sábado, 27 de diciembre de 2014

Capitulo 19


Bajo a la calle y veo su coche en doble fila. Nada más verme, se baja del coche y viene a mi encuentro. Cuando llego a él me besa sonriendo y me derrite.

–Estás guapísma. Tenía muchas ganas de verte.

–Gracias. Yo también.

Nos subimos al coche dirección a la sala de conciertos. Le pregunto por el grupo y me comenta que es un grupo de música indie. A él le encanta la música indie, el rock, el jazz y el soul. Anda, como a mí. Bueno y también soy muy popera, le digo, y se ríe.

Al llegar a la sala vamos directos a una mesa donde hay una pareja. Me coge de la mano.

–Lali, te presento a mis amigos, Rober y Gema. Chicos, ella es Lali.

–Hola chicos. Encantada.

Dos besos y simpatía a raudales. Miss simpatía me llamaban a mí. Bien, noche con amigos. No nos hemos sentado aún que vienen dos chicos más y una chica. Más amigos, más presentaciones. Gonzalo, Max y Bárbara. Y tengo que decir que los chicos son encantadores. Las chicas… bueno las chicas son chicas. Me pegan un repaso de los de aúpa. Bárbara sobre todo. Gema es más discreta. Me observan como yo lo haría ante «la nueva». Se sientan juntas y parlotean de sus cosas aunque Gema trata de meterme en conversación. Es sosa y estirada, de las que a golpe de melena zanjan cualquier tema, se rompe con solo mirarse y no sabe hablar de nada que no sea moda y belleza. Puedo con ella. Bárbara en cambio… madre mía. Tiene «Zorra» escrito en la cara. Tiene mirada de mala persona, cara de ser alguien sucio. No me pega nada que esté con el simpático Max. Ella es excesivamente amable y excesivamente condescendiente pero sus gestos la delatan y de vez en cuando mete alguna pulla de las buenas. Y no le quita ojo a Peter.

Pero a mí no me importa porque lo único que veo es a él. Peter y su esplendor en vaqueros gastados ocupan toda mi mente. Peter trayéndome una cerveza guiñándome un ojo.Peter cogiéndome de la mano y acariciando mis nudillos. 

Peter pasando una mano por mi cintura mientras habla con Max de fútbol. Peter preguntándome si me gusta la música que toca su amigo. Peter contándome historias de ellos. Peter susurrándome lo a gusto que está conmigo.Peter relajado entre amigos sin dejarme sola un segundo.

 Llegamos a su portal y me quedo maravillada. Es un edificio antiguo rehabilitado, con una fachada preciosa llena de balcones de forja y mosaicos. El interior del portal es como de ensueño: con baldosines amplios, techos altísimos, escalera amplia de forja y ascensor estilo antiguo de los que se ven por el hueco. Subimos por el ascensor mirándonos sin hablar, pero sonriendo. Qué extraño es todo pero con él me siento tan cómoda que no necesito las palabras. El corazón me va a mil y el cuerpo hasta me duele de la tensión sexual que llevo. Sé que esta noche no lo podré evitar pero sobretodo es que yo ya no quiero evitarlo.

Entramos y me asombro al ver que vive alquilado en un dúplex. Bien amueblado, bien distribuido. Es bastante grande y además tiene el espacio muy aprovechado. La lata de ser arquitecta es que cuando veo una superficie solo veo líneas, ángulos, decoración y fallos, pero este piso me resulta acogedor. Huele a familia. A hogar. Huele a niños correteando por los pasillos y a padres amándose en las esquinas.

Es uno de tantos pisos con techos altos, doble altura en el salón, chimenea, grandes ventanales con enorme terraza, suelos de mosaico en el pasillo y en la cocina, parquet oscuro en el salón y en las habitaciones, y cientos de recovecos. Lo que más me gusta: la escalera de forja que sube desde el salón al dormitorio principal. El dormitorio principal es abuhardillado y como todo el salón de grande. Parece un piso dentro del piso. Y siento que quiero vivir en un sitio así. Tiene hasta saloncito con sillones, pufs, estantería llena de libros y CDs, altavoces para el iPod y minibar. Me encanta el cabecero de forja y que justo encima de la cama haya una ventana abuhardillada. No puedo evitar imaginarme con las manos atadas al cabecero mientras Peter me recorre el cuerpo entero a besos. Trato de no dar rienda suelta a mi imaginación lasciva pero me es casi imposible cuando veo el amplio baño con bañera de esas antiguas con patas, debajo de una larga ventana y una ducha enorme al lado. Mega ideal.

–No me lo digas, estás viendo raíces cuadradas y revistas de decoración.

– ¿Tanto se me nota?

–Llevas arquitecta escrito en la cara. ¿Quieres una copa de vino? Tengo uno tan exquisito como tú.

–Mojabragas…

Me  coge de la cintura y me besa como solo él sabe hacerlo. Y me hierve la sangre y siento que voy a explotar de un momento a otro. Me susurra al oído.

–Me ha encantado presentarte a mis amigos. Has estado genial y para mí era importante. Son casi como mi familia.

