Capitulo 19
Bajo a la calle y veo su
coche en doble fila. Nada más verme, se baja del coche y viene a mi encuentro.
Cuando llego a él me besa sonriendo y me derrite.
–Estás guapísma. Tenía
muchas ganas de verte.
–Gracias. Yo también.
Nos subimos al coche
dirección a la sala de conciertos. Le pregunto por el grupo y me comenta que es
un grupo de música indie. A él le encanta la música indie, el rock, el jazz y
el soul. Anda, como a mí. Bueno y también soy muy popera, le digo, y se ríe.
Al llegar a la sala
vamos directos a una mesa donde hay una pareja. Me coge de la mano.
–Lali, te presento a
mis amigos, Rober y Gema. Chicos, ella es Lali.
–Hola chicos. Encantada.
Dos besos y simpatía a
raudales. Miss simpatía me llamaban a mí. Bien, noche con amigos. No nos hemos
sentado aún que vienen dos chicos más y una chica. Más amigos, más
presentaciones. Gonzalo, Max y Bárbara. Y tengo que decir que los chicos son
encantadores. Las chicas… bueno las chicas son chicas. Me pegan un repaso de
los de aúpa. Bárbara sobre todo. Gema es más discreta. Me observan como yo lo
haría ante «la nueva». Se sientan juntas y parlotean de sus cosas aunque Gema
trata de meterme en conversación. Es sosa y estirada, de las que a golpe de
melena zanjan cualquier tema, se rompe con solo mirarse y no sabe hablar de
nada que no sea moda y belleza. Puedo con ella. Bárbara en cambio… madre mía.
Tiene «Zorra» escrito en la cara. Tiene mirada de mala persona, cara de ser
alguien sucio. No me pega nada que esté con el simpático Max. Ella es
excesivamente amable y excesivamente condescendiente pero sus gestos la delatan
y de vez en cuando mete alguna pulla de las buenas. Y no le quita ojo a Peter.
Pero a mí no me importa
porque lo único que veo es a él. Peter y su esplendor en vaqueros gastados
ocupan toda mi mente. Peter trayéndome una cerveza guiñándome un ojo.Peter cogiéndome de la mano y acariciando mis nudillos.
Peter pasando una mano por mi
cintura mientras habla con Max de fútbol. Peter preguntándome si me gusta la
música que toca su amigo. Peter contándome historias de ellos. Peter susurrándome lo a gusto que está conmigo.Peter relajado entre amigos sin
dejarme sola un segundo.
Llegamos a su portal y
me quedo maravillada. Es un edificio antiguo rehabilitado, con una fachada
preciosa llena de balcones de forja y mosaicos. El interior del portal es como
de ensueño: con baldosines amplios, techos altísimos, escalera amplia de forja
y ascensor estilo antiguo de los que se ven por el hueco. Subimos por el
ascensor mirándonos sin hablar, pero sonriendo. Qué extraño es todo pero con él
me siento tan cómoda que no necesito las palabras. El corazón me va a mil y el
cuerpo hasta me duele de la tensión sexual que llevo. Sé que esta noche no lo
podré evitar pero sobretodo es que yo ya no quiero evitarlo.
Entramos y me asombro al
ver que vive alquilado en un dúplex. Bien amueblado, bien distribuido. Es
bastante grande y además tiene el espacio muy aprovechado. La lata de ser
arquitecta es que cuando veo una superficie solo veo líneas, ángulos,
decoración y fallos, pero este piso me resulta acogedor. Huele a familia. A
hogar. Huele a niños correteando por los pasillos y a padres amándose en las
esquinas.
Es uno de tantos pisos
con techos altos, doble altura en el salón, chimenea, grandes ventanales con
enorme terraza, suelos de mosaico en el pasillo y en la cocina, parquet oscuro
en el salón y en las habitaciones, y cientos de recovecos. Lo que más me gusta:
la escalera de forja que sube desde el salón al dormitorio principal. El
dormitorio principal es abuhardillado y como todo el salón de grande. Parece un
piso dentro del piso. Y siento que quiero vivir en un sitio así. Tiene hasta
saloncito con sillones, pufs, estantería llena de libros y CDs, altavoces para
el iPod y minibar. Me encanta el cabecero de forja y que justo encima de la
cama haya una ventana abuhardillada. No puedo evitar imaginarme con las manos
atadas al cabecero mientras Peter me recorre el cuerpo entero a besos. Trato de
no dar rienda suelta a mi imaginación lasciva pero me es casi imposible cuando
veo el amplio baño con bañera de esas antiguas con patas, debajo de una larga
ventana y una ducha enorme al lado. Mega ideal.
–No me lo digas, estás
viendo raíces cuadradas y revistas de decoración.
– ¿Tanto se me nota?
–Llevas arquitecta
escrito en la cara. ¿Quieres una copa de vino? Tengo uno tan exquisito como tú.
–Mojabragas…
Me coge de la
cintura y me besa como solo él sabe hacerlo. Y me hierve la sangre y siento que
voy a explotar de un momento a otro. Me susurra al oído.
–Me ha encantado
presentarte a mis amigos. Has estado genial y para mí era importante. Son casi
como mi familia.
–Y a mí me ha encantado
conocerlos. Son muy majos.
– ¿Las chicas también?
Sonríe. Ya sabe de qué
va la movida.
–Las chicas son chicas,
Peter. Pero sí, también.
–Estas dos son
insoportables, que lo sepas. Pero jamás admitiré haberlo admitido.
Me guiña un ojo y yo le
beso. Y el beso se profundiza. Es lento, lleno de caricias y gemidos
susurrados. Su mano baja por mi espalda y llega a mi culo. Lo toca y lo
estruja. Ya ha empezado.
Algo ha cambiado desde
la noche en mi casa. El deseo se me sale por cada poro y creo que él va a
reventar los pantalones; se ve a la legua. Nos besamos como locos, comiéndonos
la boca y la lengua y magreándonos en el dormitorio. Pero es distinto. Es…
menos ansioso. Más profundo, más íntimo. Diría, si no fuera porque apenas
llevamos una semana viéndonos, que hay más… sentimentalismo.
Pero el deseo es deseo y
estamos gimiendo cada vez más fuerte mientras nos quitamos la ropa a
trompicones. El sentimentalismo se aparta a un lado y mis leggins, mis calcetines
y mis botas moteras acaban hechas un gurruño junto con mi jersey marinero y sus
vaqueros y camiseta de El Gran Lebowski, una de mis comedias favoritas. Me
quedo en mi conjuntito de ropa interior azul oscuro semitransparente, recién
estrenado, y él en sus impresionantes calzoncillos negros y ajustados de
Armani. Dios, está tan bueno que creo que voy a tener un orgasmo ya. Gime al
verme, dándome un repaso.
–Cariño, estás
buenísima. Y este conjunto… Vas a hacerme perder la cabeza.
¿Cariño? La alarma interna
de la rapidez deja de sonar cuando me atrae hacia él y me coge en volandas. Le
abrazo con mis piernas para no caerme, pero no me lleva a la cama como creía.
Me apoya contra la pared y comienza a restregarse contra mí. Cada vez
suspiramos más desesperados. Me da uno, dos, tres y cuatro empentones dejándome
entrever lo que me hará luego… y lo excitado que está. Madre mía. Está tan dura
que puedo notarla casi taladrando mi culotte. Gimo fuerte y me empuja otra vez,
haciendo que un cosquilleo me recorra el vientre. Oh Dios, Peter.
Me vuelve a mover y
ahora sí me lleva a la cama. Se sienta en el borde conmigo encima y yo me
acomodo en su regazo, sentada a horcajadas.
Moviéndonos al unísono entre
gemidos cada vez más consecutivos, me besa el cuello y me quita el sujetador
hábilmente. Casi grita maravillado otra vez, mordiéndose el labio inferior y
sonriéndome. Me inclino y se recuesta en la cama, conmigo debajo. Nos movemos
hasta quedar completamente tumbados y me toca todo el cuerpo sin descanso. Me
electriza la piel y me hace desearle más y más, tanto que hasta me duele.
Joder, ¡entra en mí ya!
De repente para y me
mira.
–Chúpamela, nena.
Regálame otra vez esa boquita sublime.
Un chúpamela nena en la
boca de cualquier hombre conllevaría una patada en las pelotas. Pero en la boca
de Peter hace que mi culotte a poco se desintegre. Lo dice con esa voz sensual,
con ese tono entre cariñoso y lascivo… Es irresistible. Y yo cumplo con su
orden y mando como un cordero feliz.
– ¡Joder, qué bien lo
haces! Uf, para, para.
Le miro extrañada y él
sonríe.
–Esta vez quiero
descargarlo todo dentro.
Ñam. Me lo como. Me da la vuelta y
se pone encima de mí, pero ladeado.
Agarra mi cintura y sigue magreándome los
pechos y el culo.
–Dios, qué culo tienes.
No veo el día de follármelo.
¡¿Cómo?! Si no fuera
porque estoy al borde del orgasmo, me quedaría perpleja. No, no y no. Por
encima de mi cadáver. Es un guarro. No estoy acostumbrada a ese lenguaje en la
cama, pero para mi sorpresa me excita todavía más. De verdad que como no la clave
ya voy a vomitar de lo que le deseo. Nunca me había sentido así, tan
necesitada, tan excitada. Se me están agarrotando los músculos y todo de tanta
tensión. ¡Dios! Se levanta, se encamina hacia el cajón de su mesilla y saca un
condón. Aprovecho para acomodarme mejor en la cama y observar cómo se mueve.
Tan sutil, tan viril.
Parece una pantera de verdad. Me mira encelado. Le arden
los ojos y hace que mis pezones se endurezcan tanto que podrían romper mármol.
Se arrodilla en la cama, me recorre a besos las piernas, me toca por encima del
culotte.
–Mmm, qué mojada te
tengo.
Gimo de nuevo. Engreído,
pienso. Pero, ostras, es que es verdad. Sigue por mi vientre. Lo besa y lo lame
y lo mismo mi torso, mis pechos, mis pezones. Mis pezones arden con su boca y
creo que voy a convulsionar. Se recrea en ellos hasta que al final sube por mi
cuello. Llega a mis labios. Se apoya en sus antebrazos, quedando un poco
suspendido y nos acoplamos el uno en el otro, yo abriendo las piernas para
recibirle. Me mira mordaz y me da un beso.
–Hola, nena.
Sonríe.
–Hola.
–Hay algo aquí que no
debería estar, ¿no crees?
Y antes de que me pueda
parar a pensar a qué se refiere, se separa un poco de mí y con una sola mano
rompe mi culotte sin ningún esfuerzo. Jadeo tan fuerte que él también lo hace.
Vuelve a recorrer mi torso a besos en dirección descendente. Dios. Me da
vergüenza, lo reconozco. Olores, sabores, demasiada humedad, pasan por mi mente
pero estoy tan sobre excitada que sencillamente no pienso con claridad, menos
mal. Cuando su lengua saborea mi sexo me vuelvo loca. Literalmente. Solo un
lametón por todo y oír su ronco gemido de excitación sublime y siento los
cosquilleos de un orgasmo. Trato de contenerme para que no piense que soy pura
necesidad andante pero me es dificilísimo con el segundo lametón. Y con el
tercero jadeo su nombre.
–Joder, Lali, es
delicioso. No voy a poder dejar de comértelo nunca.
