viernes, 18 de julio de 2014

Capitulo 17


El camino estaba alineado con árboles ubicados a intervalos parejos, y se inclinaba hacia arriba.  Me  llevó  unos  pocos  minutos  subir  la  colina,  pero  cuando  lo  hice,  me  detuve,  la boca abierta. Lo que fuese que había esperado, no era eso.
Una enorme mansión estaba desparramada sobre el terreno, tan grande que no podía ver lo que  había  detrás aun  desde  la  cima de la colina. El  camino en el  que estaba se  volvía pavimentado, y rodeaba el frente de la mansión, formando un óvalo perfecto.
Yo sólo había visto edificios como estos en las fotos de palacios europeos, y estaba segura de que  en  ningún otro  lugar  de la Península  Superior  —quizás  aun en todo el estado— existía un lugar como éste. Brillaba blanca y dorada, y todo en ella lucía majestuoso.
Mientras estaba parada ahí, me llevó un momento darme cuenta que no estaba sola. Una docena de jardineros y trabajadores me miraban, y de repente me volví consciente de mí misma. Estaba dentro de las puertas, ¿ahora qué?
En la  distancia  vi  a  una mujer apresurándose  hacia  mí, sosteniendo el  borde  de  su falda mientras trepaba la colina. Más que dar un paso hacia atrás, me mantuve firme, atrapada entre el asombro, el miedo y la determinación. Sin importar cuán hermosa su casa fuera, yo todavía necesitaba ver a Peter y pronto.
— ¡Bienvenida, Lali! —dijo la mujer y, al oír su voz, tuve que mirar dos veces.
— ¿Hestia?
Cuando  se  acercó,  la  reconocí  como  la  enfermera  que  me  había  ayudado  a  cuidar  de  mi madre  las  últimas  semanas.  La  miré,  sorprendida,  pero  Hestia  actuó  como  si  nada  de  eso fuera importante. Cuando  ella  llegó a mi lado,  sus  mejillas  estaban  rosadas  y sonreía  de oreja a oreja. Ella tomó mi brazo. 
—Nos estábamos preguntando si alguna vez vendrías, querida. ¿Cómo está tu madre?
Me tomó un segundo encontrar mi voz. 
—Muriendo —dije—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Vivo aquí.  —Ella  comenzó  a  guiarme hacia la casa,  y  yo la dejé,  intentando  no mirar demasiado.
— ¿Conoces a Peter?
—Por supuesto —dijo ella—. Todo el mundo conoce a Peter.
— ¿Tú también puedes levantar a los muertos? —murmuré, y Hestia hizo sonar la lengua
— ¿Tú puedes?
Apreté mis puños. 
—Necesito verlo.
—Lo sé, querida. Allí es hacia donde estamos yendo.
Le eché un vistazo, insegura de si ella estaba siendo condescendiente o evasiva o ambas a la  vez.  Ella  ignoró  mi  mirada  y  me  llevó  por  el  camino  oval  hasta  que  llegamos  a  las grandes puertas corredizas, las cuales se abrieron sin ningún tipo de incitación por parte de Hestia. En lugar de seguirla dentro, me detuve y miré.
La parte externa no era nada comparado con el magnífico salón de entrada. Era simple y de buen gusto, no muy llamativo, pero lejos de ser ordinario.
El piso era mayormente de mármol blanco, y pude ver el indicio de una alfombra de lujo en  el  otro  lado  del  salón.  Los  muros  y  el  cielorraso  estaban  hechos  de  espejos,  y  estos hacían al enorme salón lucir aun más grande de lo que ya era.
Pero  era  el  suelo  en  el  centro  del  cuarto  lo  que  atrapó  mi  atención.  Había  un  perfecto círculo hecho de cristal, y era de lejos la cosa más increíble en el salón. Brillaba, los colores parecían nadar juntos, mezclándose y dividiéndose mientras yo miraba. Mi boca se abrió, pero  no  me  importó…  todo  acerca  de  eso  era  surrealista,  y  yo  apenas  podía  creer  que todavía estaba en Michigan.
— ¿Lali?
Me aparté y finalmente presté atención a Hestia. Ella estaba de pie unos centímetros más allá, y me dio una sonrisa dubitativa.
—Lo lamento  —dije.  Caminé hacia ella,  pisando alrededor del círculo de  cristal como si fuera agua de verdad. Por todo lo que yo sabía, lo era—. Es sólo que…
—Es hermoso —dijo ella alegremente, tomándome del brazo una vez más y dirigiéndome más allá de una gran escalera en espiral que conducía a una parte de la casa que no podía ver. No me atreví a tratar de mirar, no queriendo perder ni un minuto.
—Sí. —Fue lo mejor a lo que pude llegar, pero por lo demás estaba sin palabras. Lo que sea que había estado esperando, no había sido esto.
Me  llevó  a  través  de  una  serie  de  habitaciones,  cada  una  con  una  decoración  única  y exquisita.  Una  de  las habitaciones  era  de color rojo  y  dorado;  mientras que otra  era  de color  azul  celeste,  con  murales  pintados  en  las  paredes.  Habían  salas  de  estar,  salas  de juegos, estudios e incluso dos bibliotecas. Parecía imposible que todas ellas estuvieran en la misma casa y, al parecer, sólo pertenecía a un muchacho que no era mucho mayor que yo, a menos que sus padres vivieran aquí, también, pero nunca parecía terminar.
Finalmente  pasamos  otra  sala  y  entramos  en  una  habitación  que  tenía  paredes  verde oscuro y bordes dorados. El mobiliario parecía más viejo y cómodo aquí que en las otras habitaciones, y Hestia me dirigió hacia un sofá de cuero negro.
—Siéntate,  cariño,  y  llamaré  a  alguien  para  que  traiga  refrescos.  Peter debe  de  estar contigo en breve.
Me senté, no queriendo que me dejara sola, pero podía hacer esto. Tenía que hacerlo. La vida  de  Afrodita  estaba  en  juego,  y  ésta  era  la  única  oportunidad  que  tendría  para  hacerlo razonar. Si Henry quería mantenerme aquí, entonces estaba bien. Mientras que trajera de vuelta a Afrodita, yo haría cualquier cosa que quisiera que hiciera, incluso si eso significa pasar el resto de mi vida detrás de las cercas. Aparté de mi mente lo que Hermes había dicho en el coche sobre Afrodita no siendo mi madre. Eso no era por lo que estaba aquí.
Pero incluso  mientras lo pensaba, sabía que estaba mintiéndome a mí misma. ¿No era la mera posibilidad de que Peter pudiera salvar a mi madre, o de alguna manera protegerme del dolor de perderla, exactamente el porqué estaba aquí? Haría todo lo posible para salvar a Afrodita, pero ella había estado muerta por horas, y todo el pueblo lo sabía. Peter, sin duda, querría un precio más alto para traerla de nuevo por segunda vez, y no importa la buena cara que pusiera, el pensamiento de estar detrás de esas cercas para el resto de mi vida me aterrorizaba.  Yo  había  querido  decir lo que había dicho,  acerca de  hacer  todo  lo  posible para tratar de traerla de vuelta, pero aún si eso era imposible, como Hermes había dicho, mi madre  no  había  muerto  todavía.  Todavía  había  una  oportunidad  de  que  Peter  pudiera hacer algo para salvarla.
No sé cuánto tiempo me senté allí en silencio, mirando fijamente a una estantería llena de libros encuadernados en piel. Repasé el discurso en mi cabeza, asegurándome de que todo lo  que  quería  decir  estaba  allí.  Tenía  que  escucharme,  ¿cierto?  Incluso  si  no  quisiera hacerlo, si hablaba lo suficiente, tenía al menos que escucharme. Tenía que intentarlo.
Por el rabillo de mi ojo, me di cuenta de que Peter estaba en la puerta, sosteniendo una bandeja llena de comida. Mis  dedos excavaron  en el  sofá, y todas las palabras que había practicado salieron volando de mi cabeza.
—Lali —dijo en una voz baja, y agradable. Adentrándose, puso la bandeja sobre la mesa delante de mí y se sentó en el sofá frente a mí.
—P-Peter —dije, odiándome a mí misma por tartamudear—. Tenemos que hablar. Inclinó la cabeza, como si en silencio me diera permiso para hablar. Abrí y cerré mi boca, sin  saber  qué decir.  Mientras  él esperaba,  nos sirvió  a ambos  una taza  de  té. Yo nunca había tomado el té en una taza de porcelana antes.

