jueves, 13 de noviembre de 2014

Capitulo 60


—Es  verdad  —dijo,  su mirada fija en algo  que  yo  no podía  ver—.  ¿Y  entiendes  que  el éxito también significa que tú y yo estaremos casados?
Yo  no  sabía  si  el  escalofrío  que  me  recorrió  la  espina  dorsal  era  por  la  emoción  o  los nervios. 
—Sí, de cierta forma tuve elección sobre eso. No te importa, ¿verdad? Quiero decir, sé que es un poco rápido y todo.
Él esbozó una sonrisa. 
—No, no me importa. ¿Y a ti?
¿A mí? Yo no estaba lista para ser la esposa de alguien o la reina, pero esto significaba que conseguiría  retenerlo.  Él  había  dicho  que  yo  sería  libre  para  estar  con  otros  y  vivir  mi propia vida  durante mis seis meses alejada,  si yo quería,  y aunque no  podía imaginarme encontrando a alguien que pudiera compararse con él, esto ayudaría a aliviar la sensación de estar atrapado. Sacudí la cabeza. 
—Siempre y cuando no me hagas usar un vestido para la ceremonia.
Peter me dio una mirada. 
¿Por qué crees que estás vestida de blanco?
—Oh. —Hice una cara—. Eso no es muy justo, sabes.
—Sí, lo sé. —Envolvió su brazo alrededor de mí, el peso de este familiar y reconfortante—.
Ahora tenemos que salir, un poco más y verdaderamente llegaremos tarde. Cierra los ojos.
Hice  como había  dicho, deseando  que mi estómago  parara de  hacer volteretas el tiempo suficiente  para  que  consiguiera  atravesar  esto  sin  arruinar  mi  vestido.  Cuando  los  abrí, estábamos  en  el  salón  de  baile.  Estaba  vacío,  excepto  por  catorce  magníficos  tronos dispuestos  en  círculo,  todos  los  del  baile  de  septiembre.  Cada  uno  era  único: algunos estaban hechos  de madera, y  otros de piedra,  plata u oro. Uno  parecía que estaba hecho incluso de ramas y enredaderas, pero no pude acercarme lo suficiente para conseguir una buena mirada.
Esperando  por  mí  en  el  centro  había  un  taburete  acolchado.  Aparecimos  a  unos  pocos metros de éste, y Peter me ayudó y no soltó mi mano hasta que estuve acomodada.  
—¿Cómoda? —dijo él.
Asentí con la cabeza, y él apretó sus labios en mi frente por un persistente momento. 
—No importa lo que pase, siempre estaré ahí para ti, incluso si no recuerdas quién soy.
Mientras sus ojos buscaban los míos, forcé una pequeña sonrisa, demasiado nerviosa para tratar realmente. Debajo de mí el encaje del cojín me estaba irritando, pero no me fiaba de mí misma para moverme. 
—No hay manera de que ellos puedan hacerme olvidarte  —le dije—. Sin importa lo que me hagan.
Vi un atisbo de tristeza en sus ojos antes de que apartara la mirada y dio un paso atrás. 
—Nos vemos en breve —dijo—. No te muevas.
Parpadeé,  y  él  se había ido.  Examiné  los  tronos para mantenerme ocupada,  tratando  de averiguar  lo  que  los  propietarios  podrían  ser.  El  más  grande,  parecía  como  si  estuviese formada de vidrio, colocado  directamente frente a  mí. Ver a todos  los catorce en círculo alrededor de mí hizo latir mi corazón y sudar a mis  palmas, y luché  por mantenerme lo más  tranquila  que  podía.  En  lugar  de  eso  miré  alrededor,  tratando  de  averiguar  cuál pertenecía a Hermes.  No el hecho  de  conchas de mar. Plata  u oro,  tal  vez, o  quizá el que brillaba como un ascua.
Pensar en Hermes me dio dolor de cabeza, así que, en su lugar, cerré los ojos. Esto era todo.
No había más oportunidades y no podía hacer para cambiar la opinión del consejo. La idea  era extrañamente consoladora, saber que lo que fuera que ellos hubieran tenido guardado para mí había terminado. Para bien o para mal, yo había sobrevivido. A duras penas.
Pero  mi  madre  no  lo  había  logrado,  y  su  pérdida  oscurecía,  ahora,  todo  lo  que  hice.  Se sentía mal estar aquí sabiendo que ella estaba sola. Era la cosa más importante en mi vida, y pensar en  algo más que su falta, se sentía como una traición. No había continuado, no después de sólo una semana, y estaba temerosa que de ella pensara que lo había hecho. Era una estupidez y yo lo sabía, esto era lo que ella había querido para mí, ¿no? ¿Estaría aún orgullosa de mí si fallaba? ¿Todavía habría dado su vida por la mía si hubiera sabido que esto no traería nada bueno?
