Capitulo 6
Mamá se pasó la mayor
parte de la noche agachada sobre un lavabo teniendo arcadas, y pasé la mayor
parte de ella tirando su cabello hacia atrás. Para cuando la mañana llegó y Hestia, la
enfermera de día,
apareció, mi madre
apenas tenía suficiente
energía para reportarme enferma, excusándome de mis clases, y ambas dormimos el día entero.
Después de otra ronda
de escalofriantes pesadillas, me desperté bruscamente después de las cuatro,
mi corazón latiendo con fuerza y la sangre fría en mis venas. Podía sentir aún
al agua llenar mis
pulmones mientras luchaba
por respirar, podía
aún ver los
oscuros remolinos de sangre que me rodeaban mientras que la corriente me
derrumbaba, y cuanto
más luchaba,
más me hundía.
Me tomó varios
minutos calmarme, y
una vez que
pude respirar regularmente de
nuevo, apliqué un
poco de corrector
debajo de mis
ojos para ocultar las oscuras
ojeras. La última cosa que quería era que mi madre se preocupara de mí también.
Cuando fui a verla, Hestia se sentaba en una silla frente a su puerta, tarareando suavemente para sí
misma mientras tejía un suéter morado. Ella se veía tan alegre que nunca
habrías sabido que mi madre se estaba muriendo en el otro lado de la puerta.
— ¿Está despierta? —
dije, y Hestia sacudió su cabeza—. ¿Incluiste su medicación?
—Claro, querida —dijo
amablemente, y dejé caer mis hombros—. ¿Vas a ir a la fiesta esta noche?
— ¿Cómo sabes acerca
de eso?
—Tu madre lo mencionó
—dijo—. ¿Es eso lo que vas a usar?
Bajé la mirada hacia
mi pijama.
—No voy a ir. —Era una hora con mi madre que nunca
recuperaría, y no nos quedaban muchas como esas juntas. Hestia chasqueó su
lengua con desaprobación, y le di una
sucia mirada—. ¿No harías lo mismo si ella fuera tu madre? Preferiría
pasar esta noche con ella.
—¿Es eso
lo ella querría
que hicieras? — dijo
Sofía mientras depositaba
su tejido—. ¿Poner tu vida en
suspensión mientras esperas que ella se muera? ¿Crees que eso es lo que
la haría feliz?
Miré a lo lejos.
—Ella está enferma.
—Ella estaba
enferma ayer, y estará enferma mañana —dijo Hestia gentilmente. Sentí su
cálida mano en
la mía, y
la aparté, cruzando
mis brazos con
fuerza sobre mi
pecho—. Querría que tú tuvieras una noche para ti misma.
—No sabes eso —dije
bruscamente, mi voz temblando con una emoción que se rehusaba a quedarse enfrascada—.
No la conoces, así que deja de actuar como si lo hicieras.
Hestia se paró y
cuidadosamente arregló el tejido en su silla.
—Yo sé que todo sobre
lo que habla es acerca de ti. —Ella me dio una triste sonrisa que no pude
aguantar ver, así que miré hacia la alfombra en su lugar—. Ella no quiere nada
más que saber que tú estarás feliz y bien sin ella. ¿No piensas que una hora o dos de tu tiempo podría valer
darle una pequeña paz y consuelo?
Apreté mis
dientes.
—Claro, pero…
—Pero nada. —Cuadró
sus hombros, e incluso aunque ella era de mi estatura, de repente la vi mucho
más alta—. Ella quiere que seas feliz, y puedes darle mucho de eso saliendo
esta noche y haciendo amigos. Me quedaré y me aseguraré de que ella esté
cuidada, y no tomaré un no por respuesta.
No dije nada, mirando
a Hestia mientras mi cara ardía con enojo y frustración. Ella miraba de regreso,
sin ceder un centímetro, y finalmente tuve que apartar la mirada. Ella no sabía
cuán preciado era
cada minuto para mí,
y no había
manera de que
lo entendiera, pero estaba en lo cierto sobre mi madre. Si
eso la haría feliz, lo haría.
—Bien. —Limpié mis
ojos con mi manga—. Pero si algo le ocurre a ella mientras estoy fuera…
—No pasará —dijo
Hestia, la calidez de vuelta en su voz—.
Prometo que no pasará. Ella incluso podría no notar que estás fuera, y
cuando regreses tendrás una historia que contar, ¿o no?
Si Afrodita se salía
con la suya, estaba segura de que lo haría.
