Capitulo 60
—Es verdad
—dijo, su mirada fija en
algo que
yo no podía ver—.
¿Y entiendes que el
éxito también significa que tú y yo estaremos casados?
Yo no
sabía si el
escalofrío que me
recorrió la espina
dorsal era por
la emoción o los
nervios.
—Sí, de cierta forma
tuve elección sobre eso. No te importa, ¿verdad? Quiero decir, sé que es un
poco rápido y todo.
Él esbozó una
sonrisa.
—No, no me importa.
¿Y a ti?
¿A mí? Yo no estaba
lista para ser la esposa de alguien o la reina, pero esto significaba que conseguiría retenerlo.
Él había dicho
que yo sería
libre para estar
con otros y
vivir mi propia vida durante mis seis meses alejada, si yo quería, y aunque no
podía imaginarme encontrando a alguien que pudiera compararse con él,
esto ayudaría a aliviar la sensación de estar atrapado. Sacudí la cabeza.
—Siempre y cuando no
me hagas usar un vestido para la ceremonia.
Peter me dio una
mirada.
—¿Por qué crees que estás vestida de blanco?
—Oh. —Hice una cara—.
Eso no es muy justo, sabes.
—Sí, lo sé. —Envolvió
su brazo alrededor de mí, el peso de este familiar y reconfortante—.
Ahora tenemos que
salir, un poco más y verdaderamente llegaremos tarde. Cierra los ojos.
Hice como había
dicho, deseando que mi
estómago parara de hacer volteretas el tiempo suficiente para
que consiguiera atravesar
esto sin arruinar
mi vestido. Cuando
los abrí, estábamos en
el salón de
baile. Estaba vacío,
excepto por catorce
magníficos tronos dispuestos en
círculo, todos los
del baile de
septiembre. Cada uno
era único: algunos estaban
hechos de madera, y otros de piedra, plata u oro. Uno parecía que estaba hecho incluso de ramas y
enredaderas, pero no pude acercarme lo suficiente para conseguir una buena
mirada.
Esperando por
mí en el
centro había un
taburete acolchado. Aparecimos
a unos pocos metros de éste, y Peter me ayudó y no
soltó mi mano hasta que estuve acomodada.
—¿Cómoda? —dijo él.
Asentí con la cabeza,
y él apretó sus labios en mi frente por un persistente momento.
—No importa lo que
pase, siempre estaré ahí para ti, incluso si no recuerdas quién soy.
Mientras sus ojos
buscaban los míos, forcé una pequeña sonrisa, demasiado nerviosa para tratar
realmente. Debajo de mí el encaje del cojín me estaba irritando, pero no me
fiaba de mí misma para moverme.
—No hay manera de que
ellos puedan hacerme olvidarte —le
dije—. Sin importa lo que me hagan.
Vi un atisbo de
tristeza en sus ojos antes de que apartara la mirada y dio un paso atrás.
—Nos vemos en breve
—dijo—. No te muevas.
Parpadeé, y
él se había ido. Examiné
los tronos para mantenerme
ocupada, tratando de averiguar
lo que los
propietarios podrían ser. El
más grande, parecía
como si estuviese formada de vidrio, colocado directamente frente a mí. Ver a todos los catorce en círculo alrededor de mí hizo
latir mi corazón y sudar a mis palmas, y
luché por mantenerme lo más tranquila
que podía. En
lugar de eso
miré alrededor, tratando
de averiguar cuál pertenecía a Hermes. No el hecho
de conchas de mar. Plata u oro,
tal vez, o quizá el que brillaba como un ascua.
Pensar en Hermes me
dio dolor de cabeza, así que, en su lugar, cerré los ojos. Esto era todo.
No había más
oportunidades y no podía hacer para cambiar la opinión del consejo. La
idea era extrañamente consoladora, saber
que lo que fuera que ellos hubieran tenido guardado para mí había terminado.
Para bien o para mal, yo había sobrevivido. A duras penas.
Pero mi
madre no lo
había logrado, y
su pérdida oscurecía,
ahora, todo lo
que hice. Se sentía mal estar aquí sabiendo que ella
estaba sola. Era la cosa más importante en mi vida, y pensar en algo más que su falta, se sentía como una traición.
No había continuado, no después de sólo una semana, y estaba temerosa que de ella
pensara que lo había hecho. Era una estupidez y yo lo sabía, esto era lo que
ella había querido para mí, ¿no? ¿Estaría aún orgullosa de mí si fallaba?
