Capitulo 53
—Pogo, fuera —dije,
lanzando unos cuantos de sus nuevos juguetes del colchón sobre la almohada que
servía como su cama. Obedeció y corrió hacia abajo, dejándonos a Peter y a mí
por nuestra cuenta.
Me di
la vuelta de regreso
a Peter, sintiéndome más relajada y
contenta de lo que me había sentido en todo el día.
—Ahí —dije,
inclinándome hacia él nuevamente—. Todo mejor.
La manera en que me
besó… podría haberme ahogado en él y nunca ser tan feliz. Cada vez que me
tocaba, esperaba chispas, y el calor de su palma contra mi cuello desnudo era
casi demasiado para tomar. Arrastrándome a
su regazo, envolví mis piernas alrededor
de su cintura, profundizando el beso. Mientras estaba dirigiendo, pareció
tan ansioso como yo, y se sentía como si toda esa emoción contenida estuviera
finalmente derramándose fuera de nosotros. Varios minutos después, me aparté.
—¿Peter? —Pasé
mis manos a
través de su
cabello mientras contenía
el aliento—. ¿Puedo decirte algo
y prometes no reírte de mí?
—Nunca me
reiría de ti.
—Sus ojos reflejaban el
dolor que yo
sentía, y supe que podía confiarle
eso.
Tragando, dije en voz
baja,
—No soy muy buena en
esto. Todo… enamorarme de alguien, estar con ellos… incluso con los besos, no
soy muy buena.
Empezó a protestar,
pero seguí hablando. Ahora que sabía que le importaba al igual que él me
importaba a mí, tenía que decírselo. Tal vez debería darle más tiempo para
ajustarse, pero había una urgencia que parecía extenderse a través de mí,
haciendo que mis palabras cayera de mis labios si nada para detenerlas.
—No lo
soy, aun si
piensas que sí.
Pero sin importar
que esto empezara
como… un accidente, destino, lo
que sea, estoy contenta de que me encontraras esa noche. No debido a lo que
sucedió, sino debido a ahora. Gracias por confiar en mí con eso. Nunca he… —Apreté
mi labios, tratando
de encontrar las
palabras correctas—. Nunca
sentí esto por nadie. Y no estoy realmente segura de
cómo se siente estar enamorada, pero creo… sé que lo hago. De ti.
No fue el discurso
más elocuente, pero a Peter no pareció preocuparle. Por primera vez desde que
nos conocimos, parecía haberse quedado boquiabierto, y me preocupé de haber dicho
demasiado.
—¿Sabes —dijo él, su
aliento cálido contra mi mejilla—, que es la primera vez que alguien me ha
dicho que me ama?
Sorprendida, hice lo
único en lo que podía pensar: lo besé de vuelta.
—Sería mejor que te
acostumbraras a escucharlo más a menudo, porque tengo la intención de decírtelo
mucho.
Me devolvió el beso,
y mi cabeza dio vueltas cuando mis manos bajaron a desabrochar su camisa. Esta
vez no nos detendríamos.
La mañana siguiente,
me desperté en una maraña de extremidades. Mi cabeza palpitaba y mi cuerpo dolía,
pero no pude
conseguir pensar demasiado. La
calidez y la
somnolencia que sentía de estar envuelta en los brazos de Peter era bastante
para hacerme feliz. Los recuerdos de la noche previa regresaron a mí,
y recordé claramente bordear el tema de
Peter con mi madre,
demasiado avergonzada para decirle que había dormido con él, pero no lo
lamentaba. Sólo que no era el tipo de cosas que quería contarle hasta que no
tuviera otra opción. Mejor que ella asumiera
que esa clase de cosas habían pasado después de la boda, si alguna vez
sucedía.
—Mmm, buenos días
—dije, forzando mis ojos a abrirse. En vez de sonreír, Peter estaba mirándome
como si me hubiera crecido otra extremidad. Confundida, luché por apoyarme sobre mi
codo, pero incluso
ese pequeño movimiento
se sintió como
un cuchillo siendo empujado a
un costado de
mi cabeza. Haciendo
un gesto de
dolor, me recosté cautelosamente en
la almohada. Una
mirada al rostro
de Peter me
dijo que había empeorado las cosas.
Estaba de pie antes
de que me diera cuenta que estaba fuera de la cama. Produciendo una bata negra
de seda de la nada, rápidamente la envolvió alrededor de su cuerpo, sin nunca quitar
sus ojos de mí. Pero no era la mirada amorosa que me había dado la noche
anterior.
—¿Tu cabeza duele?
Parecía una
pregunta estúpida, considerando
todo, pero asentí…
e inmediatamente lo lamenté.
—¿Te sientes
dolorida?
—Un poco —admití,
apretando los ojos cerrados—. ¿Qué pasa?
No respondió.
Forzando a mis
ojos a abrirse
una vez más,
lo vi parado
sobre las tazas, oliendo lo que quedaba del chocolate
caliente.
—¿Peter? —dije, mi
voz elevándose—. ¿Qué está pasando?
Sin advertencia,
arrojó las tazas a través del cuarto. Chocando contra el muro, manchando el
tapizado
—¡Maldición! —rugió, y luego procedió a maldecir en otros
veinte idiomas que no pude reconocer. Luchando por
sentarme nuevamente, esta
vez empujé el
dolor. Agarré las sábanas contra mi pecho y lo miré
fijamente, demasiado sorprendida para decir algo.
—¡Hera! —gritó, su
voz bramando, pero no hubo respuesta. En cambio, Hefesto abrió la puerta,
diciendo algo sin mirarme.
—En cama —dijo con
brusquedad—. Está enferma.
Peter apretó los
puños tan fuerte que tuve miedo de que pudiera golpear algo y destruir toda la
mansión en el proceso.
—Cuida de
ella —dijo, bramando
furiosamente hacia la puerta—. Nadie
entra o sale
de este cuarto sin mi permiso, ¿entiendes?
Hefesto asintió, su
expresión impasible. Él no estaba ayudando.
—¿Peter? —dije en una
voz baja, mi corazón latiendo en mi pecho—. ¿Qué está pasando?
—Lo siento
—dijo, mirándome de
una manera que
hizo a mí
sangre correr fría—.
Lo lamento tanto.
Y sin ninguna otra
explicación, se fue.
Besos!
@heartespos
1 comentarios:
Llegó su mayor temor.
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