Mi última esperanza
era que Afrodita se olvidara de recogerme, pero cuando de mala
gana me
arrastré hasta el
porche cinco minutos
después de las
siete, vi un enorme Range Rover estacionado en la
calzada, haciendo que mi coche pareciera un juguete en comparación. Mi madre
aún estaba durmiendo cuando fui a ver como estaba, y en lugar de dejarme
despertarla para decir adiós, Sofía me mandó lejos. Al momento de irme, yo no
estaba muy feliz.
—¡Lali! —chilló Afrodita cuando abrí la puerta del
pasajero, ajena a mi mal humor—. Estoy tan contenta de que vengas. ¿No te has
contagiado, verdad?
Con esfuerzo, subí y
me sujeté el cinturón de seguridad.
—No estoy enferma.
—¡Menos mal! —dijo
Afrodita—. Tienes tanta suerte de que tu madre te permita saltártela.
Mis manos se
apretaron en puños, y no dije nada. Suerte no era la palabra exacta.
—Te va
a encantar esta
noche —dijo Afrodita,
sin molestarse en mirar por el retrovisor al salir de la calzada—. Va
venir todo el mundo, por lo que tendrás un montón de gente por conocer.
—¿Va a venir Hermes?
—Me preparé mientras Afrodita le daba al acelerador, y el Range Rover se
precipitó hacia delante, llevándose mi estómago con él.
Por una
fracción de segundo,
Afrodita parecía tan
disgustada por el
pensamiento de Hermes apareciendo por
su fiesta, que casi retiro mi pregunta, pero la mirada se fue
tan pronto como llegó.
—Hermes no está
invitado.
—Oh. —Dejé caer. No
había esperado que Hermes viniera de todas formas; él y Afrodita no se movían
exactamente en los mismos círculos, después de todo—. ¿Lo está Ares?
—Por supuesto. —Su
alegre voz sonó tan falsa como sus uñas, y cuando me miró a través de la tenue
luz del coche, vi un destello de algo en sus ojos. Ira, tal vez, o envidia,
celos.
—No voy detrás de él
—le dije, en caso de que no hubiera recibido el mensaje todavía—. Lo dije en
serio cuando dije que no tenía citas
—Lo sé.
—Pero la manera
en que ella
se negó a
mirarme decía mucho,
y suspiré. No debería importarme,
pero en Nueva
York había visto
a un montón
de chicos aprovechándose de
sus novias mientras
se veían con
otra persona por
detrás. Nunca terminaba bien. No
importaba cuantas veces pasara. No importaba cuanto me odiara Afrodita, ella no
merecía eso.
—¿Por qué estás con
él de todos modos?
Por un momento, ella
se sorprendió.
—Porque él es Ares—dijo,
como si fuera obvio—. Es lindo, inteligente, y es el capitán del equipo de
fútbol. ¿Por qué no querría estar con él?
—Oh, no sé —dije—.
¿Porque él es un cerdo que, probablemente sólo sale contigo porque eres
magnífica y casi con certeza una animadora?
Ella sorbió por la
nariz.
—Soy la capitana del
escuadrón y capitana del equipo de natación.
—Exactamente.
Afrodita giró el
volante, y los neumáticos chirriaron contra el pavimento cuando el coche giró
bruscamente. La imagen de una vaca en medio del camino pasó por mi mente, y
apreté los ojos cerrados, rezando silenciosamente.
—Hemos estado juntos
por años —dijo Afrodita—. Yo no voy a dejarle porque una chica que piensa que
es mejor que nosotros viene y me dice que estoy siendo estúpida.
—No pienso que
soy mejor que tú —le
dije con firmeza—. Yo no
vine aquí para hacer amigos.
Se quedó en silencio
mientras nos dirigíamos a través de la oscuridad. Al principio pensé que no iba
a decir nada, pero cuando lo hizo un minuto más tarde, su voz era tan débil que
tuve que esforzarme para oírla.
—Papá dice que tu
madre está muy enferma.
—Sí, bueno, tu papá
está en lo correcto.
—Lo siento —dijo—. No
sé que haría sin mi mamá.
—Sí —murmuré—. Yo
tampoco.
Esta vez, cuando dio
la vuelta a la esquina, no me sentí como si fuera lanzada por los aires.
—¿Lali?
—¿Mm?
—Realmente me gusta
Ares. Incluso si sólo está conmigo porque soy una animadora.
—Tal vez
él no lo hace
—dije, inclinando mi
cabeza contra la
ventana—. Tal vez
él es distinto.
Ella suspiró.
—Tal vez.
Continuará...
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