jueves, 19 de febrero de 2015

Capitulo 74



Una hora después el partido está más que ganado y casi acabado. Al final me ha gustado. Lo que más: ver a Peter disfrutando tanto de algo. Su entusiasmo es contagioso, como el de un niño pequeño. Y, sí, también verle así de buenorro y guapérrimo y fornido y pensar que es todo y solo mío. Lo que te haré luego, cariño. Solo de pensarlo se me ¡JODER! 

Me llevo las manos a la boca y ahogo un grito. El corazón me late fuerte. Un tumulto de piernas sudorosas forma un círculo en torno a Peter. No veo nada pero el golpetazo que le han dado le ha tumbado. Jaleo, pitidos del árbitro y un par de chicos que van corriendo a la caseta que hay en el lateral. Hay un hueco y veo a Peter con la cara completamente ensangrentada, sentado en el suelo. Creo que si me pinchan, no sangro. Alguien se quita la camiseta y se la pone en la nariz. Quiero ir pero no quiero parecer una novia pesada. De todas formas, salto la valla. Los chicos que habían ido a la caseta vuelven con un maletín de la Cruz Roja. Un botiquín. Y me acerco corriendo, no puedo evitarlo. Espero que Peter no se sienta avergonzado, pero es que no sé qué pasa y me pueden los nervios. Me hacen un huequito y me arrodillo a su lado mientras un chico le pone vendas y demás cosas del botiquín. Tiene lo que parece la nariz rota. No para de sangrarle a borbotones. Le caen lagrimones de dolor pero no se queja. Creo que está mareado. El círculo se dispersa para dejarle respirar. 

–Ya he parado la hemorragia, pero debes ir al hospital por si la llevas rota, colega. 

– ¡Me cago en la puta! ¡Joder! 

Y lo dice con tan mala leche que hasta los que le han atendido se apartan un poco. 

–Vamos, Peter, vamos al hospital. 

Le digo levantándome mientras un compañero y yo le ayudamos a él. 

–Puta mierda. Tengo la bolsa en la caseta. 

Se pone lentamente de pie y un chico y yo le agarramos para ayudarle a andar. Él apoya los brazos en nosotros pero camina por su propio pie. Yo intento mantener la calma pero me cuesta al ver su cara de dolor, sus manos y brazos llenos de sangre y la nariz como si fuera un balón de pilates. Otro mastodonte viene con la bolsa de deporte de Peter. 

–Creo que lo he metido todo. Si no, alguno de nosotros cogerá lo que sea. Espera guapísima, deja que le lleve yo, que te pesará mucho, bombonazo. 

–Deja de ligar con mi novia, Charlie. 

Se ríen y cojo la bolsa. 

–Tranquilo, puedo sin problemas; pero gracias. 

–De nada, encanto. 

– ¡Lárgate, mojón! 

– ¡Que no tengas nada roto, guapetón! 

Nos montamos en el coche y dando mil gracias a su fornido amigo nos vamos pitando. 

Voy lo más rápido que puedo y con pavor absoluto a atropellar a alguien, como a mi madre. Freno un poco. Voy preguntándole si se marea, tratando de tranquilizarle, pero sé que está cabreado con el mundo así que le dejo estar. 

Llegamos a Urgencias y le cuelan sin esperar. Yo espero fuera. Mierda. Sala de hospital. Olor a hospital. Gente pasando el rato mirando el móvil. Gente hablando. Gente llorando. Gente nerviosa. Gente que mira mi chaqueta y mi camiseta ensangrentada. Hospital. La última vez que estuve en uno mi madre murió. Médicos, enfermeras, auxiliares, batas de todos los colores. Empiezo a marearme. No, Lali, sé fuerte. Solo es un hospital. 

 Al cabo de dos larguísimas horas mi chico camina hacia la sala de espera. Lleva un apósito en toda la nariz y aun así, está tan rabiosamente guapo que todas le miran. Claro, tan alto, fuerte, guapo, con uniforme negro y sucio… sí nenas, yo también me lo estoy tirando mentalmente. Pero es mío. Ja. Me levanto como una escopeta y voy hacia él.

 – ¿Y bien? 

–No está rota, no me van a dejar la napia de Tom Cruise. 

–No seas idiota. ¿Entonces? 

–Ha sido solo una fractura leve de nariz. Lo que pasa es que sangra como una condenada. La tendré hinchada y dolorida unos días y luego como si nada. 

Respiro tranquila y le abrazo con lágrimas en los ojos. Sí, estoy sencible, qué pasa. 

–Menos mal. Cuando te he visto tan ensangrentado me he asustado. 

–No pasa nada, nena, estoy bien. La sangre es muy escandalosa pero nada más. 

– ¿Tienes que tomar algo? 

–Sí, calmantes. Joder, te he puesto el abrigo perdido. 

–Me importa una mierda. 

Sigo abrazada a él. 

–Esa boquita. Anda, vamos a la farmacia y a nuestro hogar dulce hogar a fornicar como cerdos. 

Le doy un manotazo y finge un dolor inmenso. Le miro como una leona, gruñendo, y entre risas salimos del hospital. Por el trayecto de vuelta su optimismo ha ido cayendo. Le duele más la nariz, claro, y mucho. Así que gradualmente ha ido pasando de decir un par de inocentes tacos a terminar espetando todo tipo de juramentos contra el que le ha dado el golpetazo, contra no sé quién del equipo y contra el campo que estaba no sé cómo. Por Dios, Peter, qué genio. 


contunuará...

0 comentarios:

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP