Capitulo 14
Cuando la
medianoche llegó y
sonó el timbre,
estaba hecha un
ovillo en la
cama de mi madre, aún vestida. Tardé dos timbrazos en
decidirme a responder, e incluso entonces, me tomé mi
tiempo para salir
de la cama
y hacer mi
camino escaleras abajo.
Llevando la almohada de mi madre
contra mi pecho, abrí la puerta, esperando que fuera Hermes.
Era Peter.
Mi estómago cayó a
mis rodillas, y la niebla que aturdía mi mente se despejó.
—Hola, Lali.
—Su voz era
como miel, y
de repente fui
consciente de qué
tan mal me veía—. ¿Me recuerdas?
¿Cómo podría
olvidarlo?
—Sí —dije
bruscamente—. Eres Peter.
—Lo soy.
Había algo triste detrás de su sonrisa, algo
que relacioné con todo demasiado bien.
—Éste es mi Valet, Zeus.
Miré al segundo
hombre, con la mano aún en el picaporte. Era mayor, su cabello gris y su piel
aceitunada y su pálido rostro estaban elaborados.
—Hola —dije dudando.
—Hola, señorita Esposito.
—Sonrió cálidamente—. ¿Podemos entrar?
Ya no tenía sentido
que me preocupara porque me secuestraran. Afrodita tenía razón; si ese era
el plan
de Peter, ya
estaría en la
parte trasera de una
van con las manos atadas en la
espalda. Además, ya no importaba. Con un asentimiento, abrí la puerta lo
suficiente para que pasaran.
Nerviosamente los
guié a la sala. Después de encender las luces, me senté en la mecedora,
dejándoles el sofá. Peter se sentó como si fuera su casa y, en la luz, era más
sencillo ver su rostro. Se veía tan joven y hermoso como antes.
— ¿Sabes qué día es?
Ya ni siquiera sabía
qué mes era, pero sólo había una razón para que Peter viniera a mi casa.
—Es el… equinoccio de
otoño, ¿cierto?
—Muy bien
—respondió—. Leíste acerca de Perséfone, ¿no?
Mi boca se secó, y
asentí.
— ¿Y estás preparada
para cerrar el trato?
Los miré insegura.
Quizás sí me secuestrarían después de todo.
—No estoy segura de
cuál sea nuestro trato.
Esta vez habló Zeus.
—A cambio
de la vida
de tu amiga,
has accedido a
pasar el otoño
y el invierno
en la Mansión Eden. Todos los
otoños e inviernos, si todo marcha bien.
Lo miré.
— ¿Disculpe?
—Como nuestra
invitada de honor, por supuesto —añadió—. Serás tratada con el mayor cuidado y
respeto, y tendrás todo lo que puedas pedir.
—Espera.
Me puse de pie muy
rápido, y me mareé. Me estabilicé, rehusándome a temblar frente a
ellos.
— ¿Quieres decir que
por el resto de mi vida tendré que pasar seis meses con ustedes? ¿Ese fue el
trato?
—Sí —dijo Peter. Alzó
la mano para silenciar a Walter y él, también, se levantó—. Soy consciente de que no
será sencillo, y enfrentarás
ciertos… desafíos. Pero te aseguro que
haré todo lo posible para asegurar tu seguridad y felicidad. Y los otros seis
meses del año, puedes hacer lo que te
plazca. Puedes tener una vida
totalmente diferente, si
quieres… tendrás libertad total. Y mientras estés conmigo, serás tratada
como una reina. Haré todo
lo que esté en mi
poder para hacerte feliz.
Hablaba en serio, de
eso me pude dar cuenta. Centrándome en una palabra en particular, recordé el
mito, y mi sangre se heló.
—Reina —dije, escupiendo la palabra con
amargura—. ¿Significa que quieres que
sea tu esposa? —Peter
frunció el ceño—. No te
estoy proponiendo matrimonio,
Lali. Con la muerte de tu madre, pronto no tendrás nada
a lo que aferrarte aquí, y te estoy ofreciendo una oportunidad de una vida que
posiblemente no puedas imaginar.
Me ericé. ¿Cómo sabía
de mi madre?
— ¿Qué obtienes a
cambio? No voy a dormir contigo si eso es lo que piensas. No soy ese tipo de
persona.
Él y Zeus
intercambiaron miradas divertidas.
—Te aseguro que todo
lo que quiero es el placer de tu compañía. Del tipo platónico.
De alguna
manera no creí
que eso fuera
todo lo que
él obtenía, pero
no había punto siquiera en fingir que era una opción.
No estaba a punto de pasar seis meses del resto de mi vida con un extraño, sin
importar lo que me ofreciera.
—No —dije—. Gracias
por la oferta, pero estás loco, y no. Ahora si no te importa, tengo que dormir.
No discutieron. Zeus se levantó para unírsenos a Peter y a mí, y
los guié a ambos a la puerta
principal, manteniéndola abierta
para que no
tuvieran excusas para
quedarse.
Mientras Peter salía,
se detuvo, su cuerpo a menos de treinta centímetros de distancia del mío. Era
realmente hermoso y, teniéndolo tan cerca, era difícil recordar porqué pasar
seis meses con él era tan malo.
— ¿Entiendes lo que
pasará si no respetas el final de nuestro trato?
Ah, claro. Porque no
importa lo hermoso que sea, aún seguía estando loco.
—No lo sé, y no me
importa —dije firmemente—. Ahora por favor vete.
—Te daré hasta la
medianoche —dijo él, uniéndose a Zeus en
el camino del frente—.
Pero me temo que ya
no puedo esperar. No te apresures en despreciar mi oferta, Lali. Ésta es la
única oportunidad que te queda.
En lugar de
responder, cerré la puerta, intentando ignorar el fuerte temblor de mis manos.
Continuará...
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