sábado, 8 de noviembre de 2014

Capitulo 48




Un  desafortunado  efecto  colateral  de  la  expulsión  de  Afrodita  y  el  riesgo  de  que  ella pudiera  tratar  de  tomar  venganza,  era  el  guardia  de  torre  que  estaba  conmigo donde quiera que fuera. Con una altura de un metro noventa y ocho, era el rubio grande  que había visto en la  parte posterior del  baile  en  septiembre. Caminaba con una cojera  que  no  parece  afectar  su  velocidad,  y  tenía  mucho  miedo  de  preguntarle cómo  la había  conseguido.  Aunque  no  dijo  mucho,  Hera  lo  llamaba  Hefesto,  y  era  lo suficientemente amable para un tipo que podría matarme con su dedo meñique.
Nunca  estaba  sola.  Cuando  Hefesto  no  estaba  conmigo,  Peter  lo  estaba,  y  había  más guardias  posicionados  fuera  de  mi  habitación  mientras  dormía.  Ellos  eran  sólo  para  el mostrar; después de la víspera de Navidad, Peter pasó todas las noches conmigo, un giro completo a la forma en que había actuado antes de Navidad. Era como si se hubiese roto una  barrera invisible,  y  ahora  en  vez  de  evitarme  y  esperar  que  me  mantuviera  viva, parecía decidido a hacer el trabajo por mí.
Nada sucedía en las noches, excepto un beso ocasional o el cepillado de su mano en mi pelo, y  nunca  presionó  por  nada  más.  Simplemente  estaba  agradecida  por  la  compañía,  y mientras más veía su lado más humano, más esperaba que fuera suficiente para hacer que quisiera quedarme.
No  era  una  farsa.  No  le  devolvía  sus  besos  para  engañarlo  haciéndole creer  que  me importaba o porque le compadecía. Me enamoraba de él, un poco más cada día, a pesar de que una gran parte de mí sabía que esta era una mala idea. No había ninguna garantía de lo que pasaría, y nada me  daba motivos para pensar que cualquier tipo de relación iba a durar  más  que  el  resto  del  invierno.  Pero  si  lo  hiciera,  y  de  alguna  manera  milagrosa tuviera éxito, Peter necesitaría una razón para quedarse, y quería ser esa razón. Así que, por  primera  vez  en  mi  vida,  hice  a  un  lado  las  preocupaciones  y  las  dudas,  y  bajé  mis barreras. Las tardes eran una carga, una que  tenía que soportar para llegar a las noches que pasábamos juntos,  y cada  vez que lo  veía, no importaba el poco  tiempo que  hubiese estado  fuera,  mi  corazón  se  aceleraba.  Ahora  que  había  sobrevivido  a  la  Navidad,  me atrevía a esperar, y con esa esperanza llegaron las posibilidades.
Cuando  me  despertaba  antes  que  él,  lo  veía  dormir  mientras  los  rayos  de  la  mañana  se filtraban  por  las  cortinas,  y  trataba  de  imaginar  despertar  con  él  de  esta  manera  por  el resto de  la eternidad. Era extraño pensar que si lo imposible sucedía  y  me las arreglaba para  pasar  las  pruebas  sin  que  me  mataran,  él  sería  mi  futuro.  Todo  mi  futuro,  sin  la amenaza de muerte al acecho alrededor de la esquina por más tiempo. Mi esposo.
La palabra era ajena a mis pensamientos, y más aún  a mi lengua, y estaba segura de que nunca me acostumbraría a la idea. Pero por más que me resistiera a ella  —era demasiado joven,  demasiado  solitaria,  no  demasiado  ni  remotamente  preparada  para  ese  tipo  de vida—  empecé a ver  que no  sería tan malo.  Peter estaba deshecho,  pero yo también lo estaba, y pasar mi vida con él no era el infierno que había pensado que sería en la semana después  de  haber  salvado  la  vida  de  Afrodita.  Y  con  el tiempo,  tal  vez  seríamos  capaces  de fijarnos entre nosotros. Yo podría darle lo que necesitaba  —una amiga, una esposa, una reina— y en cambio, él podría ser mi familia.
