Capitulo 64
Casada al
atardecer. Lo que se había
sentido como una
exagerada fantasía hace
horas ahora se apretaba contra mí, una realidad inminente que se precipitaba más rápido de lo que podía
huir.
No era que estuviera corriendo. Esto era lo que
había querido, ¿no? No ser la esposa de nadie, pero si darle a Peter una
oportunidad. Darle la misma esperanza que había querido para mí misma, y ahora
con mi madre aquí, incluso si ella no era exactamente la misma, habíamos
ganado, ¿no?
No... no todos. Hera
no había ganado, y tampoco lo había hecho Hermes. Para que Peter estuviera vivo
y feliz, para que yo tuviera a mi madre de vuelta, ellos tenían que perder.
Hera lo había llevado
sobre sí misma, pero Hermes… ¿a qué había renunciado él para que yo tuviera
esto?
Con un
respingo, me di
cuenta de que
ambos, Peter y mi
madre, estaban mirándome.
Nosotros habíamos
cruzado de alguna manera el salón de baile, y ahora estábamos parados entre las
pesadas puertas dobles
que estaban abiertas
lo suficiente para
que los tres saliéramos.
—Sí, por
supuesto —dije, mi
cara enrojeciendo—. Lo
siento, no estoy
dudando, sólo estaba pensando y,
por supuesto, que todavía quiero hacer esto.
No fue hasta que Peter
se relajó que me di cuenta lo tenso que se había puesto.
—Estoy contento de
escuchar eso —dijo él, su alivio claro en su voz—. ¿Podría preguntar en qué
estabas pensando?
No quería decirle que
estaba preocupada de Hermes, en caso de que fuera todavía una llaga para él,
así que en su lugar hice la pregunta que había estado ardiendo en mi mente
desde que Afrodita había caminado a través de aquellas puertas.
—¿Fue todo una
trampa?
Hubo un silencio
incómodo, y esta vez vi que Peter y mi madre intercambiaban miradas, como si
todo lo que ellos necesitaban comunicar fuera una mirada. No era tan imposible,
en realidad, y
mordí el interior
de mi mejilla,
irritada por lo
que ellos estaban compartiendo.
—Sí y no —dijo
mi madre. Continuamos
lentamente por el
pasillo, cada paso
más doloroso que el anterior, pero mis lesiones eran lo último de mis
preocupaciones.
—Después de décadas
que Peter pasó buscando una nueva reina, cuando se hizo evidente de que su
búsqueda no estaban dando los resultados que necesitábamos...
—Yo iba a renunciar
—dijo Peter—. Cada chica fallaba antes
de que hubieran empezado, o si se
mostraban prometedoras, aparecían
muertas. Ahora sabemos que estaba pasando, pero
no puedo decirte
lo desgarrador que
era ver a
aquellas jóvenes mujeres
morir, sabiendo que era mi culpa. No me atrevía a poner a nadie más en
aquel peligro, y estaba determinado a que terminara.
—Y yo estaba determinada a que tratara hasta
que no tuviésemos más tiempo —dijo mi madre—. Así que lo arreglamos.
Perséfone... —Algo en su expresión cambió, y por el más breve de los momentos
vi vergüenza—. Perséfone era mi hija. Tu
hermana. Es mi culpa que ella nunca fuera feliz y, por eso, Peter nunca
fue feliz tampoco.
—No fue tu culpa
—dijo Peter con bastante fiereza—. No fue
culpa más nadie que de mí. Soy el único que no pudo hacerla feliz...
—Y yo fui la única que los empujé junto para empezar —dijo mi madre—. No discutas conmigo, Peter. Lo digo en serio.
Él se quedó en
silencio, aunque creí ver el más elemental indicio de una sonrisa.
—Como estaba
diciendo antes de que fuera
groseramente interrumpida. —Artemisa
recorrió sus dedos en
medio de mi
cabello, y supe
que la brusquedad en
su voz no
significaba nada—. Tú siempre
pudiste elegir, cariño.
Si no querías
hacer esto, todos
lo habríamos aceptado y procedido
sin ti. Siempre has tenido el control
de tu vida… todo lo que hicimos fue ofrecerte la oportunidad.
Mi garganta se apretó
cuando imaginé que podría haber pasado si no la hubiera tenido
—¿Por qué no me
dijiste antes?
—Eso te
habría dado una
ventaja injusta —dijo
mi madre—. Esto necesitaba
ser tu decisión, no algo
que yo te
influenciara a hacer
o una que
automáticamente desecharas porque
sabías en lo que te estabas metiendo. Además —agregó suavemente—. Aunque te lo hubiera dicho, ¿en verdad me hubieras
creído?
Claro que no. Y
cuando fuera al mundo real, ¿quién me
creería si les dijera cómo pasé mi invierno? Nadie cuerdo, estaba segura de
eso.
—¿Existe siquiera
Eden? Todo el mundo aquí, incluso Afrodita y Ares… ¿era parte de darme una
elección?
—Eden no existe fuera
de las pocas semanas que tú estuviste —dijo Peter—. Si decides volver a donde el pueblo se levantó, no verás nada
excepto árboles y campos. Lo siento por el engaño.
Yo también.
Apreté mis labios,
tratando de encontrar
algo que decir que
no me hiciera sonar como si
tuviera doce años.
—Sólo… no
lo hagan de
nuevo. ¿De acuerdo?
—Miré entre él
y mi madre—.
No más mentiras, y no me oculten
más cosas.
Para mi
sorpresa, mi madre
rió, pero no
era la risa
que solía hacer.
Era una extraña combinación de sonidos… el borboteo
de un arroyo, el canto de los
grillos y, de alguna manera, el
primer día de primavera. Era increíble.
—De acuerdo —dijo
ella, su voz llena de afecto que se extendió a través de mí e hizo más fácil
caminar los próximos pocos metros—. Ahora,
antes de que volvamos a su boda, ¿hay algo más que te gustaría saber?
Mi boda. Un nudo se
formó en mi garganta, y fue todo lo que pude hacer para hablar a su alrededor.
—Sí —dije
con voz ronca—. ¿Qué
clase de nombre
es Diana para
una diosa, de todos
modos?
Rió de nuevo, y el
nudo en mi garganta se perdió.
—Artemisa estaba
bastante incómoda con
que yo usara
su nombre Romano,
pero ella no lo quería,
y siempre he estado muy encariñada con él. Todos elegimos nuevos a lo largo de los
años.
—Unos que
hacen juego con
dónde y cuándo
estamos —dijo Peter—.
Somos los más famosos
dentro de la
Mitología Griega, y
eso es porque
somos conocidos en
todo momento por nuestros nombres griegos.
Segundo por hoy y ya cada vez queda menooos.
Besos
@heartespos
1 comentarios:
Aún sabiendo k todo era un engaño,Lali no parece molesta
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