Capitulo 29
–Te lo dejaste con las
prisas encima de la mesa y lo vi. Nada más salir por la puerta me acerqué a la
mesa y lo cogí. No lo abrí en ese momento, te lo juro.
– ¿Y por qué no saliste
corriendo a dármelo? Me hubieras alcanzado.
Sonríe picarón.
–Porque te había visto.
Te había observado y me habías llamado la atención. Quería volver a verte y
sabía que si salía y te lo daba, como ibas con tanta prisa, no nos
encontraríamos nunca más. Así que tenté a la suerte y esperé un rato a ver si
aparecías reclamándolo y conseguía tu teléfono. Si no, la intención era
llevármelo y al cabo de un par de días volver al bar para saber si alguien había preguntado
por él. La jugada me salió redonda cuando apareciste y aquella mole de sudor no
se había enterado de nada.
Debo parecer una tonta
por la sonrisa de boba que llevo.
–Cabrón de camarero.
–Gracias a él estoy en
tu sofá.
Me da un besazo de los
suyos.
–Espera, cuéntame más.
Jadeamos por el beso y
ahora es él quien pone los ojos en blanco.
– ¿Qué más?
– ¿Por qué te llamé la
atención?
–Obviamente me pareciste
muy atractiva desde el segundo uno.
Sinceramente, y antes de que lo preguntes,
sí, lo primero que pensé es qué tetas y qué polvazo tiene.
Le doy un cachete en el
brazo entre risas.
–Pero luego me fijé un poco
más y me intrigaste. Te vi allí tan concentrada y a la vez tan distraída que me
hiciste gracia. Y supe en ese momento que no eras la típica chica que hubiera
aceptado un ligoteo conmigo en ese momento.
–Tampoco te lo puse tan
difícil. Debiste perder interés enseguida, atormentado mojabragas.
– ¡Qué va! Estuviste en
el punto medio para mí. No me gustan las tías difíciles, ya te lo dije. Me
parece absurdo negar lo que te apetece por hacerte la dura o la interesante. Al
menos yo no voy a hacerme ideas preconcebidas de una chica porque se acueste
conmigo enseguida. Pero las tías que solo con mirarlas se abren de piernas, ya
me resultaban aburridas. Van a lo que van, que me parece estupendo, pero yo ya
no llevaba ese rollo.
– ¡Qué suerte la mía!
Digo con ironía.
–Oye, solo digo lo que
me gusta y lo que no. A muchas chicas les gusta que el tío en cuestión les de
caña. A otras que sea una balsa de aceite. A cada uno nos pone lo que nos pone
y a mí me pusiste tú.
Otra vez sonrisa de boba
y esta vez beso al canto.
– ¿Y cuándo leíste el
cuaderno?
–Fue esa misma tarde.
Joder, me caí de culos.
Nos reímos con las manos
entrelazadas.
–Al principio no
entendía de qué iba la movida. Me parecía un diario pero no le pillaba el
truco. Al final no sé en qué página leí algo de ideas para novela y todo
cuadró. Lo iba a dejar estar cuando de repente leí algo de un tío que te
inspiraba algo muy tórrido y muy sucio. Un gilipollas, seguro. Y seguí leyendo.
Y cada vez que llegaba a tus ideas guarras me partía más y más. Pensé, no solo
está buena y es ingeniosa sino que encima ¡es una perversa!
Le vuelvo a propinar un
cachetazo. Esta vez en su durísimo culo. Nos reímos.
–Lo que me llamó la
atención es que en todas las escenas sexuales los protagonistas son los que
iban a ser los protagonistas de la novela. Hablabas en todas las ideas porno de
X haciéndole a Y o cosas así. Salvo en una.
Arqueo una ceja
sonriendo.
–La última.
–La última. Conmigo los
protagonistas éramos tú y yo. Me reconocí enseguida en tu descripción y me puso
cachondo tu fantasía come todo y rompe bragas.
Me mete la mano por
ellas como tirando para romperlas.
–Y caí en la cuenta de
que los otros te inspiraban escenas guarras para otros pero yo te ponía a ti. Y
me lancé.
–O sea que sí me
llamaste por lo que leíste en el libro, por las guarradas.
Me cruzo de brazos. Él
me los descruza y se tumba encima de mí. Le abrazo con las piernas.
–No. Ya había decidido
que te iba a llamar antes de leer la primera escena porno. Me pareciste
divertida e inteligente. Me gustó que quisieras escribir una novela y quería,
al menos, conocerte. Pero te seré sincero y sí, leer las guarradas me excitó y
me dio una pista de cómo actuar contigo. De que podía ser un poco guarro sin
recibir una hostia a cambio.
Me guiña un ojo y no
puedo más que reírme. Me vuelve a besar.
– ¿Y tú? ¿Qué pensaste
cuando viste que era yo quién tenía el libro?
–Me caí de culos
haciendo un tirabuzón doble.
Se ríe.
–Y deseé con todas mis
fuerzas llegar a donde estamos hoy, aunque tenía un miedo atroz a hacerme
castillos en el aire e intenté frenar. No supe poner mucho freno, la verdad es
que caí enseguida, pero si no hubiera sido por ese poco, te aseguro que te me
tiro la misma tarde que te vi con el libro en la mano.
Se ríe a carcajadas.
–Pues bendito miedo
atroz y benditos castillos en el aire.
–Benditos mojabragas
atormentados y camareros bordes.
Sonreímos y me acaricia
mi nariz con la suya.
–Te quiero, bruja.
EL BESO parte dos.
Gemidos. Fin de la conversación.
Espero que les guste
Besos!
@onlyespos_
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