Capitulo 52
—¿Qué…? —empecé a
decir, pero presionó su dedo contra mis labios.
—Me importa —dijo con
voz temblorosa—. Me importa tanto que no sé cómo decirlo sin que parezca
intrascendente comparado a lo que
siento. Incluso si a veces soy distante, y pareciese que no quiero estar
contigo, es sólo debido a que me importas mucho, también.
Lo miré
fijamente. Se inclinó
y besó mis
labios hinchados nuevamente,
y esta vez le
devolví el beso.
El tiempo pareció
menguar alrededor nuestro y, todo
lo
que pude ver, escuchar, saborear, oler, sentir, fue
él. Una deliciosa especie de calidez se extendió a través de mí, pero esta vez
no era mi tobillo lo que él estaba curando.
Cuando se retiró un
segundo después, dejé caer mis manos de su cabello a mis costados, y lo miré,
insegura de qué hacer ahora. Se enderezó
y se puso de pie, aunque no quitó sus ojos de mí.
—Por favor —dijo—.
Deja de comer.
Asentí, demasiado
desarmada para que surgiera algo que decir en protesta.
—Gracias. —Extendió
su mano para acariciar sus dedos contra mi mejilla, y después se fue
hacia la puerta. Antes que pudiera formar cualquier tipo de pensamiento en mi
cabeza, se había ido.
Lamí mis labios,
todavía siendo capaz de saborearlo, y sonreí. Finalmente, después de casi seis
meses, él lo estaba intentando.
Esa noche, como
siempre lo hacía, Peter se deslizó en el interior de mi cuarto una hora después
de que yo terminara de cenar. Había pasado la tarde preguntándome que pasaría,
si volvería todo a la normalidad o si habría más de esos excitantes besos, pero
para cuando llegó, había decidido que no importaba. Era suficiente saber que ya
no estaba más sola en la batalla por su existencia.
—Lo siento
—dijo, permaneciendo cerca
de la puerta.
Estaba en la
cama jugando con Pogo,
quien tenía una nueva variedad de
juguetes para mantenerlo
entretenido. Alcé la vista
a tiempo para
ver a Peter
cerrar la puerta—.
Mis acciones anteriores
fueron injustificadas.
Por un terrible
momento, pensé que se estaba disculpando por besarme. No fue hasta que sentí mi
cara empalidecer que me di cuenta que se estaba disculpando por enojarse porque
había estado comiendo y, entonces, pude manejar una risa nerviosa.
—Sólo estabas
tratando de advertirme. Tuve una última comida esta noche, pero ahora he terminado,
lo prometo.
La pasta de mariscos
griega, que por lo general me hacía delirar de hambre, había sabido a aserrín en
mi boca, y
sólo había conseguido
un par de
bocados. Pero ya
habría ningún alimento más. Le
había hecho una promesa a Peter, y no iba a quebrarla más de lo que ya lo había
hecho.
Dio un paso tentativo
hacia mí.
—Aun así, no debería
haberte gritado como lo hice. No hiciste nada para merecerlo.
—Estabas
preocupado. —Me encogí de hombros—.
Quiero pasar, y no habría dejado de comer si no me lo hubieras dicho.
Así que gracias.
Cruzó el cuarto y
tomó asiento junto a mí en la cama, recogiendo uno de los juguetes de Pogo.
Ladrando felizmente, mi perrito abandonó el hueso que yo le había dado y fue
tras Peter, tirando y gruñendo sin descanso del trozo de cuerda.
—Es bastante
determinado —dijo Peter con una sonrisa tímida.
—Terco como una mula
—dije—. Piensa que es del tamaño de uno, también.
Peter sonrió
y estuve tan
aliviada de verlo
feliz otra vez que
casi no escuché
el suave golpe en la puerta.
—¿Lali?
Era Hera.
—Entra —dije, y
empujó la puerta para abrirla mientras llevaba una bandeja con dos tazas de chocolate
caliente que nos
traía cada noche.
Miré a Peter,
preguntando silenciosamente
por su aprobación,
y él asintió.
Cuando ella asentó
la bandeja sobre
la mesita de noche,
alzó su mano
para detenerla. A
pesar de que
ella estaba mirando
la alfombra, se detuvo.
—¿Estás segura de que
está a salvo?
Era la primera vez
que la había cuestionado en frente de mí. Desde el incidente en Navidad, nada más
había pasado, ni
amenazas o paquetes sospechosos, pero Hera todavía probaba todo lo que yo comía.
—Estoy segura. —Hera habló tan suave que apenas pude
escucharla, y un rubor tiñó sus mejillas—. ¿Puedo irme, por favor?
Él asintió
y ella dejó
el cuarto tan
rápido que no
tuve tiempo de
agradecerle. Miré la puerta,
preguntándome qué estaba
mal, pero el
aroma del cacao
alcanzó mi nariz
y me distrajo. Después de
tenderle una taza a Peter, levanté la mía y le di un sorbo. Peter me miró
detenidamente, y mi pulso se incrementó, aunque no estuve segura de si era
porque pensé que algo podría suceder, o por la manera en que me miraba. Quizás
ambos.
Puse los ojos en
blanco juguetonamente.
—No voy a morir hoy, Peter, lo prometo. Ahora,
¿vas a decirme por qué Hera está asustada de ti?
Sonrió y bebió, sin
dudas una técnica dilatoria.
—Me temo
que ella ha
estado así por
varios años. La
facilidad que tienes
de pasar el tiempo conmigo es bastante rara. La
mayoría me teme.
—Eso es
ridículo. —Aunque parte
de mí supo
que no lo era. Estaba
segura que él se contenía
cuando estaba cerca de mí.
—Cuando eres el
gobernante de la muerte, no es tan difícil ver por qué no le gustas a los otros.
—Agitó una mano despectivamente—. Pasa lo mismo con la mayoría del personal. Aquellos
quienes me miran a los ojos cuando les hablo son unos pocos y distantes entre
sí.
—No te tengo
miedo. —Y para demostrar mi punto, me incliné
hacia adelante y lo besé como me había
besado en la
sala pintada, con
cuidado de no
derramar mi bebida.
Mi corazón latió con fuerza en mi pecho mientras esperaba su respuesta,
esperando que no se alejara y declarara
que todo lo
que había pasado
había sido un
error. Para mi
alivio, finalmente me respondió. Sus labios eran cálidos contra los
míos, y sabía a chocolate.
Finalmente rompió el
beso y me quitó la taza, poniendo ambas sobre la mesita de noche.
—No creo que Pogo
aprecie ser ignorado.
Pogo estaba sobre su
vientre y nos miraba atentamente. Cuando vio que lo estaba mirando, movió su
cola.
Pogo de aguanta velas
@heartespos
1 comentarios:
Pobrecito k solo se debía sentir antes.
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