Capítulo 25
Me quedé como
una idiota durante un minuto,
tratando de averiguar cómo salir.
Había una gran ventana
en la pared
del fondo, pero
estábamos a tres
pisos de altura.
Saltar probablemente no sería
un suicidio, pero
dolería. Aparte de
la puerta, no
había otras salidas, así que lo
único que podía hacer era esperar.
Quitándome los zapatos de mis adoloridos pies, tomé un
asiento en la mesa y crucé los brazos sobre mi pecho. La silla era incómoda, y la habitación
estaba caliente, pero al menos ya no tenía que caminar en aquellos tacones.
El denso olor a
incienso llenó el aire, haciéndome estornudar. Mirando por encima de mi hombro,
alcancé a ver una cara familiar, y amplié mis ojos. Detrás de mí estaba Atenea,
la recepcionista de la oficina del instituto, vestida con una túnica blanca
similar a la de Afrodita.
Fluía detrás de ella
y era impresionante, pero no era nada en comparación con su cabello.
A pesar de que antes
había sido rojo, ahora era de un rubí intenso, tan brillante en la luz del sol
que casi brillaba. No podía ser natural.
—Hola, Lali —dijo con
una sonrisa amistosa—. Es bueno verte de nuevo.
Vacilé.
—¿Qué bueno verte de
nuevo, también?
Ella se
sentó frente a
mí con el
tipo de gracia
por la cual
una bailarina habría
dado su brazo derecho, y no pude
evitar sentir una punzada de amargura. ¿Qué se suponía que me iba a enseñar,
cómo ser hermosa?
—¿Hay alguien
más de Eden
aquí del cual
deba saber? —dije.
Primero Hestia, y ahora Atenea… ¿estaba por aparecer misteriosamente Ares, también?
Las comisuras de sus
labios se torcieron en una sonrisa divertida.
—Supongo que
tendrás que esperar
y ver, ¿no?
Perdón por el
subterfugio, querida. Te prometo que fue sólo para lo mejor.
—Sí, me doy cuenta
—gruñí. No me gusta saber que he sido engañada—. ¿Entonces tú me enseñarás?
¿Cálculo, ciencia y esas cosas?
Ella rió, sonando
como carillones de viento.
—Algo más fresco.
Algo mucho, mucho más fresco. Peter quiere que estés preparada en caso de que
pases, y eso significa aprender sobre las personas. Cómo trabajan, cómo se ven
a sí mismos y cómo se ven unos a otros, por qué toman ciertas decisiones…
psicología, en su mayoría. Algo de astronomía y astrología. Aparte de eso, lo
más importante, necesitas aprender sobre este mundo. No sólo del Inframundo,
sino todo esto.
—¿Mitología? —La
palabra se sintió pesada en mi lengua.
—No hay
mitología aquí —dijo con un guiño—. Mientras siempre lo recuerdes, estarás bien. —Aparentemente de la nada
sacó un grueso libro y lo puso
sobre la
mesa, el cual gimió.
—¿Tengo que leer
esto? —dije.
—No te preocupes
—dijo—. Tiene imágenes.
De alguna manera eso
no era muy tranquilizador.
—¿Por qué tengo que
aprender todo esto?
Ella no
tuvo oportunidad de
responderme. En cambio,
la puerta sin
manija se abrió,
y gritos ininteligibles llenaron la habitación. Me levanté tan rápido
que casi derribo la silla.
Atenea pareció
molesta, pero permaneció sentada y no habló.
Artemisa, Hera y
Afrodita tropezaron en la habitación, cada una aparentemente decidida a ser la primera en
entrar. Afrodita lucía
un vestido rosa
que habría quemado
antes de usar,
y Artemisa irrumpió detrás de
ella, furiosa
—¡No puedes tomar
cosas que no te pertenecen! —gritó Artemisa, con el rostro encendido con furia.
—Lali, dile —declaró
Afrodita.
—Lo siento —dijo Hera,
abriéndose camino hacia el frente—. Traté de detenerlas, pero ellas no
quisieron escuchar…
—Ella es la que no
quiso escuchar —dijo Artemisa, apuntando a Afrodita.
—¿Discúlpame? Tú eres
la única que no me estaba escuchando.
Parecía que estaban
dispuestas a arrancarse las gargantas. Abrumada, finalmente encontré mi voz, y
di un paso adelante.
—Basta, ustedes dos.
¿Eso es por el vestido?
Ambas se quedaron en
silencio, y pude sentir las olas de resentimiento saliendo de ambas. Hera fue
la que contestó.
—Tu amiga entró a tu
habitación en busca de algo de ropa, y Artemisa dijo que no podía. Pero tu
amiga dijo que le diste permiso, y no tenía nada que ponerse, pero Artemisa
dijo que había otras cosas, y que si esperaba un rato, podría…
—¡Yo estaba desnuda, y esta pequeña puta
quería que me fuera! —dijo Afrodita, trasladándose para ponerse de pie a mi
lado. Por el rabillo de mi ojo, la vi mirando a Artemisa, cuya expresión era perfectamente
lisa ahora que se había calmado.
—Ella estaba en tu
habitación —dijo Artemisa con frialdad—. No se permite estar allí sin mi
permiso.
—Es mi
habitación —dije—. Parece
lógico que si
yo digo que puede estar
allí, puede estarlo, ¿verdad?
Artemisa se quedó en
silencio. Suspiré.
—Está bien,
escuchen… Afrodita puede
entrar a mi
habitación cada vez
que quiera, ¿de acuerdo? Pero necesita su propia habitación,
si hay alguna disponible.
Afrodita
resopló.
—Todo el lugar está
lleno de habitaciones.
La ignoré.
—Y necesitará cosas
para usar. Sólo sean amables, ¿de acuerdo? ¿Por favor?
La mirada en el
rostro de Artemisa me heló la sangre.
—Como desees, Su
Alteza —dijo secamente antes de girar sobre sus talones y alejarse. Si no
estaba segura de si me odiaba antes, ahora lo sabía. Estaba condenada a estar
atrapada en corsés y faldas de aro por los próximos seis meses.
—Aquí —dijo Hera en
voz baja—. Me llevaré a Afrodita y encontraremos una habitación para ella.
Afrodita se
erizó.
—No soy una niña. No
tienes que tomar mi mano.
—Está bien, Hera —dije—. Puedo hacerlo una vez que haya
terminado aquí. Necesito explorar este lugar de todos modos. Puedes venir si
quieres.
—Está bien —dijo
Atenea, sonando irritada—. Sólo lee las páginas que te he marcado para mañana.
Haré que alguien lleve el libro a tu habitación.
Asentí, sin saber qué decir. Mirando a Afrodita, sentí una punzada de
culpabilidad; era mi culpa que estuviera aquí desde el principio y tuviera que
aguantar todo esto. Tal vez Artemisa no se llevaba bien
con nadie, pero tenía
que asegurarme de
que Afrodita no fuera
completamente miserable. El hecho
de que estuviera
atrapada aquí no
significaba que ella
tuviera que pagar el precio,
también.
Continuara...
1 comentarios:
Masss quieroo masss no nos puedes dejar asii :)bessitos @zairasantos7
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