Capitulo 20
—Curioso —dijo,
aunque sus ojos brillaban con diversión. Yo no vi nada gracioso acerca de la
situación—. Me gustaría que me
hubieras contado todo esto desde el principio, Lali.
—Lo siento
—le dije, mis
mejillas ruborizándose mientras
miraba hacia abajo,
a mis manos—. Pensé que me estaba volviendo loca o algo
así.
—No lo creo. —Ella llegó y me tomó de la barbilla, guiándola hacia arriba hasta que la estaba mirando—. Prométeme que vas decirme todo lo que suceda a partir de ahora, ¿lo harás? No quiero
perderme nada.
Asentí con la cabeza.
Más tiempo con ella... era todo lo que podía pedir.
Ella sonrió.
—Lo sé, cariño.
Cuando me desperté a
la mañana siguiente, al principio no sabía dónde estaba. El calor del sol de mi
sueño aún persistía en mi piel, y abrí los ojos, esperando ver a mi madre, de
pie junto a mí, pero era sólo el dosel de la cama.
Gimiendo, me senté y
parpadeé el sueño de mis ojos. Algo no estaba bien, y yo no podía decir qué.
Entonces, después de un largo
momento, el día
anterior empezó a
llegar de nuevo a mí, junto con
el trato que había hecho con Peter, y mi corazón dio un vuelco. Por lo tanto,
no había sido sólo un sueño después de todo.
— ¿Crees que está
despierta ahora? Ella debe estarlo, ¿no?
—Si ella no lo
estaba, sin duda lo está ahora.
Me quedé helada. Los
susurros venían desde el otro lado de las cortinas que colgaban de mi cama,
y no eran voces
que reconociera. La
primera era brillante
y burbujeante, y la segunda sonó como a alguien que preferiría
estar en cualquier lugar excepto aquí. Yo no podía culparla.
— ¿Cómo crees que es?
Mejor que la última, ¿no?
—Cualquiera es mejor
que la anterior. Ahora cállate antes de que realmente la despiertes.
Me senté allí durante
un largo rato, tratando de asimilar lo que estaba escuchando. Había cerrado la puerta la noche anterior, estaba
segura de ello, así que ¿cómo
habían llegado allí? ¿Y qué querían decir con “la última”?
Antes de que pudiera
hablar, mi estómago gruñó. En voz alta. El tipo de ruido fuerte que hace que
todos a tu
alrededor den la
vuelta y se rían, mientras
que te escondes
en tu asiento y tratas
de no ponerte
roja. Cualquier oportunidad
que hubiese tenido
espiando había desaparecido, gracias a mi traidora barriga.
— ¡Está despierta!
—Se abrieron las cortinas, y protegí mis ojos de la luz de la mañana—.
¡Oh! ¡Ella es
bonita!
—Y morena. No ha
tenido una de ésas en las últimas décadas
—Gracias, supongo
—murmuré, pero con el sol brillando en mis ojos, no pude ver quién me estaba
hablando—. ¿Quién eres tú?
— ¡Hera! —Ésta era la
que hablaba con signos de exclamación, la que me había llamado bonita. Yo forcé
mis párpados abiertos lo suficiente para conseguir una mirada decente en ella. Más
pequeña que yo, con el pelo rubio que colgaba pasando su
cintura y una cara redonda sonrosada con felicidad. Ella se veía tan emocionada que tenía miedo de que se cayera.
—Artemisa —dijo la segunda chica con voz apagada.
Todavía entrecerrado los ojos, tuve una buena mirada en ella y sentí
una punzada de celos. Cabello
oscuro, alta, imposiblemente hermosa, y
se veía aburrida hasta las lágrimas.
—Y tú eres Mariana —dijo Hera—.
Hestia nos contó todo sobre ti, como has venido hasta aquí para ayudar a
tu amiga y como estarás con nosotros por seis meses y…
—Hera, para, la estás
asustando.
Yo no sabía si
asustando era técnicamente la palabra correcta, pero funcionaba por ahora.
Mientras Hera
rebotaba hacia arriba
y hacia abajo,
acercándose a mí con cada movimiento que hacía, empecé a
inclinarme hacia atrás. Su exuberancia era intimidante.
—Oh. —Hera
tomó un paso
atrás, sonrojándose de nuevo—. Lo
siento. ¿Tienes hambre?
Respira
profundamente, pensé. Dentro y fuera, dentro y fuera, y tal vez las
cosas empiecen tener sentido.
—Ella tiene que
vestirse en primer
lugar —dijo Artemisa,
avanzando hacia un
armario—. Mariana, ¿cuál es tu color favorito?
—Lali. Me llaman Lali
—le dije con los dientes apretados. Era demasiado temprano en la mañana para
esto—. Y yo no tengo uno.
— ¿No tienes un color
favorito? —dijo Hera incrédula mientras se movía para ayudar a Artemisa. Me levanté
y me estiré, incapaz de ver qué era exactamente lo que estaban haciendo.
Ambas estaban de pie
delante del armario, que parecía como si estuviera lleno de ropa.
—Hoy no —le dije,
irritada—. Me puedo vestir, ustedes saben.
Artemisa y Hera lucharon con algo largo, azul y suave para
sacarlo del armario. Ambas se volvieron hacia a mí, sosteniendo…
Oh, no.
—A menos que tengas
algún tipo de habilidad inhumana para atarte tú misma el encaje de un corsé,
vestirse no es
una opción —dijo Artemisa, sus
ojos brillando. Yo
no sabía si de diversión
o de malevolencia. Posiblemente ambas.
Ellas levantaron
un vestido azul
que era tan escotado, que
ni siquiera Afrodita
lo hubiera tocado. Las
mangas eran largas
y estrechas, sólo
desplegándose hacia el
final, y había encaje. Encaje.
Mis ojos se abrieron.
—No pueden ir en
serio.
— ¿No te gusta? —Hera
frunció el ceño y pasó una mano por la suave tela—. ¿Qué tal algo amarillo? Te verías bien en amarillo.
—Yo no me pongo
vestidos —le dije a través de una mandíbula apretada—. Jamás.
Artemisa soltó un
bufido.
—No me
importa, porque lo
haces ahora. Estoy
a cargo del
vestuario, y a
menos que quieras usar lo que
llevas ahora, y sólo el olor ya hace que nadie se acerque a ti, vas a usar esto.
Me quedé mirando la
monstruosidad azul.
—No soy tu muñeca. No
puedes hacerme jugar a disfrazarme.
—Sí, sí puedo —dijo Artemisa—. Y lo haré. Tengo miles de años de moda
para elegir, y puedo hacer de tu
vida una pesadilla si intentas
luchar contra eso. ¿Alguna vez te has sentado con un miriñaque? —Artemisa me dio una mirada fija—. Compórtate, y yo podría considerar darte
un día libre de vez en cuando. Pero esta es mi elección, no la tuya. Lo es
desde que accediste a quedarte aquí.
—Además, todos
llevan vestidos aquí —dijo Hera
intensamente—. No
puedes decir que no te gusta
hasta que le des una oportunidad.
Artemisa me ofreció
el vestido.
—Tu elección. Vestidos
caros y cómodos que no notarás en un día o dos, o los jeans que van a ponerse
de pie por su cuenta en una semana.
Dejando escapar
un gruñido de la parte
posterior de mi
garganta, se lo
arrebaté de las manos y me apresuré al baño. Ella podía
hacer me lo pusiera, pero eso no significaba que me tuviera que gustar.
Atarlo me llevó casi
veinte minutos, y eso que era sin corsé. Ahí es donde tracé la línea, y Artemisa
no era lo suficientemente estúpida como para tratar de obligarme a eso,
también. El vestido me quedaba bien sin asfixiarme, y eso era suficientemente
bueno. Yo no necesitaba tener mi pecho hasta el mentón en el intento.
Una vez que terminé
de vestirme, Hera me sentó y prestó atención a mi pelo enredado por unos
minutos. Tarareaba mientras trabajaba, y todas las preguntas que traté de hacer
fueron ignoradas o
aisladas por explosiones
al azar de
la canción. Tan
pronto como empecé a preguntarme
si alguna vez terminaría, anunció que ya había terminado y que el desayuno
estaba listo.
Desayuno. Yo estaba
tan hambrienta que ni siquiera objeté mientras obligaban a mis pies a entrar en
un par de zapatos de tacón. Hablaríamos eso más tarde, sobre todo si esperaba que bajara escaleras, pero por
ahora, mientras hubiera una promesa de comida, estaba de acuerdo en eso.
Todavía sintiéndome
perdida, las seguí
fuera de la
habitación, deseando entender
más acerca de lo
que estaba pasando.
¿Era así como
iban a ser
todas las mañanas
o eventualmente me dejarían vestirme por mi cuenta? ¿Se suponía que iban
a ser mis amigas, como parecía serlo Hera
o que
iban a mantener
un ojo sobre
mí para que no me escapara?
No eran
mis preguntas más
urgentes, pero esas
respuestas, sospechaba, sólo
podría dármelas Peter. Mientras
tanto, todavía había
una respuesta que Hera y Artemisa me debían.
— ¿Hera? —le
dije mientras ella
y Ella me
llevaban a través
del laberinto de habitaciones y pasillos. Supuestamente
había una sala de desayuno en la enorme mansión, pero yo no estaba tan segura
de creerles. Se sentía como si hubiera estado dando vueltas durante horas—. ¿Qué quisiste decir cuando preguntaste si
yo era mejor que la última?
Ella me dio una
mirada en blanco.
— ¿La última?
—Cuando pensaban que
yo estaba durmiendo... mencionaste algo de yo siendo mejor que la última. ¿Qué
última?
Continuará...
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