Capitulo 2
El techo de mi habitación tenía una fuga. El agente inmobiliario que nos vendió la casa, sin haberla visto, había jurado que no había nada malo con ella, pero aparentemente ese idiota había mentido. Todo lo que hice cuando llegamos fue desempacar las cosas esenciales que necesitábamos para pasar la noche, incluyendo una olla para recoger el agua que goteaba. No habíamos traído mucho, sólo lo que entrara en el auto, y ya tenía arreglado un conjunto de muebles de segunda mano que serían entregados en la casa Incluso si mi madre no estuviese muriendo, estaba segura de que sería miserable aquí. Los vecinos más cercanos estaban a un kilómetro y medio de camino, todo el lugar olía como a naturaleza, y no había nadie que repartiera pizza en el pequeño pueblo de Eden.
No, llamarla pequeña
había sido generosa. Eden ni siquiera estaba marcada en el mapa que usé para
llegar aquí. La
calle principal estaba
a 800 metros
de distancia y
cada tienda parecía vender,
antigüedades o comestibles. No había tiendas de ropa, o al menos ningún lugar
que tuviese algo que valiese la pena usar. No había ni un McDonalds, Pizza Hutt, Taco Bell… nada.
Sólo un
restaurante obsoleto y
algunas tiendas antiguas
que vendían toneladas
de caramelos.
—¿Te gusta?
—Mamá se sentó acurrucada en la mecedora
cerca de su cama,
su cabeza descansaba en su
almohada favorita, que estaba tan desgastada y descolorida que no podía decir
de qué color era originalmente, pero había sobrevivido a cuatro años de
hospitales y quimioterapia. Y contra todas las posibilidades, también ella lo
hizo.
—¿La casa?
Sí —mentí, metiendo las
esquinas de la sabana mientras
tendía su cama—. Es… bonita.
Ella sonrió y podía
sentir sus ojos en mí.
—Te acostumbrarás,
tal vez te guste lo suficiente para quedarte aquí después de que me vaya.
Presioné mis
labios juntos, negándome
a decir algo.
Era una regla tácita
de que nunca hablaríamos de lo que pasaría después
de que ella muriera.
—Lali —dijo
ella gentilmente y la mecedora
crujió cuando se
puso de pie.
Miré hacia arriba
automáticamente, lista para entrar en acción si ella se caía—. Necesitamos
hablar de esto alguna vez.
Seguí mirándola
por el rabillo
de mi ojo,
tiré de la sábana y
agarré un edredón
para ponerlo sobre la cama, las almohadas pronto lo siguieron.
—No ahora. —Aparté el
edredón para que ella pudiese acomodarse. Sus movimientos eran lentos y
agonizantes, y aparté mi mirada no queriendo verla con tanto dolor—. Todavía
no.
Una vez se acomodó me
miró, sus ojos estaban rojos y
cansados.
—Pronto —dijo ella
suavemente—. Por favor.
Tragué saliva, pero
no dije nada, la vida sin ella era indeseable y entre menos lo imaginara, mejor.
—La enfermera vendrá
en la mañana. —Presioné mis labios en su frente—. Me aseguraré de que esté
lista y sepa que hacer antes de irme al colegio.
—¿Por qué
no te quedas
aquí esta noche?
—dijo ella, dándole palmaditas al
espacio vacío—. Hazme compañía.
Dudé.
—Necesitas descansar.
Ella rozo sus dedos
fríos contra mi mejilla.
—Descansaré más
contigo aquí.
La tentación de
acurrucarme contra ella como lo hacía cuando era más pequeña era mucha para
resistir, sobre todo cuando cada vez que la dejaba me preguntaba si sería la
última.
Esta noche me dejaría
a mí misma evadir el dolor.
—De acuerdo.
Me metí a la cama
junto a ella, asegurándome que tuviese suficiente cobija antes de usar el resto
para arropar mis piernas. Una vez estuve segura de que estaría caliente,
envolví mis brazos a su alrededor, inhalando esa esencia familiar. Incluso
aunque pasara años saliendo y entrando a hospitales ella aún olía a manzanas y
fresas. Ella acarició la parte superior de mi cabeza y cerré mis ojos antes de
que se empezaran a aguar.
—Te amo —murmuré, con
ganas de abrazarla con fuerza, pero sabiendo que su cuerpo no podría
soportarlo.
—Te amo
demasiado, La —dijo
en voz baja—. Voy
a estar aquí
en la mañana,
lo prometo. Por mucho que lo deseara, sabía que era una promesa que no
podría mantener por siempre.
Esa noche,
mis pesadillas fueron
implacables y llenas
de vacas con
ojos rojos, ríos
de sangre, y agua que se
elevaba a mi alrededor hasta que me desperté jadeando. Empujé la manta lejos de
mí para secar mi sudorosa frente, temerosa de que hubiera despertado a mi
madre, pero ella seguía durmiendo.
A pesar de que no
dormí bien, no pude tomarme libre el día siguiente. Era mi primer día en la
Preparatoria Eden, que era un edificio de ladrillo que parecía más un granero
grande que una escuela. Apenas había suficientes estudiantes lo como para
molestarse en construir uno en el primer lugar, y mucho menos para que siga
funcionando. Matricularse había sido idea de mi madre, después de que yo había
perdido mi último año por estar cuidándola, ella estaba decidida a asegurarse
que me graduara.
Conduje mi
coche por el
estacionamiento dos minutos después que la primera campana sonara. Mamá se había enfermado
por la mañana, y yo no confiaba en que
la enfermera, una corpulenta mujer
llamada Hestia, pudiera
cuidar de ella
correctamente. No es que
existiera nada particularmente amenazante sobre ella, pero yo había pasado la
mayor parte de estos últimos cuatro años al cuidado de mi madre y, en lo que a
mí respecta, nadie más podía hacerlo
bien. Casi logré quedarme en casa
con ella, pero mi madre insistió en que
asistiera. Hasta el
momento el día había
sido tan difícil
que estaba segura
de que se pondría peor.
Por lo
menos no estaba
sola en la
caminata de la
vergüenza por el
estacionamiento. A medio camino
hacia el edificio, me di cuenta de que un chico me seguía. Él no parecía tener
edad suficiente para conducir, y su cabello rubio-blanquecino era casi tan
largo que tapaba sus oídos. A juzgar por su alegre expresión, no podía
importarle menos que se le hubiera hecho tarde.
Se lanzó
hacia delante para
llegar a la puerta antes
que yo y,
para mi sorpresa,
él la mantuvo abierta
para mí. Yo
no podía pensar
en ningún chico
en mi vieja
escuela que hubiera hecho eso.
continuará...
Y aquí tenéis el segundo.Espero que les guste
Besos
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