¿Todavía habría dado su vida por la mía si hubiera sabido que esto no traería
nada bueno?
Por supuesto que lo
habría hecho. Artemisa me quiso tanto como
yo la amaba. La muerte no cambiaba eso,
y tampoco lo hacía el
fracaso. Pero pasaría si pudiera,
si hubiera quedado alguna oportunidad.
Por ella y por Peter.
El débil sonido de
gritos me apartó de mis pensamientos. Una puerta en el lado izquierdo del salón
de baile se abrió de golpe, y Peter irrumpió en el interior.
—No —dijo
él, la ira
saturando su voz—.
Le hice una promesa, y
no tengo ninguna intención de romperla.
—No te correspondía
hacer esa promesa. —Traté de ver al propietario de la segunda voz, pero estaba
oculto por un trono que parecía como si estuviera lleno de agua—. Artemisa es una de nosotros, y se quedará.
—Artemisa no es
bienvenida en mi casa —dijo Peter con un
gruñido hizo que el pelo en la parte de atrás de mi nuca se levantara.
—O se queda o nos
vamos todos.
Miré con los ojos muy
abiertos como Peter estrellaba su puño en la pared, haciendo que toda la sala
se estremeciera. Empecé a deslizarme de mi taburete, pero me detuve cuando hice
una mueca de dolor. Moverme no era una buena idea en este momento, y sólo haría
que Peter se enojara más.
—Muy bien. Pero ella
se va en el momento en que esto termine.
—De acuerdo.
Con la
furia irradiando de él, Peter irrumpió a
través de la
habitación hacia donde
yo estaba sentada. Rozando sus labios contra mi mejilla, susurró:
—Lali, lo siento
tanto.
—Sea lo
que sea, está
bien —dije, tratando
de recordar que
promesa había hecho
que podría verse obligado a romper.
Nada me vino a la
mente.
Se enderezó y puso su
mano sobre mi hombro. Podía sentir cómo de tenso estaba, y no hizo nada para
ayudar a mis propios nervios.
—Hermanos y
hermanas, sobrinas y
sobrinos, permítanme presentarles
a Mariana Esposito.
Comencé a
reprocharle por presentarme
por mi nombre
completo, pera mi
aliento se quedó en
mi garganta cuando
vi la procesión
de gente caminando hacia
nosotros. Me agarré al borde de
mi asiento, demasiado aturdida para moverme.
Zeus fue el primero,
vestido con una sencilla bata blanca. Después de él entró Hestia, sus mejillas
ruborizadas cuando captó mi mirada. Hermes fue el siguiente, y se quedó mirando
al suelo. Quería mirar hacia otro lado, pero mis
ojos lo siguieron
hasta el final hacia su trono. El suyo era el que parecía que los brazos estaban
hechos de dos serpientes. Me estremecí.
Después de él, entró Atenas,
y luego Hefesto y Poseidón el hosco caballerizo.
Artemisa, sosteniendo
la mano de Apolo.
Dylan de
la Preparatoria Eden,
una cara tan
lejana en mi
memoria que me
tomó un momento ubicarlo
Y para el momento en
que Dioniso atravesó la puerta, viéndose bien y entero, yo estaba demasiado
abrumada para preguntarme exactamente cómo había vuelto del Inframundo.
El agarre
de Peter sobre mi hombro aumentó cuando la siguiente persona dio un
paso dentro del círculo y, de repente, me di cuenta de porqué estaba
enojado.Hra.
Pero no fue
la última. Mi estómago se
contrajo cuando me percaté de quien
llegaba de última. Afrodita.
Todos se pararon en
frente de sus respectivos tronos, dándome unos pocos segundos de gracia para
detener mi mente
de tambalearse. Vagamente
tomé nota de
que dos de los
tronos estaban vacíos, y Zeus reclamó el enorme trono hecho de vidrio,
pero el salón giró a mi alrededor, haciéndose difícil de enfocar.
—Lali —dijo Peter—.
Te presento al consejo.
Holaa a todas! Perdon por no haver colgado regularmente, he tenido muchos trabajos y muy poco tiempo, lo siento hoy les dejo un par de capitulos y espero que nos veamos mañana sinó el sabado
Besos
@heartespos
1 comentarios:
Están todos.
No me extrañaría k su madre también forme parte .y una d las sillas vacías,sea ocupada x ella.
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