capitulo 16
El rumor en la ciudad
decía que ella había tenido un aneurisma cerebral, pero yo sabía la verdad.
Mientras Hermes dejaba la escuela atrás con su auto en nuestro camino al
hospital, vi a
todo el cuerpo
estudiantil amontonado en
el estacionamiento, abrazándose
unos a otros y llorando. No pude dejar de mirar.
—Devuélvete.
— ¿Qué?
—Dije que te
devuelvas, Hermes. Por favor.
— ¿E ir adónde?
Miré fuera de la
ventanilla, incapaz de quitar mis ojos de sus rostros. Aun los chicos que odiaban a
Afrodita estaban llorando.
Respiré superficialmente, peleando
para no hacer
lo mismo.
Era mi
culpa. Afrodita tenía diecisiete años.
Tenía toda su
vida por delante, y ahora estaba muerta por mi culpa. Si él se iba a
llevar a alguien, ¿por qué no me había llevado a mí? Yo fui la que
estúpidamente descartó su advertencia, no ella.
Cerré mis ojos con
fuerza una vez que pasamos la escuela, la imagen de la multitud en luto quemada en la parte
de atrás de mis párpados. ¿Así era como
iba a ser mi vida
entera?
¿Con todos
lo que yo
conocía muriéndose? ¿Hermes
sería el próximo
o afortunadamente sería yo?
La ira se hinchó
dentro de mí, envolviéndome en culpa
hasta que me estaba aferrando al apoyabrazos
tan fuerte que
mis uñas crearon
marcas permanentes, con
forma de media luna,
en el cuero
gastado. Afrodita no
se merecía esto,
y sin importar
cuánto le hubiese disgustado a Peter la broma que ella hizo, eso no le daba el derecho de
hacerle esto, a su familia o a
esta ciudad. ¿Y
para qué? ¿Porque
yo no le
creía? ¿Porque yo no quería desperdiciar la mitad del resto de mi
vida atendiendo a los deseos de un lunático? Era eso lo que él hacía cuando no
se salía con la suya, ¿hacer un berrinche y matar a alguien?
Ignoré la pequeña voz
en la parte trasera de mi mente que me recordaba que Peter era la única razón
por la que ella había sobrevivido esa noche junto al río.
No podía hacer nada
para ayudar a mi madre, pero podía ayudar
a Afrodita. Y yo arreglaría esto.
—Lali —dijo Hermes suavemente, estirándose en su
asiento para posar su mano sobre la mía—. No es tu culpa.
—Por supuesto que lo
es —estallé, tironeando mi mano—. Ella
no estaría muerta ahora mismo si no fuera por mí.
—Ella hubiera muerto
hace semanas si no hubiera sido por ti.
—No, no lo hubiera
hecho —dije—. Ella nunca hubiera
tenido que gastarme esa estúpida broma si yo no hubiera accedido a ir con ella.
Ella no se hubiera golpeado la cabeza si yo no me hubiera mudado a Eden. Nada
de esto hubiera pasado si yo no hubiera venido aquí.
—Así que porque tú te
mudaste aquí, todo es tu culpa. —Su agarre del volante se apretó con
irritación—. Afrodita fue la que saltó
de cabeza al río. Tú fuiste la que accedió a entregar la mitad de tu vida para
mantenerla viva. Le diste más tiempo, Lali, ¿no entiendes?
— ¿Qué bien hacen
unas pocas semanas más? —Escupí, secando
mis mejillas con enojo—.
No tiene sentido.
Nada de esto debería haber pasado.
—Lali... —Hermes comenzó a decir, pero me volví en la
dirección contraria. Ya habíamos dejado atrás la escuela.
—Sólo conduce, Hermes.
Por favor.
— ¿Adónde vamos?
—Si él la trajo de
vuelta a la vida una vez, puede hacerlo de nuevo.
Hermes suspiró y dijo
en una voz tan suave que no estaba segura de haberlo oído bien:
—No estoy seguro de
que funcione así.
Tragué a duras
penas.
—Si alguna vez
quieres ver a Afrodita de nuevo, entonces mejor ten esperanzas de que sea así.
Llegamos al
portón diez minutos
más tarde. Para
ese momento yo
estaba temblando, atrapada entre
la desesperación y la furia. ¿Cómo se atrevía Peter a hacer esto? Tenía que saber que yo
no había entendido o creído el tipo de cosas sobre las que hablaba, y él lo
había hecho de todos modos.
Tenía que traerla de
vuela. Sin importar lo que demandara, yo lo haría hacerlo.
En lugar de estar
cerrados como habían estado cuando mi madre y yo habíamos pasado en el auto,
los portones estaban abiertos lo suficiente para que entrara a pie. Eché una
mirada Hermes, sin saber que decir.