–Y a mí me ha encantado conocerlos. Son muy majos.

– ¿Las chicas también?

Sonríe. Ya sabe de qué va la movida.

–Las chicas son chicas, Peter. Pero sí, también.

–Estas dos son insoportables, que lo sepas. Pero jamás admitiré haberlo admitido.

Me guiña un ojo y yo le beso. Y el beso se profundiza. Es lento, lleno de caricias y gemidos susurrados. Su mano baja por mi espalda y llega a mi culo. Lo toca y lo estruja. Ya ha empezado.

Algo ha cambiado desde la noche en mi casa. El deseo se me sale por cada poro y creo que él va a reventar los pantalones; se ve a la legua. Nos besamos como locos, comiéndonos la boca y la lengua y magreándonos en el dormitorio. Pero es distinto. Es… menos ansioso. Más profundo, más íntimo. Diría, si no fuera porque apenas llevamos una semana viéndonos, que hay más… sentimentalismo.

Pero el deseo es deseo y estamos gimiendo cada vez más fuerte mientras nos quitamos la ropa a trompicones. El sentimentalismo se aparta a un lado y mis leggins, mis calcetines y mis botas moteras acaban hechas un gurruño junto con mi jersey marinero y sus vaqueros y camiseta de El Gran Lebowski, una de mis comedias favoritas. Me quedo en mi conjuntito de ropa interior azul oscuro semitransparente, recién estrenado, y él en sus impresionantes calzoncillos negros y ajustados de Armani. Dios, está tan bueno que creo que voy a tener un orgasmo ya. Gime al verme, dándome un repaso.

–Cariño, estás buenísima. Y este conjunto… Vas a hacerme perder la cabeza.

¿Cariño? La alarma interna de la rapidez deja de sonar cuando me atrae hacia él y me coge en volandas. Le abrazo con mis piernas para no caerme, pero no me lleva a la cama como creía. Me apoya contra la pared y comienza a restregarse contra mí. Cada vez suspiramos más desesperados. Me da uno, dos, tres y cuatro empentones dejándome entrever lo que me hará luego… y lo excitado que está. Madre mía. Está tan dura que puedo notarla casi taladrando mi culotte. Gimo fuerte y me empuja otra vez, haciendo que un cosquilleo me recorra el vientre. Oh Dios, Peter.

Me vuelve a mover y ahora sí me lleva a la cama. Se sienta en el borde conmigo encima y yo me acomodo en su regazo, sentada a horcajadas. 

Moviéndonos al unísono entre gemidos cada vez más consecutivos, me besa el cuello y me quita el sujetador hábilmente. Casi grita maravillado otra vez, mordiéndose el labio inferior y sonriéndome. Me inclino y se recuesta en la cama, conmigo debajo. Nos movemos hasta quedar completamente tumbados y me toca todo el cuerpo sin descanso. Me electriza la piel y me hace desearle más y más, tanto que hasta me duele. Joder, ¡entra en mí ya!

De repente para y me mira.

–Chúpamela, nena. Regálame otra vez esa boquita sublime.

Un chúpamela nena en la boca de cualquier hombre conllevaría una patada en las pelotas. Pero en la boca de Peter hace que mi culotte a poco se desintegre. Lo dice con esa voz sensual, con ese tono entre cariñoso y lascivo… Es irresistible. Y yo cumplo con su orden y mando como un cordero feliz.

– ¡Joder, qué bien lo haces! Uf, para, para.

Le miro extrañada y él sonríe.

–Esta vez quiero descargarlo todo dentro.

Ñam. Me lo como. Me da la vuelta y se pone encima de mí, pero ladeado. 

Agarra mi cintura y sigue magreándome los pechos y el culo.

–Dios, qué culo tienes. No veo el día de follármelo.

¡¿Cómo?! Si no fuera porque estoy al borde del orgasmo, me quedaría perpleja. No, no y no. Por encima de mi cadáver. Es un guarro. No estoy acostumbrada a ese lenguaje en la cama, pero para mi sorpresa me excita todavía más. De verdad que como no la clave ya voy a vomitar de lo que le deseo. Nunca me había sentido así, tan necesitada, tan excitada. Se me están agarrotando los músculos y todo de tanta tensión. ¡Dios! Se levanta, se encamina hacia el cajón de su mesilla y saca un condón. Aprovecho para acomodarme mejor en la cama y observar cómo se mueve. Tan sutil, tan viril. 

Parece una pantera de verdad. Me mira encelado. Le arden los ojos y hace que mis pezones se endurezcan tanto que podrían romper mármol. Se arrodilla en la cama, me recorre a besos las piernas, me toca por encima del culotte.

–Mmm, qué mojada te tengo.

Gimo de nuevo. Engreído, pienso. Pero, ostras, es que es verdad. Sigue por mi vientre. Lo besa y lo lame y lo mismo mi torso, mis pechos, mis pezones. Mis pezones arden con su boca y creo que voy a convulsionar. Se recrea en ellos hasta que al final sube por mi cuello. Llega a mis labios. Se apoya en sus antebrazos, quedando un poco suspendido y nos acoplamos el uno en el otro, yo abriendo las piernas para recibirle. Me mira mordaz y me da un beso.