Dos dedos se cuelan en
mi entrada y con eso ya empiezo a convulsionar. Sin poder aguantar ni
un segundo más, tengo un orgasmo que lo arrasa todo a su paso. Es tan intenso
que arqueo la espalda, agarrándole de la cabeza porque no puedo absorber tanto
placer. Gimo como una actriz erótica y trato de controlarme, pero me es
imposible cuando oigo sus gemidos, que me demuestran lo mucho que disfruta
haciéndome esto. Cuando dejo de correrme, para, me mira y me sonríe. Le
devuelvo la sonrisa entre alucinada y avergonzada. Peter se muerde el labio y
se seca la boca. Acto seguido se pone de rodillas delante de mí y coge el
condón. Pero yo no puedo resistirme.
–Oh, cariño. Sí… Sigue,
sigue un poco. ¿Te gusta comérmela, nena?
–Sí, me encanta. Es tan
enorme…
Gime y me agarra la
cabeza. Yo me retuerzo como puedo. Tiene el condón en la mano pero no puedo
parar, es como una droga. Me pongo tan cachonda otra vez que empiezo a sentir
cosquilleos, Dios. Me agarra la cabeza y me tira hacia atrás, tumbándome.
Parece que se haya quitado una garrapata amorrada a su pene. Elevo mis caderas
mordiéndome el labio, deleitándome en su sonrisa. Su miembro está casi
acariciando mi sexo mientras él saca el condón del envoltorio. Dios mío, eso
es… de las cosas que más pueden excitarme en este mundo. Se me escapa un gemido
de lo más carnal. Me mira y se da cuenta de que está casi tocándome con su
verga y de que eso me pone hasta el infinito. Se la agarra por la base y,
mirándome, pasa la punta descaradamente por todo mi sexo, a la vez que yo muevo
mis caderas para refrotarla aún más. Él gime profundamente.
–Me estás volviendo
completamente loco.
–Y tú a mí.
Sonríe y finalmente se
pone el condón. Y en medio de tanta brutalidad me mira de forma tierna, dulce.
Otra vez el contraste. Me dice tanto su mirada que no sé si estoy más excitada
o enamorada. O ambas por igual. Se cierne sobre mí. Vuelvo a notar su pene entre mis labios,
tratando de encontrar el camino. Me besa dulcemente, suave. Luego el beso se
vuelve brusco y hosco y luego otra vez tierno. Sus besos me matan y sería capaz
de asesinar por uno de ellos. Lo veo claro: haré lo que sea por este hombre,
seguro. Me susurra al oído un «Joder, Lali, me gustas tanto» que me hace
arquear la espalda. Y por fin, ella solita se hace hueco y, sin necesidad de
ayuda, la noto colmando mi interior de forma bestial. Gemimos los dos muy
fuerte entre besos. Se mueve suavemente, haciendo que poco a poco entre
hasta el fondo. Y cuando está entera dentro de mí, Oh Dios, es tan grande el
placer que me invade que no puedo contenerlo y gimo tan fuerte que él empieza a
moverse rápido, gimiendo también. No deja de besarme y agarrarme la cabeza,
entre ronquidos sensuales de su garganta y la mía, mientras se mueve cada vez
más rápido. Me mira. Le miro. Tenemos los ojos hinchaditos, de deseo y de algo
más. Yo muevo mis caderas a su ritmo, haciendo que un continuo escalofrío de
placer me recorra de arriba abajo.
–Joder, qué gusto.
Peter se mueve otra vez
y antes de que me dé cuenta, estoy boca abajo, debajo de él. Oh, Dios. Se mueve
rítmicamente, sin parar, una y otra vez me llena y me llena y yo me dejo llevar
en su rudeza. Me empiezan a temblar las piernas y él, al notar que es una de
mis posturas favoritas, empieza a arremeter contra mí con dureza animal
mientras lleva su mano a mi clítoris. Y gimo como una loca ante el orgasmo más
intenso que he sentido en mi vida. Incluso más que el que me ha regalado su
boca antes. Es… inagotable. Mi vientre tiembla y mi sexo no para de
convulsionar. Él gime y grita en mi oído.
Espero que les guste deje sus tw si quieren que las avise
Besos
@onltespos_
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