Capitulo 29
Aliviada por
finalmente estar sola, cerré la puerta y le eché llave. Pateando mis zapatos en
una esquina, desate mi vestido, más que lista para poder respirar correctamente
de nuevo.
Sintiéndome como si
estuviera a punto de colapsar, moví hacia
atrás la cortina sobre mi cama y me
tragué un grito.
Otra persona ya
estaba en ella.
Jadeé. Recostado a un
lado de mi inmensa cama estaba Peter, vestido con un traje de seda y una camisa
de pijama de botones, con un libro grueso en su mano. En vez de saludar o
disculparse, me miró como si hubiera interrumpido una parte buena.
—¿Qué…? ¡Ésta es mi
cama! —Ya que todavía estaba usando el corsé, respirar todavía era un
problema—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Leyendo —dijo,
sentándose—. ¿Quieres ayuda con eso?
Fue entonces que me
di cuenta de que estaba prácticamente agarrando mi vestido en un intento por
liberar mis pulmones de su prisión. No me dio tiempo para contestarle. Estuvo a
mi lado en un instante, sus hábiles manos deshicieron el encaje más rápido de
lo que yo jamás habría podido.
—Ya —dijo
él una vez
que había terminado
y que finalmente
podía respirar profundamente otra
vez—. Todo listo.
—Necesito, necesito
cambiarme —dije atontada, agarrando mi vestido en el frente.
—No miraré.
Se acomodó de nuevo
en la cama y abrió su libro de nuevo, dejando claro que no iba a irse en ningún
momento cercano. Tropecé hasta la parte opuesta de la habitación, dónde estaba la
pantalla de cambios donde me vestía. Asegurándome de agarrar los pijamas más
oscuros que pudiera encontrar, me cambié con rapidez, ignorando el ruido del
vestido mientras lo deslizaba sobre mis caderas.
Emergí menos de un
minuto después, enrollada en un traje grueso. Esto era una locura, ¿pensaba que iba a
dormir aquí? Esto no era parte del
trato. Y si iba a tomar esa cama, entonces yo iba a tener que encontrar
otra. Dormiría en el suelo si tenía que hacerlo. De cualquier manera, no me iba
a quedar aquí con él.
—¿Qué estás haciendo aquí? De verdad, quiero decir —dije,
acercándome a la cama con precaución—. No sólo leer. Sé que estás leyendo.
Quiero decir, puedo ver eso, y… —Me detuve—. ¿Por qué estás aquí?
Peter marcó la página
y volvió toda su atención hacia mí. Todavía era tan desconcertante como lo
había sido ayer en el jardín, pero estaba vez estaba demasiado molesta y
cansada como para que me importara.
—Estoy aquí porque el
consejo decidió que tengo que pasar tiempo
contigo cada noche, tanto como lo permitas. Si deseas que me vaya,
entonces lo haré. De otra forma, si no lo pides, me quedaré.
Lo miré, con mi
estómago retorciéndose con nudos.
—¿Quedarte la noche?
¿Toda la noche?
Levantó una
ceja.
—Estoy seguro
de que esta
noche me pedirás
que me vaya mucho antes
de que eso se
vuelva una posibilidad.
—¿Qué tal de otras
noches? —chillé—. ¿Tú… se supone que tengo que…tengo que hacer eso?
Nunca antes había
hecho eso con nadie. No había tenido tiempo para tener citas mientras mi madre
estaba enferma, y mucho menos de enseriarme, y no tenía intención de empezar ahora. Si
pensaba que hacerme
comer un par
de tontas semillas
significaba que me controlaba ahora, él estaba esperando otra
cosa.
Sonrió y yo me
sonrojé. Lo menos que podía hacer era no tratarme con una idiota.
—No, eso no es un
requerimiento, y tampoco lo será nunca.
Tuve que
detenerme de suspirar
aliviada. Él era
más allá de
atractivo, pero ninguna cantidad
de belleza me iba hacer comprometerme en eso.
—¿Entonces por qué
estás aquí?
—Estoy aquí porque
deseo conocerte mejor. —Me miró—. Me intrigas, y si tienes éxito pasando los
exámenes que el consejo coloque ante ti, un día serás mi esposa.
Abrí y cerré mi boca,
tratando de conseguir algo que decir.
—Pero…tú dijiste que
no tendría que casarme contigo.
—No —dijo con
paciencia—. Dije que no te estaba proponiendo matrimonio. Todavía no lo hago.
No hay necesidad a menos de que pases. Si lo haces, entonces sí, serás mi
esposa durante seis meses del año.
Me removí.
—¿Y si no quiero ser
tu esposa?
Se mantuvo quieto,
con su sonrisa desapareciendo.
—Entonces sería una
cosa bastante simple para ti fallar a propósito.
La sequedad en su voz
me hizo sentir culpable inmediatamente.
—Lo siento, no quise
decir…
—No te disculpes. —Su
tono de voz todavía estaba falto de emoción, y sólo me hizo sentir peor—. Ésta
es tu elección. Si en algún momento pido demasiado de ti, entonces podrás irte.
Y mi madre
moriría.
Cerré mis puños con
tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis
palmas, y fue mucho después que
se me ocurrió algo que decir… un ofrecimiento de paz, por lo menos. Quizás si
pretendía que casarme con él era una posibilidad, él no se vería tan
vacío.
—¿Qué pasa entonces? —dije—. ¿Si nosotros nos —casamos— tendré
que, ya sabes?
—No. —Peter
se descongeló ligeramente
mientras se concentraba
en mí de
nuevo.
Estaba segura
de que podía ver directamente a través
de mí—. Serás mi esposa
sólo en nombre y
en título, y
no te lo
pediré si no es necesario para
que el Inframundo
te reconozca como su gobernante como reconoció a Perséfone. No espero
que me ames, Lali.
No me atrevo a
esperar a que tú me veas de otra forma que no sea tu amigo, y sé que me debo ganar
incluso eso. Entiendo que
ésta no sea
tu vida ideal, y
no deseo hacerlo
más difícil para ti de lo que ya lo es. Mi único deseo es ayudarte a
pasar estas pruebas.
Y detener a
cualquiera que tratara de matarme. Con precaución me encaramé en el borde de la
cama. Todavía había suficiente distancia
entre nosotros para sentirme segura, pero incluso el aire que nos separaba se
sentía como si chisporroteara.
—¿Qué hay del amor?
¿No quieres, ya sabes, a nadie? ¿Una familia y esas cosas?
Continuara...
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