—Lo siento —le dije. Mi garganta estaba seca—. Por no escucharte ayer, quiero decir. No estaba pensando, y yo no pensé que ibas en serio. Mi mamá está muy enferma, y yo sólo… por favor. Estoy aquí. Me quedaré. Voy a hacer lo que quieras. Simplemente trae a Afrodita de vuelta.
Bebió  un  sorbo  de  su  té  y  me  indicó  que  tomara  del  mío.  Así  lo  hice  con  las  manos temblorosas.
—Tiene diecisiete años —dije, mi voz cada vez más desesperada con cada palabra—. Ella no debería tener que perder toda su vida sólo por mi estúpido error.
—No fue tu error.  —Dejó la taza sobre  la mesa y se centró en mí. Sus ojos seguían del mismo tono extraño de la luz de la luna, y me retorcí bajo la intensidad de su mirada—.
Tu  amiga  hizo  su  elección  cuando  decidió  saltar  en  el  río  y  abandonarte.  No  te  rindo cuentas por la muerte de tu amiga. No deberías hacerlo tú tampoco.
—No entiendes. Yo no sabía que ibas en serio. No lo entendí. No sabía que realmente iba a morir,  pensé  que  estabas bromeando  o...  no  sé.  No  bromeando,  pero  algo.  No  sabía  que podías  hacer  eso,  y  ahora  que  lo  sé…  por  favor.  Ella  no  se  merece  morir  por  cometer algunos errores.
—Y no te mereces renunciar a la mitad del resto de tu vida por ella.
Suspiré, tan frustrada que estaba a punto de llorar. ¿Qué quería de mí? 
—Tienes razón, no me quiero quedar aquí. Este lugar me da miedo. me asustas. No sé lo que eres o lo que es este lugar, y la última cosa que quiero hacer es pasar el resto de mi vida aquí. Tal vez Afrodita no era lo mejor para mí al principio, pero ella es mi amiga ahora.
Ella  no  merecía  morir,  y  su  muerte… es  mi  culpa.  Debería  haber sido  yo,  no ella,  y  no puedo  vivir  con  eso.  No  puedo  mirarme  en  el  espejo  todos  los  días  sabiendo  que  es  mi culpa que su familia tenga que pasar por el dolor de perderla justo como… —Me detuve.
Justo como yo estaba pasando por el dolor de perder a mi madre—. No puedo. Así que si eso significa que Afrodita vuelva, entonces me quedaré aquí todo el tiempo que quieras, te lo prometo. Por favor.
No era exactamente el  discurso que había planeado, pero era lo suficientemente cercano. 

 Continuará...

0 comentarios:

Publicar un comentario

:3

:3

Wonderland life Designed by Ipietoon © 2008

Back to TOP