domingo, 9 de noviembre de 2014

Capitulo 55





Fue  un  accidente,  no  un  error,  a  menos  que  Peter  pensara  que  lo  era.  Tal  vez  no  fue exactamente  como  yo  imaginaba  que  iba  a  pasar,  pero  no  había  sido  lo  suficientemente malo para hacerlo sentir como que tenía que hacerse a un lado. ¿O si? O tal vez se sentía culpable por ceder y llevarme al  fracaso. Incluso  si era  la verdad, no explicaba su ausencia. No había sido su culpa, y si en verdad yo había fracasado, no tenía por  qué  quedarme  más  en  la  Mansión  Eden.  Pero  aún  estaba  aquí,  y  eso  tenía  que significar algo.
Apenas  dormí,  e  incluso  los  sueños  con  mi  madre  no  me  brindaron  consuelo.  Estaba tranquila y retraída, y mientras ella me preguntaba una y otra vez qué estaba mal, no pudo convencerme  de  decirle.  Me  odiaba  a mí misma por ello,  no  queriendo  desperdiciar  mis últimas semanas con ella, pero incluso si pudiera hablarle de ello, no sabía lo que diría. Artemisa estaba depositando todas sus esperanzas por mi futuro en Peter, y no podía decirle cómo casi había logrado destruirlo. Le rompería el corazón, y al menos una de nosotras merecía ser feliz.
Estuve pensando en  Peter herido, y  la mañana no trajo ningún alivio. Intenté dejar  mi habitación,  pero  las  órdenes  de  Peter  no  habían  cambiado:  estaba  retenida  en  esa habitación hasta que  alguien de confianza de Peter—lo cual parecía estar limitado a sí mismo, Hefesto y Hera— viniera a buscarme. No había ningún lugar adónde ir, pero odiaba estar enjaulada.
¿Pero  no  era  precisamente  así  como  había  estado  durante  los  últimos  seis  meses?  La pequeña  voz  en  el  fondo  de  mi  cabeza  era sorprendentemente  fría.  ¿No  había  estado enjaulada como algún tipo de animal, como si le perteneciera?
No.  Había  entrado  en  esto  voluntariamente,  y  él  había  dejado  en  claro  que  no  estaba siendo  retenida  en contra de mi  voluntad.  Era  terrible  de  mi  parte  incluso pensar  en lo contrario. No era Perséfone. Hera vino a buscarme al mediodía, la canasta de picnic en su mano. Se veía tan feliz que sentí que la conversación que habíamos tenido el día anterior nunca había ocurrido, y no me atreví a hablar del tema. Enlazamos los brazos, y mientras nos movíamos a través de los  pasillos,  mantuve  mis  ojos  bien  abiertos  por  cualquier  signo  de Peter.  Él  siempre había estado allí cuando yo quería que lo estuviera, pero ahora no había signos de él.
Mientras dejábamos la casa, Hefesto se arrastró unos metros detrás de nosotras. Aunque ser  seguidas  era  aún  molesto,  era  confortable tenerlo allí;  cojo  o  no,  nadie  podría  haber sido  lo  suficientemente  loco  para  meterse  con  él.  Pogo  también  parecía  tenerle  mucho cariño mientras lo seguía a través del jardín, estando cerca de Hefesto en lugar de estarlo de mí.
—¿Lali?
Levanté la vista ante el sonido de mi nombre, pero eso fue todo lo que pude obtener. En un instante, Hefesto estuvo entre Afrodita y yo, quien estaba parada del otro lado de la fuente.
Era lo más cerca que había estado de ella desde Navidad.
No quería ignorarla, pero entre todo lo que había ocurrido con Peter, ella era otra de las cosas con la que  no podía encontrar  energía  para  lidiar.  Artemisa me hacía  sentir culpable, y sentía suficientes cosas ahora sin sumar eso también.
—Lali… —Afrodita intentó moverse cerca de Hefesto, pero era enorme—. Por favor. No me dejaron entrar en tu habitación, y necesito…
—¿No lo entiendes? —dijo Hera con tanta crueldad que la miré sorprendida—. Ella no quiere hablarte.
Pude  ver  la expresión  de Afrodita  por  debajo del  codo  izquierdo  de  Hefesto,  y  ella  parecía aturdida. 
—Lali —dijo ella, sus ojos llenos de lágrimas—. Por favor. Sólo un minuto.
Me quede allí con los pies clavados al suelo. Yo nunca la vi tan asustada en su vida, y en contra de todo mi buen juicio, dije:
 —¿Qué pasa?
Ella miró a Hefesto y Hera nerviosamente. 
—¿Podemos hablar a solas?
oHefet frunció el ceño. 
—Nadie está a solas con ella.
—Por favor, Hefesto —dijo Afrodita, de una manera familiar que me hizo preguntarme si ella también había llegado a él—. Sólo necesito un momento…
Hera la cortó.  
—Nos vamos ahora. —Remolcándome por mi codo, me llevó hacia el bosque. Yo luchaba, aunque había insistido en hablar con Afrodita tan sólo unos días antes. Pero alguien tenía que habernos hecho esto a Peter y a mí, y aunque odiaba la idea, Afrodita tenía la motivación para hacerlo. Todo lo que tendría que haber hecho es deslizarse en la cocina y derramarlo en nuestras bebidas. Tal vez sólo estaba tratando de ayudar para darnos un empujón a mí y a
Peter.  Sin  darse  cuenta  de  lo  que  seria  que  serían  las  consecuencias.  O  tal  vez  estaba tratando de arruinar las cosas para mí por completo para que yo me sintiera tan sola como ella. Ninguna de las posibilidades era agradable.
