Capitulo 5
Me
meto en la bañera. ¡Qué gusto! Adoro los baños. Solo sentir el agua caliente
hace que mis agarrotados músculos se destensen y floten. Cuánta paz. Miro la
luz tenue que proporcionan dos velitas que siempre enciendo y me abstraigo en
ambas llamas. He dejado de llorar. Oh, oh; ahora toca pensar. Me propongo dejar
mi mente divagar sola. Peligro. Aunque sé de sobra el rumbo que va a tomar. Lo
primero que pienso es en mi libro favorito, Cien Años de Soledad; me lo estoy
releyendo. Muy apropiado para cómo me siento. Inevitablemente me acuerdo de Él.
Porque Él siempre está. Marcos. Me acuerdo de Marcos besándome. Me acuerdo de
Marcos diciéndome que soy lo que más quiere en el mundo. Me acuerdo de él
haciéndome la cena mientras yo hablaba con Euge por teléfono. Me acuerdo de
Marcos haciéndome el amor. Me excito ipso facto. Marcos.
Marcos en el sofá de
casa con la cara desencajada. Lloro. Marcos pidiéndome sentarme «tenemos que
hablar, Lali». Lloro más. Marcos diciéndome «he conocido a otra, no sé cómo ha
pasado pero estoy enamorado y no puedo seguir contigo». Me retuerzo. Marcos con
la maleta ya preparada antes de que yo llegara. Marcos arrastrándola por el
pasillo mientras mis gritos y mis lloros le hacen llorar a él también. Marcos
diciéndome que jamás pudo imaginar que esto nos sucedería a nosotros, que
siempre me querrá. Marcos recibiendo mi bofetón y mis empujones. Marcos.
Respiro
hondo. Me digo a mi misma que tengo que superarlo. Que hace diez meses de la
ruptura y que la vida sigue. Que Euge tiene razón y que he olvidado su amor
pero no le dejo marchar, me agarro a él con fuerza. Que esa fuerza la tengo que
usar para salir adelante, que nadie lo hará por mí. Que tengo que aceptar
vivir. Que llevar escote a la oficina como solía hacer no es suficiente, tengo
que sonreír. Tengo que abrirme. Tengo que enamorarme.
Y
no sé porqué pienso en Peter. Madre mía, me vuelvo a excitar incluso más que antes.
Su cuerpo de infarto, su boquita que invita al vicio. Sus ojos. Esos ojos
penetrantes cuando le he dicho lo importante que era mi cuaderno para mí. En
esos cuatro segundos no parecía el típico buenorro encantador de serpientes que
hace una muesca por cada ligue a los pies de su cama.
No. Parecía, parecía…
Para, Lali, no parecía nada; estás mirando cosas donde no las hay y si sigues
pensando así, me digo, vas a enamorarte de un fantasma, como hacías en la
universidad, y ya no estamos para fantasmas. Pienso en porqué he rechazado su
invitación. He sentido pavor, así de simple. Tengo la autoestima por los
suelos, el ingenio fuera de onda, la conversación no me es fluida y no sabría
qué decir, qué hacer, o de qué reír. Sería extraño. Y él es un extraño. Pienso
que él solo querría un polvo, o ganar terreno para ello y en qué hay de malo.
No hay nada de malo, pero yo no sé echar un polvo con un dios y luego mandarlo
a paseo. No. Yo me enamoro. Y ya vale de eso. Si no sé discernir entre amor y
sexo, no quiero sexo, porque lo demás me hace llorar. Tengo miedo. Mucho miedo.
Y aunque me veo sola, me siento sola y me da pánico, más tiemblo al pensar en
conocer a alguien y que me haga daño. No, no, no. Con eso no puedo. Peter, lo
siento pero por mucho que quiera, no puedo acostarme contigo.
Pienso
en qué demonios estoy pensando. ¿Crees que el tío más bueno y guapo que has visto
en tu vida te quería invitar a ti, piltrafa, para follar? Estaba siendo
condescendiente, como buen encantador. ¿Crees que si estuvieras tan buena como Euge
te habría dejado marchar? Venga ya, Lali, deja de montarte historias románticas
en la cabeza y baja. ¿Ni un polvo quería? Ni un polvo quería. Ouch. Qué
miseria.
Tengo
los dedos arrugados. Salgo de la bañera y me pongo mi camisón. Nunca ceno así
que ni me molesto. Saco una copa de vino, un cigarro y me voy al salón. Abro mi
cuaderno por la última página. Y casi me atraganto con el vino.
«Creo
que no había leído algo tan a gusto en toda mi vida, y te aseguro que soy
lector empedernido. Me encantaría leer la novela que acaba saliendo de todas
estas ideas locas, divertidas, brillantes, tristes, sexys… Ojalá que tu lámpara
de deseos te lo conceda. ¡Ah! y ni de coña le sonreí a la marranilla chupa
todo. No me van las chonis. Me vas más tú».
Y
el subidón se apodera de todo mi ser. De repente no hay miedo, no hay dudas, no
hay nada. Por un jodido minuto todo parece bonito y normal y seductor y me dejo
llevar por esa sensación de enamorarse de un fantasma. Un minuto. Solo un
minuto más.
–Hola
preciosa, sabía que me llamarías.
–Euge,
tengo que contarte una cosa.
Y
trato de hacerle a Euge un resumen detallado de la situación. Dios, un día sin
vernos da para mucho. Euge se queda de piedra.
–
¿Pero no le conoces de nada?
–No.
–No
sé La, no lo veo claro, la verdad. A ver, pinta seductor y está como un tren
según dices pero no sé, no sabemos nada de él. Podría desde estar casado a yo
que sé.
–Lo
sé. Es que, ¡uf!, justo estaba pensando que jamás querré estar con nadie, que
Marcos jamás saldrá de mi cabeza y leo eso y ha sido como un huracán en mí ser.
Y no sé qué hacer. A ver, así se empiezan las cosas ¿no? Tú cuando te liaste
con Nico no sabías ni su nombre.
–Tenía
26 años, no es lo mismo. Pero no es porque sea un desconocido, cariño, es
porque algo no me cuadra.
–
¿El qué? ¿Que un tío tremendísimo pueda fijarse un poquito en mí y no solo en
pibonazos? ¿Qué un tío tremendísimo quiera aunque
solo sea un maldito polvo conmigo? Coño que no soy Carmen de Mairena.
–Lali,
calla ya. No tiene nada que ver con eso. Te he dicho veinte millones de veces
que tú eres un pibonazo. Que no me refiero a que no se pueda fijar en ti.
Cariño, en ti se fijaría hasta Brad Pitt, pero es que, simplemente, esas formas
así de sopetón a estas alturas me parecen, no sé, como de tío bueno encantador.
Que sí, vale, solo querrá echar un polvo y eso sería genial, pero parece un tío
de los que tú te enamoras hasta las trancas, La. Eso es lo que me da miedo: que
tú y yo y todas nos enamoramos de tíos así y luego nos hacen daño y tú ya has
tenido bastante.
Nico asiente con la cabeza. Está haciendo el gesto del mete
saca ¡Nico! Joder, está diciendo que me calle y te lo tires.
–Amo
a Nico por encima de todas las cosas.
–Como
Gas. Pero su colita es mía, cariños. Tú vete a por Peter.
–Que
rima con…
Y
me echo a reír.
–No
sé qué voy a hacer contigo. Anda, yo que sé, mándale un mensaje o algo o lo que
veas. Pero ante todo, por favor, no hagas castillos en el aire. Por favor.
–Hace
mucho tiempo que se me agotó el material para los sueños, Euge.
Y
cuelgo. Sé que estas frases sentenciosas matan a Vera pero es la verdad. Yo ya
no tengo ganas de soñar. Pero sí de echar un polvo. Miro al teléfono una y otra
vez. Escribo, borro, escribo, borro. No sé cómo se hace esto; hace diez años
que no ligo. Mi teléfono suena. El que faltaba.
–Estoy
en mis horas no laborables. Te voy a denunciar por explotación.
–Acaba
de llamarme Euge, siempre a la verita tuya.
–Vale.
¿Nivel de locura?
–
¿Cómo está de tremendo?
–Dos
millones por cien.
–Nivel
de locura cinco. Lali, nena, que no queremos que caigas en el pozo otra vez.
