Capitulo 42
—Aterrorizada —le dije—. Cuando tenía cuatro o cinco años, pensé que
sería divertido nadar en el lago del Central Park, y salté y me hundí como una
piedra. Mi madre tuvo que meterse y salvarme. Desde entonces, no me atrevo
a probar. Hablar de mi madre tan casualmente formó un nudo en mi
garganta, pero por suerte Afrodita no pareció darse cuenta. En lugar de eso
me miró calculadamente, y sabía que estaba en problemas.
—Te diré algo —dijo, enderezándose—. Cuando el clima se caliente, te voy
a enseñar a nadar, y puede que... no sé. Te debo un gran favor, ¿qué hay con
eso?
—No hay nada que puedas ofrecerme que me haga estar dispuesta a
meterme en el agua.
—Me paré de nuevo y tomé los adornos. Quedaban sólo unos cuantos,
y por debajo de ellos, una pequeña caja en forma de corazón, envuelta en
delicado papel de color rosa. En una tarjeta con letra florida decía mi nombre.
Fruncí el ceño, lo agarré.
—¿Es esto tuyo?
Afrodita lo miró.
—No. ¿Dónde lo encontraste?
—Con los adornos. —Desaté la cinta, pero Afrodita me lo arrebató de la mano.
—Oye, no lo toques —dijo, poniéndolo en la cama como si se tratara
de una bomba a punto de estallar—. No sabes de donde vino.
Irritada, me di la vuelta hacia los adornos.
—Es un regalo de Navidad, Afrodita. ¿Has oído hablar de ellos? —La
advertencia de Hermes sonó en mi cabeza, pero todo lo que había tratado de
hacer era abrirlo. No era tan estúpida como para comer algo o ponérmelo sin
saber de dónde venía. Además, a lo mejor había una carta firmada por el
interior—. Los tuyos están debajo de la cama, si los deseas
Se agachó debajo de la cama y sacó una caja de joyería envuelta en azul
con su nombre. La vi abrirla y revelar los aros de oro en el interior, pero
mientras hacia un esfuerzo para mirar emocionada, sus ojos se lanzaron
hacia mi regalo inesperado.
—Gracias —dijo ella, poniéndoselos—. Son muy hermosos.
—No hay de qué. —Caminé hacia la cama—. En realidad, Afrodita, es sólo un
regalo. Estoy segura de que no va a tratar de morderme o…
—Para.
La voz de Peter corto a través de la habitación, y mi mano se congeló a
centímetros de la envoltura de papel de color rosa. Se quedó parado en
el umbral, una media docena de guardias detrás de él, cada uno con las
manos sobre sus armas. Su potencia irradiaba en olas, y la temperatura cayó
tan bajo que pensé que podría ver mi aliento. Por primera vez entendí porqué
todo el mundo parecía mantener una respetuosa distancia de él,
especialmente cuando se enojaba.
Me tragué mi malestar.
—Es un regalo.
—Lali —dijo Peter con frialdad—. Hazte a un lado.
Hice lo que me dijo, pero no estaba feliz. Crucé los brazos sobre mi pecho, vi
que levantó el regalo. Una burbuja brillante se formó, rodeándolo por
completo, y mi boca se abrió.
—¿Cómo hiciste?
—Tengo que abrirlo —dijo—. Ésta es la forma más segura. Sin nada que lo guiara, levantó la tapa de la caja. Ubicada dentro había una
colección de chocolates, cada una de diferente color y forma. Uno con una
flor rosa púrpura por encima de los demás, y lo partió por la mitad.
En vez de turrón o relleno de fresa, dentro había un líquido verde, que al
gotear sobre el tejido de color rosa, hizo un silbido que se podía oír desde
varios metros de distancia.
—Cancelen la cena —dijo Peter a los guardias—. Asegúrense de que todos
estén en su habitación. Quiero una búsqueda completa en la casa.
Me tomó un momento recuperar la capacidad de hablar y, cuando lo
hice, mi voz salió como un graznido.
—No puedes cancelar la cena de Navidad.
—Puedo y lo haré —dijo—. Y te quedarás en tu habitación esta noche, ¿me
entiendes? e terminar de revisar la casa, dejas que todo el mundo tenga la
cena de Navidad.
Debe haber un montón de tiempo para ambos.
Su boca se torció molesta, pero asintió.
—Está bien. ¿Tú segunda condición?
Dudé. Había más en la línea que un día de fiesta feliz, y si rechazaba
eso, tenía que intentarlo al menos.
—Segundo, pasaras la noche conmigo. Y disfrutarás de ella tanto como
puedas. Y —agregué—, deja de actuar de tan condenadamente
malhumorado todo el tiempo. Me estás poniendo histérica.
No respondió durante unos momentos y, cuando lo hizo, simplemente
asintió con la cabeza otra vez. Pero por un instante, me pareció ver la más
ligera insinuación de una sonrisa.
—Voy a estar aquí después de que la casa esté asegurada. Mientras tanto, no
abras ningún paquete extraño.
