martes, 15 de julio de 2014

capitulo 16


El rumor en la ciudad decía que ella había tenido un aneurisma cerebral, pero yo sabía la verdad. Mientras Hermes dejaba la escuela atrás con su auto en nuestro camino al hospital,  vi  a  todo  el  cuerpo  estudiantil  amontonado  en  el  estacionamiento, abrazándose unos a otros y llorando. No pude dejar de mirar. 
—Devuélvete.
— ¿Qué?
—Dije que te devuelvas, Hermes. Por favor.
— ¿E ir adónde?
Miré fuera de la ventanilla, incapaz de quitar mis ojos de sus rostros. Aun los chicos que odiaban  a  Afrodita  estaban  llorando.  Respiré  superficialmente,  peleando  para  no  hacer  lo mismo.
Era  mi  culpa.  Afrodita  tenía diecisiete  años.  Tenía  toda  su  vida por delante, y  ahora  estaba muerta por mi culpa. Si él se iba a llevar a alguien, ¿por qué no me había llevado a mí? Yo fui la que estúpidamente descartó su advertencia, no ella.
Cerré mis ojos con fuerza una vez que pasamos la escuela, la imagen de la multitud en luto quemada  en la parte  de atrás  de mis  párpados. ¿Así  era como  iba a  ser mi  vida  entera?
¿Con  todos  lo  que  yo  conocía  muriéndose?  ¿Hermes  sería  el  próximo  o  afortunadamente sería yo?
La ira se hinchó dentro de mí, envolviéndome en culpa hasta que me estaba aferrando al apoyabrazos  tan  fuerte  que  mis  uñas  crearon  marcas  permanentes,  con  forma  de  media luna,  en  el  cuero  gastado.  Afrodita  no  se  merecía  esto,  y  sin  importar  cuánto  le  hubiese disgustado a Peter la broma que ella hizo, eso no le daba el derecho de hacerle esto, a su familia  o  a  esta  ciudad.  ¿Y  para  qué?  ¿Porque  yo  no  le  creía?  ¿Porque  yo  no  quería desperdiciar la mitad del resto de mi vida atendiendo a los deseos de un lunático? Era eso lo que él hacía cuando no se salía con la suya, ¿hacer un berrinche y matar a alguien?
Ignoré la pequeña voz en la parte trasera de mi mente que me recordaba que Peter era la única razón por la que ella había sobrevivido esa noche junto al río.
No podía hacer nada para  ayudar a mi madre, pero podía  ayudar  a Afrodita. Y yo arreglaría esto.
—Lali  —dijo Hermes suavemente, estirándose en su asiento para posar su mano sobre la mía—. No es tu culpa.
—Por supuesto que lo es —estallé, tironeando mi mano—. Ella no estaría muerta ahora mismo si no fuera por mí.
—Ella hubiera muerto hace semanas si no hubiera sido por ti.
—No, no lo hubiera hecho —dije—. Ella nunca hubiera tenido que gastarme esa estúpida broma si yo no hubiera accedido a ir con ella. Ella no se hubiera golpeado la cabeza si yo no me hubiera mudado a Eden. Nada de esto hubiera pasado si yo no hubiera venido aquí.
—Así que porque tú te mudaste aquí, todo es tu culpa. —Su agarre del volante se apretó con irritación—. Afrodita fue la que saltó de cabeza al río. Tú fuiste la que accedió a entregar la mitad de tu vida para mantenerla viva. Le diste más tiempo, Lali, ¿no entiendes?
— ¿Qué bien hacen unas pocas semanas más?  —Escupí, secando mis mejillas con enojo—.
No tiene sentido. Nada de esto debería haber pasado.
—Lali...  —Hermes comenzó a decir, pero me volví en la dirección contraria. Ya habíamos dejado atrás la escuela.
—Sólo conduce, Hermes. Por favor.
— ¿Adónde vamos?
—Si él la trajo de vuelta a la vida una vez, puede hacerlo de nuevo.
Hermes suspiró y dijo en una voz tan suave que no estaba segura de haberlo oído bien:
—No estoy seguro de que funcione así.
Tragué a duras penas. 
—Si alguna vez quieres ver a Afrodita de nuevo, entonces mejor ten esperanzas de que sea así.
Llegamos  al  portón  diez  minutos  más  tarde.  Para  ese  momento  yo  estaba  temblando, atrapada entre la desesperación y la furia. ¿Cómo se atrevía Peter a hacer esto? Tenía que saber  que  yo no había entendido o creído el tipo de cosas sobre las que hablaba, y  él  lo había hecho de todos modos.
Tenía que traerla de vuela. Sin importar lo que demandara, yo lo haría hacerlo.
En lugar de estar cerrados como habían estado cuando mi madre y yo habíamos pasado en el auto, los portones estaban abiertos lo suficiente para que entrara a pie. Eché una mirada Hermes, sin saber que decir.
