domingo, 9 de noviembre de 2014

Capitulo 57




Cuando  abrí  los  ojos,  no  estaba  segura  de  qué  esperaba,  pero no era a mi  madre.
Excepto que allí estaba ella, mirándome tan entera y saludable como lo estaba cada noche cuando me dormía. En lugar de recibirme con su sonrisa usual, su expresión era grave, y miraba a algo en la distancia.
—¿Mamá? —dije. Y cuando me miró, sus ojos estaban tan rojos y hundidos que no podían ser suyos. Incluso en el peor día de su enfermedad, no se había visto nunca tan vacía. Aún había  habido  algo en  ella,  un atisbo  de  sonrisa o algo  que me recordaba  que  ella seguía siendo mi madre. Pero no esta vez.
Intenté tomar su mano, pero el piso era inestable, y volví a caer en el banco. Estaba oscuro afuera, nada como los días normalmente brillantes que pasamos juntas, pero la luna llena y los millones de puntitos que eran las estrellas me daban la luz suficiente para ver en donde estaba.  Seguíamos  en  Central  Park,  pero  por  primera  vez  desde  que  mis  sueños comenzaron, no estábamos en Sheep Meadow. Estábamos en un bote flotando en el lago.
Me congelé. Aquí era donde casi me había ahogado cuando era una niña.
—Mamá, yo… —Mi voz se rompió, más débil de lo usual. Estaba cansada y sólo quería cerrar los ojos y olvidarme de todo esto. Dejarlo ir con toda mi vida—. Lo siento.
Se quedó mirando el agua, su miseria era tan clara en su rostro que podía sentirla.
—No es  tu  culpa  —me dijo, cortando el silencio que  nos  rodeaba. Incluso las cosas  que normalmente hacían sonidos, como los grillos o el viento, estaban silenciosos. Todo lo que oía era su voz y el sonido de las ondas que el bote creaba al deslizarse sobre el agua. Era como si fuéramos los únicos seres vivos en la ciudad.
Estaba  demasiado  exhausta  para  moverme,  pero  realmente  quería  atravesar  el  bote  y tocarla. Mostrarle que seguía aquí, incluso si no fuera por mucho. 
—Pero lo es. Fue Hera todo el tiempo, y yo nunca lo vi. Debería…
—Debe haber habido muchos otros que la han conocido mucho más tiempo que tú —dijo mi madre. Ellos deberían haberlo visto, a lo sumo, no tú. No puedes culparte por algo que nunca podrías haber sabido.
—Pero debería haberlo hecho —dije, con la voz tan quebrada que temía perderla—. Sabía que alguien quería herirme, y debería haber intentado averiguar quién era, pero estaba tan preocupada por Peter, y yo pensé que nadie se atrevería a hacerlo estando él cerca. Pensé que estaba a salvo.
—Deberías haberlo estado. —Podía ver la luz de la luna en sus mejillas, un signo de que estaba llorando—. Debería haber hecho más.
Dudé. 
—¿Qué quieres decir?
En lugar de responderme, se puso de pie y cruzó el bote, haciéndolo moverse. Me sujeté con todas mis fuerzas a los bordes, pero ahogarme era la menor de mis preocupaciones. Si ya no estaba muerta, lo estaría pronto. Se sentó a mi lado y me envolvió en sus brazos, y todo lo que pude hacer fue mantenerme. Una de las dos tenía que ser fuerte.
No  sé cuánto tiempo nos sentamos  ahí, escuchando el  bote  mecerse  en el agua. Podrían haber  sido  minutos  u  horas…  el  tiempo  parecía  detenerse  aquí,  y  su  abrazo  era  toda  la protección que necesitaba del frío aire nocturno. Repasé los eventos que habían ocurrido junto al  río,  cómo un momento  Hera  había sido mi  amiga y, al siguiente,  mi  asesina.
¿Cómo no lo había visto? Pero en retrospectiva, ¿qué había para ver?
—¿Por  qué  crees  que  lo  hizo?  —murmuré,  contra  el  hombro  de  mi  madre—.  Dijo  que amaba a Peter, pero ¿por qué matar a todas? ¿Por qué arriesgar así su vida, también?
Pasó sus dedos por mi cabello. Estaba segura de que quería reconfortarme, pero sólo me recordaba lo que estaba perdiendo.  Lo que  ambas estábamos  perdiendo. Le  había fallado tanto  como  le  fallé  a  Peter,  pero  al  menos  ella  me  perdonaría  por  eso.  Deseaba  poder perdonarme a mí misma también. 
—¿Por qué crees? —dijo amablemente, y me encogí de hombros.
—No  lo  sé…  —Mi  mente  vagó  de  Hera  a  Peter  a  Afrodita,  quién  había  estado  tan desesperada por encontrar el amor.
—Quizás ella estaba muy sola. Quizás pensó que podría salvarlo. Pero si ella realmente lo amaba,  ¿cómo  pudo  arriesgar  su  existencia  así?  Quiero  decir,  si  yo  fuera  ella,  habría preferido verlo conmigo a no verlo para nada.
—Hay más de un tipo de amor —dijo mi madre—. Quizás esa es la diferencia entre tú y Hera. Quizás por eso tú fuiste elegida y ella no.
Cerré los ojos e intenté pensar en eso, pero nada además del vaivén del bote y la caricia de mi madre tenía ya sentido. 
