martes, 4 de noviembre de 2014

Capitulo 39



Los segundos pasaban, y Peter guardaba silencio. Era injusto que 
estuviera deseando tirar la toalla para siempre cuando había otros allí 
afuera —incluida mi madre— que querían vivir, pero no podían. Mientras 
miraba firmemente la ventana, mi ira aumentaba, pero gritarle antes de que él 
respondiera, no me aliviaría. 
—Te he traído un regalo. 
Mi cabeza se volvió hacia él, una fracción de centímetro antes de que 
pudiera detenerme. 
—Ésa no es una respuesta. 
—Sí lo es —dijo, y podía oír una pequeña sonrisa en su voz—. No hubiera traído 
algo para ti si no quisiera que te quedaras. 
Fruncí el ceño. 
—¿Qué clase de regalo es? 
—Si te das la vuelta, lo verás. 
Antes de que tuviera la oportunidad, algo me empujó en el hombro. Algo frío, 
húmedo y muy vivo. 
Me giré alrededor, me senté y me quedé mirando la bola de piel blanca y 
negra sentada junto a mí en mi cama. Lo miré con los ojos húmedos, su 
pequeña cola se movía. Mi corazón se derritió, toda mi ira y frustración 
olvidadas temporalmente. 
—Si no sintiera que realmente puedes cambiar las cosas, no habría arriesgado 
tu vida, para empezar —dijo Peter—. Lamento que sientas que no eres nadie 
para mí, Lali, porque la verdad es justamente lo contrario. Y nunca esperaría 
que fueras Perséfone —agregó con la misma indicación de dolor en su voz—. 
Tú eres tú, y tan pronto como pueda, te contaré todo. Te lo prometo. 
Me quedé mirando al cachorro, demasiado asustada para decir o hacer algo 
que lo hiciera cambiar de opinión. ¿Estaba igual que Hermes, diciendo lo que 
yo quería oír? ¿O realmente quería decirlo? 
—Has perdido un amigo hoy por mí, y no quiero que te sientas sola —
dijo, mientras acariciaba al cachorro, y su cola golpeaba el colchón—. Es de 
mi conocimiento que uno no le da una mascota a alguien si no espera... —
vaciló—. Si no tiene la esperanza de pasar un poco de tiempo con esa 
persona en el futuro. 
Esperar. Esperanza. ¿Qué quería decir realmente? 
Quería decirle exactamente donde podía Hermes meter nuestra supuesta 
amistad, pero me tomó un momento recordar cómo hablar. Me había pasado 
toda la infancia molestando a mi madre con un cachorro, pero siempre se 
había mantenido firme. Después de que enfermó, me había dado por 
vencida, incapaz de cuidar de ella y de un perro al mismo tiempo. 
¿Cómo sabía Peter eso? ¿O es que simplemente lo había imaginado? —Es... ¿hembra o macho? 
—Macho. —Las comisuras de sus labios temblaron hacia arriba en una 
sonrisa—. No quiero que Hera capte cualquier idea. 
Dudé. 
—¿Es mío? 
—Todo tuyo. Puedes llevarlo contigo en primavera, si quieres. 
Levanté al perrito, sosteniéndolo contra mi pecho. De pie sobre mi 
brazo, me lamió la barbilla, apenas llegando a alcanzarla. 
—Gracias —dije en voz baja—. Esto es realmente amable de tu parte. 
—Es un placer —dijo Peterde pie—. Los dejaré para permitirles la oportunidad 
de que se conozcan el uno al otro. Es muy amistoso, te lo aseguro, y 
muy consciente. Está aprendiendo aún el modo correcto de comportarse, 
pero es un alumno ansioso. 
El cachorro saltó más alto, llegando a alcanzar mi mejilla. Sonreí, y cuando 
Peter puso una mano en la puerta, dije: 
—¿Peter? 
—¿Si?era quedarse. Para hacer que quisiera intentarlo por algo más que por 
mi bien. No se me ocurrió nada, así que en su lugar, después de un momento 
que parecía extenderse mucho más del punto de cortesía, dije en voz baja: 
—Por favor no te des por vencido. 
Cuando finalmente contestó, su voz era tan baja que apenas pude oírlo. 
—Lo intentaré. 
—Por favor —dije de nuevo, esta vez con urgencia—. Después de todo lo que 
pasó... no puedes. Sé que la perdiste... pero… 
Hubo un silencio entre nosotros. 
—¿Pero qué? 
—Por favor, sólo... dame una oportunidad. 
Él miró a lo lejos, y a través de la oscura luz vi sus hombros encorvados, como si estuviera intentando encogerse a sí mismo tanto como pudiera. 
—Por supuesto —dijo, abriendo la puerta—. Que duermas bien. 
Acaricié la cabeza de mi cachorro. No quería que se fuera. Quería jugar a las 
cartas, hablar o leer... cualquier cosa que no le hiciera recordar a 
Perséfone. Después de la noche que había tenido, merecía mucho más. 
Ambos lo merecíamos. a
—Quédate —solté—. Por favor. 
Pero cuando alcé la mirada, él ya se había ido. 

Ultimo por hoy, o quieren uno más?
@heartespos

1 comentarios:

Unknown 5 de noviembre de 2014, 6:26  

Hola!! soy nueva lectora me encanta tu novela y me encanto el cap..
subí mas por favor!!

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:3

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