sábado, 27 de diciembre de 2014

Capitulo 14


Me pongo unos botines, cojo el bolso, el abrigo y corriendo cierro la puerta y llamo al ascensor, que tarda en llegar una eternidad.

«Estoy llamando al ascensor, mala zorra. Si son y dos es porque me ha llamado».

«Ya podrías tener ese garbo para venir a trabajar, vaga de mierda. Mañana te recuerdo que vienes de ocho a nueve de la noche. O culito de Lali al INAEM».

«Mi culo no te pertenece, cielo».

«En horario laboral sí, corazón».

«Te quiero».

«Y yo. Pon una toalla, lo de la regla me da un repelús horroroso».

«Ya le veo. Joder, creo que me estoy corriendo».

«Describe, rápido».

«Pantalón vaquero ajustado negro, tipo corte moderno. Lo que parece camiseta y abriguito de paño gris. Pelo ligeramente alborotado. Te dejo, me ha visto y su sonrisa ha desintegrado mis bragas»

«Si la tiene grande llámame. Necesito darle un descanso a Héctor en mis fantasías».

Me agarra de la cintura y me zampa un besazo a bocajarro que se lleva las poquitas dudas que me quedaban. ME GUSTA Y MUCHO. Creo que no tengo fuerza ni para apretar los muslos. Quiero subirle a mi casa y follármelo hasta que se me salga el tampax por la boca. ¡¡Mariana!! Pasas demasiado tiempo con Gas. Me sonríe, me dice que estoy guapísima, me coge de la mano y me pregunta qué tal el día. Pues aprovecho y no me hago la lánguida dama que solo quiere hablar de él y le cuento ampliamente mi día: «He hecho los primeros bocetos para reformar un hotel, he comido con Euge y he vuelto al estudio. ¿Y tú?».

 Cuando entramos en el restaurante y esperamos a que nos miren la reserva, me quito del todo el abrigo y noto su mano colarse rápidamente por la abertura de mi espalda. Mi piel se electriza de inmediato. Mueve sus dedos suavemente y llegan hasta la cintura. Mi sexo saluda. Me atrae hacia sí y noto en mi culo su Oh Dios mío a Gas le va a encantar. Me contoneo ligeramente casi sin pensar. Sube disimuladamente hasta el aro de mi sujetador. Qué socorridos los vestidos con abertura por toda la espalda.

–Por aquí, por favor.

Fin de la diversión. Aun así se coloca detrás de mí, cogiéndome amablemente la cintura.
 Hoy estoy nerviosa. Me refiero a que no es tan fluido como ayer o el otro día. No es que no tengamos conversación y nos enfrentemos a los temidos silencios incómodos, al contrario. Hablamos y reímos sin parar de un montón de cosas. Es solo que no estoy tan tranquila. Entre plato y plato voy al lavabo. Principalmente para hacer pis, sí, pero también para tener dos minutos de relax. Necesito pensar qué me intimida hoy que no me intimidara el otro día.

Tener una reflexión emocional mientras estás orinando es desaconsejable en todos los casos. O me concentro en una cosa o en la otra. Salgo y finjo que me miro el maquillaje y el pelo frente al espejo. Y ahí está, otra vez. Esa máscara de chica graciosa sin gracia. De chica ideal sin serlo. De chica lista y profunda pero vacía por dentro. Y no es Marcos esta vez. Soy yo. Y me doy cuenta de una cosa: he olvidado a Marcos. Pero también me he olvidado a mí. Casi lloro ante la revelación. No sé quién soy. No sé qué hago besuqueándome con un tío al que prácticamente conocí hace dos días. No sé qué hago debatiendo sobre política en mi tercera cita. Solo sé que quiero salir de aquí. De este cuerpo. De este vestido que de repente me ahoga. La cabeza me da vueltas porque siento que todo pasa muy deprisa. Te conocí hace tres semanas. Quedé contigo por primera vez hace menos de una semana y ya estoy pensando en a ver cuándo me quito el tampax si me da pie a follar hoy. La mayor de las intimidades, o una de ellas, que puedes tener con tu pareja y yo me la estoy planteando la tercera vez que quedo con un tío que hace que me tiemblen las piernas con solo verle y que me trata como si fuera su novia desde los dieciséis.

«Es una locura, euge. Estoy aterrada».

« ¿Ya te has atrincherado en el baño? Sal de ahí, Lali. Solo os estáis conociendo. Lo que pase para bien o para mal no lo evitarás encerrándote en un váter».

«Pero es que no sé ni dónde estoy. Ni quién soy. Ni qué quiero».

«Eres la Lali Esposito que se mete al baño cuando está muerta de miedo. Lo que quieres es enamorarte pero tu miedo te lo impide».

«No quiero sufrir más, Euge. No podría. Peter  me gusta muchísimo pero no le conozco de nada y es muy pronto».

