martes, 15 de julio de 2014

capitulo 8


Mentalmente  me  quejé.  Déjala  sufrir…  no  era  un  río  muy  ancho.  Ella  recuperaría  los sentidos y encontraría la orilla con el tiempo.
Pero la parte bondadosa de mi cabeza señaló que si algo le ocurriera, sería responsable. E incluso si ella había tratado de hacerme una broma cruel, no podía soportar la idea de que algo horrible le ocurriera a otra persona en mi vida. Ya había tenido suficiente tragedia en ella.
Mi cuerpo se movió antes de que mi mente tomara una decisión. Podría no ser muy buena nadando,  pero  yo  podía  correr.  Sacándome  los  tacones,  había  corrido  la  mitad  de  la distancia  entre  nosotras  antes  de  saber  lo que  estaba  haciendo.  La  corriente  era  fuerte, pero  no  tan  rápida  como  yo  había  pensado  al  principio.  Alcancé  a  Afrodita  rápidamente, arrastrándome a una orilla fangosa, pero luego tuve un problema completamente diferente que tratar… el agua.
Imágenes  de  mis  pesadillas  aparecieron  en  mi  mente,  pero  las  expulsé  a  un  lado.  Afrodita estaba en el centro del río y boca abajo, lo que significaba que no tenía tiempo para esperar a que ella se acercara. Sólo había dos opciones: dejar que se ahogara o saltar al río por ella.
No había mucho de donde elegir.
Servil, entré en el agua fría y salpiqué hacia ella, saltando lentamente. Mi pie atrapó una roca y caí, empapándome, y antes de saberlo, la corriente me tenía, también. 
El  pánico me  invadió, tan  pronto  mi  cabeza  estaba  sumergida.  Pero estaba  consciente, y aunque  no  podía  nadar,  el  agua  no  era  profunda.  A  diferencia  de  mi  pesadilla,  me  las arreglé para encontrar el equilibrio  y empujarme hacia la superficie. Luché para llegar a Afrodita,  una vez  que  lo hice,  agarré  su  brazo  y tiré  de  ella  hacia  mí. Mi  corazón  palpitaba dolorosamente  rápido, pero  mantuve  la respiración  tan  constante como  pude.  Mataría a Afrodita una vez estuviera despierta, y si había algo de  justicia en el mundo, ella necesitaría puntos de sutura y tendría una cicatriz permanente en su bonita cara.
Tiré de Afrodita hacia la orilla y fuera del agua helada, aliviada de estar en tierra firme. A pesar de que ella sólo estuvo medio minuto, su piel se estaba volviendo azul y la giré sobre su lado, con la esperanza de ayudarla por si ella hubiera tragado agua.
—¿Afrodita? —dije, arrodillada a su lado. Me castañeteaban los dientes—. Afrodita… despierta.
Ella se quedó inmóvil. Me apoyé en su pecho, esperando a que ella tomara una respiración, pero  no  lo  hizo.  Me  tragué el nudo de miedo que  tenía  en  la  garganta. RCP
Yo  podía hacer eso.
La  puse  boca  arriba,  con  las  palmas  contra  su  diafragma,  uno,  dos,  tres,  cuatro,  cinco, seis…
La miré y esperé. Nada.
—Si  esto  es  una  especie  de  broma…  —Lo  intenté  de  nuevo.  Yo  no  le  daría  respiración boca a boca a menos que fuera absolutamente necesario.
Fue  entonces  cuando  me  di  cuenta  de  la  herida  en  la  cabeza.  No  sé  cómo  me  lo  había perdido  antes…  sangre  tiñendo  su  pelo  de  escarlata,  y  abandoné  momentáneamente  el RCP para ver lo malo que era.
No era sólo un corte. Mi estómago se retorció violentamente cuando tiré del pelo hacia atrás para ver la herida. Su cráneo no estaba redondo en la parte superior de su cabeza… estaba plano.
Grité y me tapé la boca, a segundos de vomitar. Incluso en la oscuridad, me di cuenta de que no estaba mirando el pelo y la sangre. Su cuero cabelludo estaba expuesto y parte de él se agitaba abierto, revelando y un cráneo aplastado y trozos de… oh, Dios, yo no quería ni pensarlo.
Rápidamente  mis  dedos  fueron  a  un  lado  de  su  cuello,  buscando  en  vano  un  pulso.  Mi respiración  estaba  entrecortada  y  rápida  ahora,  y  el  mundo  giraba  mientras  reanudaba rápidamente el RCP. Ella no podía estarlo. No era posible. Era una broma, sólo una broma de  mal  gusto,  dónde  se  suponía  que  yo  debía  arrastrarme  hasta  la  carretera  y  caminar hasta casa. Ella no se suponía que estuviera…
— ¡Ayuda!  —Grité  tan  fuerte como podía, mientras las lágrimas calientes corrían  por  mi cara—. ¡Alguien, ayuda!
Sollozando, empujé mis manos contra el abdomen de Afrodita. Ella no podía estar muerta.
Dos  minutos  antes,  había  estado  diciéndome  que...  ¿para  qué?  No  importaba.  Me limpié los ojos con el dorso de mi mano, tomé un profundo y estremecedor suspiro.
No. No era posible. Esto no estaba sucediendo.
— ¡Ayuda! —grité, mirando a mi alrededor salvajemente, con la esperanza de alguna señal de vida. Pero todo lo que vi al lado de nosotras eran árboles, y el único sonido que se oía era el río fluyendo. Si alguien vivía en la propiedad, podrían estar a metros de distancia.
Volví a mirar a Afrodita, mientras su cara flotaba  mis ojos se llenaron de  lágrimas otra vez.
¿Qué se suponía que debía hacer?
Mis hombros se estremecieron, y mi cuerpo era inútil. Me tambaleé hacia atrás, cayendo en  una  posición  sentada  mientras  miraba  Afrodita.  Sus  ojos  estaban  muy  abiertos,  sin pestañear y sin vida, y la sangre seguía brotando de su cabeza. Pero fue inútil.
Llevé las rodillas a mi pecho, incapaz de apartar los ojos. ¿Qué pasaría ahora? ¿Quién nos encontraría? 
No podía dejarla. Tenía que quedarme allí hasta que alguien nos encontrara. Oh, Dios, mi pobre madre… ¿qué diría todo el mundo? ¿Pensarían que maté a Afrodita? ¿No lo había hecho, de alguna manera? Si no hubiera estado de acuerdo en ir con ella, entonces nunca habría saltado de cabeza al río.

— ¿Puedo ayudarte?

Continuará...

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