¡Ahora que empezaba a ver tus tetazas de nuevo!
–Gas,
corazón, no te pases de gay. En serio, por favor, necesito tu opinión. Y te
juro que te lo iba a contar mañana nada más llegar. Ha sido todo esta tarde.
–Ya,
ya, pero se lo has contado a Vera primero, zorrón. Que tiran más dos tetas que…
Bueno, a lo que vamos. Lali, mi opinión es que le vas a mandar un mensaje. Te
responderá. Tontearéis. Echaréis un polvo. O dos, si te acuerdas de cómo se chupa
un pirulo. Y luego si te he visto no me acuerdo. Y tú, Lalita de mis amores,
volverás a llorar a mis brazos por un hombre.
–Esa
no es tu opinión, es un resumen de la situación; que por cierto, ya sé. Quiero
que me des tu opinión. Euge que me aleje. Nico que me lo tire. ¿Gas?
–Ay,
mi Nico es que solo piensa en una cosita y no es en la mía.
–Por
Dios, Gas.
–Te
voy a dar mi opinión, pero no se la digas a Euge o me cortará los pocos huevos
que tengo.
–Empieza
a gustarme.
–Vive,
Lali. Sal de tu escondite y vuelve de donde quiera que estés. Y sí, cariño,
vivir significa enamorarte y sufrir y reír y llorar y preocuparte y fumar y
follar y volver a reír. Y si has de caer, pues ya estaremos Lali y yo para
recogerte. Y tu madre, que un día de estos igual hasta no me llama para
preguntarme cómo te veo.
–
¡Dios! No me digas que…
–Sí
reina, sí. Y el otro día me llamó mientras estaba encauzándosela a uno y por
poco me da un patatús. Hija de verdad, qué cruz con Gime.
Nos
reímos.
–Pobre,
se quedó tan hecha polvo con lo de Marcos. Como todos.
–Bueno,
¿qué vas a hacer con Peter?
–Voy
a quedar contigo para ir mañana a comprar tangas y ligueros.
Me
cago en Gas y en la madre que lo parió. Nuestro ratito de comer, donde me iba a
contar sobre el tío con el que se acostó el otro día, se ha convertido en una
encerrona con Euge en su versión «Doña Euge Angustias de mi Alma» uniéndose a
nosotros. Sermón. Sermón. Sermón. Sermón. No te enamores, no te enamores, no te
enamores, no te enamores. Déjala que folle, el otro, déjala que folle, déjala
que lama un rabo de una vez. Esa boquita, Gas.
–Todavía
no le he dicho nada.
–Ah,
pero yo pensaba…
–Tú
piensas mucho, euge, y te vas a quedar sin melenaza de Barbie al final. No
sabía qué decirle así que lo dejé estar. Sencillamente, no sé cómo se hace eso.
–Fácil.
Dile «hola corazón, me encantó tu nota. ¿Te apetece quedar y probamos
lo de romper braguitas? Luego igual dejo que me metas la puntita sin condón,
que me pone cieguísima».
–Gas,
eres un cerdo. A ver, Lali, ¿por qué no pruebas a simplemente mandar un
mensaje agradeciéndole su nota? Eso le da pié a él y deja la pelota en su
tejado.
–Sería
lo lógico, claro. Pero estoy harta de dejar la pelota en el tejado de los
demás. Quiero tomar mis riendas, las riendas de mi vida.
–Dios,
ahora te pones metafísica. Nena, las riendas de tu vida las podrás tomar tú a
veces y otras no. Piensa en ti por una vez y deja de plantearte las cosas. Lo
primero que tenemos que saber es qué quieres tú de Peter, que rima con
cimborrio.
–Pues
quiero… Quiero conocerle. Quiero saber qué le gusta y qué le hace reír y
enfadar. Quiero saber cuántas novias ha tenido y si su familia es normal.
Quiero ir al cine y que me meta mano en la butaca y quiero que me haga el amor
por las mañanas y me folle como una bestia por las noches.
–Madre
mía. Hemos llegado tarde, Gas. Ya ha caído.
–Bueno.
Significa que Lali ha vuelto.
Continuamos!
No oldeis dejar vuestro twitter para que os avise
@lalisod
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