viernes, 26 de septiembre de 2014

Capitulo 29


Aliviada por finalmente estar sola, cerré la puerta y le eché llave. Pateando mis zapatos en una esquina, desate mi vestido, más que lista para poder respirar correctamente de nuevo.
Sintiéndome como si estuviera  a punto de colapsar, moví hacia atrás la cortina sobre  mi cama y me tragué un grito.
Otra persona ya estaba en ella.
Jadeé. Recostado a un lado de mi inmensa cama estaba Peter, vestido con un traje de seda y una camisa de pijama de botones, con un libro grueso en su mano. En vez de saludar o disculparse, me miró como si hubiera interrumpido una parte buena. 
—¿Qué…? ¡Ésta es mi cama! —Ya que todavía estaba usando el corsé, respirar todavía era un problema—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Leyendo —dijo, sentándose—. ¿Quieres ayuda con eso?
Fue entonces que me di cuenta de que estaba prácticamente agarrando mi vestido en un intento por liberar mis pulmones de su prisión. No me dio tiempo para contestarle. Estuvo a mi lado en un instante, sus hábiles manos deshicieron el encaje más rápido de lo que yo jamás habría podido. 
Ya  —dijo  él  una  vez  que  había  terminado  y  que  finalmente  podía  respirar profundamente otra vez—. Todo listo.
—Necesito, necesito cambiarme —dije atontada, agarrando mi vestido en el frente.
—No miraré.
Se acomodó de nuevo en la cama y abrió su libro de nuevo, dejando claro que no iba a irse en ningún momento cercano. Tropecé hasta la parte opuesta de la habitación, dónde estaba la pantalla de cambios donde me vestía. Asegurándome de agarrar los pijamas más oscuros que pudiera encontrar, me cambié con rapidez, ignorando el ruido del vestido mientras lo deslizaba sobre mis caderas.
Emergí menos de un minuto después, enrollada en un traje grueso. Esto era una locura, ¿pensaba que  iba a  dormir aquí? Esto no era parte del  trato. Y si iba a tomar esa cama, entonces yo iba a tener que encontrar otra. Dormiría en el suelo si tenía que hacerlo. De cualquier manera, no me iba a quedar aquí con él. 
—¿Qué estás  haciendo aquí? De verdad, quiero decir —dije, acercándome a la cama con precaución—. No sólo leer. Sé que estás leyendo. Quiero decir, puedo ver eso, y… —Me detuve—. ¿Por qué estás aquí?
Peter marcó la página y volvió toda su atención hacia mí. Todavía era tan desconcertante como lo había sido ayer en el jardín, pero estaba vez estaba demasiado molesta y cansada como para que me importara.
—Estoy aquí porque el consejo decidió que tengo que pasar tiempo  contigo cada noche, tanto como lo permitas. Si deseas que me vaya, entonces lo haré. De otra forma, si no lo pides, me quedaré.
Lo miré, con mi estómago retorciéndose con nudos. 
—¿Quedarte la noche? ¿Toda la noche? 
Levantó una ceja. 
—Estoy  seguro  de  que  esta  noche  me  pedirás  que  me  vaya  mucho  antes  de  que  eso  se vuelva una posibilidad.
—¿Qué tal de otras noches? —chillé—. ¿Tú… se supone que tengo que…tengo que hacer eso?
Nunca antes había hecho eso con nadie. No había tenido tiempo para tener citas mientras mi madre estaba enferma, y mucho menos de enseriarme, y no tenía intención de empezar ahora.  Si  pensaba  que  hacerme  comer  un  par  de  tontas  semillas  significaba  que  me controlaba ahora, él estaba esperando otra cosa.
Sonrió y yo me sonrojé. Lo menos que podía hacer era no tratarme con una idiota. 
—No, eso no es un requerimiento, y tampoco lo será nunca.
Tuve  que  detenerme  de  suspirar  aliviada.  Él  era  más  allá  de  atractivo, pero  ninguna cantidad de belleza me iba hacer comprometerme en eso. 
—¿Entonces por qué estás aquí?
—Estoy aquí porque deseo conocerte mejor. —Me miró—. Me intrigas, y si tienes éxito pasando los exámenes que el consejo coloque ante ti, un día serás mi esposa.
Abrí y cerré mi boca, tratando de conseguir algo que decir.
—Pero…tú dijiste que no tendría que casarme contigo.
—No —dijo con paciencia—. Dije que no te estaba proponiendo matrimonio. Todavía no lo hago. No hay necesidad a menos de que pases. Si lo haces, entonces sí, serás mi esposa durante seis meses del año.
Me removí. 
—¿Y si no quiero ser tu esposa?
Se mantuvo quieto, con su sonrisa desapareciendo. 
—Entonces sería una cosa bastante simple para ti fallar a propósito.
La sequedad en su voz me hizo sentir culpable inmediatamente.
—Lo siento, no quise decir…
—No te disculpes. —Su tono de voz todavía estaba falto de emoción, y sólo me hizo sentir peor—. Ésta es tu elección. Si en algún momento pido demasiado de ti, entonces podrás irte.
Y mi madre moriría. 
Cerré mis puños con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis  palmas,  y fue mucho después que se me ocurrió algo que decir… un ofrecimiento de paz, por lo menos. Quizás si pretendía que casarme con él era una posibilidad, él no se vería tan vacío. 
—¿Qué pasa entonces? —dije—. ¿Si nosotros nos —casamos— tendré que, ya sabes?
—No.  —Peter  se  descongeló  ligeramente  mientras  se  concentraba  en  mí  de  nuevo.
Estaba  segura  de que  podía  ver directamente  a través  de mí—.  Serás  mi esposa  sólo  en nombre  y  en  título,  y  no  te  lo  pediré  si  no  es  necesario  para  que  el  Inframundo  te reconozca como su gobernante como reconoció a Perséfone. No espero que me ames, Lali.
No me atrevo a esperar a que tú me veas de otra forma que no sea tu amigo, y sé que me debo  ganar  incluso  eso. Entiendo  que  ésta  no  sea  tu  vida ideal,  y  no  deseo  hacerlo  más difícil para ti de lo que ya lo es. Mi único deseo es ayudarte a pasar estas pruebas.
Y detener a cualquiera que tratara de matarme. Con precaución me encaramé en el borde de la cama. Todavía  había suficiente distancia entre nosotros para sentirme segura, pero incluso el aire que nos separaba se sentía como si chisporroteara. 

—¿Qué hay del amor? ¿No quieres, ya sabes, a nadie? ¿Una familia y esas cosas?

Continuara... 

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