—No deberías hacer esto —dijo—. No hay garantía que él pueda traer de vuelta a Afrodita, y una vez que entres ahí, puede que no vuelvas a salir.
—No me importa. Haré que la arregle.
Lali, sabes que eso es imposible.
Apreté mis dientes. 
—Tengo que intentar. No puedo dejarla morir, Hermes. No puedo.
—Ella no es tu madre —dijo Hermes delicadamente—. Sin importar cuan duro pelees por la vida de Afrodita, no cambiará lo que ya ha pasado. No la salvará, y tampoco salvará a tu madre.
—Lo sé. —Me ahogué, aunque una pequeña parte de mí se preguntó si realmente lo sabía. Pero ya había visto  a Peter hacer lo imposible una vez.  Podía hacerlo  de nuevo, estaba segura de eso, y quizás si hacia lo que él quisiera, quizás podría salvar a Afrodita esta vez—.
Ésta es mi elección, y si hay siquiera una oportunidad de que esto pueda ser cambiado, voy a averiguar cómo. Por favor —dije, mi voz fallando—. Por favor déjame hacer esto.
Hermes estuvo en silencio por un momento, pero al final asintió, ya sin mirarme. 
—Haz lo que sea que tengas que hacer.
Mis manos temblaron mientras intentaba soltar mi cinturón de seguridad. Hermes se inclinó y lo hizo por mí. 
— ¿Pero que pasa si él  lo dice  en serio?  —dijo—. ¿Qué pasa si quiere que te quedes  por seis meses?
—Entonces  lo  haré  —dije,  mirando  hacia  arriba,  a  las  puertas  gigantes  mientras  una sensación de aprensión me llenó. Me quedaría todo el año si eso la salvaba. Las salvaba—.
Seis meses no son el fin del mundo. Haré lo que tenga que hacer.
Él asintió una vez, una expresión distante en sus ojos. 
—Estaré aquí esperándote entonces. Pero Lali...  —Dudó—. ¿Realmente crees  que  es lo que dice ser?
Mi corazón golpeteó. 
—No creo que sea lo que dijo que es.
Hermes suspiró. Estaba lastimándolo al hacer esto, pero no tenía elección. 
— ¿Qué crees que sea?
Fruncí el ceño, recordando las palabras de Afrodita. 
—Un  tipo  muy  solitario.  —Lo  más  probable  era  que  si  Peter  fuera  a  matarme,  ya  lo hubiera hecho. Yo conocía una salida si él realmente intentaba mantenerme cautiva, pero si me iba a forzar a hacerlo, ya lo hubiera hecho el día anterior. Realmente me había dado una elección, y hasta ahora todo lo que yo había hecho era tomar la elección equivocada. O bien podía aceptar la muerte de Afrodita o bien podía hacer algo al respecto y, francamente, había tenido suficiente de gente muriendo. No iba a dejar que sucediera de nuevo.
Recordando  todas  las  promesas  que  había  hecho  a  mi  madre,  respiré  profundamente, deseando poder hablar con ella. Ella hubiera sabido qué hacer. 
—Tú cuidarás de mi mamá, ¿no es cierto?
Aparentemente él sabía que  era  inútil insistir en que  ella estaría allí cuando yo volviera, cuando sea que eso sucediera.
—Lo prometo. También haré saber en la escuela que no volverás.
—Gracias —dije. Una cosa menos de la que preocuparme.
Los pasos desde el auto hasta el portón fueron los más duros que hubiese dado jamás, pero si  eso  significaba  traer de  vuelta a Afrodita, entregaría mi libertad a Peter.  Él  había tenido razón;  no  tenía  nada  más en mi vida excepto a mi madre.  Una  vez  que ella se fuera, yo estaría vacía. Pero ahora tenía la oportunidad de intercambiar lo que quedaba de mi vida por  alguien  que  la  aprovechara.  La  vida  de  Afrodita  apenas  había  comenzado.  Todas  mis mejores  partes  estaban  ya  detrás  de  mí.  Mi  madre  quería  que  fuera  y  encontrara  la felicidad, pero yo no podía, no sin ella. Al menos de esta manera lo que quedaba de mí no se desperdiciaría.
Caminé  a  través  del  portón  y  hacia  el  terreno,  e  inmediatamente  la  atmósfera  cambió.
Estaba más tibio aquí, y había una especie de electricidad en el aire que no podía identificar.
A la vez que daba más pasos, oí al portón cerrarse detrás de mí, y salté. Volviéndome, vi a Hermes de pie junto al auto, sus ojos sobre mí. Saludé, y le di una sonrisa dolorida.

Continuará...

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