domingo, 13 de julio de 2014

Capitulo 2


El techo de mi habitación tenía una fuga. El agente inmobiliario que nos vendió la casa, sin haberla visto, había jurado que no había nada malo con ella, pero aparentemente ese idiota había mentido. Todo lo que hice cuando llegamos fue desempacar las cosas esenciales que necesitábamos para pasar la noche, incluyendo una olla para recoger el agua que goteaba. No habíamos traído mucho, sólo lo que entrara en el auto, y ya tenía arreglado un conjunto de muebles de segunda mano que serían entregados en la casa Incluso si mi madre no estuviese muriendo, estaba segura de que sería miserable aquí. Los vecinos más cercanos estaban a un kilómetro y medio de camino, todo el lugar olía como a naturaleza, y no había nadie que repartiera pizza en el pequeño pueblo de Eden.
No, llamarla pequeña había sido generosa. Eden ni siquiera estaba marcada en el mapa que usé  para  llegar  aquí.  La  calle  principal  estaba  a  800  metros  de  distancia  y  cada  tienda parecía vender, antigüedades o comestibles. No había tiendas de ropa, o al menos ningún lugar que tuviese algo que valiese la pena usar. No había ni un McDonalds,  Pizza Hutt, Taco Bell… nada.
Sólo  un  restaurante  obsoleto  y  algunas  tiendas  antiguas  que  vendían  toneladas  de caramelos.
—¿Te  gusta?  —Mamá se  sentó  acurrucada en la  mecedora  cerca  de  su cama,  su  cabeza descansaba en su almohada favorita, que estaba tan desgastada y descolorida que no podía decir de qué color era originalmente, pero había sobrevivido a cuatro años de hospitales y quimioterapia. Y contra todas las posibilidades, también ella lo hizo.
—¿La  casa?  Sí  —mentí, metiendo  las  esquinas  de la sabana mientras tendía  su cama—. Es… bonita.
Ella sonrió y podía sentir sus ojos en mí.
—Te acostumbrarás, tal vez te guste lo suficiente para quedarte aquí después de que me vaya.
Presioné  mis  labios  juntos,  negándome  a  decir  algo.  Era  una regla  tácita  de  que  nunca hablaríamos de lo que pasaría después de que ella muriera.
—Lali  —dijo  ella  gentilmente  y  la  mecedora  crujió  cuando  se  puso  de  pie.  Miré  hacia arriba automáticamente, lista para entrar en acción si ella se caía—. Necesitamos hablar de esto alguna vez.
Seguí  mirándola  por  el  rabillo  de  mi  ojo,  tiré  de  la  sábana  y  agarré  un  edredón  para ponerlo sobre la cama, las almohadas pronto lo siguieron.
—No ahora. —Aparté el edredón para que ella pudiese acomodarse. Sus movimientos eran lentos y agonizantes, y aparté mi mirada no queriendo verla con tanto dolor—. Todavía no.
Una vez se acomodó me miró, sus ojos estaban rojos y cansados.
—Pronto —dijo ella suavemente—. Por favor. 
Tragué saliva, pero no dije nada, la vida sin ella era indeseable y entre menos lo imaginara, mejor.
—La enfermera vendrá en la mañana. —Presioné mis labios en su frente—. Me aseguraré de que esté lista y sepa que hacer antes de irme al colegio.
—¿Por  qué  no  te  quedas  aquí  esta  noche?  —dijo  ella,  dándole palmaditas  al  espacio vacío—. Hazme compañía.
Dudé. 
—Necesitas descansar.
Ella rozo sus dedos fríos contra mi mejilla.
—Descansaré más contigo aquí.
La tentación de acurrucarme contra ella como lo hacía cuando era más pequeña era mucha para resistir, sobre todo cuando cada vez que la dejaba me preguntaba si sería la última.
Esta noche me dejaría a mí misma evadir el dolor. 
—De acuerdo.
Me metí a la cama junto a ella, asegurándome que tuviese suficiente cobija antes de usar el resto para arropar mis piernas. Una vez estuve segura de que estaría caliente, envolví mis brazos a su alrededor, inhalando esa esencia familiar. Incluso aunque pasara años saliendo y entrando a hospitales ella aún olía a manzanas y fresas. Ella acarició la parte superior de mi cabeza y cerré mis ojos antes de que se empezaran a aguar.
—Te amo —murmuré, con ganas de abrazarla con fuerza, pero sabiendo que su cuerpo no podría soportarlo.
—Te  amo  demasiado,  La  —dijo  en  voz  baja—.  Voy  a  estar  aquí  en  la  mañana,  lo prometo. Por mucho que lo deseara, sabía que era una promesa que no podría mantener por siempre.
Esa  noche,  mis  pesadillas  fueron  implacables  y  llenas  de  vacas  con  ojos  rojos,  ríos  de sangre, y agua que se elevaba a mi alrededor hasta que me desperté jadeando. Empujé la manta lejos de mí para secar mi sudorosa frente, temerosa de que hubiera despertado a mi madre, pero ella seguía durmiendo.
A pesar de que no dormí bien, no pude tomarme libre el día siguiente. Era mi primer día en la Preparatoria Eden, que era un edificio de ladrillo que parecía más un granero grande que una escuela. Apenas había suficientes estudiantes lo como para molestarse en construir uno en el primer lugar, y mucho menos para que siga funcionando. Matricularse había sido idea de mi madre, después de que yo había perdido mi último año por estar cuidándola, ella estaba decidida a asegurarse que me graduara.
Conduje  mi  coche  por  el  estacionamiento  dos  minutos después que la primera  campana sonara. Mamá se había enfermado por  la mañana, y yo no confiaba en que la enfermera, una  corpulenta  mujer  llamada  Hestia,  pudiera  cuidar  de  ella  correctamente.  No  es  que existiera nada particularmente amenazante sobre ella, pero yo había pasado la mayor parte de estos últimos cuatro años al cuidado de mi madre y, en lo que a mí respecta, nadie más podía hacerlo  bien. Casi logré quedarme  en casa con ella, pero mi  madre insistió en que asistiera.  Hasta  el  momento  el  día  había  sido  tan  difícil  que  estaba  segura  de  que  se pondría peor.
Por  lo  menos  no  estaba  sola  en  la  caminata  de  la  vergüenza  por  el  estacionamiento.  A medio camino hacia el edificio, me di cuenta de que un chico me seguía. Él no parecía tener edad suficiente para conducir, y su cabello rubio-blanquecino era casi tan largo que tapaba sus oídos. A juzgar por su alegre expresión, no podía importarle menos que se le hubiera hecho tarde.

Se  lanzó  hacia  delante  para  llegar  a  la  puerta  antes  que  yo  y,  para  mi  sorpresa,  él  la mantuvo  abierta  para  mí.  Yo  no  podía  pensar  en  ningún  chico  en  mi  vieja  escuela  que hubiera hecho eso. 

continuará...

Y aquí tenéis el segundo.Espero que les guste
Besos

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