Capitulo 55
Fue un
accidente, no un
error, a menos
que Peter pensara
que lo era.
Tal vez no fue
exactamente como yo
imaginaba que iba
a pasar, pero
no había sido
lo suficientemente malo para
hacerlo sentir como que tenía que hacerse a un lado. ¿O si? O tal vez se sentía
culpable por ceder y llevarme al
fracaso. Incluso si era la verdad, no explicaba su ausencia. No había
sido su culpa, y si en verdad yo había fracasado, no tenía por qué
quedarme más en
la Mansión Eden.
Pero aún estaba
aquí, y eso
tenía que significar algo.
Apenas dormí,
e incluso los
sueños con mi
madre no me
brindaron consuelo. Estaba tranquila y retraída, y mientras ella me preguntaba una y otra vez qué
estaba mal, no pudo convencerme de decirle.
Me odiaba a mí misma por ello, no
queriendo desperdiciar mis últimas semanas con ella, pero incluso si
pudiera hablarle de ello, no sabía lo que diría. Artemisa estaba depositando
todas sus esperanzas por mi futuro en Peter, y no podía decirle cómo casi había
logrado destruirlo. Le rompería el
corazón, y al menos una de nosotras merecía ser feliz.
Estuve pensando
en Peter herido, y la mañana no trajo ningún alivio. Intenté
dejar mi habitación, pero
las órdenes de Peter no
habían cambiado: estaba
retenida en esa habitación hasta que alguien de confianza de Peter—lo cual parecía
estar limitado a sí mismo, Hefesto y Hera— viniera a buscarme. No había ningún
lugar adónde ir, pero odiaba estar enjaulada.
¿Pero no
era precisamente así
como había estado
durante los últimos
seis meses? La pequeña
voz en el
fondo de mi
cabeza era sorprendentemente fría.
¿No había estado enjaulada como algún tipo de animal,
como si le perteneciera?
No. Había
entrado en esto
voluntariamente, y él
había dejado en
claro que no
estaba siendo retenida en contra de mi voluntad.
Era terrible de mi parte
incluso pensar en lo contrario.
No era Perséfone. Hera vino a buscarme al mediodía, la canasta de picnic en su
mano. Se veía tan feliz que sentí que la conversación que habíamos tenido el
día anterior nunca había ocurrido, y no me atreví a hablar del tema. Enlazamos
los brazos, y mientras nos movíamos a través de los pasillos,
mantuve mis ojos
bien abiertos por
cualquier signo de Peter.
Él siempre había estado allí
cuando yo quería que lo estuviera, pero ahora no había signos de él.
Mientras dejábamos la
casa, Hefesto se arrastró unos metros detrás de nosotras. Aunque ser seguidas
era aún molesto,
era confortable tenerlo
allí; cojo o no, nadie
podría haber sido lo
suficientemente loco para
meterse con él.
Pogo también parecía
tenerle mucho cariño mientras lo
seguía a través del jardín, estando cerca de Hefesto en lugar de estarlo de mí.
—¿Lali?
Levanté la vista ante
el sonido de mi nombre, pero eso fue todo lo que pude obtener. En un instante, Hefesto
estuvo entre Afrodita y yo, quien estaba parada del otro lado de la fuente.
Era lo más cerca que
había estado de ella desde Navidad.
No quería ignorarla,
pero entre todo lo que había ocurrido con Peter, ella era otra de las cosas con
la que no podía encontrar energía
para lidiar. Artemisa me hacía sentir culpable, y sentía suficientes cosas
ahora sin sumar eso también.
—Lali… —Afrodita
intentó moverse cerca de Hefesto, pero era enorme—. Por favor. No me dejaron
entrar en tu habitación, y necesito…
—¿No lo entiendes?
—dijo Hera con tanta crueldad que la miré sorprendida—. Ella no quiere
hablarte.
Pude ver la
expresión de Afrodita por
debajo del codo izquierdo
de Hefesto, y
ella parecía aturdida.
—Lali —dijo ella, sus
ojos llenos de lágrimas—. Por favor. Sólo un minuto.
Me quede allí con los
pies clavados al suelo. Yo nunca la vi tan asustada en su vida, y en contra de
todo mi buen juicio, dije:
—¿Qué pasa?
Ella miró a Hefesto y
Hera nerviosamente.
—¿Podemos hablar a
solas?
oHefet frunció el
ceño.
—Nadie está a solas
con ella.
—Por favor, Hefesto
—dijo Afrodita, de una manera familiar que me hizo preguntarme si ella también
había llegado a él—. Sólo necesito un momento…
Hera la cortó.
—Nos vamos ahora.
—Remolcándome por mi codo, me llevó hacia el bosque. Yo luchaba, aunque había
insistido en hablar con Afrodita tan sólo unos días antes. Pero alguien tenía
que habernos hecho esto a Peter y a mí, y aunque odiaba la idea, Afrodita tenía
la motivación para hacerlo. Todo lo que tendría que haber hecho es deslizarse
en la cocina y derramarlo en nuestras bebidas. Tal vez sólo estaba tratando de
ayudar para darnos un empujón a mí y a
Peter. Sin
darse cuenta de
lo que seria
que serían las
consecuencias. O tal
vez estaba tratando de arruinar
las cosas para mí por completo para que yo me sintiera tan sola como ella.
Ninguna de las posibilidades era
agradable.
