domingo, 9 de noviembre de 2014

Capitulo 53



—Pogo, fuera —dije, lanzando unos cuantos de sus nuevos juguetes del colchón sobre la almohada que servía como su cama. Obedeció y corrió hacia abajo, dejándonos a Peter y a mí por nuestra cuenta.
Me  di  la  vuelta de  regreso  a  Peter,  sintiéndome más relajada  y  contenta  de  lo que me había sentido en todo el día. 
—Ahí —dije, inclinándome hacia él nuevamente—. Todo mejor.
La manera en que me besó… podría haberme ahogado en él y nunca ser tan feliz. Cada vez que me tocaba, esperaba chispas, y el calor de su palma contra mi cuello desnudo era casi demasiado  para  tomar. Arrastrándome  a  su  regazo,  envolví mis piernas  alrededor  de su cintura, profundizando el beso. Mientras estaba dirigiendo, pareció tan ansioso como yo, y se sentía como si toda esa emoción contenida estuviera finalmente derramándose fuera de nosotros. Varios minutos después, me aparté.
—¿Peter?  —Pasé  mis  manos  a  través  de  su  cabello  mientras  contenía  el  aliento—. ¿Puedo decirte algo y prometes no reírte de mí?
—Nunca  me  reiría  de  ti.  —Sus ojos reflejaban el  dolor  que  yo  sentía,  y supe que podía confiarle eso.
Tragando, dije en voz baja, 
—No soy muy buena en esto. Todo… enamorarme de alguien, estar con ellos… incluso con los besos, no soy muy buena.
Empezó a protestar, pero seguí hablando. Ahora que sabía que le importaba al igual que él me importaba a mí, tenía que decírselo. Tal vez debería darle más tiempo para ajustarse, pero había una urgencia que parecía extenderse a través de mí, haciendo que mis palabras cayera de mis labios si nada para detenerlas.
—No  lo  soy,  aun  si  piensas  que  sí.  Pero  sin  importar  que  esto  empezara  como…  un accidente, destino, lo que sea, estoy contenta de que me encontraras esa noche. No debido a lo que sucedió, sino debido a ahora. Gracias por confiar en mí con eso. Nunca he…  —Apreté  mi  labios,  tratando  de  encontrar  las  palabras  correctas—.  Nunca  sentí  esto  por nadie. Y no estoy realmente segura de cómo se siente estar enamorada, pero creo… sé que lo hago. De ti.
No fue el discurso más elocuente, pero a Peter no pareció preocuparle. Por primera vez desde que nos conocimos, parecía haberse quedado boquiabierto, y me preocupé de haber dicho demasiado.
—¿Sabes —dijo él, su aliento cálido contra mi mejilla—, que es la primera vez que alguien me ha dicho que me ama?
Sorprendida, hice lo único en lo que podía pensar: lo besé de vuelta.
—Sería mejor que te acostumbraras a escucharlo más a menudo, porque tengo la intención de decírtelo mucho.
Me devolvió el beso, y mi cabeza dio vueltas cuando mis manos bajaron a desabrochar su camisa. Esta vez no nos detendríamos.
La mañana siguiente, me desperté en una maraña de extremidades. Mi cabeza palpitaba y mi cuerpo  dolía,  pero  no  pude  conseguir  pensar demasiado.  La  calidez  y  la  somnolencia que sentía de estar envuelta en los brazos de Peter era bastante para hacerme feliz. Los recuerdos de la noche previa regresaron   a  mí, y recordé claramente bordear el tema de
Peter con mi madre, demasiado avergonzada para decirle que había dormido con él, pero no lo lamentaba. Sólo que no era el tipo de cosas que quería contarle hasta que no tuviera otra opción. Mejor que ella asumiera  que esa clase de cosas habían pasado después de la boda, si alguna vez sucedía.
—Mmm, buenos días —dije, forzando mis ojos a abrirse. En vez de sonreír, Peter estaba mirándome como si me hubiera crecido otra extremidad. Confundida, luché por apoyarme sobre  mi  codo,  pero  incluso  ese  pequeño  movimiento  se  sintió  como  un  cuchillo  siendo empujado  a  un  costado  de  mi  cabeza.  Haciendo  un  gesto  de  dolor,  me  recosté cautelosamente  en  la  almohada.  Una  mirada  al  rostro  de  Peter  me  dijo  que  había empeorado las cosas.
Estaba de pie antes de que me diera cuenta que estaba fuera de la cama. Produciendo una bata negra de seda de la nada, rápidamente la envolvió alrededor de su cuerpo, sin nunca quitar sus ojos de mí. Pero no era la mirada amorosa que me había dado la noche anterior. 
—¿Tu cabeza duele?
Parecía  una  pregunta  estúpida,  considerando  todo,  pero  asentí…  e  inmediatamente  lo lamenté.
—¿Te sientes dolorida?
—Un poco —admití, apretando los ojos cerrados—. ¿Qué pasa?
No  respondió.  Forzando  a  mis  ojos  a  abrirse  una  vez  más,  lo  vi  parado  sobre  las  tazas, oliendo lo que quedaba del chocolate caliente.
—¿Peter? —dije, mi voz elevándose—. ¿Qué está pasando?
Sin advertencia, arrojó las tazas a través del cuarto. Chocando contra el muro, manchando el tapizado
—¡Maldición!  —rugió, y luego procedió a maldecir en otros veinte idiomas que no pude reconocer.  Luchando  por  sentarme  nuevamente,  esta  vez  empujé  el  dolor.  Agarré  las sábanas contra mi pecho y lo miré fijamente, demasiado sorprendida para decir algo.
—¡Hera! —gritó, su voz bramando, pero no hubo respuesta. En cambio, Hefesto abrió la puerta, diciendo algo sin mirarme.
—En cama —dijo con brusquedad—. Está enferma.
Peter apretó los puños tan fuerte que tuve miedo de que pudiera golpear algo y destruir toda la mansión en el proceso. 
—Cuida  de  ella  —dijo,  bramando  furiosamente hacia  la puerta—.  Nadie  entra  o  sale  de este cuarto sin mi permiso, ¿entiendes?
Hefesto asintió, su expresión impasible. Él no estaba ayudando.
—¿Peter? —dije en una voz baja, mi corazón latiendo en mi pecho—. ¿Qué está pasando? 
—Lo  siento  —dijo,  mirándome  de  una  manera  que  hizo  a  mí  sangre  correr  fría—.  Lo lamento tanto.

Y sin ninguna otra explicación, se fue.

Besos!
@heartespos

1 comentarios:

Chari 10 de noviembre de 2014, 5:33  

Llegó su mayor temor.

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