Capitulo 28
Llueve de lado y
caen unos rayos y truenos de escándalo. Una tormenta de rimeros de Julio de
manual. Adoro las tormentas y la lluvia. Soy así de rarita. El olor a tierra
mojada me evoca cosas tan bonitas que no puedo evitar cerrar los ojos y
respirar hondo cada vez que llueve. Y ver cómo van cayendo las gotas me relaja
tanto como ver una hoguera en invierno. Son los pequeños placeres cotidianos.
Como chic que soy, miro
la lluvia caer desde mi ventana con mi taza de café calentito, mi moño alto
improvisado, mi camiseta de manga corta y cuello ancho que cae por un hombro, y unos
calcetines cosy que me regaló Peter porque siempre tengo los pies fríos. Sonrío
pensando en lo feliz que soy y me entra un sudor frío pensando en que seguro
que la nube multicolor en la que estoy metida no tardará en tornarse tormenta.
Pero pasa pronto porque trato de saborear esa sensación que nos invade de vez
en cuando de bienestar, de tranquilidad y de ilusión a la vez. Feliz. Y no sé
muy bien por qué me acuerdo de la novela que estaba escribiendo. Apenas la he tocado
en los últimos meses. No es que Peter no me deje tiempo, aunque tampoco me
queda mucho, sino que sencillamente, ya no lo necesito.
Pienso en ello y me doy
cuenta de que esa novela fue más que un pasatiempo o una meta; fue una terapia.
Y no en el sentido de entretenerme con algo para no pensar en mi ruptura, sino
como deshago de mi vida entera. Como un instrumento para olvidar todo lo que me
rodeaba y adentrarme en otras vidas, otras historias creadas por mí para
abstraerme de mi realidad. Quizá eso ralentizó un poco la recuperación, ahora
soy consciente. Quizá evitó que me enfrentara a la realidad como debí hacerlo.
Pero también es cierto que hizo que me sintiera mucho menos miserable en
infinidad de noches y me dio algo en lo que pensar que no fuera mi mierda
calentita.
Pero al llegar Peter a
mi vida y comenzar a sonreír como nunca lo había hecho, he dejado de sentir la
necesidad de escribir. Me regaño a mí misma ipso facto. Punto uno, no está bien
que sonrieras solo cuando un tío apareció en tu vida, Paula, te creía más lista
e independiente que eso. Punto dos, algo que te gustaba tanto hacer y te
ilusionaba no puede desaparecer de la noche a la mañana. Así que tomo una
decisión: voy a escribir esa puta novela sí o sí. Aunque solo la lea yo. Aunque
jamás haga amago de publicarla, cosa que nunca quise hacer, la voy a terminar
para recordarme a mí misma que de la tristeza nos debemos sacar nosotros solos,
aunque nos ayuden los seres queridos.
Cojo el cuaderno y lo
leo entero, desde la primera página. Ahora tengo otro café y un cigarrito. Soy
tan ideal que me rompo. Me río de las ocurrencias que escribí, las impresiones
que tuve de gente solo con mirarla; siempre he sido muy observadora y eso me ha
dado siempre muchas satisfacciones. Me entristezco con otras historias llenas
de drama y pena. Retazos de mi vida están permanentemente presentes. Cuando
llego a la última página sonrío como una imbécil y se me acelera el corazón.
Ahí está. La nota que Íñigo me dejó escrita. Vuelve a mí el día que nos
conocimos y los primeros días de mensajes y tira y afloja. Apunto en mi cabeza
preguntarle cómo consiguió el libro. No se lo he preguntado aún y eso me
entristece. Joder Mariana, con lo que este cuaderno significó para ti.
Treinta minutos después
oigo la puerta del ascensor y un ruido de llaves acercándose. Será Peter, que
habrá terminado ya de tomarse una caña con los del gimnasio. Como a lo tonto
llevamos un par de meses durmiendo juntos cada noche, bien en su casa bien en
la mía, ambos tenemos llaves de la casa del otro para mayor comodidad. Y al oír
las suyas abriendo mi puerta salto emocionada. Sí, aún estoy en la fase de
sentir mariposas en el estómago y lo que no es el estómago cuando veo que llama
o sé que viene. Los primeros meses, es lo que tiene.
Le recibo en la puerta
con los brazos abiertos y, cerrándola ÍPeter con el pié, me abraza y me sube a
él. Enrosco mis piernas en su cintura y nos comemos la lengua. Es nuestro
saludo habitual.
–Sabes a tabaco y a
café. Mi segundo y tercer vicio favorito.
–Oh ¿Y cuál es el
primero?
–Tú, preciosa,
obviamente.
Lo dicho. Los primeros
meses, es lo que tiene.
–Anda, ¡tu cuaderno!
Exclama nada más verlo
al entrar al salón, ya cada uno por su propio pie.
–Sí. He decidido retomar
la novela. Le puse muchas ganas y mucha ilusión y me sirvió de mucho. No me
apetece olvidarla por el hecho de que ahora sea feliz.
Sonríe y me acaricia el
pelo.
–Claro que no, nena. Me
alegra mucho que lo retomes y estoy deseando leerla. Siempre hay que tener la
mente y el cuerpo activo. Menos sana…
Pongo los ojos en
blanco. Es su frase favorita. Aunque tiene razón, no es para repetirla cada dos
por tres.
–Nunca te lo he
preguntado pero, ¿cómo lo encontraste?
Sonríe y me lleva al
sofá. Nos sentamos con las piernas enredadas y nos encendemos unos cigarrillos.
Me acaricia la rodilla.
–Mucho corpore sano tú
pero en salir del gimnasio buen cigarrazo que te arreas.
Gruñe.
–Lo dejaré cuando tú lo
dejes, lista.
–Pues lo llevas claro,
genio. Anda, responde ¿cómo diste con el cuaderno?
–Te lo quité yo.
Le miro estupefacta e
incrédula.
Espero que os guste
Besos!
@onlyespos_
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