capitulo 15
Hermes vino a la
mañana siguiente, y fue lo suficientemente agradable como para traerme una
rosquilla. Lo comí mientras nos dirigíamos al hospital, sin tener ningún
apetito. Por suerte, no me hizo hablar.
Mientras me sentaba
junto a la cama de mi madre, sosteniendo su mano, un pensamiento traidor se
deslizó por mi mente.
Si Peter había
salvado a Afrodita —si
realmente no había sido mi
imaginación o alguna broma horrible—, ¿podría salvar a mi madre también?
Alejé el pensamiento. No podía
permitirme el lujo de pensar así, no cuando me tenía que prepararme a mí misma
para el final que se avecinaba. Además, lo que Peter había hecho era imposible.
Un golpe de suerte, o un truco de la luz, o alguna broma horrible que Afrodita
aún no había confesado… lo que sea que fuera, mi madre estaba a las puertas de
la muerte, y ningún truco mágico iba a salvarla. Había vivido más años de los que podía, y yo sabía que debería
estar agradecida por el
tiempo con ella, pero verla desaparecer mientras las horas pasaban lo
hacía imposible.
No fue sino hasta la
noche cuando caminábamos lentamente a través del aparcamiento del hospital que
finalmente le dije
a Hermes lo
que había pasado
en la mañana.
Estuvo en silencio hasta
que terminé la
historia, con las
manos metidas en
los bolsillos de su
chaqueta negra.
— ¿Quieres decir que
se aparecieron como si nada, sin advertencia ni nada?
Asentí, demasiado
vacía para pensar más en eso.
—No fueron groseros,
supongo, pero fue extraño.
Abrió la puerta del
carro para mí, y me deslicé en el asiento del pasajero. No fue sino hasta
cuando se sentó en el asiento del conductor que habló.
—No puedes ir, Lali.
—No estaba planeando
hacerlo. Nunca me dejaría si fuera así.
—Bien —dijo él.
Conducimos a
través del aparcamiento
y, frente a
nosotros, el sol
se estaba poniendo.
Cerré mis ojos
mientras intentaba encontrar valor para
decir lo
que había querido decir todo el
día.
— ¿Qué tal si él
puede salvar a mi madre?
Él frunció el
ceño.
— ¿Qué más querrá de
ti con el fin de lograrlo?
—Lo que sea que pida,
valdrá la pena —dije en voz baja—. Si eso significa que estaría viva.
Hermes se inclinó
sobre el asiento para colocar su mano sobre la mía.
—Sé que sería así,
pero algunas veces todo lo que podemos hacer es decir adiós.
Mi rostro se calentó
y mi visión se volvió borrosa, y me alejé de él para mirar fijamente por la
ventana.
— ¿Qué crees
que pasara si
no me aparezco?
¿Crees que podrá
herir a Afrodita?
Ése era nuestro trato, si yo
hacia lo que él quería, la salvaría.
—Él no le hará
daño —dijo Hermes, aunque por el rabillo
del ojo pude ver que apretó su agarre
sobre el volante—. No si es algún tipo de ser humano.
Me limpié los ojos
con la manga de mi jersey.
—No estoy tan segura
que lo sea.
Cuando llegué a casa,
habían seis mensajes en la maquina contestadora. El primero era de la escuela,
llamando para saber
dónde estaba, y los
otros cinco eran
de Afrodita, su
tono volviéndose más y más preocupado con cada mensaje.
Aunque estaba
exhausta, la llamé.
Fue bueno oír
su voz, a pesar de
que fuera tan molestamente habladora y animada como
siempre. Ella habló lo suficiente por las dos, y no pareció importarle el hecho de que apenas y dijera una
que otra palabra. Aunque Hermes parecía seguro
de que nada
le pasaría, no
podía quitarme la
preocupación de que
algo sucedería. Aunque sólo la conocía desde hace un par de semanas,
después del incidente del río, me sentía responsable por ella. No podía hacer
nada para ayudar a mi madre, pero si algo le pasaba a Afrodita por mi culpa no
podría soportarlo.
— ¿Afrodita? —dije cuando estábamos a punto de
colgar.
— ¿Si? —Ella sonó
distraída.
—Hazme un
favor y cuídate
esta noche, ¿de
acuerdo? No hagas
nada estúpido como escalar una escalera y domesticar un
león.
Ella se echó a
reír.
—Sí, como sea. Te
llamaré en la mañana. Saluda a tu madre por mí.
Después de
colgar, no podía dormir. En
lugar de eso, miré mientras
mi reloj pasaba de 11:59 a 12:00,
y una enferma sensación de miedo me invadió. ¿Qué tal si algo le pasaba a Afrodita? ¿Qué
se suponía que hiciera
entonces? Sería mi culpa. Contra
todo pronóstico, se había convertido en mi amiga, y se suponía
que debía protegerla de ese tipo de cosas, no antagonizar deliberadamente al
hombre al que al parecer pensaba que le debía la vida. O pensaba que le debía
la mía.
No quería pensar en Peter.
No quería pensar en cómo la trajo de vuelta esa noche en el río, y no quería
pensar en su oferta. Intenté imaginar el rostro de mi madre, pero la única
imagen que me
vino era de ella yaciendo
en la cama
de hospital, muriendo.
Me volví contra la cama, y
enterré la cara en la almohada. Ahora no había nada que pudiera hacer, y
sentirme indefensa era desagradable y molesto. Pero ya había tomado una decisión,
e iba a mantenerla. Si lo hacía a mi manera, nunca volvería a ver a Peter.
A las siete y media
me desperté con un fuerte golpe en la puerta. Gemí, habiendo dormido solamente
después de las cuatro, pero no pude ignorarlo. Abriendo la puerta, la cadena de
maldiciones que tenía en la punta de la lengua desaparecieron. Era Hermes, que
parecía no haber dormido desde
el día anterior.
Abrí la puerta,
pasando mis dedos a
través de mi desastroso cabello castaño.
— ¿Hermes? ¿Qué pasa?
—Es Afrodita.
Me congelé
—Está muerta.
Continuará...
0 comentarios:
Publicar un comentario