Al llegar a la orilla del bosque, miré por encima del hombro y vi a Hefesto sosteniendo a Afrodita, impidiendo que nos siguiera. Ella se defendió, girando a su alrededor para enfrentarlo
y dándole una charla que me alegraba no poder oír. Pero lo menos ella no nos seguía.
—Qué vergüenza —dijo Hera, pisando con cautela una raíz que sobresalía del suelo—. Se debe sentir horrible estar en su posición, pero esa no es una excusa para actuar de esa manera.
Me  atreví  a  mirar.  Hefesto ahora  nos  seguía,  y  Afrodita  estaba  sentada  en  el  borde  de  la fuente. Ella me miraba.
Volteé mi cabeza para mirar hacia adelante, y no miré hacia atrás el resto de la caminata.
Estaba en silencio, tratando de ordenar mis pensamientos, pero mi cabeza todavía estaba un poco confusa por lo que había estado en mi chocolate caliente. ¿Había hecho mal? ¿Era posible  que  ella  también  hubiera  oído  hablar  sobre  el  veneno  también?  ¿Estaba preocupada?
Pero mientras más lo pensaba, más me daba cuenta que era la sospechosa más  probable.
Después de lo que había pasado en Navidad, no podía culparla por estar enojada conmigo, y  yo  tenía  tantas cosas que ella no.  Vida,  oportunidad…  y  por  lo  menos por un día, yo había tenido a Peter.
¿Cuál  era  el  siguiente  paso?  ¿Sus  celos  le  dieron  suficiente  motivación  como  para matarme?  ¿O  había  escuchado  sobre  la  reacción  de  Peter y  eso  fue  suficiente  para satisfacerla?
—El río está en este camino —dijo Hera, interrumpiendo mis pensamientos mientras hacíamos nuestro camino a través  del  suelo del bosque. Miré hacia abajo al caminar,  no queriendo tropezar.
Luché para llegar a algo que decir que no implicara a Afrodita. 
—¿Corre a través de todo el lugar? —No recordaba haber visto ningún río en el otro lado del cerco.
—Pasa bajo tierra —dijo Hera, como si  fuera completamente normal—. Escuché  que Afrodita casi se ahoga en él. ¿Es verdad?
—No fue que casi se ahogó —dije, haciendo una mueca recordando—. Se ahogó. Tuve que ir tras ella. Fue así como murió, se golpeó la cabeza contra una roca. —Me concentré en el suelo del bosque, sin querer pensar en esa noche
—¿Qué  crees  que  estarías  haciendo  ahora  si  no  estuvieras  aquí?  ¿Si  Afrodita  no  hubiera muerto?
Ésa era la pregunta que había estado tratando de evitar durante los últimos 6 meses. 
—No lo sé, yo estaría de vuelta en Nueva York, supongo.
—¿Con tu madre?
Suspiré.  
—No. Ella habría muerto para este momento. —Eso fue mucho más fácil decir de lo que yo esperaba—. Ella quería que me quedara en Eden y terminara la preparatoria, pero no creo que hubiera sido capaz de hacerlo. Hera me miró compasivamente, pero yo no quería su compasión. 
—El claro está  justo allí —dijo,  y mirando a  través de  los árboles,  lo vi… un prado  del tamaño de mi habitación. Oí el gorgoteo del río cercano—. ¿Qué pasa con tu padre?
—¿Qué pasa con él? —le dije—. Él nunca ha estado en la imagen. No sé dónde está, y no me importa. Siempre hemos estado bien sin él.
—Ya no eres tan sutil —dijo Hera en voz baja. Yo no le hice caso. Mi madre rara vez hablaba sobre mi padre y había aprendido desde temprana edad a no mencionarlo. No es que ella pareciera enojada o amargada por él. Simplemente no había mucho que contar. No se habían casado, yo no había preguntado qué paso, y eso fue todo. Cualquier fantasía que había tenido de pequeña sobre él apareciendo por la puerta y abrazándome, comprándome helados y  juguetes… había desaparecido  hace mucho. Mi madre y  yo éramos  un equipo. No necesitábamos a cualquier otra persona. Hera y yo establecimos nuestro picnic en silencio, ella sacando la manta y yo sacando la comida.  Recordar  mi  promesa  a  Peter  era  difícil  mientras  miraba  directamente  en  una cesta llena de sándwiches y macarrones y pollo frito, y los mismos deliciosos postres que yo me servía cada noche, pero lo logré. A duras penas.
—Lo siento… esto se ve delicioso, pero no puedo comer —le dije—. En realidad no tengo mucha hambre.
—Seguro que tienes —dijo ella, enderezando una esquina de la manta y dejándose caer en el centro. En el borde del claro, Hefesto se alzaba, luciendo malhumorado—. No tomaste el desayuno. Además, yo estoy comiendo, también. ¿Recuerdas?
—No  es…  —Yo  mordí  mi  labio.  Lo  último  que  quería  era  insultarla,  pero  yo  no  podía decirle que era una prueba—. Después de lo ocurrido… se lo prometí a Peter, eso es todo. Lo siento. Debería habértelo contado antes de trajera todo esto aquí.

Esperé que dijera algo, pero su expresión era ilegible. Por ultimo sonrió, aunque no llegó a sus ojos. 

@heartespos 

1 comentarios:

Chari 10 de noviembre de 2014, 13:09  

Si Hera es la k se encarga d la comida ,k raro k se intoxicaran.Debería haber estado mas pendiente o....ella es quien trama todo.

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