Capitulo 14
Me pongo unos botines,
cojo el bolso, el abrigo y corriendo cierro la puerta y llamo al ascensor, que
tarda en llegar una eternidad.
«Estoy llamando al
ascensor, mala zorra. Si son y dos es porque me ha llamado».
«Ya podrías tener ese
garbo para venir a trabajar, vaga de mierda. Mañana te recuerdo que vienes de
ocho a nueve de la noche. O culito de Lali al INAEM».
«Mi culo no te
pertenece, cielo».
«En horario laboral sí,
corazón».
«Te quiero».
«Y yo. Pon una toalla,
lo de la regla me da un repelús horroroso».
«Ya le veo. Joder, creo
que me estoy corriendo».
«Describe, rápido».
«Pantalón vaquero
ajustado negro, tipo corte moderno. Lo que parece camiseta y abriguito de paño
gris. Pelo ligeramente alborotado. Te dejo, me ha visto y su sonrisa ha
desintegrado mis bragas»
«Si la tiene grande llámame.
Necesito darle un descanso a Héctor en mis fantasías».
Me agarra de la cintura
y me zampa un besazo a bocajarro que se lleva las poquitas dudas que me
quedaban. ME GUSTA Y MUCHO. Creo que no tengo fuerza ni para apretar los
muslos. Quiero subirle a mi casa y follármelo hasta que se me salga el tampax
por la boca. ¡¡Mariana!! Pasas demasiado tiempo con Gas. Me sonríe, me dice que
estoy guapísima, me coge de la mano y me pregunta qué tal el día. Pues
aprovecho y no me hago la lánguida dama que solo quiere hablar de él y le
cuento ampliamente mi día: «He hecho los primeros bocetos para reformar un
hotel, he comido con Euge y he vuelto al estudio. ¿Y tú?».
Cuando entramos en
el restaurante y esperamos a que nos miren la reserva, me quito del todo el abrigo
y noto su mano colarse rápidamente por la abertura de mi espalda. Mi piel se
electriza de inmediato. Mueve sus dedos suavemente y llegan hasta la cintura.
Mi sexo saluda. Me atrae hacia sí y noto en mi culo su Oh Dios mío a Gas le va
a encantar. Me contoneo ligeramente casi sin pensar. Sube disimuladamente hasta
el aro de mi sujetador. Qué socorridos los vestidos con abertura por toda la
espalda.
–Por aquí, por favor.
Fin de la diversión. Aun
así se coloca detrás de mí, cogiéndome amablemente la cintura.
Hoy estoy
nerviosa. Me refiero a que no es tan fluido como ayer o el otro día. No es que
no tengamos conversación y nos enfrentemos a los temidos silencios incómodos,
al contrario. Hablamos y reímos sin parar de un montón de cosas. Es solo que no
estoy tan tranquila. Entre plato y plato voy al lavabo. Principalmente para
hacer pis, sí, pero también para tener dos minutos de relax. Necesito pensar
qué me intimida hoy que no me intimidara el otro día.
Tener una reflexión
emocional mientras estás orinando es desaconsejable en todos los casos. O me
concentro en una cosa o en la otra. Salgo y finjo que me miro el maquillaje y
el pelo frente al espejo. Y ahí está, otra vez. Esa máscara de chica graciosa
sin gracia. De chica ideal sin serlo. De chica lista y profunda pero vacía por
dentro. Y no es Marcos esta vez. Soy yo. Y me doy cuenta de una cosa: he
olvidado a Marcos. Pero también me he olvidado a mí. Casi lloro ante la
revelación. No sé quién soy. No sé qué hago besuqueándome con un tío al que
prácticamente conocí hace dos días. No sé qué hago debatiendo sobre política en
mi tercera cita. Solo sé que quiero salir de aquí. De este cuerpo. De este
vestido que de repente me ahoga. La cabeza me da vueltas porque siento que todo
pasa muy deprisa. Te conocí hace tres semanas. Quedé contigo por primera vez
hace menos de una semana y ya estoy pensando en a ver cuándo me quito el tampax
si me da pie a follar hoy. La mayor de las intimidades, o una de ellas, que
puedes tener con tu pareja y yo me la estoy planteando la tercera vez que quedo
con un tío que hace que me tiemblen las piernas con solo verle y que me trata
como si fuera su novia desde los dieciséis.
«Es una locura, euge.
Estoy aterrada».
« ¿Ya te has
atrincherado en el baño? Sal de ahí, Lali. Solo os estáis conociendo. Lo que
pase para bien o para mal no lo evitarás encerrándote en un váter».
«Pero es que no sé ni
dónde estoy. Ni quién soy. Ni qué quiero».
«Eres la Lali Esposito
que se mete al baño cuando está muerta de miedo. Lo que quieres es enamorarte
pero tu miedo te lo impide».
«No quiero sufrir más, Euge.
No podría. Peter me gusta muchísimo pero
no le conozco de nada y es muy pronto».
«Te gusta porque es
guapo y encantador. Es lógico. No le conoces de nada como el 80% de las
relaciones que empiezan. Trata simplemente de no hacer castillos en el aire. No es
pronto, hace un año que estás soltera. Es tarde. Tienes 32 años y debes
enfrentarte a tus miedos y madurar».
« ¿Y cómo coño se hace
eso?».
«Saliendo del baño y
sonriendo».
Salgo del baño y sonrío.
El plato ya está en la mesa y me encojo de hombros diciendo un «cosas de chicas»
que le hace sonreír. Me relajo. Y empiezo a soltarme.
Y me suelto tanto que
llegamos a mi portal a trompicones… besándonos sin parar. Creo que se me va a
comer. Me agarra el culo tan fuerte que el vestido tiene que estar arremolinado
en sus manos y se me debe ver todo. Pero respira tan acelerado que se me olvida
en seguida.
–Joder, abre la puta
puerta o la echo abajo.
Cuando entramos en el
ascensor me coge el culo por debajo del vestido, me lo vuelve a agarrar.
Me
empuja hacia él levantándome una pierna y me clava su DIOS MIO erección en mi
sexo derretido. Le toco por debajo de su camiseta. Es duro como una piedra. Me
deleito porque no había tocado un abdomen y una espalda tan prietos en mi vida.
Creo que si no llegan a abrirse las puertas, me lo hace aquí mismo. Y yo
encantada.
Abro como puedo la
puerta de casa y vamos directamente a mi dormitorio, sin dejar de besarnos y de
magrearme el culo. Empieza a sonarme la alarma interna: ¿Lali? Hola cariño, soy
tu menstruación. ¿Te apetece que la primera e igual única imagen que tenga de
ti en la cama sea bañada en sangre? Qué asco. Pero antes de que pueda frenar un
poco me tira a la cama y caigo como si fuera marioneta. Él se quita el abrigo,
los zapatos y calcetines. Yo me quito mi abrigo y mis botines también y espero
ansiosa tirada en la cama. Peter se acerca con movimientos sensuales y
sigilosos y se pone sobre mí, pero apoyando una pierna en el suelo. Y así me
besa. ¡Dios qué besos da este hombre! Agarrándome la cara con una mano y
apoyándose en el colchón con la otra saborea mi boca y mi lengua tan delicioso
que estoy a un tris de convulsionar.
De repente para. Sus
ojos están hinchados y tiene la mirada y la expresión totalmente excitada. Me
da la vuelta, dejándome tumbada boca abajo y me desabrocha el botón del cuello,
besándolo lentamente, poniéndome toda la carne de gallina y haciendo que me
retuerza de gusto y deseo.
Creo que noto su sonrisa de canalla en mi nuca.
Comienza a bajarme el vestido besando y lamiendo mi espalda. Gime. Oh Dios. Eso
me pone a doscientos por hora de erotismo y tres mil por hora de ternura.
Jadeo. Me desabrocha la fina tira de sujetador y sigue quitándome lentamente el
vestido, hasta que saco los brazos de las mangas y el vestido queda enredado en
mi cintura. Él sube la parte de abajo hasta aglutinarla en mi culo y de repente
le noto mordiéndome una nalga. Tenerlo cerca de lo mío me hace sentir incómoda
y me revuelvo. Creo que lo pilla porque enseguida baja su lengua por las
piernas, gruñendo cuando sus labios y sus dedos se encuentran con mis ligas. Se
recrea un poco en ellas hasta que me desliza y quita el vestido y las medias
cuidadosamente.
–Tienes una piel tan
suave… Y qué cuerpo, Dios mío. Qué cuerpo tienes.
Me acaricia en recorrido
ascendente. Me gira de nuevo quedando boca arriba y me quito el sujetador. Se
queda pasmado.
–Jo-der. En otra vida
debí acabar con la pobreza para merecer tener esto ante mis ojos.
Se tumba sobre mí y me
besa en la boca. Muy despacio. Otra vez EL BESO. Pero esta vez obviamente mano
en teta al segundo. Solo la quita de ahí cuando yo le agarro la camiseta y se
la quito, recibiendo su agradable olor propio a hombre y a masculinidad que me
enciende los pezones y lo que hay más abajo. Baja su boca por mi cuello hasta
llegar a mis pechos y me los besa, uno, otro, uno, otro. Yo acaricio su pelo
jadeando. Y cuando pienso que mis pobres pectorales no dan más de sí, me muerde
un pezón con fuerza y luego el otro. Gimo. De placer puro.
El escalofrío que ha
recorrido mi cuerpo entero me ha hecho arquear la pelvis inconscientemente.
Mi
clítoris está a punto de caramelo. Vuelve a mi boca. Mi turno. Le desabrocho
los pantalones pasando la mano por su piquetón, digo paquete. Se los bajo un poco
para tocar su paraíso pero él se levanta de un salto y se los quita
rápidamente. Y los calzoncillos.
Y mi pene imaginario se
corre cuando le contempla de arriba abajo con calma.
Holaaa! Segundo capitulo de hoy espero que les guste
Besos
@onlyespos_
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