Por supuesto que lo habría hecho. Artemisa  me quiso tanto como yo la amaba. La muerte  no cambiaba eso, y  tampoco lo  hacía el  fracaso. Pero pasaría si  pudiera, si  hubiera quedado alguna oportunidad. Por ella y por Peter.
El débil sonido de gritos me apartó de mis pensamientos. Una puerta en el lado izquierdo del salón de baile se abrió de golpe, y Peter irrumpió en el interior.
—No  —dijo  él,  la  ira  saturando  su  voz—.  Le  hice  una  promesa,  y  no  tengo  ninguna intención de romperla.
—No te correspondía hacer esa promesa. —Traté de ver al propietario de la segunda voz, pero estaba oculto por un trono que parecía como si estuviera lleno de agua—.  Artemisa es una de nosotros, y se quedará.
—Artemisa no es bienvenida en mi casa  —dijo Peter con un gruñido hizo que el pelo en la parte de atrás de mi nuca se levantara.
—O se queda o nos vamos todos.
Miré con los ojos muy abiertos como Peter estrellaba su puño en la pared, haciendo que toda la sala se estremeciera. Empecé a deslizarme de mi taburete, pero me detuve cuando hice una mueca de dolor. Moverme no era una buena idea en este momento, y sólo haría que Peter se enojara más.
—Muy bien. Pero ella se va en el momento en que esto termine.
—De acuerdo.
Con  la  furia  irradiando de  él, Peter irrumpió  a  través  de  la  habitación  hacia  donde  yo estaba sentada. Rozando sus labios contra mi mejilla, susurró: 
—Lali, lo siento tanto.
—Sea  lo  que  sea,  está  bien  —dije,  tratando  de  recordar  que  promesa  había  hecho  que podría verse obligado a romper.
Nada me vino a la mente.
Se enderezó y puso su mano sobre mi hombro. Podía sentir cómo de tenso estaba, y no hizo nada para ayudar a mis propios nervios. 
—Hermanos  y  hermanas,  sobrinas  y  sobrinos,  permítanme  presentarles  a  Mariana Esposito.
 Comencé  a  reprocharle  por  presentarme  por  mi  nombre  completo,  pera  mi  aliento  se quedó  en  mi  garganta  cuando  vi  la  procesión  de  gente caminando  hacia  nosotros.  Me agarré al borde de mi asiento, demasiado aturdida para moverme.
Zeus fue el primero, vestido con una sencilla bata blanca. Después de él entró Hestia, sus mejillas ruborizadas cuando captó mi mirada. Hermes fue el siguiente, y se quedó mirando al suelo. Quería mirar hacia otro lado, pero mis
ojos lo siguieron hasta el final hacia  su trono. El  suyo era el que parecía que los brazos estaban hechos de dos serpientes. Me estremecí.
Después de él, entró Atenas, y luego Hefesto y Poseidón el hosco caballerizo.
Artemisa, sosteniendo la mano de Apolo.
Dylan  de  la  Preparatoria  Eden,  una  cara  tan  lejana  en  mi  memoria  que  me  tomó  un momento ubicarlo
Y para el momento en que Dioniso atravesó la puerta, viéndose bien y entero, yo estaba demasiado abrumada para preguntarme exactamente cómo había vuelto del Inframundo.
El  agarre  de Peter  sobre mi hombro  aumentó cuando la  siguiente persona  dio un  paso dentro del círculo y, de repente, me di cuenta de porqué estaba enojado.Hra.
Pero  no fue  la  última.  Mi estómago  se  contrajo  cuando  me  percaté  de quien  llegaba  de última. Afrodita.
Todos se pararon en frente de sus respectivos tronos, dándome unos pocos segundos de gracia  para  detener  mi  mente  de  tambalearse.  Vagamente  tomé  nota  de  que  dos  de  los tronos  estaban vacíos, y  Zeus reclamó el  enorme trono hecho de  vidrio,  pero el salón giró a mi alrededor, haciéndose difícil de enfocar.

—Lali —dijo Peter—. Te presento al consejo.

Holaa a todas! Perdon por no haver colgado regularmente, he tenido muchos trabajos y muy poco tiempo, lo siento hoy les dejo un par de capitulos y espero que nos veamos mañana sinó el sabado
Besos
@heartespos 

1 comentarios:

Chari 15 de noviembre de 2014, 12:39  

Están todos.
No me extrañaría k su madre también forme parte .y una d las sillas vacías,sea ocupada x ella.

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP