Capitulo 4
A
Gas se le salen los ojos de las órbitas. 08:00. Y voy tan ultra ideal que creo
que va a erectar.
–Gas,
por Dios, solo son tacones y pitillos.
–Y
escote, reina. ¿Qué celebramos?
Me
acerco a él y le susurro al oído.
–Que
me he cansado de llorar por las noches. Que no puedo más y que quiero volver a
ser la Lali que venía con escote y a nadie le extrañaba.
Gas
me agarra de la cintura y me da un beso en la comisura del labio. Ole mi jefe.
–Por
fin, Paulita. Por fin.
–No
cantes victoria. Poco a poco, ¿vale?
Gas asiente.
–Te
quiero cascarrabias, no sé qué haría sin ti.
–Y
yo, tonta del culo. Y hablando de culos, mueve ese bonito culo que Dios te ha
dado y métete con los jodidos tapices de una vez.
–Acoso,Gas, acoso.
Es
mi familia. Si hubiera tenido otro hermano más y hubiera podido elegir, sería
sin duda él. Conocí a Gas en la universidad. En los años locos. Sí, esos en
los que te pegas la semana de borrachera en borrachera, fumando porros y
tratando de arreglar el mundo. Esos en los que te lías con mil tíos y lloras
por todos y pasas de todos a la vez. Esos en los que conocí a Marcos. Vale,
parando que es gerundio.
Gas y yo íbamos a clase juntos y compartíamos piso con Euge, mi mejor amiga desde
la guardería. Él era y es súper rico. El único hijo de una familia más que bien
acomodada. Su padre notario. Su abuelo cirujano. Vamos, que tiene pasta como
para no trabajar y vivir como un marqués. Pero en aquella época no dejaba de
ser un friki de manual, de los que nadie ajunta, superdotado, súper soez y súper gay. Un
looser absoluto. Y yo era una chica de pueblo que apenas tenía amigos. La
pareja perfecta. Nos hicimos inseparables, junto con Euge.
Al
año de licenciarnos, Nero se montó un estudio de arquitectura y decoración, con
ayuda de su millonario padre, y la noche de la inauguración me dijo que quería
que trabajara para él. Me lo dijo mientras me sujetaba la
cabeza y yo vomitaba mi borrachera en el váter. Muy glamuroso todo. Le dije que
sí, claro, qué voy a decirle. Y luego le dije que le quedara claro que yo no
estoy hecha para cumplir horarios, condiciones y estricteces. Meneó la cabeza y
me llamó zorra. Y aquí estoy. Trabajando para mi mejor amigo.
Soy
una jefaza. De verdad. En otras áreas de mi vida soy un completo desastre pero
en mi trabajo soy la mejor. Mejor que la mejor. La más jefa. Una sheriff del
condado. Los Basona quedaron tan contentos conmigo que me han recomendado a sus
queridísimos amigos los Orgoya, que rima con… vale, paro; que son como los
Basona pero realmente ricos, aristócratas, famosos del corazón y poderosos. Me
han pedido, bueno le han pedido a Gas, que les reforme la casita invernal que
tienen en Baqueira. Casita de dos mil metros cuadrados. Carta blanca. Nero
directamente ha erectado cuando le han llamado. Me ha dado un beso en los
labios,Gas hijo, eres demasiado gay a veces y no te soporto, pero me ha
prometido un día libre. Maldito explotador, hago más horas extra que de jornada
laboral y hace que no me cojo vacaciones más de un año. Desde que Marcos
empezó… vale, parando.Y tomo una decisión: voy a darlo todo de mí en esta casa.
Voy a ser una decoradora de los pies a la cabeza y voy a demostrarme de una vez
que no solo soy buena, sino que sé ser la mejor. Por una vez en mi vida, voy a
tener una meta clara, un reto, un deseo. Y lo voy a conseguir. Voy a hacer que
esta casa me recuerde a mí misma que sé hacer cosas buenas y que tengo que
dejar de auto compadecerme.
Siete
menos cinco. ¡Mierda, el tío del cuaderno! Como Speedy González recojo mis
bártulos, que no son pocos, y salgo de algo parecido a mi despacho. ¡Qué
graciosa Lali, llamar despacho a una mesa y una silla en medio de la nada!
Bueno salgo de mi agujero y me voy pitando.
–Gas me voy yaaaaa.
–Vale;
hasta mañana a las ocho.
–Ni
lo sueñes.
–Zorraaaaaaaa.
–Gayeeeeeeeer.
Menos
mal que a esta hora ya no hay nadie si no, fliparían. Solo somos cinco personas
trabajando: nosotros dos, Mónica de recepción y administración, Lucas también
arquitecto e Ismael, decorador en prácticas. Y aunque Gas es como es con todo
el mundo, en el estudio se corta un poco.
No
recuerdo dónde está el maldito Arándanos y me pierdo. Y llego tarde, claro.
Solo diez minutos. De repente me paro en seco. ¡Si no sé cómo es ese tío y él
no sabe cómo soy yo! Mierda, se me olvidó decirle que llevaría el clavel rojo.
Anda qué... Bueno, voy llegando a la puerta y veo de lejos un tío de espaldas
que mira el reloj. ¡One moment in time! Conforme me voy acercando más veo que,
veo que, veo que… que me falta el aire y me pongo del color de las amapolas. Si
es…
–
¿Entre tus deseos estará volverte puntual, verdad Lali?
Oh.
Dios. Mío. Madre. De. Todos. Los. Santos. Me. Quiero. Morir. Ya. El tío bueno.
¡El tío buenorrísimo que estaba en la barra es el que cogió mi cuaderno, leyó
¡lo que quería que me hiciera! y me lo relató por teléfono! Romperme las
bragas, joder, Lali. Mis bragas, mis bragas ¿qué bragas llevo?, pienso. Calla
anda, Lalita. ¡Ha leído toda mi vida! Dios. Y ahí está mirándome como si fuera
una extraterrestre. Será que no ha visto otras tías que no sean las
pluscuamperfectas buenorrísimas con boca de chuponas a las que seguro que se
tira cada dos horas.
–Perdona,
de verdad que siento el retraso. Me salió una cosa de última hora y pensé que
llegaría justo a tiempo.
Me
perdí porque soy lerda y no recuerdo dónde están los sitios.
–Bueno,
te perdono.
Oh
vaya, gracias, mi amor. Gracias por ¿perdonarme? Buenorro e imbécil. Qué
desperdicio.
–Oh
vaya, gracias.
Mi
filtro mente boca funciona regular, aviso.
–Oh
vaya, de nada. Te recuerdo que la que quieres el cuaderno eres tú, bonita. He
estado a punto de irme y dejárselo al huevón de dueño que, por cómo gestionó el
tema, diría que pasaba de ti como de la mierda.
Oh,
mi héroe. Imbecil.
–De
verdad que lo siento, perdona. Y te agradezco mucho que me llamaras y me des mi
cuaderno. Toma, te he comprado un detalle en agradecimiento.
Y
al notar sus dedos rozando los míos siento un latigazo en todo mi cuerpo. Sería
lo bonito ¿eh? Pero no. El roce es tan infinitamente corto que no siento más
que una mano helada de haber estado diez minutos esperando en la tarde más fría
de Febrero.
–Muchas
gracias. Vaya, no tenías que haberte molestado.
Saca
de la bolsa la cajita con bombones. ¡Qué original Lali! Le regalas a un tío
que lleva jersey de Carolina Herrera, camisa de El Ganso y un Breil que me hace
destellos, una cajita con bombones dentro.
–Solo
es un detallito de nada. Por las molestias.
¿Me
das mi cuaderno? Gracias.
–No
es molestia, bombón.
Me
guiña un ojo y yo siento que voy a convulsionar. Dios, cómo me pone este tío.
–Toma,
tu cuaderno.
–Gracias.
Muchas, muchas gracias. De verdad que no sabes lo importante que es para mí. Ya
sé que una cajita de bombones no es nada, pero es que no hay oro que pague
esto.
Se
me queda mirando como asombrado. Serio.
–Los
bombones me han parecido perfectos, Lali. Y si hubiera sabido que es tan, tan
importante para ti te lo hubiera llevado de inmediato donde hiciera falta. Pero
si quieres, puedo concederte uno de tus infinitos deseos e invitarte a una caña
en ese bar de allí. ¿Qué te parece?
Sonríe
descaradamente. Trago la poca saliva que me queda. Vas ideal Lali, taconazos, escote y pitillos ceñidos. Venga va, está buenísimo y desde Marcos
no has echado un mísero polvo. ¡Y ya van diez meses! Un año si tenemos en
cuenta que antes de romper tampoco…
–Pues
te agradezco mucho la invitación, pero ahora mismo no puedo. Quizá en otro
momento.
–Ah.
Bueno, pues en otro momento.
Siento
unas tremendas ganas de llorar.
–Tengo
el coche allí mismo, si quieres que te acerque a algún lado.
–Eres
muy amable, Peter; pero no, gracias.
Se
ríe. Y yo quiero llorar.
–Amable
no sé si es el adjetivo que me define pero gracias. Lo digo en serio, puedo
llevarte donde necesites.
Estoy
por soltárselo. Estoy por soltárselo. Calla. Calla. Calla. Al final me reprimo
el «solo eres amable porque leíste que quiero que me dejes sin
bragas; entre otras muchas ideas calenturientas que hay en el cuaderno».
–Bueno,
quizá entre mis infinitos deseos pida saber qué
adjetivo te define, pero ahora tengo que irme.
Le
guiño un ojo y me doy la vuelta.
–
¿No me vas a preguntar si me ha gustado lo que leí en tu cuaderno?
Me
giro.
–Ya
sé que te ha gustado.
–
¿Ah sí? ¿Y cómo lo sabes, listilla?
–Porque
si no, no me habrías llamado.
Me
vuelvo a girar y me abrazo mentalmente a mí misma. No sin antes escuchar un:
–Te
llamaré Paula, para la caña que me debes.
Y
ahora sí, me pongo a llorar.
Llego
a casa con todo el rímel corrido, el eye liner por todas las mejillas, los
tacones en la mano, sí en la mano, ¡qué me importa ir descalza por Barcelona!,
y una quemazón en el pecho que me oprime. Me dirijo directamente a la bañera.
Abro el grifo, me desnudo y mientras se llena me siento en el váter encogida y balanceándome.
Me duele tanto… Lloro hasta que no me quedan lágrimas.
Holaaa espero que les guste el capitulo! Creo que voy a subir unos cuantos hoy,
No olvideis, si quereis que os avise dejad vuestro twitter y recordad que he cambiado de usuario en el twitter
Besos
@lalisod
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