Capitulo 18
En el momento en que
terminé, había lágrimas en mis ojos, y agarraba la taza de té con tanta fuerza
que era un milagro que no se rompiera.
Delante de mí Peter
se quedó en silencio, mirando a su propia taza de té. No tenía ni la menor idea
de lo que estaba pensando, y no estaba segura de querer saberlo. Todo lo que
importaba era que estuviera de acuerdo.
— ¿Estarías dispuesta
a renunciar a seis meses al año por el resto de tu vida para salvar a tu amiga,
incluso después de lo que te hizo? —Había una nota de incredulidad en su voz.
—Lo que hizo no
merece la pena de muerte —dije—. Hay un montón de gente ahí fuera que la amaba,
y ellos no tienen que sufrir de esa manera por mi culpa. —Y tal vez sabiendo
que la había salvado ayudaría a que me doliera un poco menos, también.
Tamborileó sus dedos
contra el brazo del sofá, con los ojos en mí una vez más.
—Lali, yo no invito a
cualquiera a mi casa. ¿Entiendes por qué te ofrezco esto a ti?
¿Debido a que estaba
loco? Negué con la cabeza.
—Porque a
pesar de que
ella te abandonó,
en vez de
sentir rencor o
permitir que se muriera,
tú hiciste todo
lo posible dentro
de tu poder…
incluso encarar uno
de tus mayores temores, para
salvarla.
No sabía qué decir a
eso.
— ¿No lo haría cualquiera?
—No. —Su sonrisa era
una cansada—. Muy pocas personas lo considerarían. Eres rara, y me intrigas.
Cuando declinaste mi oferta ayer, pensé que quizás me había equivocado, pero al
venir aquí hoy, sólo has demostrado que eres mucho más digna y capaz de lo que
podía haber imaginado.
Parpadeé,
alarmada.
— ¿Digna y capaz de
qué?
Ignoró mi
pregunta.
—Voy a hacer mi
oferta una vez más. A cambio, yo no puedo darte la vida de tu amiga de nuevo. Ella
se ha ido,
y me temo
que si la
devuelvo a su
cuerpo ahora, ella
sería algo antinatural, y nunca encontraría la felicidad. Pero te prometo que
como está ahora, está satisfecha.
Mi pecho se sentía
vacío.
— ¿Así que todo esto
es para nada entonces?
—No. —Él inclinó su
cabeza, sus ojos estrechándose ligeramente—. No puedo deshacer lo que ya se ha
hecho, pero puedo evitar.
— ¿Evitar qué?
Me miró,
y con una
oleada de esperanza,
comprendí. Pensaba que
iba a ser
la que lo mencionara, pero lo había hecho por mí.
Él podía detener a mi
madre de la muerte.
—Tú… ¿tú realmente
puedes hacer eso?
Dudó.
—Sí, sí puedo. No
puedo curar a tu madre, pero puedo mantenerla con vida hasta que estés lista
para decir adiós. Te puedo dar la oportunidad de pasar más tiempo con ella, y
cuando estés lista, me aseguraré de que sea pacífico.
Sus palabras se
apoderaron de mí, envolviéndome en una extraña calidez.
— ¿Cómo? —susurré.
Él negó con la
cabeza.
—No te preocupes por
eso. Si estás de acuerdo, tienes mi palabra de que haré cumplir mi parte del
trato.
Yo siempre
había pensado que
iba a poder
decirle adiós a
mi madre. Ninguno
de los escenarios que
había reproducido en mi cabeza
envolvía a ella
cayendo en coma y
deslizándose sin yo llegar a decirle que la amaba por última vez, y ahora...
—Está bien —dije en
voz baja—. Tú… tú la mantendrás con vida. Ella tiene un tipo muy agresivo de
cáncer, por lo que podría… podría ser difícil. —De repente era difícil ver con la
forma en que mis ojos estaban bañados en lágrimas—. Pero no sentirá ningún tipo
de dolor, ¿verdad? Sólo… quiero ser capaz de decir adiós.
—Ella no va a sentir
ningún tipo de dolor, me aseguraré de ello. —Sonrió con tristeza—.
¿Hay algo más que te
gustaría? Estás dando mucho más que yo, y quiero que estés segura.
Tragué.
— ¿No puedes
mantenerla con vida? No puedes… ¿no puedes sanarla?
—Lo siento —dijo—.
Pero las despedidas no son para siempre. El amor que le tienes a tu madre no es
del tipo que la muerte puede violar.
Agaché la cabeza y
miré hacia mi té, porque no quería que me viera desmoronarme.
—No sé quién soy sin
ella.
—Entonces tendrás la
oportunidad de descubrirlo antes de que ella se vaya. —Peter dejó su taza—. Y
cuando te despidas, ella tendrá la tranquilidad de saber que vas a estar bien.
Asentí, con la
garganta demasiado apretada para hablar. Por ella entonces, también. Ella quería que
yo estuviera bien,
y eso no
era algo que
podía prometerle todavía.
Pero la oportunidad de tener una
conversación más, para decirle que la amaba por última vez, y el rayo de
esperanza que sería capaz de mirarla a los ojos y prometerle que estaría bien
para así poder dejarla ir sin preocupaciones ni culpa, valía la pena.
—Entonces está hecho
—dijo Peter con suavidad—. Serás mi invitada para el invierno.
Hestia te acompañará
a tu habitación, y nada se te pedirá hasta mañana.
Asentí otra
vez. Esto era
entonces… estaba atrapada.
Éste sería mi
hogar durante los próximos seis meses.
De repente, la
habitación parecía mucho más pequeña de lo que parecía antes.
— ¿Peter? —dije con
un chirrido.
— ¿Sí?
— ¿He4stia sabía que
esto iba a suceder?
Peter me miró durante
unos segundos, como si tratara de decidir si le creería o no.
—Nosotros hemos
estado observándote, sí.
No me atreví a
preguntar quiénes eran nosotros.
— ¿Qué es este lugar?
Él parecía
divertido.
— ¿No lo has
descubierto ya?
Sentí que mis mejillas se ruborizaron. Por lo menos había un poco de sangre aún en mi cabeza, lo
que significaba que
tenía la oportunidad
de permanecer en
pie sin perder
el conocimiento.
—He estado un poco
ocupada pensando en otras cosas.
Poniéndose de pie,
Peter me ofreció su mano. No la tomé, pero no pareció molestarle.
—Se conoce
por muchos nombres.
Los Campos Elíseos,
Annwn, el Paraíso…
algunos incluso lo llaman el Jardín del Edén.
Él sonrió como si
hubiera dicho una broma ingeniosa. No lo entendí, y mi confusión debe haberse
visto, ya que continuó sin preguntarme.
—Ésta es la puerta
entre los vivos y los muertos —dijo—. Todavía estás viva. Los demás sobre los
jardines han muerto hace mucho tiempo.
Un escalofrío me
recorrió el cuerpo.
— ¿Y tú?
— ¿Yo? —La comisura
de su boca se alzó—. Yo gobierno a los
muertos. No soy uno de ellos.
Continuará...
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