«Te gusta porque es guapo y encantador. Es lógico. No le conoces de nada como el 80% de las relaciones que empiezan. Trata simplemente de no hacer castillos en el aire. No es pronto, hace un año que estás soltera. Es tarde. Tienes 32 años y debes enfrentarte a tus miedos y madurar».

« ¿Y cómo coño se hace eso?».

«Saliendo del baño y sonriendo».

Salgo del baño y sonrío. El plato ya está en la mesa y me encojo de hombros diciendo un «cosas de chicas» que le hace sonreír. Me relajo. Y empiezo a soltarme.


Y me suelto tanto que llegamos a mi portal a trompicones… besándonos sin parar. Creo que se me va a comer. Me agarra el culo tan fuerte que el vestido tiene que estar arremolinado en sus manos y se me debe ver todo. Pero respira tan acelerado que se me olvida en seguida.

–Joder, abre la puta puerta o la echo abajo.
Cuando entramos en el ascensor me coge el culo por debajo del vestido, me lo vuelve a agarrar. 

Me empuja hacia él levantándome una pierna y me clava su DIOS MIO erección en mi sexo derretido. Le toco por debajo de su camiseta. Es duro como una piedra. Me deleito porque no había tocado un abdomen y una espalda tan prietos en mi vida. Creo que si no llegan a abrirse las puertas, me lo hace aquí mismo. Y yo encantada.

Abro como puedo la puerta de casa y vamos directamente a mi dormitorio, sin dejar de besarnos y de magrearme el culo. Empieza a sonarme la alarma interna: ¿Lali? Hola cariño, soy tu menstruación. ¿Te apetece que la primera e igual única imagen que tenga de ti en la cama sea bañada en sangre? Qué asco. Pero antes de que pueda frenar un poco me tira a la cama y caigo como si fuera marioneta. Él se quita el abrigo, los zapatos y calcetines. Yo me quito mi abrigo y mis botines también y espero ansiosa tirada en la cama. Peter se acerca con movimientos sensuales y sigilosos y se pone sobre mí, pero apoyando una pierna en el suelo. Y así me besa. ¡Dios qué besos da este hombre! Agarrándome la cara con una mano y apoyándose en el colchón con la otra saborea mi boca y mi lengua tan delicioso que estoy a un tris de convulsionar.

De repente para. Sus ojos están hinchados y tiene la mirada y la expresión totalmente excitada. Me da la vuelta, dejándome tumbada boca abajo y me desabrocha el botón del cuello, besándolo lentamente, poniéndome toda la carne de gallina y haciendo que me retuerza de gusto y deseo. 

Creo que noto su sonrisa de canalla en mi nuca. Comienza a bajarme el vestido besando y lamiendo mi espalda. Gime. Oh Dios. Eso me pone a doscientos por hora de erotismo y tres mil por hora de ternura. Jadeo. Me desabrocha la fina tira de sujetador y sigue quitándome lentamente el vestido, hasta que saco los brazos de las mangas y el vestido queda enredado en mi cintura. Él sube la parte de abajo hasta aglutinarla en mi culo y de repente le noto mordiéndome una nalga. Tenerlo cerca de lo mío me hace sentir incómoda y me revuelvo. Creo que lo pilla porque enseguida baja su lengua por las piernas, gruñendo cuando sus labios y sus dedos se encuentran con mis ligas. Se recrea un poco en ellas hasta que me desliza y quita el vestido y las medias cuidadosamente. 

–Tienes una piel tan suave… Y qué cuerpo, Dios mío. Qué cuerpo tienes.

Me acaricia en recorrido ascendente. Me gira de nuevo quedando boca arriba y me quito el sujetador. Se queda pasmado.

–Jo-der. En otra vida debí acabar con la pobreza para merecer tener esto ante mis ojos.
Se tumba sobre mí y me besa en la boca. Muy despacio. Otra vez EL BESO. Pero esta vez obviamente mano en teta al segundo. Solo la quita de ahí cuando yo le agarro la camiseta y se la quito, recibiendo su agradable olor propio a hombre y a masculinidad que me enciende los pezones y lo que hay más abajo. Baja su boca por mi cuello hasta llegar a mis pechos y me los besa, uno, otro, uno, otro. Yo acaricio su pelo jadeando. Y cuando pienso que mis pobres pectorales no dan más de sí, me muerde un pezón con fuerza y luego el otro. Gimo. De placer puro. 

El escalofrío que ha recorrido mi cuerpo entero me ha hecho arquear la pelvis inconscientemente. 
Mi clítoris está a punto de caramelo. Vuelve a mi boca. Mi turno. Le desabrocho los pantalones pasando la mano por su piquetón, digo paquete. Se los bajo un poco para tocar su paraíso pero él se levanta de un salto y se los quita rápidamente. Y los calzoncillos.

Y mi pene imaginario se corre cuando le contempla de arriba abajo con calma.


Holaaa! Segundo capitulo de hoy espero que les guste

Besos
@onlyespos_

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