pequeña puta quería que me fuera! —dijo Afrodita, trasladándose para ponerse de pie a mi lado. Por el rabillo de mi ojo, la vi mirando a Artemisa, cuya expresión era perfectamente lisa ahora que se había calmado.
—Ella estaba en tu habitación —dijo Artemisa con frialdad—. No se permite estar allí sin mi permiso.
—Es  mi  habitación  —dije—.  Parece  lógico  que  si  yo  digo  que  puede  estar  allí,  puede estarlo, ¿verdad?
Artemisa se quedó en silencio. Suspiré. 
—Está  bien,  escuchen…  Afrodita  puede  entrar  a  mi  habitación  cada  vez  que  quiera,  ¿de acuerdo? Pero necesita su propia habitación, si hay alguna disponible.
Afrodita resopló. 
—Todo el lugar está lleno de habitaciones.
La ignoré. 
—Y necesitará cosas para usar. Sólo sean amables, ¿de acuerdo? ¿Por favor?
La mirada en el rostro de Artemisa me heló la sangre.

—Como desees, Su Alteza —dijo secamente antes de girar sobre sus talones y alejarse. Si no estaba segura de si me odiaba antes, ahora lo sabía. Estaba condenada a estar atrapada en corsés y faldas de aro por los próximos seis meses.
—Aquí —dijo Hera en voz baja—. Me llevaré a Afrodita y encontraremos una habitación para ella.
Afrodita se erizó. 
—No soy una niña. No tienes que tomar mi mano.
—Está bien, Hera  —dije—. Puedo hacerlo una vez que haya terminado aquí. Necesito explorar este lugar de todos modos. Puedes venir si quieres.
—Está bien —dijo Atenea, sonando irritada—. Sólo lee las páginas que te he marcado para mañana. Haré que alguien lleve el libro a tu habitación.
Asentí, sin saber qué decir. Mirando a Afrodita, sentí una punzada de culpabilidad; era mi culpa que estuviera aquí desde el principio y tuviera que aguantar todo esto. Tal vez Artemisa no se llevaba  bien  con  nadie, pero  tenía  que  asegurarme  de  que  Afrodita  no fuera  completamente miserable.  El  hecho  de  que  estuviera  atrapada  aquí  no  significaba  que  ella  tuviera  que pagar el precio, también.

Continuara...

1 comentarios:

Anónimo 25 de septiembre de 2014, 22:12  

Masss quieroo masss no nos puedes dejar asii :)bessitos @zairasantos7

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