Mientras caminaba hacia la puerta, hizo un gesto de Afrodita para que
lo siguiera.
Encogiéndose de hombros como disculpándose, ella tocó sus nuevos
pendientes y me guiñó un ojo antes de salir, dejándome sola en mi
habitación. Suspiré y me desplomé sobre la cama, tratando de no pensar
cuánto tiempo les llevaría revisar la casa o cómo Afrodita había sabido capaz
de sospechar del regalo envenenado en primer lugar.
Me pasé el resto de la tarde decorando mi habitación a fin de mantener mi
mente fuera de lo que había sucedido. Con las luces bajas, el árbol tenía un
aspecto magnífico, e incluso había conseguido poner una estrella en la parte
superior. Pero la mejor parte era la hilera de luces parpadeantes a lo largo de
mi dormitorio, y mientras caminaba alrededor, podía ver los colores reflejarse
en mi piel. Incluso olía a galletas de azúcar, y todo lo que faltaba era música.
Para cuando terminé, estaba convencida de que Peter no aparecería. Estaba
oscuro fuera y era tan tarde que mi estómago hacia ruidos, y no importaba
cuántas veces le preguntara a mi guardia, nadie parecía estar dispuesto a
decirme si iba a venir.
Esperando pasar la Navidad sola, me cambié a mi pijama y construí un nido
de almohadas y mantas en el centro del piso. Sin embargo, mientras me
sentaba, oí la puerta abrirse Peter entró con una bandeja de plata cargada
con alimentos salados, y Hera y Pogo pisándole los talones. En silencio, me
ofreció una taza de chocolate caliente. Agarré la taza y bebí de ella, mirando lo que parecía ser baklava en la bandeja. Olía exactamente como la que mi madre solía hacer, y mi boca se hizo agua.
—Como te perdiste la cena, pensé que tendrías hambre. —Su tono era
dolorosamente neutral, como si estuviera haciendo todo lo posible por ser
amable, y miró indeciso en mi pila de mantas improvisadas—. ¿Hay lugar para
uno más?
—Un montón —le dije, tratando de que sonara como una invitación—. Si
sentarse en el suelo no es lo tuyo, puedes traer una silla. Funciona casi tan bien.
Después de dudar, se sentó junto a mí, e hice espacio a toda prisa. Movió
todo, buscando comodidad, pero finalmente se quedó quieto.
—¿Tu madre y tú hacen esto cada año? —dijo Peter—. ¿Reunir las almohadas
y ver las luces?
—Por lo general. —Tomé un sorbo de mi chocolate—. Ha estado en el hospital
durante la Navidad por los últimos tres años, pero siempre se las
arreglaba. ¿Encontraste algo mientras buscaba la casa?
—No —dijo—. Sin embargo, el personal tuvo sus festividades, como te había
prometido.
Asentí con la cabeza, y Peter se quedó en silencio, tenso a mi lado. Pero al
menos estaba allí. Me quedé mirando el árbol hasta que las luces
quemaron mis ojos, y cuando miré hacia otro lado, todavía podía ver el
patrón de colores.
—¿Qué se siente estar muerto?
Me sonrojé cuando me di cuenta de lo que pregunté, y la forma en que no
respondió de inmediato sólo empeoró las cosas.
—No sé —dijo finalmente—. No sé lo que es estar vivo, tampoco.
Apreté los labios. Cierto. Había olvidado eso.
—Pero si quieres —dijo—. Podría decirte acerca de la muerte.
Lo miré.
—¿Cuál es la diferencia?
—La muerte es el proceso de morir. Estar muerto es lo que sucede
después de que la muerte se ha producido
—Oh. —Yo había ignorado deliberadamente los pensamientos de mi
madre muriendo, porque sería doloroso, ya sea que hubiera una luz brillante, o
incluso si ella era consciente de ello. Pero Peter no especularía—. ¿Por favor?
Tentativamente extendió su brazo y, para mi sorpresa, lo asentó
alrededor de mis hombros. Todavía estaba tieso, pero era el mayor
contacto que habíamos tenido en las últimas semanas.
—No es tan malo como los mortales tienden a pensar. Es lo mismo que ir a
dormir, o al menos eso han dicho. Incluso cuando una herida causa dolor, es
muy breve.
—¿Qué….? —Tragué—. ¿Qué pasa después de la parte de ir a dormir?
¿Hay alguna… alguna luz brillante?
Peter, al menos tuvo la decencia de no reírse.
—No, no hay luz blanca. Hay puertas, sin embargo —añadió, dándome
una mirada significativa. Lo que sea que estaba tratando de hacerme
entender no lo entendí, sin embargo, se dio por vencido y me dijo—. Las
puertas de la parte delantera de la propiedad.
Parpadeé.
—Oh. —Y entonces pensé en ello—. Oh. Quiere decir…
Ultimo por hoy, espero que sigáis alegrándome los días, e las quiere!
Besos.
@heartespos
1 comentarios:
Si Lali no le hace ir ,el sigue tomando distancia.
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