Capitulo 48
Un desafortunado
efecto colateral de
la expulsión de
Afrodita y el
riesgo de que ella
pudiera tratar de
tomar venganza, era
el guardia de
torre que estaba
conmigo donde quiera que fuera. Con una altura de un metro noventa y
ocho, era el rubio grande que había
visto en la parte posterior del baile
en septiembre. Caminaba con una cojera que
no parece afectar
su velocidad, y
tenía mucho miedo
de preguntarle cómo la había
conseguido. Aunque no
dijo mucho, Hera
lo llamaba Hefesto,
y era lo suficientemente amable para un tipo que
podría matarme con su dedo meñique.
Nunca estaba
sola. Cuando Hefesto
no estaba conmigo,
Peter lo estaba,
y había más guardias
posicionados fuera de
mi habitación mientras
dormía. Ellos eran
sólo para el mostrar; después de la víspera de Navidad,
Peter pasó todas las noches conmigo, un giro completo a la forma en que había
actuado antes de Navidad. Era como si se hubiese roto una barrera invisible, y
ahora en vez de evitarme
y esperar que
me mantuviera viva, parecía decidido a hacer el trabajo por
mí.
Nada sucedía en las
noches, excepto un beso ocasional o el cepillado de su mano en mi pelo, y nunca
presionó por nada
más. Simplemente estaba
agradecida por la
compañía, y mientras más veía su
lado más humano, más esperaba que fuera suficiente para hacer que quisiera
quedarme.
No era
una farsa. No
le devolvía sus
besos para engañarlo
haciéndole creer que me importaba o porque le compadecía. Me
enamoraba de él, un poco más cada día, a pesar de que una gran parte de mí
sabía que esta era una mala idea. No había ninguna garantía de lo que pasaría,
y nada me daba motivos para pensar que
cualquier tipo de relación iba a durar
más que el
resto del invierno.
Pero si lo
hiciera, y de
alguna manera milagrosa tuviera éxito, Peter necesitaría una
razón para quedarse, y quería ser esa razón. Así que, por primera
vez en mi
vida, hice a
un lado las
preocupaciones y las
dudas, y bajé
mis barreras. Las tardes eran una carga, una que tenía que soportar para llegar a las noches que
pasábamos juntos, y cada vez que lo
veía, no importaba el poco tiempo
que hubiese estado fuera,
mi corazón se
aceleraba. Ahora que
había sobrevivido a
la Navidad, me atrevía a esperar, y con esa esperanza
llegaron las posibilidades.
Cuando me
despertaba antes que
él, lo veía
dormir mientras los
rayos de la
mañana se filtraban por
las cortinas, y
trataba de imaginar
despertar con él
de esta manera
por el resto de la eternidad. Era extraño pensar que si lo
imposible sucedía y me las arreglaba para pasar
las pruebas sin
que me mataran,
él sería mi
futuro. Todo mi
futuro, sin la amenaza de muerte al acecho alrededor de
la esquina por más tiempo. Mi esposo.
La palabra era ajena
a mis pensamientos, y más aún a mi lengua,
y estaba segura de que nunca me acostumbraría a la idea. Pero por más que me
resistiera a ella —era demasiado joven, demasiado
solitaria, no demasiado
ni remotamente preparada
para ese tipo
de vida— empecé a ver que no
sería tan malo. Peter estaba
deshecho, pero yo también lo estaba, y
pasar mi vida con él no era el infierno que había pensado que sería en la
semana después de haber
salvado la vida
de Afrodita. Y
con el tiempo, tal
vez seríamos capaces
de fijarnos entre nosotros. Yo podría darle lo que necesitaba —una amiga, una esposa, una reina— y en
cambio, él podría ser mi familia.
A medida
que los días
antes de la
primavera disminuían, los
sueños con mi
madre se hacían más solemnes.
Cada momento era precioso, pero la mayoría de las veces no tenía ni idea de qué
decir. Andábamos caminando de la mano por el parque casi todos los días, y ella
conducía la conversación como hablando de todo y nada. Todas las noches me
decía que estaba muy orgullosa de mí, lo mucho que me amaba, y lo mucho que
ella quería que fuera feliz sin ella, no me necesitaba para seguir como Henry
me necesitaba, pero los más que podía darle a cambio era un gesto firme y un
apretón de manos. Las cosas que yo no podía
decir se reunieron
en la garganta,
formando un nudo
que no podía
desatar.
Conforme pasaban los
días y disminuían mis posibilidades para hablarle, sabía que tendría que forzar
la salida tarde
o temprano, pero
todavía no. Siempre
y cuando hubiera
un mañana en la casa, podría pretender que
aún había esperanza de que nunca tuviera que morir.
Cuanto más
me acercaba a Peter, más
alejada estaba del mundo real.
A pesar de que
estaba empezando a
sentir que no
volvería nunca más,
como si aquellos
seis meses de alguna manera encontrarían una forma de
extenderse hasta la eternidad, sabía que no lo harían. Había un final, y nos aproximábamos
rápidamente a el.
A pesar de la
compañía de Peter y las constantes sombras, me sentía sola. Artemisa pasaba todo su
tiempo con Apolo, y Hera se
quedaba conmigo mientras
Peter no estaba, aunque parecía suave tras el incidente
de Navidad. Y aunque ahora Hermes era el enemigo, pensaba en él a menudo. No
podía haber sido todo falso, nuestra amistad, y me perdía en la posibilidad de
echarlo de menos sin sentirme enojada. Él no era el que trataba de matarme, ahora estaba
segura, y saber
que estaba de
mi lado, aunque
yo no estaba
del suyo, era confortador.
Extrañaba a Afrodita
sobre todo. Cada vez que me encontraba con algo que quería mostrarle, o pensaba en
algo que quería
decirle, me tomaba
unos segundos recordar
que nunca la volvería a ver, al menos no como amigas.
De vez en cuando tenía vistazos de ella saliendo de una habitación mientras yo
entraba, o en el otro extremo de un pasillo, pero ella nunca estaba allí
durante más de un momento.
Peter nunca me hizo
hablar sobre el dolor y la culpa que sentía por la separación, aunque a veces
me mantenía despierta durante la noche. Él me dejaba trabajar a mi manera, y no
estaba segura si estaba agradecida o resentida. Saber que Afrodita debió haberse sentido tan mal como yo, sólo me hacía sentir
peor. Tal vez no era la mejor amiga del mundo, y tal vez era un poco egoísta a
veces, pero yo no era perfecta tampoco. Con cada día que pasaba me arrepentía
más y más de mi decisión. Afrodita se permitió cometer un error, todos lo
hacíamos. ¿Y qué me daba el derecho a castigarla por ello, cuando todo lo que
había estado tratando de hacer era tratar de llevar un poco mejor la soledad?
Para tratar de llenar
las horas vacías, pasé cada vez más tiempo en los establos con Poseidón.
Era tranquilo y no
presionaba la conversación. Parecía entender lo que estaba pasando, y se ofreció
a dejarme pasar
tanto tiempo con
los caballos como
quisiera. Fue una oferta
generosa, teniendo en cuenta
lo protector que era
con ellos, pero no
fue suficiente para hacerme olvidar lo que me estaba
perdiendo.
Continuamos con el segundo capitulo por hoy
@heartespos
1 comentarios:
Algo tiene k hacer ,para k Afrodita pueda estar con ella.
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