Al llegar a la orilla
del bosque, miré por encima del hombro y vi a Hefesto sosteniendo a Afrodita,
impidiendo que nos siguiera. Ella se defendió, girando a su alrededor para
enfrentarlo
y dándole una charla
que me alegraba no poder oír. Pero lo menos ella no nos seguía.
—Qué vergüenza —dijo Hera,
pisando con cautela una raíz que sobresalía del suelo—. Se debe sentir horrible
estar en su posición, pero esa no es una excusa para actuar de esa manera.
Me atreví
a mirar. Hefesto ahora
nos seguía, y
Afrodita estaba sentada
en el borde
de la fuente. Ella me miraba.
Volteé mi cabeza para
mirar hacia adelante, y no miré hacia atrás el resto de la caminata.
Estaba en silencio,
tratando de ordenar mis pensamientos, pero mi cabeza todavía estaba un poco
confusa por lo que había estado en mi chocolate caliente. ¿Había hecho mal?
¿Era posible que ella
también hubiera oído
hablar sobre el
veneno también? ¿Estaba preocupada?
Pero mientras más lo
pensaba, más me daba cuenta que era la sospechosa más probable.
Después de lo que
había pasado en Navidad, no podía culparla por estar enojada conmigo, y yo tenía tantas cosas que ella no. Vida,
oportunidad… y por
lo menos por un día, yo había
tenido a Peter.
¿Cuál era
el siguiente paso?
¿Sus celos le
dieron suficiente motivación
como para matarme? ¿O
había escuchado sobre
la reacción de Peter
y eso
fue suficiente para satisfacerla?
—El río está en este
camino —dijo Hera, interrumpiendo mis pensamientos mientras hacíamos nuestro
camino a través del suelo del bosque. Miré hacia abajo al
caminar, no queriendo tropezar.
Luché para llegar a
algo que decir que no implicara a Afrodita.
—¿Corre a través de
todo el lugar? —No recordaba haber visto
ningún río en el otro lado del cerco.
—Pasa bajo tierra
—dijo Hera, como si fuera completamente
normal—. Escuché que Afrodita casi se
ahoga en él. ¿Es verdad?
—No fue que casi se
ahogó —dije, haciendo una mueca recordando—. Se ahogó. Tuve que ir tras ella.
Fue así como murió, se golpeó la cabeza contra una roca. —Me concentré en el suelo
del bosque, sin querer pensar en esa noche
—¿Qué crees
que estarías haciendo
ahora si no
estuvieras aquí? ¿Si
Afrodita no hubiera muerto?
Ésa era la pregunta
que había estado tratando de evitar durante los últimos 6 meses.
—No lo sé, yo estaría
de vuelta en Nueva York, supongo.
—¿Con tu madre?
Suspiré.
—No. Ella habría
muerto para este momento. —Eso fue mucho
más fácil decir de lo que yo esperaba—. Ella quería que me quedara en Eden y
terminara la preparatoria, pero no creo que hubiera sido capaz de hacerlo. Hera
me miró compasivamente, pero yo no quería su compasión.
—El claro está justo allí —dijo, y mirando a
través de los árboles, lo vi… un prado del tamaño de mi habitación. Oí el gorgoteo
del río cercano—. ¿Qué pasa con tu
padre?
—¿Qué pasa con él?
—le dije—. Él nunca ha estado en la imagen. No sé dónde está, y no me importa.
Siempre hemos estado bien sin él.
—Ya no eres tan sutil
—dijo Hera en voz baja. Yo no le hice caso. Mi madre rara vez hablaba sobre mi
padre y había aprendido desde temprana edad a no mencionarlo. No es que ella
pareciera enojada o amargada por él. Simplemente no había mucho que contar. No se
habían casado, yo no había preguntado qué paso, y eso fue todo. Cualquier
fantasía que había tenido de pequeña sobre él apareciendo por la puerta y
abrazándome, comprándome helados y
juguetes… había desaparecido hace
mucho. Mi madre y yo éramos un equipo. No necesitábamos a cualquier otra
persona. Hera y yo establecimos nuestro picnic en silencio, ella sacando la
manta y yo sacando la comida.
Recordar mi promesa
a Peter era
difícil mientras miraba
directamente en una cesta llena de sándwiches y macarrones y
pollo frito, y los mismos deliciosos postres que yo me servía cada noche, pero
lo logré. A duras penas.
—Lo siento… esto se
ve delicioso, pero no puedo comer —le dije—. En realidad no tengo mucha hambre.
—Seguro que tienes
—dijo ella, enderezando una esquina de la manta y dejándose caer en el centro.
En el borde del claro, Hefesto se alzaba, luciendo malhumorado—. No tomaste el desayuno. Además, yo estoy
comiendo, también. ¿Recuerdas?
—No es…
—Yo mordí mi
labio. Lo último
que quería era insultarla, pero
yo no podía decirle que era una prueba—. Después de
lo ocurrido… se lo prometí a Peter, eso es todo. Lo siento. Debería habértelo contado antes de trajera todo esto aquí.
Esperé que dijera
algo, pero su expresión era ilegible. Por ultimo sonrió, aunque no llegó a sus ojos.
@heartespos
1 comentarios:
Si Hera es la k se encarga d la comida ,k raro k se intoxicaran.Debería haber estado mas pendiente o....ella es quien trama todo.
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