lunes, 12 de enero de 2015

Capitulo 37



Reconozco que quiero creer con todas mis fuerzas esa breve explicación, lógica y fácil. Sin embargo, una parte de mí se resiste; esa que tiene miedo de volver a ser engañada y vive en paranoica alerta. Así que aunque me odio a mí misma por no hacer callar a ese yo paranoide y escuchar lo que tenga que decirme, me levanto echa un miura, incluso resoplando por la nariz, al borde de un ataque de ansiedad, y le tiro las fotos a la cara. Lali en estado puro.

–Eres un cabrón y un cerdo. ¡¿Cómo cojones esperas que te crea, eh?! ¡He visto tu polla en el culo de una zorra!
–La, Lali, tranquila. Calmémonos. Sentémonos. Déjame explicarte.

Pero yo no oigo nada. Ni veo. Tiemblo y las lágrimas de furia ruedan por mis mejillas.

–No quiero que me expliques nada. No quiero saber nada. ¡Mierda! ¿Cómo has podido hacerme esto tú? ¡Tú! Con todo lo que sabes de mí ¿cómo has podido reírte de mí así?

–No, cariño. Te lo juro, son fotos de igual hace cinco años, de una tía con la que solo estuve unos meses y que un día nos hicimos fotos y las imprimí en mi ordenador. Joder, las dejé allí y me olvidé de que existían. Coño, te lo juro por mis sobrinas que es así. Yo jamás te haría daño.

Lo de jurar por sus sobrinas baja un poco mi cabreo. Él lo nota y se acerca para tratar de abrazarme. Pero yo sigo gritando como una energúmena.

– ¡¿Por qué debería creerte?!
–Porque te estoy contando la verdad y porque si miras las fotos verás que tengo pelo… ahí. ¿Me has visto tú pelos en las pelotas alguna vez? No. Lali, son de hace años.

Echo una mirada de soslayo y fugazmente veo que tiene razón. ¿Eso demuestra algo? Bueno es cierto que nunca le he visto ni un solo vello púbico y en las fotos lo tiene a raudales, incluso por debajo del ombligo que yo jamás he visto. Sí, supongo que son de antes. Expiro y él se acerca a abrazarme. 

–Ni se te ocurra tocarme, joder. Es asqueroso, asqueroso ver esto.
–Lo sé, y lo siento, de verdad. Siento mucho no haber caído en que existían y haberlas tirado hace años, pero es que te juro que las había olvidado por completo.
– ¿Lo has hecho aposta, en plan para que vea lo bien que te lo montabas o para que las viera y así hacerlo más fácil?
– ¡Pero qué coño estás diciendo, Lali!

Peter se pasa dos dedos por el puente de la nariz y acto seguido
sus manos recorren su pelo.

–Respóndeme ¡¿Lo has hecho a posta?!
– ¡Pero tú qué clase de crápula crees que soy! ¡Claro que no lo he hecho a posta, cojones! Se me olvidaron allí por completo.
– ¿Y qué, las miras a menudo pajeándote? ¿Para recordar lo que es tener un pibón entre manos y así luego tener tragaderas para follarme?

Peter empieza a gritar y a gesticular como un loco.

– ¡¿Pero qué coño dices?! Lali, se te está empezando a ir la pinza. ¡Ni sabía que estaban allí! ¿Quieres calmarte y escucharme de una puta vez?

Yo grito más fuerte y siento que de la mala leche me va a salir otra cabeza.

– ¡No te me pongas chulo porque me largo de aquí cagando leches! ¿Me has sido fiel Peter, o te has reído de mí todo este? Al menos sé un hombre y sé sincero.
–Lali, te juro por mis sobrinas, ¡por mi familia entera que se mueran ahora mismo que te he sido completamente fiel! Jamás sentiría la necesidad ni de mirar a otra siquiera estando contigo.Y jamás te haría daño, ¡jamás!

Nos miramos encendidos. Dios, es tan complicado. Marcos, mi padre, la guarra esta… todo está en mi cabeza martilleándome como una coctelera. Quiero escuchar mi yo interior que todo lo sabe pero anda perdido. Se ha debido dar al alcohol. 

–Es la verdad, nena. Te quiero con toda mi alma y no hay nadie más que tú en mi vida, en mi cabeza y en mi cuerpo. De verdad.

Lloro desconsolada, aunque no sé si porque le creo y me siento
tonta o porque no le creo y me siento tonta. Él se acerca para
abrazarme pero doy un coletazo.

–No.
–Lali, basta. Te lo juro, joder.
– ¿Me lo juras, joder? ¡¿Y por qué siguen estas fotos aquí?!
– ¡Porque me olvidé completamente de ellas, coño! Así de poco importantes fueron y son en mi vida. ¡¡Ol-vi-da-bles!!
–Oh, claro, qué poca memoria tienes ahora, Lanzani. Y dime, ya que eres tan olvidadizo, ¿Hay más sorpresitas en esta casa de tus ex zorras o tengo que hacer una gymkana e ir de teta en teta?

Se desespera. Literal.

