martes, 15 de julio de 2014

capitulo 9


Mi corazón dio un vuelco. ¿A mi lado había un hombre… un niño? No podía decirlo, pues su rostro estaba parcialmente oculto por la oscuridad. Pero lo que pude ver de él hizo que mi aliento se atascara en mi garganta. Su cabello era oscuro, y la chaqueta que llevaba era larga y negra, agitándose con la brisa fría.
No lo había imaginado, después de todo.
—Ella... —No pude terminar.
Se arrodilló junto a Afrodita y la examinó. Él tuvo que ver las mismas cosas que vi, la cabeza ensangrentada,  el cuerpo, el ángulo de su cuello. Pero en  lugar de  entrar en  pánico, me miró, y una sacudida recorrió mi espina dorsal. Sus ojos eran del color de la luz de la luna.
Oí crujir algo a unos pocos metros. Sorprendida, me giré, sólo para ver a un Gran Danés negro, moviendo la cola. El perro se sentó junto a él, y él le rascó detrás de las orejas.
— ¿Cuál es tu nombre? —dijo de manera uniforme.
Con manos temblorosas, me metí el pelo mojado detrás de las orejas. 
—L-Lali.
—Hola, Lali. —Había algo tranquilizador en su voz, casi melódico—. Soy Peter, y éste es Cerberos.
Pude ver su rostro con claridad ahora que estaba más cerca, y algo parecía apagado. Él no parecía ser más que unos pocos años mayor que yo, veintidós a lo sumo, pero incluso eso era empujarlo. Y era demasiado hermoso para estar en el medio de un bosque como éste.
Debería  estar en portadas de  revistas, no gastando su tiempo escondido  en  la Península
Superior de Michigan.
Pero sus ojos me llamaron la atención. Incluso en la oscuridad, brillaban intensamente, y me costó mucho alejar la mirada.
—M-mi amiga —le dije, mi voz temblorosa—. Ella está...
—Ella está muerta.
Habló en un tono tan normal que mi estómago dio un vuelco de revés. Vomité la pequeña cena  que  había  comido,  el  horror  de  la  noche  me  pegó  tan  fuerte  que  sentí  como  si  el viento me hubiese noqueado.
Finalmente, una vez que había  terminado, me di la vuelta en una posición sentada y me limpié la boca. Peter había arreglado Afrodita, por lo que parecía como si estuviera durmiendo, y ahora él me miraba como si yo fuera un extraño animal que no quería asustar. Miré hacia otro lado.
— ¿Así que es tu amiga?
Tosí  débilmente,  luchando  por  mantener  un  burbujeante  sollozo  dentro  de  mí.  ¿Lo  era ella? Por supuesto que no. 
—Sí —logré decir—. ¿Por qué?
Escuché el crujido de la tela y abrí los ojos para ver a Henry poner su chaqueta sobre Afrodita, de la forma en que cubrían los cadáveres. 
—No sabía que los amigos trataban a los amigos de esa forma.
—Ella… era una broma.
—No creo que fuera muy divertido.
No, no lo era. Pero ya no importaba.
—Le tienes miedo del agua, sin embargo, saltaste detrás de ella, a pesar de que te iba a dejar atrás.

Lo miré fijamente. ¿Cómo sabía eso?

Continuará... 

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