martes, 15 de julio de 2014

capitulo 15


Hermes vino a la mañana siguiente, y fue lo suficientemente agradable como para traerme una rosquilla. Lo comí mientras nos dirigíamos al hospital, sin tener ningún apetito. Por suerte, no me hizo hablar.
Mientras me sentaba junto a la cama de mi madre, sosteniendo su mano, un pensamiento traidor  se  deslizó por  mi  mente.  Si  Peter  había  salvado  a  Afrodita  —si  realmente no  había sido mi imaginación o alguna broma horrible—, ¿podría salvar a mi madre también?
Alejé el pensamiento. No podía permitirme el lujo de pensar así, no cuando me tenía que prepararme a mí misma para el final que se avecinaba. Además, lo que Peter había hecho era imposible. Un golpe de suerte, o un truco de la luz, o alguna broma horrible que Afrodita aún no había confesado… lo que sea que fuera, mi madre estaba a las puertas de la muerte, y ningún truco mágico iba a salvarla. Había vivido más años de los que podía, y yo sabía que  debería  estar agradecida  por  el  tiempo con ella,  pero verla  desaparecer mientras las horas pasaban lo hacía imposible.
No fue sino hasta la noche cuando caminábamos lentamente a través del aparcamiento del hospital  que  finalmente  le  dije  a  Hermes  lo  que  había  pasado  en  la  mañana.  Estuvo  en silencio  hasta  que  terminé  la  historia,  con  las  manos  metidas  en  los  bolsillos  de  su chaqueta negra.
— ¿Quieres decir que se aparecieron como si nada, sin advertencia ni nada?
Asentí, demasiado vacía para pensar más en eso. 
—No fueron groseros, supongo, pero fue extraño.
Abrió la puerta del carro para mí, y me deslicé en el asiento del pasajero. No fue sino hasta cuando se sentó en el asiento del conductor que habló. 
—No puedes ir, Lali.
—No estaba planeando hacerlo. Nunca me dejaría si fuera así.
—Bien  —dijo él.
Conducimos  a  través  del  aparcamiento  y,  frente  a  nosotros,  el  sol  se  estaba  poniendo.
Cerré mis ojos mientras intentaba encontrar  valor para decir  lo  que había  querido decir todo el día. 
— ¿Qué tal si él puede salvar a mi madre?
Él frunció el ceño. 
— ¿Qué más querrá de ti con el fin de lograrlo?
—Lo que sea que pida, valdrá la pena —dije en voz baja—. Si eso significa que estaría viva.
Hermes se inclinó sobre el asiento para colocar su mano sobre la mía. 
—Sé que sería así, pero algunas veces todo lo que podemos hacer es decir adiós.
Mi rostro se calentó y mi visión se volvió borrosa, y me alejé de él para mirar fijamente por la ventana. 
— ¿Qué  crees  que  pasara  si  no  me  aparezco?  ¿Crees  que  podrá  herir  a  Afrodita?  Ése  era nuestro trato, si yo hacia lo que él quería, la salvaría.
—Él no le hará daño  —dijo Hermes, aunque por el rabillo del ojo pude ver  que apretó su agarre sobre el volante—. No si es algún tipo de ser humano.
Me limpié los ojos con la manga de mi jersey. 
—No estoy tan segura que lo sea.
Cuando llegué a casa, habían seis mensajes en la maquina contestadora. El primero era de la  escuela,  llamando  para  saber  dónde  estaba,  y  los  otros  cinco  eran  de  Afrodita,  su  tono volviéndose más y más preocupado con cada mensaje.
Aunque  estaba  exhausta,  la  llamé.  Fue  bueno  oír  su  voz,  a  pesar  de  que  fuera  tan molestamente habladora y animada como siempre. Ella habló lo suficiente por las dos, y no pareció  importarle el hecho de que  apenas y dijera  una  que otra palabra.  Aunque  Hermes parecía  seguro  de  que  nada  le  pasaría,  no  podía  quitarme  la  preocupación  de  que  algo sucedería. Aunque sólo la conocía desde hace un par de semanas, después del incidente del río, me sentía responsable por ella. No podía hacer nada para ayudar a mi madre, pero si algo le pasaba a Afrodita por mi culpa no podría soportarlo.
— ¿Afrodita? —dije cuando estábamos a punto de colgar.
— ¿Si? —Ella sonó distraída.
—Hazme  un  favor  y  cuídate  esta  noche,  ¿de  acuerdo?  No  hagas  nada  estúpido  como escalar una escalera y domesticar un león.
Ella se echó a reír. 
—Sí, como sea. Te llamaré en la mañana. Saluda a tu madre por mí.
Después  de  colgar, no podía  dormir.  En  lugar de eso, miré mientras  mi  reloj pasaba de 11:59 a 12:00, y una enferma sensación de miedo me invadió. ¿Qué tal si algo le pasaba a Afrodita?  ¿Qué  se suponía  que  hiciera  entonces?  Sería mi culpa.  Contra  todo  pronóstico,  se había convertido en mi amiga, y se suponía que debía protegerla de ese tipo de cosas, no antagonizar deliberadamente al hombre al que al parecer pensaba que le debía la vida. O pensaba que le debía la mía.
No quería pensar en Peter. No quería pensar en cómo la trajo de vuelta esa noche en el río, y no quería pensar en su oferta. Intenté imaginar el rostro de mi madre, pero la única imagen  que  me  vino  era  de  ella  yaciendo  en  la  cama  de  hospital,  muriendo.  Me  volví contra la cama, y enterré la cara en la almohada. Ahora no había nada que pudiera hacer, y sentirme indefensa era desagradable y molesto. Pero ya había tomado una decisión, e iba a mantenerla. Si lo hacía a mi manera, nunca volvería a ver a Peter.
A las siete y media me desperté con un fuerte golpe en la puerta. Gemí, habiendo dormido solamente después de las cuatro, pero no pude ignorarlo. Abriendo la puerta, la cadena de maldiciones que tenía en la punta de la lengua desaparecieron. Era Hermes, que parecía no haber  dormido  desde  el  día  anterior.  Abrí  la  puerta,  pasando  mis  dedos a  través  de  mi desastroso cabello castaño.
— ¿Hermes? ¿Qué pasa?
—Es Afrodita.
Me congelé
—Está muerta. 

Continuará...

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