– ¡Me cago en la puta, Lali, basta ya, hostia! No te lo diré más veces, son fotos de hace ¡¡cinco años!! Con alguien que ¡¡no me importa!! Y que olvidé que existían ¡¡por completo!!
– ¡Bien! Pues toma tus olvidadas fotos y pajéate con ellas o haz lo que te dé la gana.

Les doy una patada.

–Estás sacando las cosas de quicio y me estoy conteniendo mucho para no perder los nervios.
–Oh, ahora soy una histérica. Me encantaría ver tu reacción si hubieras encontrado fotos de Marcos follándome por todos mi agujeros.
– ¡¡Joder!! 

Y le pega una patada a un mueble. Se ha debido hacer daño. Que se fastidie. Respira unos segundos y me mira feroz.

–Ya te he dicho que siento haberlas olvidado y sí, me habría sentado como el culo y estaría hecho un miura, como estás tú.
Por eso te entiendo e intento que te calmes y me dejes
explicarte todo lo que quieras saber.
Respiro. Esto no me lleva a ninguna parte.


– ¿Hay más? 
– ¿Más qué, fotos? No.
– ¿La guarra esta sabe que las tienes?
– ¡Y yo que sé! Hace cinco años que no sé nada de ella.
– ¡¿Pero sabe que le hiciste e imprimiste fotos?!

Dios, a ver si encima va a ser un psicópata.

– ¡Pues claro que lo sabe! Estuvo de acuerdo y las llegó a ver.
– ¿Las llegó a ver? ¡Ooooh, qué monos! Viendo fotitos cogiditos de las manos recordando viejos tiempos.
–Jooooodeeeer. ¿Alguna pregunta más o vas a seguir diciendo gilipolleces?

Suspiro fuerte, como si me hubiera quitado un peso de encima. A parte de lo del vello púbico, prueba bastante clara, que me lo negara con ternura, como al principio, y con cabreo, como ahora me ha convencido. Porque ha sido él en estado puro, sin disimulos, sin trampa ni cartón. Y porque ha jurado por sus
sobrinas y por su familia y porque me ha mirado con miedo a que no le creyera y porque tiene sentido lo que dice y porque le quiero, joder.

–No, he terminado.
– ¡Bien! Se dirige a la cocina y vuelve a donde yo estoy con unas tijeras en una mano y el cubo de la basura en la otra. Coge las fotos del suelo, sin mirarlas. 

Las pone boca abajo y empieza a cortar hasta convertirlas en pedacitos minúsculos de adivinar que caen a la basura.

–Te juro por mi vida que jamás te he sido infiel, ni había vuelto a mirar estas fotos desde que se hicieron. Esta mierda ni siquiera significó nada para mí. Nada. Fue otra relación vacía de tantas.Todo era vacío hasta que llegaste tú llenándolo todo, Lali.

Lo dice serio y cansado. Vuelve a llevar el cubo y las tijeras a la cocina y yo me quedo con la sensación de que me ha atropellado un tren. Un tren llamado desconfianza. Y lo peor es que en el fondo sé que es sincero. Sé que no me haría daño y lo sé porque le conozco y porque me lo demuestra cada día. No ha habido ni un solo momento en nuestra relación en el que dude de algo que hace o me dice. Nada. Ni siquiera cuando ha alabado la belleza de modelos, actrices o tías de la calle ha sonado mal intencionado y despectivo. No. Ha sonado como
todo hombre (y mujer) con ojos, pero nada más. Nunca ha traspasado esa línea del «creo que está pasando algo», ni se ha acercado si quiera. Ni se ve de lejos. Respiro hondo y chasqueo la lengua sabiendo que le he montado un pollo del quince porque no he confiado en él. Porque no he preguntado primero, negándole explicarse. Ay, Lali, qué voy a hacer contigo. 

Cuando vuelve al salón ambos estamos más calmados. Es lo que tienen nuestras trombas de agua: tan fuerte como llegan, se van. Solo tiene que mirarme para saber que una parte de mí se siente un poco tonta por dudar de él y un poco mal por insultarle. Y se aprovecha, el cabrón de él. Me mira y arquea las cejas.

–Vale, siento haberme puesto histérica. Pero entiende que no ha sido fácil para mí ver eso y no dudar.

Se acerca a mí y ahora sí dejo que me abrace y me bese tiernamente las mejillas. Restriega su nariz contra la mía y en este momento, ese pequeño gesto que siempre hace me dice tanto de él que sollozo de felicidad. 

–Claro que lo entiendo, nena. Otra vez, siento haberlas olvidado
allí.

Levanta mi cara y nuestras miradas se encuentran. Temerosas.

–Tienes que confiar en mí. Sé que tienes la confianza general minada por lo de tu ex y lo de tu padre, pero tienes que confiar en mí. Al menos darme la oportunidad de explicarte cualquier cosa. ¿Vale?
Asiento y me besa. Uno cortito. Me mira y me sonríe tímido y yo a él. Otro beso. Le abrazo más y él a mí. Otro beso. De los suyos.
De los nuestros. 

Vosotras que creís que le va a decir... 

@onlyespos_

1 comentarios:

Chari 13 de enero de 2015, 4:43  

Y vuelve a escaparse su mente - lengua .
Jajjajajaja,la k le ha liado

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:3

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