Capitulo 45
Los dos merecíamos disfrutar de la Navidad, en lugar de rebotar entre un
montón de momentos difíciles.
Mi madre y yo caminamos por Central Park, la bruma de la ciudad en el
verano pesando bajo nosotros. Parecía complacida mientras le contaba lo
que había sucedido entre Peter y yo, y me abrazó cuando le dije que lo había
besado.
—Esa es mi nena —dijo, sonando más feliz de lo que había sido en años.
Pasamos nuestra última navidad juntas comiendo helado, paseando por los
jardines bajo el sol caliente del verano, y señalando las flores que crecían
silvestres. Ella nunca retiró su brazo de mis hombros, y cuando sentí que
empezaba a despertar, le deseé Feliz Navidad por última vez.
Sin embargo, mi alegría no duró por mucho tiempo. Lo primero que oí cuando
me desperté fue que estaban tocando a mi puerta. Confundida, me
senté, mi pelo saliendo en todas direcciones, y corrí mis dedos a través de él
mientras Peter se levantaba y caminaba hacia la puerta.
En ese momento, yo lo odié. Lucía impecable, ni un pelo fuera de lugar y se
movía con tanta gracia como siempre. Mientras tanto, yo estaría
pagando por dormir en el piso durante el resto del día.
—¿Si? —dijo él, abriendo la puerta. Para mi sorpresa, Artemisa se deslizó dentro, seguida de cerca por Hera. Artemisa estaba llorando, su cara roja como
remolacha, y Hera parecía aplastada con los hombros caídos y su rostro
desdibujado.
—¡Quiero que se vaya! —gritó Artemisa con furia, mirando hacia atrás y
adelante entre Peter y yo.
—¿Es esa una petición? —dijo Peter, moviéndose hacia el nido de almohadas
y mantas en el suelo—. ¿O una exigencia?
—¡Lo lastimó! —dijo Artemisa, ahora centrándose en Peter—. Lo lastimó
y el trató de encontrarla y ahora…
—Espera, ¿quién? —dije mientras luchaba por mis pies—. ¿Qué está pasando?
Artemisa se disolvió en lágrimas. Ahora, de pie junto a mí, Peter miró
expectante a Hera.
Se quedó mirando el suelo, evitando la mirada.
—Afrodita —dijo—. Artemisa pasó la noche con Dionisos, y esta mañana Apolo
los encontró. Ellos lucharon, y… Peter se puso tenso, y mi sangre se congeló.
—¿Y? —dijo.
—Dionisos pasó al más allá.
Afrodita estaba acurrucada en un rincón de su habitación, sin ni siquiera
un rasguño, pero en la cama, la sangre permanecía como todo lo que
quedaba del cuerpo de Dionisos. Un olor pútrido llenaba la habitación, y yo
apreté la mano sobre mi nariz, pero no parecía molestarle a Peter mientras
examinaba el cadáver. Artemisa y Hera no vinieron con nosotras, optando por
permanecer en un ala separada de la casa con Apolo. Estaba herido, pero no
era fatal, por lo que Hera había descrito. Así que podía esperar.
Al parecer, para las personas que viven en la Mansión Eden, pasar hacia el
más allá era lo mismo que la muerte en el mundo exterior. Era tanto un final
para ellos como lo era para los vivos, nunca llegarías a ver a tus seres queridos
hasta que pasaran al más allá también.
Dionisos se había ido, estaba perdido para el mundo terrenal, y la única
persona que podía encontrarlo ahora era Peter. Luché con el conocimiento
de que éste no era el fin real de las cosas, y que podría perder a Afrodita de nuevo, junto con todos los amigos que había hecho desde septiembre, y esta
vez no volverían a aparecer. Esta muerte era el paso final para la gente de la
Mansión Eden, esta vez no habría intermedio para Dionisos. A pesar de
la dolorosa pérdida y vacío que dejaba Dionisos en la casa, tomé un poco de
consuelo al saber que este lugar era parte de un mundo al que todavía
comprendía. Un cuchillo con sangre era algo significativo, y mucha sangre
significaba la muerte.
—¿Afrodita? —le dije mientras me acercaba a ella. Parecía como un animal
asustado, lista para saltar ante el mínimo movimiento.
—Yo no quise que pasara —susurró ella, las lágrimas corrían por su rostro.
Había manchas de sangre debajo de sus ojos, donde debía haber
borrado las lágrimas de sus mejillas—. Yo… yo pensaba que no quería volver
a verme, y Dionisos estaba allí, y yo…
—Está bien —le dije, aunque era todo lo contrario. Yo estaba mareada y
casi sin poder evitar estar enferma ante la vista de toda la matanza, pero me
aparté de ello, centrándome en Afrodita—. Tenemos que limpiarte.
La ayudé a entrar al cuarto de baño, mientras que Peter continuaba su
inspección. Una vez que estuve segura de que ella no iba a perder el
conocimiento, le encontré un vestido para usar y me ocupé de remover la
sangre de su piel y de su pelo en el lavabo. Las dos estábamos calladas. No
quería saber los detalles, y ella estaba demasiado alterada para decir
algo. En el momento en que estuvo seca, asomé la cabeza hacia la
habitación, evitando pasar los ojos por la horrible escena en la cama.
—¿Qué quieres que haga con ella? —le dije.
Peter no se había movido desde que lo había dejado.
—Los guardias la escoltarán a otra habitación, donde permanecerá
hasta que hayamos decidido si merece un castigo.
Palidecí.
—¿Es esto… es esta otra prueba?
Él estuvo a mi lado en un instante, más rápido de lo que nadie podría moverse.
—No —dijo—. Dionisos ha pasado. Ahora ven, Afrodita será cuidada.
Peter me tapó para que no tuviera que mirar el cuerpo de Dionisos y me
llevó hacia la puerta. Al salir, estaba una mujer vestida con uniforme, pero
apenas me fijé en ella.
—¿Adónde vamos? —dije, respirando una bocanada de aire limpio, una vez
que llegamos al pasillo.
—A ver a Apolo. —Él me guió de vuelta en la esquina, y yo seguí sin
protestar. Mi estómago se sacudió con la idea de en qué condiciones Apolo
podría haber estado, pero me negué a pensar en ello. Por lo que sabía, él
estaba bien. Pero en el momento en que entramos en su habitación, era
obvio que no lo estaba. Artemisa estaba junto a la cama de su hermano,
con su rostro demacrado y manos temblorosas.
Cuando Peter y yo entramos, ella me miró, y me detuve al pie de la puerta.
—¿Cómo está? —dijo Peter, de pie al extremo de la cama de Apolo. Él estaba
inconsciente.
—Hay una herida profunda en el pecho que me preocupa, pero todo lo
demás es superficial.
Sin embargo, ha perdido mucha sangre —dijo Artemisa, con su voz áspera.
—¿Se despertará pronto? —No hubo compasión o preocupación en la voz de
Peter. En su lugar, estaba hueco y vacío, lo que me asustó más que
nada de lo que había visto esa mañana. Artemisa negó con la cabeza.
—No sé.
— ¿Será capaz de manejar el dolor si lo despierto?
Este si es el ultimo de verdad hasta mañana
Besos
@heartespos
1 comentarios:
La k se formo con esos dos .Espero k no le pase nada a Afrodita
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