—No quiero ir —susurré—. No quiero despedirme.
Enterró el rostro en mi cabello. 
—No tendrás que hacerlo.
Antes de que pudiera entender lo que quería decir, el bote se deslizó hacia la costa.
Cuando se detuvo, abrí mis ojos y vi una silueta recortada contra el agua, distorsionada en el reflejo. Lo brazos suaves de mi madre fueron reemplazados por unos musculosos, y sentí que me sacaban fuera del bote. Quería luchar, insistir en quedarme con mi madre, pero mi lengua se sentía pesada y estaba muy cansada.
—La tengo —dijo una voz adolorida. Peter.
—Gracias —dijo mi madre, con la voz llena de algo que no comprendí. Pasó su mano por mi mejilla y se inclinó para besar la de él. 
—Cuídala, Peter.
—Lo  haré  —dijo,  pero  no  había  nada  detrás  de  eso.  Mi  madre  se  inclinó  y  me  besó  la cabeza. Quería desesperadamente tomarle la mano, pero ella lo hizo por mí, y con lo poco que me quedaba de fuerza, me las arreglé para apretársela levemente.
—¿Mamá?  —Incluso  para  mí  mi  voz  sonaba  rara  y  retorcida,  como  si  estuviera aprendiendo a hablar.
—Está bien, cariño. —Se alejó, y podía ver sus lágrimas—. Te amo, y estoy tan orgullosa de ti. Nunca lo olvides.
El  pánico  me  inundó,  pero  como  no  podía  liberarlo,  simplemente  sufrí  con  el  dolor desgarrador. Se estaba yendo. Éste era el fin. Se suponía que tendría más semanas con ella, ¿no era ése el trato?
Qué estúpida. ¿Cómo podría pasar tiempo con ella si estoy muerta y ella no?
—También te amo —dije, y aunque creí que había sonado ininteligible, ella sonrió.
Mientras Peter se volvía lejos de ella y me llevaba a la oscuridad nocturna, volví la cabeza lo  suficiente  para  verla  hacerse  más  y  más  pequeña  en  la  distancia.  Finalmente  pareció desvanecerse, y ya no estaba. Repetí mentalmente sus últimas palabras, el pegamento que me  mantenía  unida  para  resistir  la  somnolencia.  Volvería  a  verla  cuando  falleciera,  y entonces habría millones de días soleados en Central Park que pasaríamos juntas. Pero  aunque sabía esto,  aunque Peter  estaba  llevándome a  mi propia  muerte,  no  podía evitar  formar  una  simple  palabra  en  mis  labios,  una  que  me  había  resistido  a  decir  por tantos años. La que había esperado no decir nunca. Adiós.
Esperaba  que  la  muerte  fuera  fría.  En  su  lugar,  lo  primero  que  sentí  fue  calidez,  una increíble calidez que llenaba mi cuerpo o al menos lo que quedaba de él, y se esparcía en mí como la miel. ¿Era esto por lo que Afrodita había pasado? ¿Despertarse cálidamente? Parecía demasiado sencillo.
Y luego el dolor comenzó. Abrumador, agonizante, un dolor en mi pecho y en el costado, exactamente  donde  Hera  me  había  apuñalado.  Gimiendo,  me  pateé  mentalmente  por pensar  que  sería  tan  simple.  Afrodita  no  había  mostrado  signos  de  su  lesión  en  la  cabeza, después de todo, y mi cuerpo debía curarse antes de que pudiera despertar y andar por ahí.
Susurros  llenaron  el  aire,  y  no  podía  acallarlos.  ¿Otras  almas  muertas?  ¿Ya  estaría  mi madre  esperándome allí?  ¿Abriría  los  ojos y  vería  el  cielo,  el  césped y  árboles,  o habría algo más? Debería haberle preguntado a Peter cuando pude.
Parecieron  años  cuando finalmente  me  animé  a  espiar.  Al  principio  la  luz enceguecía,  y volví  a  cerrar  los  ojos,  pero  cuando  lo  hice  más  lentamente,  se  ajustaron.  Esta  vez  mi gemido  no  tuvo  que  ver  con  el  dolor.  Estaba  en  mi  cuarto  en  la  mansión,  rodeada  de rostros familiares. Afrodita y Artemisa, Hestia y Hefesto, incluso Zeus estaba ahí, y todos se veían preocupados. Y por el rabillo del ojo, lo vi. Peter.
Mi corazón se detuvo un instante, pero ya estaba demasiado confundida para preguntarme por qué seguía latiendo en primer lugar. Esto no era Central Park.
—¿Estoy muerta? —O al menos eso es lo que quería decir. Salió como un gruñido, y mi garganta estaba ardiendo… ¿pero qué importaba? Peter estaba aquí.


 Holaaa! Dejenme abajo sus twiters para las que quieren que les avise, espero que les encante el capitulo 
Besos
@heartespos

1 comentarios:

Chari 10 de noviembre de 2014, 13:56  

Vi fin y creí k había terminado .
K bueno k no fue así.
Esta viva,o no ,no da señales d lo k pueda ser ,así k a esperar el siguiente cap.
Su madre la llevó a la puerta d la mansión x algo ,y creo k estará relacionado con que ella misma pudiera ser una d las diosas?,a leer k ya se descubrirá.

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