Capitulo 37
—No hay ganadores —dijo Hermes—. No es ninguna competencia, ¿de
acuerdo? Es duro para todos. Hemos estado tratando de encontrar a alguien
que ocupe el lugar de Perséfone por un siglo, y si no...
—Si no lo lograbas, entonces tendrías el lugar de Peter—estallé—. Sin
embargo, aquí estás, tratando de arruinar esto.
—Porque yo creí que querías salir —dijo, con su mandíbula apretada, tan
fuertemente que podía ver una contracción muscular—. Tú dijiste...
—Peter tenía razón. No entendía. Y no voy a marcharme y matarlo si puedo
ayudar.
Hermes movió torpemente sus pies
—Nunca pensé que lo harías. Pero los términos para el pacto son definitivos, y si quieres irte no hay nada que podamos hacer para detenerte. Si Peter te
mantiene aquí contra tu voluntad, entonces nosotros tenemos todo el derecho
de intervenir.
—Espera —dije, a medida que entendía lentamente lo que él decía—. ¿Qué
quieres decir con nosotros?
Junto a mí, Peter frunció el ceño, lo hacía tan profundamente que por un
momento no sé parecía a él mismo.
—Hermes —dijo, advirtiendo.
Hermes se enderezó, con los brazos a los lados.
—No me importa si ella sabe.
—A los otros sí —dijo, pero no hizo ningún movimiento para detenerlo.
Hermes dio un paso vacilante, como si quisiera llegar a mí, pero le dirigí una fría mirada y se detuvo.
—Soy un miembro del consejo.
Mi corazón casi se detuvo.
—¿Estás en el consejo? —escupí—. No puedes. Tú eres... tú.
—Astuta observación —dijo, más para sí mismo que para mí—. Escucha,
Lali... no me importa sí me crees o no. Bueno, no, me gustaría que lo
hicieras, pero no espero que lo hagas. Puedes odiarme todo lo que quieras,
por tratar de mantenerte lejos de Peter, pero sólo estoy tratando de hacer lo
mejor para ti.
—¿Y tú piensas que lo mejor para mí es vivir el resto de mi vida
pensando que soy la razón de que Peter muera? —Lágrimas calientes
amenazaran con derramarse de mis ojos, pero parpadeé para contenerlas, obligando a mi voz a mantenerse estable—. Por no mencionar lo que le pasaría a mi madre.
—No recordarías nada de esto si decides irte —dijo Hermes—. Eso
también es parte del trato.
—Suficiente de ese estúpido trato. —Mi voz se quebró y mis mejillas se
ruborizaron—.
Ésta es mi decisión, no tuya. No puedes ir detrás de mí y terminar esto sólo
porque crees que es lo mejor para mí. Yo decido cuando termina esto, no tú.
Miré hacia atrás y adelante, entre Peter y Hermes para asegurarme de que me
prestaban atención, pero Peter estaba concentrado en mi tobillo, con la
cabeza inclinada y sus ojoscerrados. Un espeso calor se extendió desde mi
rodilla a los dedos de mis pies, y Peter rodeó con sus manos la articulación,
moviéndolo suavemente en círculos.
—¿Te duele? —preguntó, y negué con la cabeza. Peter bajó mi pierna, y
cautelosamente la jale hacia mí, moviendo mis dedos del pie. Ya no dolía. —Cómo... —comencé, había olvidado momentáneamente mi rabia, y Peter se
encogió de hombros.
—No se supone que la sanes —dijo Hermes desde el otro lado de la
habitación. Peter se enderezó e, incluso desde el costado, podía ver la mirada
apagada de sus ojos.
—Parece que estamos rompiendo todo tipo de reglas esta noche. —Se
detuvo—. Si me disculpas.
Antes de que pudiera protestar, se fue. Dejándonos a Hermes y a mí solos en la
habitación.
Me levanté, poniendo a prueba mi tobillo. Estaba fuerte.
—No fue mi elección, sabes —dijo Hermes calmadamente—. Asumirlo por él, si
fallas. Soy el único miembro del consejo que conoce el Inframundo tanto
como él.
—Pero aún quieres esto —dije.
Apartó la vista, hacia una oscura ventana. La luna estaba casi llena, y podía
ver las copas de los árboles sin hojas susurrando con el viento de noviembre.
—Duramos tanto como lo que representamos lo haga. Los dioses
menores desaparecen cuando son olvidados, pero el consejo no es
pequeño. Mientras la humanidad exista, siempre estarán el amor y la guerra.
Siempre estará la música y el arte, la literatura y la paz, y el matrimonio y los
niños, y los viajeros. Pero la humanidad no durará para siempre, y después que
desaparezca, nosotros lo haremos también. Sólo la muerte permanecerá.
—Y si controlas en Inframundo, ¿podrás sobrevivir aún después de que todo lo
demás se haya ido? —lo dije como una pregunta, pero ya sabía la respuesta.
Y se formó un nudo en mi garganta—. ¿Eso es de lo que esto se trata?
—No. Está justo aquí, se trata de asegurar tu supervivencia. No quiero que
mueras, Lali... por favor. Ninguno de nosotros lo quiere, y Peter se rindió hace
mucho tiempo. Tal vez lo esté intentando por ti, pero no porque quiere seguir...
solamente no quiere que mueras, esto es todo.
Me detuve.
—¿Hay buena probabilidad de que pase?
Hermes me miró, y yo podía ver el miedo en sus ojos
—Nadie ha sobrevivido más allá de Navidad. Por favor. Peter no quiero esto. Él
siempre estará enamorado de Perséfone, no de ti. Mira a tu alrededor... mira
dónde estás. Ésta era su habitación.
No había nada inusual en la habitación, sólo la imagen que Peter había
lanzado a Hermes.
Pero mientras más estudiaba el entorno, realmente lo vi. Era como la
habitación de un niño que un padre no se atrevía a tocar después de la
tragedia. Horquillas pasadas de moda en un rincón inutilizado, y las cortinas
estaban corridas para dejar entrar la luz del sol. Incluso había un vestido que
yacía en la esquina, a la espera de ser usado. Era como si el tiempo se
hubiera congelado, descansando intacto por siglos hasta que Perséfone
regresara.
—Ese reflejo... —Hermes hizo un gesto a la imagen de Perséfone y Peter juntos,
esperanza; no un recuerdo. Él la amaba tanto que hubiera dividido el
mundo si ella se lo hubiera pedido, pero apenas podía soportar mirarlo.
Desde que murió, él ha estado rogándole al consejo que lo dejen en
libertad y dejen que se desvanezca. ¿En serio crees que puedes competir con
eso?
Seguimos con dos más
@heartespos
0 comentarios:
Publicar un comentario