capitulo 9
Mi corazón dio un
vuelco. ¿A mi lado había un hombre… un niño? No podía decirlo, pues su rostro
estaba parcialmente oculto por la oscuridad. Pero lo que pude ver de él hizo
que mi aliento se atascara en mi garganta. Su cabello era oscuro, y la chaqueta
que llevaba era larga y negra, agitándose con la brisa fría.
No lo había
imaginado, después de todo.
—Ella... —No pude
terminar.
Se arrodilló junto a
Afrodita y la examinó. Él tuvo que ver las mismas cosas que vi, la cabeza
ensangrentada, el cuerpo, el ángulo de
su cuello. Pero en lugar de entrar en
pánico, me miró, y una sacudida recorrió mi espina dorsal. Sus ojos eran
del color de la luz de la luna.
Oí crujir algo a unos
pocos metros. Sorprendida, me giré, sólo para ver a un Gran Danés negro,
moviendo la cola. El perro se sentó junto a él, y él le rascó detrás de las
orejas.
— ¿Cuál es tu nombre?
—dijo de manera uniforme.
Con manos
temblorosas, me metí el pelo mojado detrás de las orejas.
—L-Lali.
—Hola, Lali. —Había
algo tranquilizador en su voz, casi melódico—. Soy Peter, y éste es Cerberos.
Pude ver su rostro
con claridad ahora que estaba más cerca, y algo parecía apagado. Él no parecía
ser más que unos pocos años mayor que yo, veintidós a lo sumo, pero incluso eso
era empujarlo. Y era demasiado hermoso para estar en el medio de un bosque como
éste.
Debería estar en portadas de revistas, no gastando su tiempo
escondido en la Península
Superior de Michigan.
Pero sus ojos me
llamaron la atención. Incluso en la oscuridad, brillaban intensamente, y me
costó mucho alejar la mirada.
—M-mi amiga —le dije,
mi voz temblorosa—. Ella está...
—Ella está muerta.
Habló en un tono tan
normal que mi estómago dio un vuelco de revés. Vomité la pequeña cena que
había comido, el
horror de la
noche me pegó
tan fuerte que
sentí como si el
viento me hubiese noqueado.
Finalmente, una vez
que había terminado, me di la vuelta en
una posición sentada y me limpié la boca. Peter había arreglado Afrodita, por
lo que parecía como si estuviera durmiendo, y ahora él me miraba como si yo
fuera un extraño animal que no quería asustar. Miré hacia otro lado.
— ¿Así que es tu
amiga?
Tosí débilmente,
luchando por mantener
un burbujeante sollozo
dentro de mí.
¿Lo era ella? Por supuesto que
no.
—Sí —logré decir—.
¿Por qué?
Escuché el crujido de
la tela y abrí los ojos para ver a Henry poner su chaqueta sobre Afrodita, de
la forma en que cubrían los cadáveres.
—No sabía que los
amigos trataban a los amigos de esa forma.
—Ella… era una broma.
—No creo que fuera
muy divertido.
No, no lo era. Pero
ya no importaba.
—Le tienes miedo del
agua, sin embargo, saltaste detrás de ella, a pesar de que te iba a dejar
atrás.
Lo miré fijamente.
¿Cómo sabía eso?
Continuará...
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