–Hola, nena.

Sonríe.

–Hola.

–Hay algo aquí que no debería estar, ¿no crees?

Y antes de que me pueda parar a pensar a qué se refiere, se separa un poco de mí y con una sola mano rompe mi culotte sin ningún esfuerzo. Jadeo tan fuerte que él también lo hace. Vuelve a recorrer mi torso a besos en dirección descendente. Dios. Me da vergüenza, lo reconozco. Olores, sabores, demasiada humedad, pasan por mi mente pero estoy tan sobre excitada que sencillamente no pienso con claridad, menos mal. Cuando su lengua saborea mi sexo me vuelvo loca. Literalmente. Solo un lametón por todo y oír su ronco gemido de excitación sublime y siento los cosquilleos de un orgasmo. Trato de contenerme para que no piense que soy pura necesidad andante pero me es dificilísimo con el segundo lametón. Y con el tercero jadeo su nombre.

–Joder, Lali, es delicioso. No voy a poder dejar de comértelo nunca.

Dos dedos se cuelan en mi entrada y con eso ya empiezo a convulsionar. Sin poder aguantar ni un segundo más, tengo un orgasmo que lo arrasa todo a su paso. Es tan intenso que arqueo la espalda, agarrándole de la cabeza porque no puedo absorber tanto placer. Gimo como una actriz erótica y trato de controlarme, pero me es imposible cuando oigo sus gemidos, que me demuestran lo mucho que disfruta haciéndome esto. Cuando dejo de correrme, para, me mira y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa entre alucinada y avergonzada. Peter se muerde el labio y se seca la boca. Acto seguido se pone de rodillas delante de mí y coge el condón. Pero yo no puedo resistirme.

–Oh, cariño. Sí… Sigue, sigue un poco. ¿Te gusta comérmela, nena?

–Sí, me encanta. Es tan enorme…

Gime y me agarra la cabeza. Yo me retuerzo como puedo. Tiene el condón en la mano pero no puedo parar, es como una droga. Me pongo tan cachonda otra vez que empiezo a sentir cosquilleos, Dios. Me agarra la cabeza y me tira hacia atrás, tumbándome. Parece que se haya quitado una garrapata amorrada a su pene. Elevo mis caderas mordiéndome el labio, deleitándome en su sonrisa. Su miembro está casi acariciando mi sexo mientras él saca el condón del envoltorio. Dios mío, eso es… de las cosas que más pueden excitarme en este mundo. Se me escapa un gemido de lo más carnal. Me mira y se da cuenta de que está casi tocándome con su verga y de que eso me pone hasta el infinito. Se la agarra por la base y, mirándome, pasa la punta descaradamente por todo mi sexo, a la vez que yo muevo mis caderas para refrotarla aún más. Él gime profundamente.

–Me estás volviendo completamente loco.

–Y tú a mí.

Sonríe y finalmente se pone el condón. Y en medio de tanta brutalidad me mira de forma tierna, dulce. Otra vez el contraste. Me dice tanto su mirada que no sé si estoy más excitada o enamorada. O ambas por igual. Se cierne sobre mí. Vuelvo a notar su pene entre mis labios, tratando de encontrar el camino. Me besa dulcemente, suave. Luego el beso se vuelve brusco y hosco y luego otra vez tierno. Sus besos me matan y sería capaz de asesinar por uno de ellos. Lo veo claro: haré lo que sea por este hombre, seguro. Me susurra al oído un «Joder, Lali, me gustas tanto» que me hace arquear la espalda. Y por fin, ella solita se hace hueco y, sin necesidad de ayuda, la noto colmando mi interior de forma bestial. Gemimos los dos muy fuerte entre besos. Se mueve  suavemente, haciendo que poco a poco entre hasta el fondo. Y cuando está entera dentro de mí, Oh Dios, es tan grande el placer que me invade que no puedo contenerlo y gimo tan fuerte que él empieza a moverse rápido, gimiendo también. No deja de besarme y agarrarme la cabeza, entre ronquidos sensuales de su garganta y la mía, mientras se mueve cada vez más rápido. Me mira. Le miro. Tenemos los ojos hinchaditos, de deseo y de algo más. Yo muevo mis caderas a su ritmo, haciendo que un continuo escalofrío de placer me recorra de arriba abajo.

–Joder, qué gusto.


Peter se mueve otra vez y antes de que me dé cuenta, estoy boca abajo, debajo de él. Oh, Dios. Se mueve rítmicamente, sin parar, una y otra vez me llena y me llena y yo me dejo llevar en su rudeza. Me empiezan a temblar las piernas y él, al notar que es una de mis posturas favoritas, empieza a arremeter contra mí con dureza animal mientras lleva su mano a mi clítoris. Y gimo como una loca ante el orgasmo más intenso que he sentido en mi vida. Incluso más que el que me ha regalado su boca antes. Es… inagotable. Mi vientre tiembla y mi sexo no para de convulsionar. Él gime y grita en mi oído.

Espero que les guste deje sus tw si quieren que las avise 

Besos
@onltespos_

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