viernes, 18 de julio de 2014

Capitulo 18


En el momento en que terminé, había lágrimas en mis ojos, y agarraba la taza de té con tanta fuerza que era un milagro que no se rompiera.
Delante de mí Peter se quedó en silencio, mirando a su propia taza de té. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pensando, y no estaba segura de querer saberlo. Todo lo que importaba era que estuviera de acuerdo.
— ¿Estarías dispuesta a renunciar a seis meses al año por el resto de tu vida para salvar a tu amiga, incluso después de lo que te hizo? —Había una nota de incredulidad en su voz.
—Lo que hizo no merece la pena de muerte —dije—. Hay un montón de gente ahí fuera que la amaba, y ellos no tienen que sufrir de esa manera por mi culpa. —Y tal vez sabiendo que la había salvado ayudaría a que me doliera un poco menos, también.
Tamborileó sus dedos contra el brazo del sofá, con los ojos en mí una vez más. 
—Lali, yo no invito a cualquiera a mi casa. ¿Entiendes por qué te ofrezco esto a ti?
¿Debido a que estaba loco? Negué con la cabeza.
—Porque  a  pesar  de  que  ella  te  abandonó,  en  vez  de  sentir  rencor  o  permitir  que  se muriera,  tú  hiciste  todo  lo  posible  dentro  de  tu  poder…  incluso  encarar  uno  de  tus mayores temores, para salvarla.
No sabía qué decir a eso. 
¿No lo haría cualquiera?
—No. —Su sonrisa era una cansada—. Muy pocas personas lo considerarían. Eres rara, y me intrigas. Cuando declinaste mi oferta ayer, pensé que quizás me había equivocado, pero al venir aquí hoy, sólo has demostrado que eres mucho más digna y capaz de lo que podía haber imaginado.
Parpadeé, alarmada. 
— ¿Digna y capaz de qué?
Ignoró mi pregunta. 
—Voy a hacer mi oferta una vez más. A cambio, yo no puedo darte la vida de tu amiga de nuevo.  Ella  se  ha  ido,  y  me  temo  que  si  la  devuelvo  a  su  cuerpo  ahora,  ella  sería  algo antinatural, y  nunca encontraría  la felicidad. Pero te  prometo que  como está ahora,  está satisfecha.
Mi pecho se sentía vacío. 
— ¿Así que todo esto es para nada entonces?
—No. —Él inclinó su cabeza, sus ojos estrechándose ligeramente—. No puedo deshacer lo que ya se ha hecho, pero puedo evitar.
— ¿Evitar qué?
Me  miró,  y  con  una  oleada  de  esperanza,  comprendí.  Pensaba  que  iba  a  ser  la  que  lo mencionara, pero lo había hecho por mí.
Él podía detener a mi madre de la muerte.
—Tú… ¿tú realmente puedes hacer eso?
Dudó. 
—Sí, sí puedo. No puedo curar a tu madre, pero puedo mantenerla con vida hasta que estés lista para decir adiós. Te puedo dar la oportunidad de pasar más tiempo con ella, y cuando estés lista, me aseguraré de que sea pacífico.
Sus palabras se apoderaron de mí, envolviéndome en una extraña calidez. 
— ¿Cómo? —susurré.
Él negó con la cabeza. 
—No te preocupes por eso. Si estás de acuerdo, tienes mi palabra de que haré cumplir mi parte del trato.
Yo  siempre  había  pensado  que  iba  a  poder  decirle  adiós  a  mi  madre.  Ninguno  de  los escenarios  que  había  reproducido  en  mi  cabeza  envolvía  a  ella  cayendo  en  coma  y deslizándose sin yo llegar a decirle que la amaba por última vez, y ahora...
—Está bien —dije en voz baja—. Tú… tú la mantendrás con vida. Ella tiene un tipo muy agresivo de cáncer, por lo que podría… podría ser difícil. —De repente era difícil ver con la forma en que mis ojos estaban bañados en lágrimas—. Pero no sentirá ningún tipo de dolor, ¿verdad? Sólo… quiero ser capaz de decir adiós.
—Ella no va a sentir ningún tipo de dolor, me aseguraré de ello. —Sonrió con tristeza—.
¿Hay algo más que te gustaría? Estás dando mucho más que yo, y quiero que estés segura.
Tragué. 
— ¿No puedes mantenerla con vida? No puedes… ¿no puedes sanarla?
—Lo siento —dijo—. Pero las despedidas no son para siempre. El amor que le tienes a tu madre no es del tipo que la muerte puede violar.
Agaché la cabeza y miré hacia mi té, porque no quería que me viera desmoronarme. 
—No sé quién soy sin ella.
—Entonces tendrás la oportunidad de descubrirlo antes de que ella se vaya. —Peter dejó su taza—. Y cuando te despidas, ella tendrá la tranquilidad de saber que vas a estar bien.
Asentí, con la garganta demasiado apretada para hablar. Por ella entonces, también. Ella quería  que  yo  estuviera  bien,  y  eso  no  era  algo  que  podía  prometerle  todavía.  Pero  la oportunidad de tener una conversación más, para decirle que la amaba por última vez, y el rayo de esperanza que sería capaz de mirarla a los ojos y prometerle que estaría bien para así poder dejarla ir sin preocupaciones ni culpa, valía la pena.
—Entonces está hecho —dijo Peter con suavidad—. Serás mi invitada para el invierno.
Hestia te acompañará a tu habitación, y nada se te pedirá hasta mañana.
Asentí  otra  vez.  Esto  era  entonces…  estaba  atrapada.  Éste  sería  mi  hogar  durante  los próximos seis meses.
De repente, la habitación parecía mucho más pequeña de lo que parecía antes. 
— ¿Peter? —dije con un chirrido.
— ¿Sí?
— ¿He4stia sabía que esto iba a suceder?
Peter me miró durante unos segundos, como si tratara de decidir si le creería o no. 
—Nosotros hemos estado observándote, sí.
No me atreví a preguntar quiénes eran nosotros.  
— ¿Qué es este lugar?
Él parecía divertido. 
— ¿No lo has descubierto ya?
Sentí que  mis mejillas se ruborizaron. Por  lo menos había  un poco de sangre aún en mi cabeza,  lo  que  significaba  que  tenía  la  oportunidad  de  permanecer  en  pie  sin  perder  el conocimiento. 
—He estado un poco ocupada pensando en otras cosas.
Poniéndose de pie, Peter me ofreció su mano. No la tomé, pero no pareció molestarle.  
—Se  conoce  por  muchos  nombres.  Los  Campos  Elíseos,  Annwn,  el  Paraíso…  algunos incluso lo llaman el Jardín del Edén.
Él sonrió como si hubiera dicho una broma ingeniosa. No lo entendí, y mi confusión debe haberse visto, ya que continuó sin preguntarme.
—Ésta es la puerta entre los vivos y los muertos —dijo—. Todavía estás viva. Los demás sobre los jardines han muerto hace mucho tiempo.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. 
— ¿Y tú?

— ¿Yo? —La comisura de su boca se  alzó—. Yo gobierno a los muertos. No soy uno de ellos.

Continuará...

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