Capitulo 21
Al cabo de unos minutos
de dejarme en mi casa, no sin antes llenarme de besos, tengo un mensaje suyo.
«De nuevo en casa, que
parece muy fea sin ti. Tendrás que venir a menudo para ponerle remedio ;). Voy
a darme otra ducha y a sentarme un rato con una copa del vino que nos
bebimos ayer, para celebrar que ha sido un fin de semana impresionante. Mil
besos. Por todo el cuerpo».
«Haré lo propio y de
paso calmaré mis tensos muslos al recordarte de pie en la ducha
haciéndome muy feliz ;). Brindaré por lo mismo. Mil besos… dónde tú quieras».
«Mmmm nena, nena. ¿No me
vas a dejar descansar ni un segundo? Lo cierto es que ni quiero. Yo me acordaré
de ti arqueando la espalda en la alfombra de mi salón. Y del 69 en la cama.
Solo de pensarlo…».
«Solo de pensarlo… sí.
Yo TAMBIÉN. Te dejo, chato. Hasta luego ;)».
«Desténsate a gusto. Y
piensa solo en mí, claro».
«Deseo concedido. Buenas
noches, Peter».
«Buenas noches, bruja».
Hala, me he enamorado.
« ¿Venís a cenar a casa?
Tengo mil cosas que contaros».
«Yo voy. Héctor está en
plan soy Pérez-Reverte y no me hace ni caso esta noche. Llevo ginebra de la
barata».
«Yo voy. Lito está en
plan necesito follarte y tengo el culo dolorido de Ple.
Llevo ginebra de la
cara, que luego vomitas y no vienes a trabajar».
Cenar en casa con euge y Gas es una de las cosas que más me gustan en el mundo y que ya apenas hacemos.
En general nos reímos sin parar de absurdeces y acabamos medio borrachos y
durmiendo en la casa de turno porque no nos podemos ni menear. Y esta noche no
es una excepción. La guinda para mi pasteloso fin de semana. Además me apetecía
hacer una despedida en condiciones, porque esta semana Vera se va otra vez a
Kenia tres meses, a colaborar como enfermera con una ONG. Así es Euge, se pide
una excedencia de tres meses para ayudar a los más desfavorecidos. Ya lo dije:
guapísima, buenísima y también solidarísima. Jodida Euge.
Entre tragos y fideos
fritos chinos les cuento cómo ha sido mi fin de semana. Euge casi orgasmea. Gas casi erecta. Y los dos aplauden las hazañas de Peter que rima con, y me
dan luz verde para volverme loca por él. Y que ambos me den luz verde es más
importante para mí que cualquier palabra bonita u orgasmo intenso. Euge en su
sensatez siempre me dice las cosas como son y nunca se equivoca. Que me dé su
bendición me tranquiliza. Gas en su locura siempre me dice las cosas como no
son y nunca se equivoca. Que me dé su bendición me pone eufórica. Y esas dos
polaridades constantes en mi vida son necesarias para equilibrar esta brújula
loca y descontrolada que a veces es Lali. Soy mi Gas para Gas. Mi Euge para Euge. Y así los tres nos complementamos tan bien que sabemos que jamás nos
separaremos. Nunca.
Como era de esperar,
ambos deciden quedarse a dormir en mi casa, pero cuando Vera llama a Nico para
decírselo, tiene una bronca monumental con él. Cuando vemos que está a punto de
salirle otra cabeza, Gas y yo nos vamos discretamente; sabemos de sobra lo que
hay. Nico es en ocasiones muy obtuso e insensible y no entiende la necesidad
de Vera de unirse a ONGs y hacer viajes solidarios. Vera se siente frustrada y
poco apoyada y, como va borracha, en lugar de decirle que se quedaba aquí a
dormir y ya, se ha encendido y le ha empezado a soltar todo tipo de insultos e
improperios. Ya estamos acostumbrados: cuando Nico y Euge discuten, lo hacen
con mucha violencia verbal. Luego follan como animales. Luego se aman
locamente. Y vuelta a empezar. Es curioso porque Euge es la persona más tranquila
que conozco, pero Nico saca la parte más animal que ella tiene escondida. Y
supongo que al revés ocurre lo mismo. Si cada pareja es un mundo, Euge y Nico son dos galaxias a las que es mejor no analizar en profundidad. Se aman así y
así son felices. Pues nada.
Cuando cuelga y
conseguimos tranquilizarla, él la llama de nuevo y hacen las paces, así que
Vera decide dormir en su casa. Al cabo de un rato Nico pasa a buscarla a casa
y de paso se lleva a Gas, que se había quedado sobado en mi sofá. Así que
cuando me vuelvo a quedar sola, me voy a la cama dando por concluido un genial
fin de semana. Pero cuando me meto entre las sábanas se me ocurre…
– ¿Lali?
– ¿Te he despertado?
–Bueno son las dos de la
madrugada, pero no importa. ¿Va todo bien?
–Sí. Es que yo… Bueno es
que…
– ¿Vas borracha?
–Mmm un poco, sí.
Oigo silencio. Mierda.
–Han venido Gas y Euge a cenar a casa y hemos acabado bebiendo un poco. Solemos hacerlo de vez en
cuando y siempre acaba igual: Gas sopa en mi sofá, Eueg discutiendo con Nico,
éste llevándoselos a ambos y yo yéndome a dormir agotada. Pero hoy… bueno
quería oír tu voz antes de acostarme.
Espero que no te enfades por despertarte.
Debo parecer una
borracha quinceañera porque él se ríe.
–Claro que no, nena. Me
encanta que me llames así. ¿Cuánto les has hablado de mí?
–Mmm, lo suficiente como
para que Gas deje a un lado a Nico en sus perversas fantasías y a Euge le
hayan salido corazones en los ojos.
Se ríe. Mierda ¿he dicho
eso?
–Eso último me gusta.
–No puedo creer que haya
dicho eso en voz alta.
Se ríe más.
–Me encanta que siempre
digas lo que piensas sin pensar. Lo haces todo muy fácil para mí.
–Vaya, ¿no te gustaría
más que fuera misteriosa y complicada? Para mantener el morbo y esas cosas.
–El morbo ya está en
niveles estratosféricos contigo, te lo aseguro. Y no, no me gustan las
vampiresas misteriosas que tienes que estudiar para adivinar sus deseos.
–Eso desde luego te
quita de la idea de guapo atormentado.
–Ya era hora. Me estaba
agobiando en el papel de buenorro traumatizado porque papá no le quiere o cosas
así.
Me río.
– ¿Nos quedamos con
mojabragas entonces?
–Tampoco. Solo te mojo
las bragas a ti. Y mucho, por cierto.
–Eres un guarro.
–Y lo que te gusta.
–Noto como estás
mordiéndote el labio. Me estás poniendo mala.
– ¿Ah sí? ¿Quieres que
me toque mientras hablamos y te haga tocarte a ti también?
–Guarro.
Nos reímos los dos.
–Sabes que podría hacer
que te corrieras con solo oír mi voz.
–Dios, qué engreído
eres.
Y qué cierto lo que
dices.
–Pero certero, ¿a qué
sí?
– ¿Me lees el
pensamiento, Patrick?
–No, pero gracias por
decirme que estabas pensando que tenía razón.
Se ríe y yo le quiero
asesinar… a besos.
–Tengo que colgar.
Mañana tendré una resaca espantosa y tenemos tres clientes nuevos. ¿Pensarás en
mí?
Dios, Lali.
–Ni lo dudes. Tú ya sé
que sí.
Se ríe y yo susurro un
gilipollas que le hace reír aún más.
–Buenas noches, nena. Si
puedes descansa, que igual me cuelo en tus sueños y hacemos un remember de esa
ducha y suelo del salón.
–Ya te gustaría. Y a mí.
Nos reímos.
–Buenas noches, novio.
Mierda. Se me ha
escapado con el pedal que llevo. Hay unos segundos de silencio. Lali, eres
imbécil y no te has dado cuenta pero tranquila, que él sí.
–Vaya. Me gusta como
suena. Y mucho. Buenas noches, preciosa.
Y cuelga. Y yo me muero.
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