martes, 4 de noviembre de 2014

Capitulo 38



—No es una competencia —dije, más o menos haciendo eco de sus 
palabras anteriores. 
Pero incluso mientras las decía, sabía que lo era. Si no podía hacer que 
Peter se preocupara por mí, no tendría ninguna razón para continuar. Y 
en su mente siempre estaría debajo de Perséfone. Pero no era un motivo 
para dejar de luchar por él. Se merecía una oportunidad de ser feliz, al igual 
que yo, y no estaba lista para decir adiós a otra persona en mi vida. 
La expresión de Hermes se suavizó. 
—Nunca te amará, Lali, no de la forma que tú mereces ser amada. Se rindió 
hace mucho tiempo, y todo lo que haces es prolongar su dolor. Sería más 
amable dejarlo en paz. 
Me acerqué a Hermes, dividida entre la ira y la urgente necesidad de 
tocarlo, para asegurarme de que mi James todavía estaba debajo del astuto 
Dios en el que de repente se había convertido, diciendo todas las palabras 
que creía que debía saber para convencerme de irme. Para robar la 
eternidad a Peter y quedársela él. 
—¿Y crees que debería? —dije. Estaba apenas a un pie de distancia de él—. 
¿Crees que debería renunciar y dejarlo, así como Perséfone lo dejó? 
—Perséfone tenía sus razones —dijo Hermes—. La alejó de todo lo que amaba, 
y la obligó a quedarse con él cuando ella no quería. Tú habrías hecho lo 
mismo. 
Guardé silencio. La diferencia entre Perséfone y yo era que ella había 
tenido algo que perder. Hermes se adelantó tímidamente, y lo dejé 
envolver sus brazos alrededor de mí, hundiendo su cara en mi cabello. 
Lo escuché inhalar profundamente, y me pregunté si podía oler la lavanda 
de mi champú, o si era mi miedo y la culpa y la determinación lo que sentía en 
su lugar. Después de un momento de tensión, le devolví el abrazo. 
—Por favor no te hagas esto, Lali —murmuró en mi oído. Cerré mis ojos, 
y por un momento, fingí que era como el viejo Hermes otra vez. No el rival de 
Peter, no el Dios a punto de ganar todo debido a mi fracaso, sino mi Hermes. 
—¿Harías algo por mí? —dije en su pecho. 
—Por supuesto —dijo—. Lo que sea. 
Lo solté. 
—Aléjate de mí y no vuelvas hasta la primavera. 
Sus ojos se abrieron. 
—Lali… 
—Lo digo en serio. —Mi voz tembló, pero me mantuve firme—. Vete de aquí. 
Aturdido, dio un paso hacia atrás y metió las manos en sus bolsillos. Por un 
momento parecía que iba a decir algo, pero después se dio la vuelta y se 
marchó, dejándome sola en la habitación de Perséfone. 
Había pasado cuatro años rechazando dejar a mi madre rendirse, y no 
iba a dejar que Peter hiciera lo mismo. Si no quería seguir adelante por sí 
mismo, entonces tendría que encontrar la manera que siguiera por mí, en su 
lugar. 
Horas más tarde, mucho después de que la luna se hubiera elevado tan alto 
en el cielo que ya no podía verla desde mi ventana, estaba en la cama y 
miraba el techo. Quería dormir y contarle a mi madre todo lo que había 
aprendido, preguntarle qué podía hacer para que Peter lo intentara, pero sabía que ella no podía decirme nada que no supiera ya. No era justo que ella arreglara esto; era yo la que había hecho el trato, y no iba a rendirme tan fácilmente. 
En las primeras horas de la mañana, escuché un suave golpe en mi puerta, y 
enterré mi cara en la almohada. Afrodita se había ido cuando salí de la 
habitación de Perséfone, y no estaba de humor para decirle lo que 
había sucedido. Necesitaba uno o dos días para resolver las cosas por mí 
misma antes de que la casa entera lo supiera, si no lo sabían ya. 
A pesar de que permanecí en silencio, escuché la puerta abrirse y cerrarse, y 
pasos suaves contra la alfombra. Permanecí lo más quieta posible, con la 
espera de quién fuera, saliera
—¿Lali? 
No tuve que darme vuelta para reconocer la voz de Peter. Algo vibraba en mi 
interior, una nota familiar que envió una ola de confort a través de mi 
tenso cuerpo, pero no lo enfrenté. 
Se movió tan silenciosamente que no sabía que estaba tan cerca hasta que 
sentí el colchón ceder. Fue un largo momento antes de que dijera algo. 
—Lo siento. —Su voz estaba hueca—. No deberías haber visto eso. 
—Me alegro de haberlo hecho. 
—¿Y eso por qué? 
Me negué a contestar. ¿Cómo se suponía que le diría que no quería que se 
rindiera? Qué estaba arriesgando todo por él... y que lo hacía con mucho 
gusto, pero no dejaría esto por nada. No podía hacerlo luchar, pero 
encontraría una razón para que no desapareciera. 
Oí a Peter suspirar. Forzar el silencio sólo estaba complicando más las 
cosas, así que finalmente dije desde mi almohada: 
—¿Por qué no me contaste lo de Hermes antes? 
—Porque pensé que podrías reaccionar de esta manera, y quería evitarte sufrir 
durante el mayor tiempo posible. 
—Saber no es lo que me hace daño —dije—. Lo que me duele es que nadie 
confía en mí. 
Sentí su mano en mi brazo, pero sólo duró un momento. 
—Entonces haré el esfuerzo de confiar más en ti. Me disculpo. 
Sus disculpas eran falsas para mis oídos, tanto si lo decía en verdad o no. 
—Si paso, las cosas van a cambiar, ¿cierto? ¿La vida no será un juego de 
mantener lejos a Lali? Porque si la respuesta a eso es cualquiera excepto un 
rotundo sí, no creo que pueda hacer esto. 
Acarició el dorso de su mano contra mi mejilla, pero también duró sólo un 
segundo. 
—Sí —dijo—. Un rotundo sí. No es que no confíe en ti ahora. Es sólo que algunas cosas simplemente no se pueden saber aún. Tan frustrante como puede parecer, te prometo que es por tu propio bien. 
Por mi propio bien. Al parecer, esa es la excusa que tenía cuando hacían algo 
que no me gustaba. 
—Y Perséfone —añadí, contenta de que él me diera la espalda, y no pudiera 
ver el dolor que sabía que habría en sus ojos cuando pronuncié su nombre—. 
Yo no soy ella, Peter. 
No puedo ser ella. Y no puedo pasar la eternidad tratando de estar a 
la altura de tus recuerdos sobre ella. No soy nadie para ti ahora mismo. 
Entiendo que... 
—¿Tú no eres nadie? —dijo, con una fuerza sorprendente—. No creo eso. —Déjame terminar. —Abracé mi almohada más fuerte—. Entiendo que 
no soy ella y nunca lo seré. No quiero ser ella de todos modos, no con lo 
mucho que te ha herido. Pero si esto funciona... si paso, necesito saber que 
cuando me mires, vas a verme a mí, no sólo como su sustituta. Que hay 
más en ese futuro para mí que permanecer en la sombra mientras tú te 
auto compadeces de tu existencia. Porque si Hermes tiene razón, y puedo irme 
lejos si quiero, y estás haciendo esto sabiendo perfectamente que pasarás la 
mitad del resto de la eternidad conmigo te hará sentirte miserable no 
importa lo que haga, entonces dímelo ahora, y nos lo evitaré a ambos.

Nos queda uno por hoy!
@heartespos

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