sábado, 8 de noviembre de 2014

Capitulo 49



Fue  casi  al  final  de  enero,  durante  una  tarde,  cuando  Peter  me  encontró  en  el  jardín, envuelta  en  una  capa  y  de  rodillas  al  lado de  un  durmiente  rosal  cubiertos  de  nieve. El recuerdo de cómo había llegado allí era  confuso, pero no me importaba mucho. Una vez que Atenea me había dicho la fecha en el medio de nuestra sesión de tutoría, todo se había vuelto borroso, y fue la voz de Peter que me hizo chocar de vuelta a la realidad.
—¿Lali?  —Vestido  con  un  abrigo  negro  y  grueso,  se  paró  a unos  metros  de  distancia, sobresaliendo como un pulgar dolorido contra la nieve. No levanté la vista.
—Es el último cumpleaños de mi madre.
Se  quedó  quieto.  Una  parte  de  mí  quería  que  mantuviera  su  distancia,  pero  una  parte mucho más insistente deseaba que me conociera lo suficiente bien como para saber cuándo necesitaba desesperadamente un abrazo.
—Artemisa  siempre  odió  haber  nacido  en  enero  —continué,  encendiendo  la  voz  mientras miraba  a  la  planta  sin  vida  en  frente  de  mí—.  Dijo  que  nunca  había  sentido  ganas  de celebrar cuando no había flores y todos los árboles estaban muertos.
—Duermen —dijo Peter—. Los árboles tan sólo duermen. Van a regresar cuando sea el momento adecuado. 
—Mi  madre  no  lo  hará.  —Me  senté  pesadamente  en  la  nieve,  sin  importarme  si  mis pantalones  se  mojaban—.  Hemos  estado  celebrando  sus  cumpleaños  desde  que  fue diagnosticada. Esta vez es real. 
—Lo siento. —Se sentó a mi lado y envolvió su brazo alrededor de mí, y la calidez de su cuerpo dejó de ser insensible—. ¿Hay algo que pueda hacer?
Negué con la cabeza.
—No sé lo que voy a hacer sin ella.
Peter se quedó en silencio durante un largo rato y, cuando habló, su voz sonaba lejana. 
—¿Puedo mostrarte algo?
—¿Qué clase de algo?
—Cierra los ojos.
Bastante segura de lo que estaba a punto de suceder, me obligué, esperando el cambio en el clima. Sin embargo, en vez de cambiar desde el frío del exterior a la calidez del interior, sentí el sol en mi cara y una brisa cálida. Todavía estábamos fuera.
Cuando abrí los ojos, medio esperando de que siguiéramos en el jardín, tuve que apoyarme de Peter, mientras miraba alrededor. Estábamos de pie en medio de Central Park en un día  de  verano,  de  la  misma  forma  en  que  mi madre  y  yo  en  mis  sueños,  pero  ahora  el parque estaba vacío. Mi madre no estaba a la vista.
—¿Peter?  —dije  con  incertidumbre,  mirando  a  su  alrededor.  El  lago  estaba  cerca,  y escuchaba los acordes de una canción conocida que se estaba reproduciendo en algún lugar a la distancia, pero nos quedamos solos—. ¿Qué estamos haciendo en Nueva York?
—No estamos en Nueva York. —Sonaba melancólico. Me acerqué más a él, con miedo, y fascinación por este lugar—. Ésta es tu vida después de la muerte.
 Lo miré, me tomé varios segundos para resolver correctamente sus palabras en mi mente. 
—¿Quieres decir que este es, estamos…?
—Éste es tu rincón en el mundo terrenal. —Levantó una ceja al ver mi expresión—. No te preocupes, es sólo temporal. Quería que lo vieras.
Salvajemente miré a mi alrededor, esperando que mi madre apareciera, pero sólo éramos nosotros. 
—¿Por qué?
—Quería que lo vieras y así sabrías… —Se detuvo, pero no hacía falta que terminara de hablar para que yo entendiera lo que él no estaba diciendo. Él quería mostrarme a donde iba a ir cuando muriera. Mi estómago se retorció en nudos, y miré un pedazo inofensivo de hierba. Así que él no estaba luchando después de todo.
Pero, continuó, los ojos bajos en el suelo. 
—Te lo muestro porque así tendrás una experiencia de primera mano si pasas las pruebas.
—Una  mentira, pero traté  de creer—.  Una vez que  seas inmortal,  cuando estés  aquí, el Inframundo tomará la forma que quieras. —Pasaron varios segundos, y añadió en voz más baja—: También quería saber si estarías contenta si al final el consejo no está a tu favor. 
Mi favor, no el suyo. No el nuestro.
Me di la vuelta para mirarlo de frente. 
—¿Por qué dejas que todos ellos caminen sobre ti? El consejo, tu familia… lo que sea que ellos sean, si piensas que soy lo suficientemente buena, entonces, ¿por qué no les dices que se pongan un calcetín y respeten tu decisión? 
La expresión de Peter era indescifrable. 
—No  soy  omnipotente  —dijo,  dando  un  paso  cauteloso  hacia  mí.  No  me  aparté—.  Le corresponde al poder del consejo tomar ese tipo de decisiones, no a mí.
—Pero por lo menos podrías intentarlo, y no veo que hagas eso mucho últimamente —le espeté. Se estremeció, pero seguí adelante—. ¿No eres un miembro del consejo?
—Sí y no. —Hizo un gesto para que me sentara sobre el pasto, pero me negué, de pie con los brazos cruzados—. Paso la mayor parte de mi tiempo separado de ellos. Cuando ellos desean de mi contribución, o cuando se trata de una decisión que afecta directamente a mis obligaciones, me uno a ellos. Pero sus decisiones tratan con el mundo de los vivos. Ése no es mi reino.
—¿Por qué no alejas lo que dicen y terminas con esto de una vez? Si la regla es sobre los vivos  y  no  estás  vivo,  ¿por  qué  tienen  que  decir  si  estás  o  no  estás  haciendo  un  buen trabajo? 
Henry miró en la distancia hacia el brillante lago. 
—Ellos son los que son capaces de otorgar la inmortalidad, no yo. Quizás en un principio hubieran  confiado  en  mí  esta  decisión,  pero  los  errores  que  cometí  con  Perséfone  han cambiado la opinión que tiene el consejo de mi juicio.
Apreté  los dientes ante la mención de Perséfone,  y el odio roía  mis  entrañas. Incluso si fueran sus acciones que le causaron no quererlo, ella fue la que le hirió.
—¿Puedo preguntarte algo?
Hizo un sonido sin palabras en la parte posterior de su garganta, y lo tomé como un sí. Me instalé en el césped junto a él.

—¿Por qué secuestraste a Perséfone?

Tercer capitulo wuju!
@heartespos

1 comentarios:

Chari 10 de noviembre de 2014, 3:37  

Lali esta más interesada en Peter d lo k cree.

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:3

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