—No deberías hacer
esto —dijo—. No hay garantía que él
pueda traer de vuelta a Afrodita, y una vez que entres ahí, puede que no
vuelvas a salir.
—No me importa. Haré
que la arregle.
—Lali, sabes que eso es imposible.
Apreté mis
dientes.
—Tengo que intentar.
No puedo dejarla morir, Hermes. No puedo.
—Ella no es tu madre —dijo Hermes delicadamente—. Sin importar cuan duro pelees por la vida
de Afrodita, no cambiará lo que ya ha pasado. No la salvará, y tampoco salvará
a tu madre.
—Lo sé. —Me ahogué,
aunque una pequeña parte de mí se preguntó si realmente lo sabía. Pero ya había
visto a Peter hacer lo imposible una
vez. Podía hacerlo de nuevo, estaba segura de eso, y quizás si
hacia lo que él quisiera, quizás
podría salvar a Afrodita esta vez—.
Ésta es mi elección,
y si hay siquiera una oportunidad de que esto pueda ser cambiado, voy a
averiguar cómo. Por favor —dije, mi voz fallando—. Por favor déjame hacer esto.
Hermes estuvo en
silencio por un momento, pero al final asintió, ya sin mirarme.
—Haz lo que sea que
tengas que hacer.
Mis manos temblaron
mientras intentaba soltar mi cinturón de seguridad. Hermes se inclinó y lo hizo
por mí.
— ¿Pero que pasa si
él lo dice en serio?
—dijo—. ¿Qué pasa si quiere que
te quedes por seis meses?
—Entonces lo
haré —dije, mirando
hacia arriba, a
las puertas gigantes
mientras una sensación de
aprensión me llenó. Me quedaría todo el año si eso la salvaba. Las salvaba—.
Seis meses no son el
fin del mundo. Haré lo que tenga que hacer.
Él asintió una vez,
una expresión distante en sus ojos.
—Estaré aquí
esperándote entonces. Pero Lali...
—Dudó—. ¿Realmente crees que es
lo que dice ser?
Mi corazón
golpeteó.
—No creo que sea lo
que dijo que es.
Hermes suspiró.
Estaba lastimándolo al hacer esto, pero no tenía elección.
— ¿Qué crees que sea?
Fruncí el ceño,
recordando las palabras de Afrodita.
—Un tipo
muy solitario. —Lo
más probable era
que si Peter
fuera a matarme,
ya lo hubiera hecho. Yo conocía
una salida si él realmente intentaba mantenerme cautiva, pero si me iba a
forzar a hacerlo, ya lo hubiera hecho el día anterior. Realmente me había dado
una elección, y hasta ahora todo lo que yo había hecho era tomar la elección
equivocada. O bien podía aceptar la muerte de Afrodita o bien podía hacer algo
al respecto y, francamente, había tenido suficiente de gente muriendo. No iba a
dejar que sucediera de nuevo.
Recordando todas
las promesas que
había hecho a mi madre,
respiré profundamente, deseando
poder hablar con ella. Ella hubiera sabido qué hacer.
—Tú cuidarás de mi
mamá, ¿no es cierto?
Aparentemente él
sabía que era inútil insistir en que ella estaría allí cuando yo volviera, cuando
sea que eso sucediera.
—Lo prometo. También
haré saber en la escuela que no volverás.
—Gracias —dije. Una
cosa menos de la que preocuparme.
Los pasos desde el
auto hasta el portón fueron los más duros que hubiese dado jamás, pero si eso significaba traer de
vuelta a Afrodita, entregaría mi libertad a Peter. Él
había tenido razón; no
tenía nada más en mi vida excepto a mi madre. Una
vez que ella se fuera, yo estaría
vacía. Pero ahora tenía la oportunidad de intercambiar lo que quedaba de mi
vida por alguien que la aprovechara.
La vida de
Afrodita apenas había
comenzado. Todas mis mejores
partes estaban ya
detrás de mí.
Mi madre quería
que fuera y
encontrara la felicidad, pero yo
no podía, no sin ella. Al menos de esta manera lo que quedaba de mí no se
desperdiciaría.
Caminé a
través del portón
y hacia el
terreno, e inmediatamente la
atmósfera cambió.
Estaba más tibio
aquí, y había una especie de electricidad en el aire que no podía identificar.
A la vez que daba más pasos, oí al portón cerrarse detrás de mí, y
salté. Volviéndome, vi a Hermes de pie junto al auto, sus ojos sobre mí.
Saludé, y le di una sonrisa dolorida.
Continuará...
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