Capitulo 32
Me toca por debajo de
las braguitas. Todavía llevo el vestido puesto pero a él le he dejado sin
camisa y me deleito en su torso desnudo. Agarra una silla y sentándose, aparta
a un lado las braguitas y acerca su implacable lengua a mi hambriento sexo. Es
un maestro en esto. Lo lame despacio primero, más fuerte después. Lo
mordisquea, juega con él y con mis labios, le da golpecitos, soplidos… y hunde
un dedo en mí y luego otro. Me tortura una y otra vez hasta que noto como me
acerco al orgasmo.
De repente abre el cajón
que tengo justo al lado. Me pide que cierre los ojos y que por nada del mundo
los abra y obedezco. Su lengua sigue moviéndose en mí, acercándome, pero sus
manos están en algún otro lado. Noto que algo me roza el sexo. Algo duro y
frío. Creo que Íñigo lo chupa y luego noto como algo entra en mí. Lo empuja
hacia dentro y gimo, dando un respingo.
–No abras los ojos.
–Mmhhmm.
Empuja otra vez y noto
algo más metiéndose y gimo más fuerte. No noto nada más hasta que Peter vuelve
a la carga con su lengua ahora despiadada y todo mi ser me abandona. Siento
tantas cosas juntas que no puedo ni abrir los ojos, solo gemir como una
auténtica posesa. Peter jadea.
–Córrete, cariño.
Yo grito y grito porque
el orgasmo que estoy teniendo me invade todo. Es intenso a niveles
estratosféricos. Cuando termina estoy moviendo las caderas involuntariamente y
al hacerlo ¡Dios! ¡¿Qué es esto?! Algo muy, muy placentero se está moviendo en
mi interior. Me da pequeños golpecitos vibratorios y miro estupefacta a Íñigo
que despliega su sonrisa.
– ¿Qué…?
–Te he puesto unas bolas
chinas. Son mi regalito para que disfrutes todavía más.
–Oh Dios, es… joder, qué
gusto.
Se ríe. Se pone de pié y
vuelve a abrazarme entre mis piernas.
– ¿Las has puesto bien,
verdad? ¿Sabes lo que te haces?
–Sí, tonta. Anda ven,
vamos a darnos un paseíto por la casa, ya verás cómo te gusta el movimiento. Y
así mientras te quito el vestido y te arranco por fin en esa lencería tan sexy
que llevas.
Entre risas y gemidos
vamos andando hasta llegar al salón. Peter está detrás de mí y me coge con una
mano de la cintura. Me aprieta el vientre y eso debe hacer presión en las bolas
o algo porque cada vez que lo hace me vuelvo loca. Es una tortura de placer. Me
va desabrochando el vestido, deslizándolo por mis brazos; se va quitando el
cinturón, pantalones, zapatos… hasta quedar él completamente desnudo y yo en
lencería. Silbando y ronroneando me hace dar una vuelta delante de él.
–Joder, qué buena estás.
Dios, qué cuerpazo. No dejes de llevar lencería nunca.
Eso me envalentona y
dándole un suave empujón, hago que se siente en el sofá. Enciendo el equipo de
música y elijo «Everlasting Light» de los Black Keys. Si voy a hacerlo, voy a
hacerlo bien.
Comienzo a mover mis
caderas al ritmo de la sensual canción, bajando y subiendo los finos tirantes
de mi sujetador de transparente plumeti. Me muerdo los labios, él sonríe
perversamente. Se me come con los ojos. Me quito el carísimo sostén y me toco
los pechos. Resopla. Bajo mi mano por mi torso y mi vientre y él abre mucho los
ojos. Doy una y otra vuelta preguntándome cómo puedo seguir de pie porque con
cada movimiento las bolas me catapultan a un pre orgasmo. Pero consigo parecer
una stripper casera medianamente digna. Me acerco a él, alzo un pie y
lo apoyo en la base de su miembro erecto. Él me lo agarra y lo acaricia. Me
suelto un liguero. Peter me recorre la pierna con las manos y la boca y al
llegar a la liga de la media tira de ella hacia abajo con los dientes. Mmmm,
Dios. Repetimos la misma operación con la otra media pero esta vez sus dedos se
posan en mi sexo. Tengo un espasmo. Me doy la vuelta y meneando el culo me voy
quitando el liguero, dejando solo mis braguitas. Noto una palmada fuerte en la
nalga y ya lo tengo de pié detrás de mí.
–Eres increíble,
increíble. Me excita tanto mirarte… ha sido lo mejor que he visto nunca.
Coge mis pechos y los
manosea a su antojo. Gimo muy fuerte y más cuando restriega su pene contra mi
culo. No tarda ni dos segundos en coger las braguitas y desgarrarlas. Me hace
avanzar hacia las escaleras y acariciándome el sexo, creyendo morir, vamos
subiéndolas peldaño a peldaño. Nada más llegar a la habitación me doy la vuelta
y le beso con todas mis fuerzas, mis ganas, mi amor y mi deseo. Pongo el alma
en ese beso y él lo capta porque gime y jadea y suspira y me acaricia sin
parar.
Sin preámbulos, que sé
que no le gustan, me arrodillo ante mi particular monumento y comienzo a
lamerle los testículos, agarrando su pene y moviendo mi mano de arriba abajo.
Gime. Me meto uno y luego otro en la boca, jugando con ellos. Eso le vuelve
loquísimo, y me agarra la cabeza ejerciendo una ligera presión. La quiere en mi
boca ya, pero le hago de rogar un poco y sigo mi atención a los testículos.
Aprieta un poco más en mi cabeza y yo le miro sonriendo.
–Bruja.
Jadea y yo sonrío. Sabe
mi juego y en el fondo sé que le encanta porque cuando me la meto en la boca me
coge la cabeza y me la mantiene quieta unos segundos. Se está controlando para
no eyacular. Resopla y vuelve a soltarme un poco, y comienzo mi particular
tortura por todo su miembro. A los segundos vuelve a agarrarme la cabeza con
las dos manos y a dejarme quieta, pero esta vez comienza a mover sus caderas
completamente fuera de sí. Me dan arcadas de lo profundo que llega y él afloja
y se retira un poco, acariciándome el pelo y susurrando:
–Lo siento, cariño.
Pero a mí no me importa
y vuelvo a metérmela todo lo que puedo. Eso le hace dar un respingo y la noto
ya al borde del derrumbe. Madre mía, estoy a punto yo también. Me toco a mí
misma de inmediato. Las bolas ya me están matando y chupársela a Peter es de
las cosas que más me excitan en el mundo; necesito otro orgasmo. Pero al verme
acariciándome él llega antes, y con la cara desencajada de placer comienza a
correrse en mi garganta y mis labios gimiendo mi nombre. Se muerde el labio
inferior y me mira sonriendo, con cara de absoluta veneración.
–Eres una Diosa. No hay
nadie como tú.
Me vuelve a agarrar de
la cabeza, esta vez para levantarme. Le encanta llevar el timón. Me abraza y me
da un besito fugaz en los labios.
–Me encanta hacértelo,
me pone muchísimo sentirla dentro, saborearte y hacerte feliz.
Sonríe y me da otro beso
en la comisura, dándome un cachete en el culo.
–Pues a mí ni te cuento.
Nos reímos y me besa,
esta vez un beso de verdad.
Le necesito ya. Las
bolas están rozando el dolor. Mi deseo está rozando el dolor. Me muerdo un
labio y él me tira a la cama y desliza su lengua por mi vientre. Vuelve a mi
clítoris y lo acompañan sus dedos esta vez. Llega, llega, llega y justo cuando
empiezo a convulsionar, tira de la cuerda, sacándome las bolas de un tirón. Y
OH DIOS MIO. Eso es… Eso es… Convulsión tras convulsión tras convulsión mi
cuerpo se arquea y se retuerce tanto que parezco la niña del exorcista. Oigo un «grita nena,
grita» de la boca que ha tomado mi entrepierna y yo obdecezco. Vaya si obedezco
cuando su otra vez erecto pene me embiste llenándome entera.
Espero que os guste
@onlyespos_
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