A  medida  que  los  días  antes  de  la  primavera  disminuían,  los  sueños  con  mi  madre  se hacían más solemnes. Cada momento era precioso, pero la mayoría de las veces no tenía ni idea de qué decir. Andábamos caminando de la mano por el parque casi todos los días, y ella conducía la conversación como hablando de todo y nada. Todas las noches me decía que estaba muy orgullosa de mí, lo mucho que me amaba, y lo mucho que ella quería que fuera feliz sin ella, no me necesitaba para seguir como Henry me necesitaba, pero los más que podía darle a cambio era un gesto firme y un apretón de manos. Las cosas que yo no podía  decir  se  reunieron  en  la  garganta,  formando  un  nudo  que  no  podía  desatar.
Conforme pasaban los días y disminuían mis posibilidades para hablarle, sabía que tendría que  forzar  la  salida  tarde  o  temprano,  pero  todavía  no.  Siempre  y  cuando  hubiera  un mañana  en  la casa, podría pretender  que  aún había esperanza de  que  nunca tuviera que morir.
Cuanto  más  me  acercaba  a  Peter,  más  alejada  estaba  del  mundo  real.  A  pesar  de  que estaba  empezando  a  sentir  que  no  volvería  nunca  más,  como  si  aquellos  seis  meses  de alguna manera encontrarían una forma de extenderse hasta la eternidad, sabía que no lo harían. Había un final, y nos aproximábamos rápidamente a el.
A  pesar de la  compañía de Peter  y  las constantes sombras,  me sentía sola.  Artemisa pasaba todo  su  tiempo  con Apolo,  y  Hera  se  quedaba  conmigo  mientras  Peter  no  estaba, aunque parecía suave tras el incidente de Navidad. Y aunque ahora Hermes era el enemigo, pensaba en él a menudo. No podía haber sido todo falso, nuestra amistad, y me perdía en la posibilidad de echarlo de menos sin sentirme enojada. Él no era el que trataba de matarme, ahora  estaba  segura,  y  saber  que  estaba  de  mi  lado,  aunque  yo  no  estaba  del  suyo,  era confortador.
Extrañaba a Afrodita sobre todo. Cada vez que me encontraba con algo que quería mostrarle, o pensaba  en  algo  que  quería  decirle,  me  tomaba  unos  segundos  recordar  que  nunca  la volvería a ver, al menos no como amigas. De vez en cuando tenía vistazos de ella saliendo de una habitación mientras yo entraba, o en el otro extremo de un pasillo, pero ella nunca estaba allí durante más de un momento.
Peter nunca me hizo hablar sobre el dolor y la culpa que sentía por la separación, aunque a veces me mantenía despierta durante la noche. Él me dejaba trabajar a mi manera, y no estaba segura si estaba agradecida o resentida. Saber  que Afrodita debió haberse  sentido tan mal como yo, sólo me hacía sentir peor. Tal vez no era la mejor amiga del mundo, y tal vez era un poco egoísta a veces, pero yo no era perfecta tampoco. Con cada día que pasaba me arrepentía más y más de mi decisión. Afrodita se permitió cometer un error, todos lo hacíamos. ¿Y qué me daba el derecho a castigarla por ello, cuando todo lo que había estado tratando de hacer era tratar de llevar un poco mejor la soledad?
Para tratar de llenar las horas vacías, pasé cada vez más tiempo en los establos con Poseidón.

Era tranquilo y no presionaba la conversación. Parecía entender lo que estaba pasando, y se  ofreció  a  dejarme  pasar  tanto  tiempo  con  los  caballos  como  quisiera.  Fue  una  oferta generosa,  teniendo en  cuenta  lo  protector que  era  con  ellos,  pero no  fue  suficiente  para hacerme olvidar lo que me estaba perdiendo. 

Continuamos con el segundo capitulo por hoy 

@heartespos

1 comentarios:

Chari 9 de noviembre de 2014, 3:33  

Algo tiene k hacer ,para k Afrodita pueda estar con ella.

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP